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domingo, 17 de noviembre de 2019

Renacer de las cenizas

Los que conocen algo de mitología griega sabrán que el fénix era un ave de fuego que renacía de sus cenizas. El fénix se desvanecía para renovarse y renacer en toda su gloria y majestuosidad. Me encanta esta analogía porque representa muy bien lo que tenemos que hacer frente a las adversidades. Dicen que después de la tormenta viene la calma. De la misma forma no puede haber un arcoíris sin lluvia. La esperanza surge a raíz de los problemas de la vida. Si nunca enfrentáramos cosas desagradables ni esperáramos que cambiaran, no existiría la esperanza. El bien y el mal; la muerte y la vida; el amor y el odio; todo tiene su lado contrario y ninguno puede existir sin el otro.



Todos (o la mayoría, habrá algún masoquista por ahí) quisiéramos una vida sin complicaciones, tranquila, feliz, pacífica, plena. La vida es tan corta y desafortunadamente gran parte de ella se nos va en cosas tan desgastantes. Nunca faltan los problemas, los agravios, los sinsabores, las malas experiencias, las tristezas, las tragedias, las desgracias, los infortunios. No existe un manual que nos enseñe cómo vivir. Tenemos que aprender a base de experiencia propia.

Terminando el año con el pie izquierdo


Por circunstancias que no me compete mencionar aquí, les diré que esta semana me quedé sin trabajo. Lo único que les puedo decir es que fue por causas de fuerza mayor y que no renuncié. La verdad ya lo veía venir y estaba de cierta manera mentalizado. Sin embargo, debo admitir que no fui inmune a la noticia y sentí como si me hubieran echado un balde de agua fría.

Es cierto que tenía pensado dejar mi trabajo en un futuro no muy lejano para dedicarme a otra cosa. En publicaciones pasadas les mencioné que comencé a trabajar en un proyecto, el cual está avanzando más lento de lo que yo quisiera. He estado trabajando en él a la par de mi trabajo de tiempo completo. Pero las cosas me están saliendo mal o por lo menos, no de la manera que yo esperaba. Es frustrante porque he estado dando mi mejor esfuerzo y cuando por fin pensaba que veía una luz al final del camino, ¡pum! me sucede esto.

¿Y ahora qué? 


Sé que no es el final. Cuando nos caemos, no hay más que levantarnos y continuar nuestro camino. Pero digo, tampoco somos de palo y es inevitable desanimarse y querer tirar todo por la borda. Lo peor del caso es que muchas veces se trata de cosas que no están bajo nuestro control y que son factores externos los que determinan nuestras circunstancias. No es algo que se solucione con "echarle ganas".

Me encuentro frente a un desafío abismal. Tengo que poner muchas cosas en la balanza y pensar muy bien mi próximo paso. Ya no quiero volver a las andadas. No quiero repetir errores pasados. Quiero comenzar a vivir, a disfrutar de la vida, a no estresarme por el trabajo y esas cosas tan vulgares. Necesito reinventarme, renovarme.

Quisiera regresar el tiempo y volver a esas épocas en las que mis únicas preocupaciones eran hacer la tarea y sacar buenas calificaciones. Pero lamentablemente eso ya no es posible. Ahora tengo que sacar fuerzas de flaqueza y seguir adelante. Hacer de tripas, corazón.

Aferrarse a algo


Dicen que la esperanza es lo último que muere y que mientras hay vida, hay esperanza. Cuando nos sentimos ahogados hasta el cuello, lo único que nos queda es aferrarnos a algo. Lo más fácil es dejarnos vencer y quedarnos en el suelo. 

Parecerá una frase de un libro de autoayuda, pero ¡no te rindas! Sigue adelante. Aférrate a Dios, a tu familia, a un amor, a tus sueños, a cualquier cosa, pero no te rindas. No es el final sino el comienzo de algo más. 

No es fácil, pero muchas veces en la vida tenemos que volver a empezar. La vida no es fácil y mucho menos justa, pero no dejemos que eso sea un impedimento. Hay que renacer de nuestras cenizas.




domingo, 10 de noviembre de 2019

La comodidad de dar "Unfollow"

Con el auge de las nuevas tecnologías y las redes sociales, los procesos de comunicación entre las personas han cambiado drásticamente. Recuerdo cuando era niño, si quería jugar con mis amigos, tenía que ir a tocar a sus puertas y preguntar si les daban permiso de salir. Si acaso, les hablabas por teléfono, pero creo que era más común ir a sus casas. Ahora, ya todo lo manejamos por mensajería instantánea. Si queremos comunicarnos con alguien, le enviamos un mensaje en WhatsApp o cualquier otra de las redes sociales existentes. No nos gusta hablar por teléfono, incluso aunque estemos afuera de sus casas. Si alguien pasa por mí o si yo paso por alguien, al llegar le envío un mensaje para decirle que ya salga. Ni hablamos por teléfono ni tocamos a la puerta. 

Las redes como nuevo medio de comunicación

No pretendo "demonizar" a las redes de ninguna manera. Me parecen una invención muy útil, pero es innegable el impacto que han tenido en la sociedad, tanto para bien como para mal. La comunicación se ha vuelto mucho más impersonal. Si estamos en la casa de la abuela, con amigos en un restaurante o simplemente en una reunión, la mayoría está pegada a sus celulares gran parte del tiempo en lugar de entablar una conversación normal. Me parece una falta de respeto y por lo tanto, trato de evitarlo. Creo que hemos dejado que la tecnología se apodere de nuestras vidas y se ha perdido algo del encanto de disfrutar de las buenas cosas de la vida, como una plática amena con familia o amigos. Estamos físicamente en un lugar pero nuestra mente está en otro lado; estamos pero no estamos. Nos preocupamos más por ver qué comentaron en nuestro perfil, por ver qué chisme circula en las redes, por ver memes o videos o por cualquier otra cosa en lugar de disfrutar de la compañía.





La gran paradoja de las redes es que pareciera que hacer nuevos amigos o encontrar pareja debería ser más fácil al haber más formas de comunicación que de antaño, pero no siempre es así. Se supone que la comunicación debería fluir, pero muchas veces sucede todo lo contrario. El proceso de comunicación es intermitente, ineficiente, insuficiente. No expresamos nuestras ideas a los demás con claridad e incluso surgen malentendidos en el intercambio de mensajes. Lo cual me lleva a mi siguiente punto.

La paradoja de las redes




En la actualidad, es muy fácil sacar a la gente de tu vida. Si me enojo con alguien, si ya no quiero saber nada de una persona, lo primero que hacemos es eliminarla o bloquearla de nuestras redes. En el pasado, si te molestabas con alguien, simplemente tratabas de evitarla en persona si es que se veían seguido o no contestabas a sus llamadas. Se podría decir que las cosas no eran tan obvias. Pero ahora, al eliminar a una persona de nuestros contactos el efecto es inmediato y evidente hasta para un ciego. 

En lugar de discutir un problema, es más sencillo eliminar a una persona de tu lista. Es la salida más facil y una manera de evitar conversaciones incómodas y tener que dar explicaciones. Puede ser considerado como algo infantil e inmaduro, pero en un arranque es algo inevitable. Cuando estás enojado no razonas, no piensas con la cabeza y somos propensos a actuar por impulso. Es triste que una relación de amistad o amorosa termine de esta manera en lugar de hablar las cosas en persona, máxime si se trata de una larga relación.

Te bloqueo, me bloqueas, nos bloqueamos

Me sucedió algo similar esta semana. En un grupo de WhatsApp del que formo parte tuvimos una discusión y la conversación subió de tono. Yo me "enchilé", como decimos en México, por un comentario que hizo una persona. Debo confesar que yo ya estaba un poco predispuesto en su contra por una serie de cosas que no viene al caso mencionar aquí. Así que para no hacer las cosas más grandes y evitar contestar en pleno enojo, me salí del grupo y bloqueé a esa persona de todas mis redes. Ya no tuvimos oportunidad de hablar ni aclarar nada. Supongo que a estas alturas esa persona ya debe haberse dado cuenta. Ahora que tengo la cabeza fría y que he meditado largamente sobre el asunto, debo reconocer que tal vez me precipité y actué de manera inmadura. Pero el incidente de WhatsApp fue solo la gota que derramó el vaso. Yo ya no estaba contento con algunas cosas que esta persona había dicho o hecho, pero mi error fue nunca hacérselo saber. Cometí el error de irme guardando todas las piedritas hasta que la cosa estalló. Era algo inevitable. 

Siento que debí haber mantenido el control y dejar que las cosas se enfriaran, pero esto es lo que sucede cuando nos dejamos llevar por un impulso. Y es que uno también tiene su orgullo o dignidad, como la quieran llamar. Es lamentable que las cosas se hayan dado de esta manera y no sé qué pasará ahora. Formamos parte de un mismo grupo de amigos y si no se arreglan las cosas, va a ser un tanto incómodo tener que coincidir por ahí. Voy a estar como Ross y Rachel cuando rompieron su relación y su grupo de amigos tenía dificultad para juntarse todos porque aquellos dos no podían verse. Bueno, tal vez exagero, no es mi caso exactamente, pero sí preferiría no tener que ver a esta persona si nos dejáramos de hablar. Sería triste, pero lo hecho, hecho está. 





Por lo pronto, nos vamos a reunir para festejar Navidad dentro de unas pocas semanas y no sé qué cara pondré cuando nos tengamos que ver. Si se da la oportunidad de aclarar el malentendido, me dará mucho gusto, pero si no, a pesar de que me dolería, ya dejaría las cosas así. Le desearía lo mejor a esa persona, que le vaya bien en la vida, pero como ya no compaginamos, ya no tiene caso vernos más. 

Y ustedes, amigos, ¿qué experiencias han tenido al respecto? ¿Han terminado una relación amorosa o de amistad por medio de las redes? Au revoir! 

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Harto de todo

¿Les ha pasado que llega un momento de sus vidas en el que todo les molesta, en el que están hartos de todo y todos? A mí sí. Muchas veces. Últimamente me he sentido irritable, de mal humor, con pocos ánimos, sin ganas de hacer nada, molesto sin ningún motivo aparente, insoportable conmigo mismo. Me da coraje porque es algo que no puedo controlar, se me escapa de las manos, me rebasa. A veces siento que me ahogo en un vaso de agua, que exagero las circunstancias, que dramatizo de más. Ojalá fuera solo eso. Lo cierto es que me siento atrapado dentro de un laberinto sin salida. Y me siento cansado, sumamente cansado, fastidiado, aburrido.





Estoy harto de levantarme todos los días a la misma hora. Odio el maldito despertador, odio su sonido con todas mis fuerzas, con cada fibra de mi corazón y con cada trozo de mi alma. Su sonar me provoca ansiedad, me llena de angustia y desesperanza. Quisiera quemarlo, destruirlo con mis propias manos, lanzarlo por la ventana, desaparecerlo para siempre. Solamente un alma negra, perversa y sin escrúpulos pudo haber ideado un aparato como el despertador. Mil veces maldita la persona que lo inventó.

Después ¿qué sigue? Bañarme y desayunar para comenzar el día. El mismo afán de cada día. Salgo a la calle con la esperanza de no toparme con un maldito camión escolar detenido en el camino. Porque si me topo uno ya valió. Esos malditos camiones pasan por todos lados a horas y deshoras. No tienen un horario fijo. Ya estoy harto de tener que andar a las prisas para evitarlos, de tener que estar siempre pendiente del reloj para calcular a qué hora debo salir de la casa. Ver esos camiones parados recogiendo escuincles me provoca náuseas. Y todos los días es lo mismo.





¿Y qué decir del tráfico? Las horas pico son abominables. Estoy harto de estar enfrascado en los embotellamientos cotidianos. Frena, acelera, frena, acelera. Nunca falta el estúpido que se te mete a lo tonto o el idiota que no acelera y alenta el tráfico. Estos especímenes se reproducen como conejos.

Llego a la oficina y le imploro al cielo que no me empiecen a joder tan temprano. Ya estoy harto de lidiar con clientes estúpidos por teléfono todo el tiempo. Esa gente no entiende razones. Creen que son los únicos clientes, que no hay nadie más, en fin. Quieren las cosas a la de ya. Muchas llamadas son quejas o reclamos. Ya tengo suficientes problemas en mi vida para preocuparme por nimiedades. Trato de poner mi mejor cara y de tener la mejor actitud del mundo, pero no funciona, al menos no en mi caso. De hecho creo que me resulta contraproducente. Cuando trato de ver las cosas buenas, las malas salen de donde menos lo imagino. Lo bueno es que mi trato con clientes es solamente por teléfono, no quiero imaginar siquiera cómo sería si tuviera que verles las caras todos los días.





Ya estoy harto de limitarme en lo que como. Es un verdadero suplicio para mí. No puedo cambiar mis hábitos alimenticios. Ya estoy harto de todas las dietas habidas y por haber. Contar calorías, medir porciones, pesar los alimentos... ¿qué demonios es todo eso? Eso no es vida para nada, es el infierno en la Tierra. ¿Y todo para qué? Para verse bien, para estar saludable. A veces me dan ganas de tirar todo por la borda y hacer lo que mi abuelo. De todas formas nos vamos a morir tarde o temprano.

El gimnasio es otra de las cosas que ya me tiene hasta el copete. Es imposible ir en la mañana por lo cual voy en la tarde después del trabajo. No sé cómo puede haber gente que vaya al gimnasio por gusto. Deben ser masoquistas. Yo salgo todo estresado de la oficina, con una jaqueca insoportable y un humor de los mil demonios y lo que menos quiero hacer es agitarme, llenarme de sudor y cansarme, para después estar dolorido por días. Eso sin contar con la gente con la que tiene uno que lidiar en el gimnasio. ¿Por qué demonios no pueden poner las cosas en su lugar? Es demasiado el tiempo que se pierde al buscar las mancuernas o demás cosas que no están en su sitio. ¿Y también por qué se creen dueños de las máquinas? ¡Vayan a lo que van y lárguense! Se la pasan comadreando y estorbando a los demás.





Llego a la casa cansado y con un sueño que para qué les cuento. Ah, pero no les he dicho que no puedo salir a revisar el buzón o tirar la basura porque inmediatamente se viene corriendo el perro del vecino de enfrente a ladrarme y tratar de morderme. Esa bestia me alucina y ni sé por qué. Y la antipatía es mutua.

Los vecinos de al lado son mención aparte. Todos los días es el mismo sonsonete. Tienen un escándalo con su música de Zumba y los escuincles se la pasan corriendo y haciendo travesuras. Y los fines de semana el señor pone su música agropecuaria a todo volumen. Es un verdadero infierno.

De lunes a viernes siempre es lo mismo. El estrés es constante. Ansío los fines de semana como no tienen idea. Anhelo dormir, descansar, desconectarme del mundo, de la realidad. Pero el tiempo se pasa volando, se esfuma. Salgo un rato a la calle y pasan horas que parecen minutos. El tiempo libre del que dispongo no es suficiente para recuperarme de los estragos de la semana. En un abrir y cerrar de ojos ya es lunes otra vez. Y continúa la maldición. 





Una de las cosas que más infeliz y desdichado me hace es mi trabajo. He tratado de mil y una maneras de ya no digamos amarlo, sino por lo menos sobrellevarlo. Pero no puedo. ¿Y por qué sigo ahí si lo detesto?, se preguntarán ustedes. Pues porque no me puedo dar el lujo de renunciar así nada más sin tener un plan b. Ya no soy un adolescente que puede permitirse esos desplantes. Aunque debo confesarles que ganas no me faltan, sobre todo después de colgar con un cliente estúpido. 

¿He hecho algo para cambiar mi situación? Sí, y eso es precisamente lo que me frustra más. A diferencia de otras veces, en esta ocasión sí me puse a actuar. Comencé un proyecto que me entusiasma mucho y que me asusta a la vez porque tal vez sea mi última oportunidad para salir de este atolladero. Siento que pasan los días, las semanas, los meses y no pasa nada. Sabía que no sería fácil, pero de todas formas todo está resultando más lento de lo que esperaba. Ya no puedo perder más tiempo.





Me siento sumamente cansado en todos los sentidos, tanto física como mental y emocionalmente. Siento que empujo una pesada roca cuesta arriba y ya no hay marcha atrás. Ya no hay tiempo para equivocarse, para experimentar. Quisiera despertar y darme cuenta de que todo fue un mal sueño, una pesadilla, que nada pasó en realidad. Quisiera desaparecer, irme a un lugar lejano donde nadie me conozca y empezar desde cero. Aunqué sé de antemano que esa no es la solución ya que los problemas te persiguen a donde vayas. Sé que tal vez haya personas en situaciones peores que la mía, no lo dudo, pero ese no es ningún consuelo para mí. Tal vez ellos son más fuertes que yo. Quisiera tener su entereza, sus ánimos, su estoicismo. Pero no soy como ellos. Lástima.

Mañana, mañana, mañana. Es la única esperanza que queda. Mañana como Anita la huerfanita o como Scarlet O'Hara. Mañana será otro día. Lo dejaré para mañana. Mañana pensaré en eso, hoy no. Hasta mañana, amigos.

domingo, 29 de septiembre de 2019

La invasión del reguetón

Esta semana se anunciaron los nominados para la próxima entrega de los Premios Grammy Latino y hubo un descontento generalizado por parte de los reguetoneros al revelarse la lista. Maluma, uno de los cantantes de reguetón más famosos del momento, expresó su desilusión al no ser nominado en ninguna categoría a pesar de que su último disco había sido "el mejor" de su carrera. Varios exponentes del género se sumaron a la polémica y comenzaron a circular en Twitter el hashtag "Sin reggaetón no hay Latin Grammy" como modo de protesta. Varios argumentan, palabras más, palabras menos, que se sienten discriminados e incluso exigen que el reguetón tenga una categoría propia y que deje de competir dentro del género de Música Urbana. Los usuarios en las redes no perdieron la oportunidad para dar su opinión al respecto y la mayoría expresó su agrado a la exclusión o nula representación del reguetón en los mencionados premios.





Ahora, vámonos por partes. El reguetón, muy a mi pesar y al de mucha gente, goza de una enorme popularidad en la actualidad. La explosión de tal género comenzó a principios del nuevo milenio con éxitos como Gasolina y la verdad no se vislumbra un fin a su existencia. Ya han pasado casi 20 años en los que hemos visto a infinidad de cantantes sucumbir ante sus encantos. Muchos cantantes de otros géneros han tenido que incursionar en este género para seguir vigentes. Artistas de la talla de Shakira, Thalía, Jennifer López, Ricky Martin, Enrique Iglesias e incluso la mismísima Madonna, por nombrar solo algunos, han sacado por lo menos una canción de reguetón en los últimos años. ¿Cómo olvidar la insufrible canción de Despacito que no había un solo día o lugar donde no la escucharas? No importaba que te encontraras en México, EE. UU., Europa, Asia... no podías escapar de ella. Podías romperte los tímpanos y aún así llegaba a tu cerebro. La veíamos (o escuchábamos) hasta en la sopa. Y no fue solo durante unos días o semanas sino meses que tuvimos que soportarla. Es de las pocas canciones que llegué a odiar, a alucinar. Basta con escuchar esa canción para que me den ganas de vomitar.  

Irónicamente, no odio el reguetón. Pero tampoco es mi género de música preferido. Sí, tiene un ritmo pegajoso y te dan ganas de bailar, pero la mayoría de las letras de sus canciones deja muchísimo que desear. Mucha gente no presta atención a la letra, solamente se deja llevar por el ritmo. Pero si nos ponemos a analizarlas detenidamente, la gran mayoría contiene mensajes misóginos, de promiscuidad y violencia. Eso sí, son canciones muy movidas. Pero definitivamente no son canciones para niños. Es triste ver cómo hay niños que les encanta el reguetón y hasta se ponen a "perrear". Sus padres se los celebran porque les parece gracioso sin darse cuenta de que están fomentando un libertinaje y que sus hijos muy probablemente se convertirán en delincuentes o adolescentes embarazadas en un futuro no muy lejano. Porque eso es lo que promueve el reguetón aunque no los queramos reconocer. Sí influye, sobre todo en los niños, aunque muchos digan lo contrario. ¿Cómo es posible que los padres permitan que sus hijos, ya sean niños o adolescentes, escuchen este tipo de música y la bailen con movimientos más que sugestivos? Es algo francamente inconcebible.





Ahora, hablando de adultos y gente madura que se supone ya puede pensar por su cuenta, estoy de acuerdo en que el reguetón no determina tu capacidad, grado de inteligencia o moralidad. Tu gusto por el reguetón no te hace inferior al resto, así como tu desdén por él no te hace superior. Por más raro que parezca, una persona puede tener una mente brillante o ser culta y aún así gustar del reguetón. Es una combinación rara pero que puede darse. El reguetón no está reservado para la gente de estrato social bajo o inculta. A pesar de que el reguetón me parece sumamente vulgar, no puedo negar que disfruta de una gran aceptación en varios grupos de la sociedad. Recuerdo que alguna vez leí un artículo en Internet que abordaba el tema y la premisa del autor (o autora, no recuerdo bien) era que el problema no era el reguetón sino nuestro clasismo. Yo creo que, en parte, el clasismo puede llevarnos a desdeñar tal género, pero no me parece algo injustificado, sobre todo considerando el contexto en su conjunto. O tal vez simplemente soy demasiado "fresa". 

Muchos argumentan que el reguetón es como cualquier otro tipo de música y que como arte, no hay música buena o mala. Es cierto que la apreciación del arte tiene un alto grado de subjetividad, pero es imposible no emitir juicios morales sobre el reguetón. No me doy golpes de pecho, pero tampoco podemos tapar el sol con un dedo. Y en cuanto a la calidad del reguetón como música, no soy experto, pero en mi opinión no tiene punto de comparación con otros géneros. Las décadas anteriores han estado marcadas por distintos géneros musicales: tuvimos al rock en los 60, la música disco en los 70 y el pop en los 80. Existe una amplia lista de canciones y leyendas en la historia de la música y en un futuro ¿qué le vamos a decir a nuestros hijos o nietos? ¿Que el reguetón era la música de moda de la época y Maluma era uno de sus máximos exponentes? A mí me daría vergüenza.

El reguetón solamente es música para pasar el rato como cuando vas al antro o a una fiesta. Estoy de acuerdo de que en una reunión con amigos o una fiesta no vas a poner música clásica sino algo que anime el ambiente como el reguetón, pero de eso a que sea algo que escuchemos todos los días hay un abismo de diferencia. Algunos dirán que no es música, yo digo que sí; mala, pero música al fin. Llamarla arte me parecen palabras mayores, pero si es que pudiera ser catalogada como tal, sería un arte burdo, vulgar y de mal gusto. Aunque debemos reconocer que todos, en algún momento de nuestras vidas, necesitamos una(s) dosis de esa vulgaridad. 





El reguetón tal parece que llegó para quedarse. Ya han pasado prácticamente 20 años y siguen sacando canción tras canción. Si le preguntas a un extranjero si les gusta la música latina, muy probablemente te dirán que sí y que el reguetón les encanta (muchos creen que la música latina es reguetón solamente). Si usas una aplicación como Spotify o YouTube Music y escribes "música latina", el 90 % de las canciones reproducidas serán de reguetón. Estos gringuitos. Y aunque en esta ocasión la Academia de la Música no les dio la importancia que los reguetoneros creen tener, lo cierto es que siguen gozando de una enorme popularidad entre el público. Yo creo que ya llegó la hora de ponerle punto final a esto y que el reguetón quede solo como una mal recuerdo o un lamentable error por parte de la humanidad. Au revoir! 

viernes, 20 de septiembre de 2019

El león cree que todos son de su condición

En los últimos días se ha suscitado un escándalo de proporciones mayúsculas en torno a la sexualidad de la ojiverde Verónica Castro. Todo comenzó por una indiscreción de una conductora de tres pesos llamada Yolanda Andrade. En junio de este año durante una transmisión en YouTube, Andrade se puso a platicar con su inseparable Montserrat Oliver acerca de una relación que mantuvo con una "maravillosa mujer" y que incluso llegó al altar con ella. Poco tiempo después, Andrade apareció en una entrevista con Javier Poza para supuestamente promocionar un nuevo programa en el que ella fungiría como conductora principal y este, tal cual periodista venenoso de espectáculos, desvió el tema de la conversación hacia las declaraciones que esta había hecho tiempo atrás respecto a su matrimonio con una misteriosa y famosa mujer. Poza se dedicó a acorralarla para que aceptara que esa mujer se trataba de Verónica Castro y esta se hacía la mustia en un principio no queriendo confirmar nada, pero al final ya no le quedó remedio y terminó por soltar la sopa e incluso retar a Castro a que desmintiera lo que había dicho. A Poza se le podía ver una sonrisa de oreja a oreja cuando Andrade confirmó lo que él tanto quería escuchar. Se veía a leguas la mala leche con la que el comunicador guiaba la conversación. De veras que una víbora venenosa se quedaba corta con él. A los pocos días ofreció una disculpa, que nunca había sido su intención hacer ver mal a Castro, pero el daño ya estaba hecho. Él fue el encargado de destapar la cloaca y de provocar una ola de dimes y diretes.





En los días siguientes se sumaron más involucrados al caso, entre periodistas y famosos que externaban su opinión. Entre los "periodistas" que se sumaron al ataque en contra de la Vero estaban: Gustavo Adolfo Infante, Juan José Origel y Shanik Berman. Se dedicaron a echarle tierra a la Vero de una u otra manera. ¿Y cómo dejar de mencionar a las infames revistas de chismes baratos que sacaron unas fotos de la Vero, las cuales aseguraban que eran pruebas de su relación con Andrade? No ha pasado ni un solo día sin que aparezca algo de este caso en la tele o en Internet. La Andrade se ha dado vuelo concediendo entrevistas a diestra y siniestra en todos los lugares en los que le dan espacio para "decir su verdad". Dice que no se arrepiente de nada y tacha a la Vero de mentirosa y hasta de homófoba porque esta última había dicho que en esta vida no le tocó ser lesbiana. Ya nada más le faltó rasgarse las vestiduras y echarse ceniza en la cabeza, afirmando que las declaraciones de la Vero eran un ataque directo a la comunidad LGBT. Más bien, por personas como Andrade es que esa comunidad es tan atacada. Además ¿acaso alguien la nombró defensora de esa comunidad o qué? La Andrade de veras se ve ardida, despechada y dando patadas de ahogado. Ya ni siquiera le preguntan de su programa o cosas relacionadas a su "carrera", será porque no tiene nada más atractivo que ofrecer. ¿No creen? 




Los periodistas de espectáculos son de las personas más despreciables que uno se pueda imaginar. En sus ansias de vender notas e incrementar el rating de sus programas de pacotilla no les importa pasar por encima de nadie, ni siquiera tratándose de una señora de casi 70 años y que es una de las figuras más representativas de la cultura popular mexicana. Nunca me había tocado ver tanto circo mediático como este. La nota ha acaparado innumerables espacios en programas de México, América Latina y EE. UU. Todos quieren su pedazo de pastel. Y es que si uno se pone a analizar el caso detenidamente, todo parece un complot, una campaña de desprestigio en contra de la Vero. Fue tanta la presión para la Vero, que anunció su retiro del mundo del espectáculo. Ya podrán estar conforme la Andrade y su séquito de amigos. Si esto era lo que querían, lo lograron.




Quiero poner algo en claro. No digo que la Vero sea una santa y mucho menos perfecta. Todos tenemos cola que nos pisen. Tal vez le gusten las mujeres, tal vez no. Tal vez tuvo su rachita en la que le dio vuelo a la hilacha. No me sorprendería si el día de mañana ella saliera y aceptara todo lo que dijo la imprudente de Andrade. Pero no podemos afirmar nada que no nos conste. Y si es que efectivamente la Vero y Andrade se casaron, aunque simbólicamente, es muy su vida, muy su problema. Si ella no quiere hablar de eso o aceptarlo, sus razones debe tener y es válido. La Andrade no puede andar ventilando cosas que atañen a terceros. Si es que verdaderamente la amó tanto y fue el amor de su vida y si es que habían llegado a un acuerdo de no ventilar nada al respecto, ella debió respetar eso. No importa que hayan pasado 20 o 50 años. Pero lamentablemente la palabra ya no vale nada, y menos la de Andrade. Con todo lo que ha dicho y hecho solamente está dando muestra de su calidad moral y su bajeza. Pero por lo visto no está sola. Está respaldada por una jauría de lobos, por una parvada de buitres que gustan de lo podrido y que no se detienen ante nada hasta alcanzar lo que quieren.

Afortunadamente la mayoría del público está del lado de la Vero. Solamente los periodistas parecen apoyar a la Andrade, no todos, pero sí muchos. Su vida es muy aparte de su vida profesional. Nadie puede negar el lugar que ocupa en la cultura popular mexicana, tanto es así que fue distinguida por parte de María Félix. Muy pocas pueden presumir de ese honor. Pero como la Vero dijo: "La gente necesita comer". Y esto obviamente incluye a los periodistas, porque los chismes baratos y amarillistas venden y mucho. Es triste que exista tanto morbo respecto a figuras como la Vero. Al final de cuentas, son personas como tú y como yo que tienen una vida privada paralela a su vida profesional. El problema está en que al ser figuras públicas sus vidas pasan a ser de dominio público. 

Espero sinceramente que corran a esa Andrade y que las televisoras le cierren las puertas y no le den más espacios. Es de esas personas que ni siquiera te merece el saludo. Confieso que en un principio me caía bien la "chava", pero ya no. Y también espero que la Vero recapacite y regrese por la puerta grande con una telenovela, una serie o un programa como a los que nos tenía acostumbrados. Es entendible que la Vero quiera alejarse del espectáculo y que no soporte la presión de las redes sociales. Antes solamente tenían que lidiar con la televisión, pero ahora con las redes el impacto es mayor e inmediato. Es muy fácil destruir reputaciones y largas carreras como las de ella. Pero a la Andrade no le queda el papel de víctima y tarde o temprano su vida dejará de ser interesante. Cree que todos son como ella, pero afortunadamente no es así. Que aproveche sus 5 minutos de fama.

¿Y ustedes qué opinan, amigos? Au revoir!   

domingo, 15 de septiembre de 2019

Cuando apenas vas saliendo de una y ya entras en otra

Estas dos semanas no la he pasado muy bien que digamos. Poco tiempo después de regresar de viaje empecé a sentirme mal. Me dolía la cabeza y sentía malestar general en el cuerpo hasta que me resfrié oficialmente. Ya saben, lo típico: tos, estornudo, nariz congestionada, dolor de garganta, flema, cuerpo cortado. La primera semana la pasé fatal en el trabajo. Como ya saben, parte importante de mi trabajo es la relación con los clientes. Así que por menos que quiera hablar, nada más no se puede. Tenía que hacer un esfuerzo doble al hablar porque la voz se me iba. Toda la semana me la pasé bebiendo tés y tomando pastillas. Y es que los que me conocen saben cuánto me choca ir al doctor acá en EE. UU. Es muy engorroso todo eso de pedir cita (como si supiera cuando voy a enfermarme) y lo que le sigue. Luego vas al doctor por una cosa y te salen con otras cosas que ni al caso. Muchas veces te sugestionan más de la cuenta, te dicen que tienes o puedes tener x cosa, que te realices no sé qué examen, que te quieren ver en una o dos semanas y honestamente es muy desgastante. No dudo que en ocasiones exista una causa legítima, pero la verdad todos conocemos cómo se mueve el sistema de salud y tal cual negocio, la idea siempre será exprimir al cliente. 





Bueno, regresando al tema, apenas iba saliendo del resfriado cuando me dio conjuntivitis. En mi vida me había dado eso. Se me puso rojo un ojo, la verdad no sentía irritación o ardor, lo único era que los párpados se me pegaban a la cara como si me hubieran puesto pegamento. A cada rato tenía que estar lavándome los ojos con manzanilla. Ya casi voy saliendo, lo único que no ha querido ceder completamente es la garganta, pero ya es mínima la molestia. Espero ya restablecerme al 100 para poder retomar mi vida con normalidad. 





Me da coraje que este tipo de cosas pasen en el momento menos oportuno. Siempre ha sido así: cuando necesitas hacer algo importante te pasa algo que te impide actuar, ya sea una enfermedad, un accidente o algún otro imprevisto. En las semanas anteriores me he sentido aturdido (un poco más de la cuenta) a tal grado que no he podido organizar mis pensamientos ni pensar con claridad. Como ya les dije hace unas semanas, tomé una resolución respecto a mi trabajo y vida. Bueno, solo les conté grosso modo, pero no he podido actuar por lo que ya les dije. Pero ya no quiero ponerme más pretextos. La vida se nos va en un abrir y cerrar de ojos y siento que si no hago nada al respecto me voy a morir y no estoy hablando metafóricamente. Tarde o temprano llegas a un punto en tu vida en el que ya has tenido suficiente de todo y quisieras desaparecer, mudarte a un lugar donde nadie te conozca, comenzar de nuevo, en fin. Pero a veces, más bien muchas veces, el miedo nos ciega y no logramos avanzar. Dejamos que la duda y la incertidumbre se apoderen de nosotros y manejen nuestra vida a su antojo. Somos títeres en manos del destino. Y ya estuvo bueno, ya fue suficiente. Solamente nosotros podemos ponerle punto final a esta situación. 

¿Qué se viene en las próximas semanas? De entrada, regresar a un lugar abominable que no he pisado en dos semanas: el gimnasio. Si de por sí detesto ir a ese maldito lugar, comprenderán que estando enfermo no me encontraba en condiciones de ir. Pero ha llegado el momento de regresar, muy a mi pesar. Tan difícil que es bajar de peso o ponerse en forma y tan fácil que es perder en unos cuantos días todo lo que has logrado. Segundo, aplicarme y retomar lo que ya había comenzado respecto a mi "proyecto", por nombrarlo de alguna manera. Y tercero, muy importante, dedicarme más tiempo a mí mismo y no permitir que el trabajo me impida llevar una vida fuera de él. A veces me siento tan cansado, tan estresado, que lo único que quiero es ir a mi casa y no hacer nada. A veces es necesario estar solo y no hacer nada, pero también es importante salir, hacer otras cosas. Me he privado de hacer tantas cosas por dejarme vencer por el estrés y el cansancio. Cuando hacemos eso, le estamos dando al trabajo el control sobre nuestras vidas y eso es algo que no debe ser. Antes que cualquier otra cosa, somos humanos con deseos y necesidades que deben ser satisfechas. No podemos permitir que el trabajo y lo que conlleva se apodere de nuestras vidas. Ya no quiero alucinar los lunes, ya no quiero estar siempre esperando un puente o vacaciones para poder disfrutar de la vida. He llegado a mi límite y aunque sé que no va a ser fácil realizar un cambio, por lo menos lo intentaré. Au revoir!   

domingo, 8 de septiembre de 2019

¿Teléfonos inteligentes o estúpidos?

En la actualidad, me atrevería a afirmar que todo mundo posee un smartphone o teléfono inteligente, por más simple que este sea. En lo personal, me tardé en adquirir uno. En cierta manera me resistía a hacer la transición ya que no lo consideraba indispensable. En aquel momento recuerdo que estaba de moda el Blackberry, ahorita no sé siquiera si exista. Pero en aquel momento todos morían por tener uno: ese aparato con teclado y más funciones que un simple celular. Todo mundo se creía importante, todos unos ejecutivos, aunque solo utilizaran una fracción de sus funciones. Yo tenía un celular Nokia, que incluso se me mojó pero sobrevivió y duré con el mucho tiempo. Hasta que llegó el momento de hacer el cambio. Saqué mi primer teléfono inteligente con mi proveedor de telefonía, T-Mobile. Era un aparato sencillo, pero yo estaba feliz porque ya tenía uno. Tenía muy poca capacidad y tomaba fotos de muy mala calidad, pero no importaba porque ya podía decir que tenía uno como los demás. Ese celular no me duró mucho porque dejé que un primo experimentara con él. Probablemente ustedes hayan escuchado hablar del rooting, desconozco si haya una traducción al español, pero básicamente consiste en otorgarle permisos de desarrollador al dueño del teléfono. Al someter tu teléfono a este procedimiento tienes más opciones para manipularlo. Aunque la verdad eso solamente lo recomendaría para los que realmente le saben a eso o que no les importe dejar su teléfono inservible en el intento, ya que esta es una posibilidad real. Bueno, total, el experimento salió mal y tuve que decirle adiós a mi teléfono. Mi primo me compró otro para compensarme, aunque este era usado, pero estaba padre de todas formas. Tenía un teclado deslizable y pesaba un montón. Duré un buen tiempo con este teléfono hasta que se volvió obsoleto al grado de que ya no podía actualizar algunas aplicaciones. Así que llegó el momento de cambiar de teléfono. Como todo, tenía dos opciones: comprar uno nuevo en pagos (nuevos y al contado son carísimos, no me dejarán mentir) o usado pero más barato. Mi primo me ofrecía su Samsung Galaxy s4, el cual fue un muy buen teléfono y de los mejores de Samsung, pero yo no me decidía todavía. En ese entonces tuve un golpe de suerte y me gané USD 300 en la lotería, así que no lo pensé más y le compré el teléfono a mi primo. Este teléfono tenía más capacidad y tomaba mucho mejores fotos que los anteriores, así que yo estaba encantado. Duré con este teléfono un buen tiempo, pero como siempre, llegó el momento de cambiar. Por más que amaba mi teléfono, ya no era suficiente para mis necesidades. Y es que nunca acabas, tarde o temprano siempre llega un momento en el que tu teléfono se vuelve lento, ya no tienes espacio libre de almacenamiento, en fin. No hace mucho Apple confirmó lo que muchos ya sabíamos o sospechábamos: que sus teléfonos tienen una obsolescencia programada. No es de extrañarse que Samsung haga lo mismo, aunque honestamente no he escuchado nada al respecto. Bueno, regresando al tema, no sabía qué hacer. Uno se siente abrumado con tantas opciones que hay disponibles en el mercado. Así que me puse a investigar en Internet y a pedir opiniones de conocidos para ver qué teléfono comprar y me decidí por el Samsung Galaxy Note 5, el cual es mi teléfono actual. Esta vez lo compré nuevo por medio de Amazon. Así que ya no necesitaba el teléfono viejo y decidí venderlo y hasta me estafaron... pero esa es otra historia que ya les platiqué en otra publicación.





Una de las cosas que me molesta de estos teléfonos modernos es el consumo de batería. Los teléfonos de antes no la consumían al nivel de sus sucesores. Podías durar días sin cargar tu teléfono. Pero ahora todo es muy distinto. Siempre tengo que tener un cargador a la mano; de hecho tengo uno en la oficina y otro en mi carro porque si no lo hago no sobrevivo al día. Y cuando salgo de viaje siempre tengo que cargar con una batería portátil. Es un verdadero suplicio. Estoy consciente de que los teléfonos actuales son muy diferentes a los de antes, ahora son prácticamente unas computadoras de bolsillo. Uno puede hacer un sinfín de cosas con ellos: tomar fotografías/video, navegar en Internet, manejar tus redes sociales y miles de aplicaciones de todo tipo... además de obviamente hacer/recibir llamadas y enviar/recibir mensajes. Muchas personas, me incluyo, utilizan sus teléfonos para todo menos para hacer llamadas. Obviamente utilizamos nuestros teléfonos más que antes a causa de lo anterior, pero aun así no se justifica el consumo excesivo de batería por parte de nuestros teléfonos. Ya me cansé de buscar soluciones en Internet para resolver este problema perenne, pero no he tenido éxito. Todos te recomiendan más o menos lo mismo: reducir el brillo de tu pantalla; desactivar Wi-Fi, Bluetooth, GPS; desactivar o reducir la frecuencia con la que se sincronizan tu correo electrónico y demás aplicaciones; poner a dormir tus aplicaciones por medio de Greenify o aplicaciones similares; por nombrar solo algunas. Pero yo me pregunto: ¿Para qué tienes todas esas cosas en tu teléfono si no las vas a poder usar? No tiene sentido. Es más, nada de lo anterior ha resuelto mi problema. Incluso cambié la batería de mi celular, pero de poco o nada sirvió. Lo que más me molesta es que la batería se desgaste a una velocidad impresionante. Para que tengan una idea, en la noche no es raro que pierda entre el 15 % y 20 % aunque mi celular solo esté en standby. Sé que es normal perder entre 1 % y 2 % por hora en estos casos, pero 15 % es demasiado. Y ya ni hablar de cuando uso mi celular por un rato. No es que me la pase pegado al aparato, pero si lo uso por unos minutos veo cómo mi batería va bajando rápidamente: 99 %, 98 %, 97 % y así sucesivamente. Según dicen puede ser una aplicación que mantiene despierto al celular, pero vayan ustedes a saber. Y la cosa empeora si no tienes buena señal ya que el celular gasta batería de más al tratar de conectarse a la red. Yo creo que los fabricantes deberían optimizar sus aparatos para que verdaderamente sean inteligentes y gestionen el uso de sus baterías de una manera más eficiente. 





La segunda cosa que me molesta sobremanera de estos teléfonos modernos es su capacidad de almacenamiento. En la actualidad necesitas tener un teléfono de por lo menos 32 gb porque sino se te va a llenar de volada. Es muy molesto tratar de descargar una aplicación o estar de vacaciones y querer tomar una fotografía solo para darte cuenta de que ya no tienes espacio. Ya me ha pasado por lo menos dos veces. Me encanta tomar fotos y de vez en cuando video, pero siempre los guardo en Google Photos para que no ocupen espacio en mi teléfono, pero ni así es suficiente. Tampoco tengo un mar de aplicaciones que ocupen espacio. De hecho ya eliminé todas las que no uso o que uso rara vez, pero los resultados no han sido muy favorecedores que digamos. Según tengo entendido, cada vez que se actualizan nuestras aplicaciones van quedado archivos escondidos que ocupan espacio de almacenamiento, pero que no vemos. Y todo se vuelve más frustrante cuando revisas los ajustes de almacenamiento en tu teléfono y las cuentas no cuadran: me puse a sumar todo lo que según está ocupado por aplicaciones, fotos, etc. y las cuentas no concuerdan. Así que tuve que utilizar una aplicación externa y con ella las cosas tienen más sentido. Resulta que las aplicaciones utilizan mucho más espacio de lo que indica mi teléfono. Por ello me puse a borrar caché y datos y la situación mejoró algo, pero no he podido erradicar el problema. Lo más extremo a lo que he recurrido es a restablecer mi teléfono (resetearlo como se dice coloquialmente). Esto definitivamente sí ha ayudado, pero el mismo problema resurge tarde o temprano. Lo he hecho un par de ocasiones y es una verdadera lata.





Estoy muy a gusto con mi teléfono actual. Ya tengo tres años y medio con él y me ha dado muy buen servicio, pero siento que ha llegado el momento de cambiarlo por otro. De repente se pone un poco lento, me marca error al leer la sim y tengo que reiniciarlo, pero ya estoy acostumbrado a él. He estado viendo opciones de teléfonos y ¡están sumamente caros! El Samsung Galaxy Note 10 cuesta como USD 1200, pero este precio es al contado, obviamente en pagos sale más caro. Ahorita no me puedo dar el lujo de gastar tanto, así que creo que tendré que aguantarme con mi teléfono actual por un rato más. ¿Y ustedes qué experiencias han tenido con sus teléfonos? Au revoir!

domingo, 25 de agosto de 2019

Mucho más que una simple depresión posviaje

Me encanta viajar. Lo hago siempre que mis posibilidades me lo permiten. No puedo concebir que haya gente a la que no le guste. En lo personal, viajar me permite liberarme; no solamente salir de la rutina sino que constituye una vía de escape de una vida monótona y aburrida. Viajar me permite olvidarme de los problemas, encontrarme a mí mismo, plantearme muchas cosas sobre mi existencia, desconectarme del mundo, en fin. Es una catarsis, una experiencia purificadora y renovadora. Comencé a viajar a una edad no muy temprana y no lo hago tanto como me gustaría, lo cual es una pena. Quisiera viajar más, conocer más lugares, más personas. Me encanta experimentar cosas nuevas, ampliar mi horizonte, ver las cosas desde otras perspectivas. Viajar te permite hacer todo eso. Pero lamentablemente la mayoría de las veces el dinero o el tiempo no nos permiten viajar tanto como quisiéramos. Todo lo bueno tiene que terminar tarde o temprano. Cuando viajo me siento como en un sueño, pierdo la noción del tiempo, disfruto cada momento y la vida adquiere un sentido del que tal vez carecía. No sé si solo me pase esto a mí, pero creo que hay muchas personas que pueden decir lo mismo que yo. Cuando viajo me siento en una realidad paralela, en otro plano totalmente diferente fuera de este mundo. Siempre es triste cuando un viaje llega a su fin y tienes que regresar a la realidad, una realidad que muchas veces no nos gusta sino que nos asfixia. Regresar a la rutina del trabajo es sumamente difícil. Díganmelo a mí. Esta semana fue la primera después de un viaje a México y me pareció exageradamente larga y lenta. Siempre me sucede lo mismo cuando regreso de un viaje. Es inevitable. Después de probar la libertad que te da viajar, regresar al encierro entre cuatro paredes para desempeñar un trabajo que alucinas no es nada alentador.  





El regreso a la realidad se vuelve una verdadera pesadilla cuando te das cuenta de que tienes que regresar a un trabajo que no te gusta ni tantito. Sé que tal vez no exista el trabajo perfecto, que siempre habrá algo que no nos guste, pero cuando tu trabajo no te brinda ninguna satisfacción, cuando no hay nada que justifique tu permanencia en él, pues es deprimente regresar a él. En mi caso, me siento totalmente fuera de mi elemento. Definitivamente estoy en la industria equivocada, pero fue lo que pude encontrar. Llegó un punto en mi búsqueda de trabajo en el que ya no me podía poner mis moños y tuve que "apechugar" como decimos los mexicanos. Pero a fuerza ni los zapatos entran. Una situación así no es sostenible. Cuando trato de ver el vaso medio lleno y concentrarme en las cosas positivas de mi trabajo para darme ánimos, pues realmente no hay mucho que rescatar: el pago no es mucho, la satisfacción es nula, la oficina está lejos de mi casa y el estrés llega a ser demasiado en ocasiones. Mi jefe es buena onda y relativamente flexible con los permisos que llegue a necesitar, además de que solo trabajo de lunes a viernes, pero eso no es suficiente para compensar todo lo demás. No tengo ninguna prestación, ni vacaciones pagadas ni nada de eso y no lo digo a modo de queja, yo ya sabía de antemano a lo que le entraba y no se me engañó en ningún momento, pero solo lo digo para que puedan entender que no hay nada que me retenga en mi trabajo actual. He estado considerando mis opciones y no logro dilucidar nada. Alguna vez platicando con una amiga tocamos el tema y ella me dijo algo que se me quedó muy presente: "No romantices el trabajo". Hemos hablado muchas veces al respecto, de hecho es de las pocas personas con las que siento que puedo hablar libremente sobre el tema y sus palabras acertadas siempre me han ayudado o, por lo menos, puesto a reflexionar. Frecuentemente nos frustramos porque no hacemos lo que nos gusta o apasiona, porque desempeñamos un trabajo en el que no explotamos nuestro potencial, en fin. Y en el camino, en la búsqueda, nos estancamos, nos amargamos, nos deprimimos y no llegamos a ningún lado. Vemos a nuestro alrededor y todos parecieran tener la vida resuelta menos nosotros. El tiempo pasa, envejecemos cada día y la vida se nos va poco a poco. La vida es tan corta para pasársela haciendo algo que no te gusta en lo absoluto. Considerando que pasamos gran parte de nuestra vida en el trabajo, deberíamos ponernos a pensar detenidamente al respecto. La mayor parte del día se nos va en el trabajo, desde que nos levantamos temprano para arreglarnos, desayunar y enfrascarnos en el tráfico rumbo al trabajo hasta que regresamo a nuestra casa en la tarde/noche y así todos los días hasta que seamos ancianos. Eso no es vida. Como ya escribí arriba, sé que tal vez no exista el trabajo perfecto, pero he llegado a la conclusión de que el trabajo perfecto o cercano a la perfección sería uno que me diera tiempo libre suficiente para disfrutar la vida... y un pago decente, porque sin dinero no haces nada. Aunque estaría dispuesto a sacrificar algo del pago en aras de más tiempo libre. Ya estoy harto de estar anhelando siempre el fin de semana, un puente o unas vacaciones para poder descansar y escapar de la triste realidad en la que estoy sumergido.





En este último viaje a México mi sentimiento de infelicidad se acrecentó exponencialmente en vísperas de mi regreso a la realidad. Cuando estaba en el aeropuerto esperando abordar mi avión, pasé por momentos de impotencia, tristeza, coraje, desesperanza, duda, resignación y finalmente algo de optimismo y esperanza. Me di cuenta de que ya no puedo continuar así y que solamente yo puedo cambiar la situación. No me había atrevido a dar el siguiente paso por desidia, miedo al fracaso y muchas otras cosas a las que les he dado cabida pero que ya no estoy dispuesto a soportar. A veces siento que me ahogo, que me sofoco, que me asfixio, que muero poco a poco. Todos los días son iguales, monótonos, aburridos, grises. Después del trabajo no tengo cabeza para nada, me siento estresado, fatigado, aturdido. He dejado que el trabajo domine otros aspectos de mi vida y esto no puede seguir así. No es sano, es inhumano, antinatura. Para poder tener una vida plena, es importantísimo no estar atrapado en un trabajo que te hace sentir miserable. Por eso he tomado una determinación y espero mantenerme firme. No les cuento por el momento porque soy algo supersticioso y no quiero que se me sebe, pero tal vez lo haga en un futuro no muy lejano. Pero lo que sí les puedo decir es que quiero conocer cada rincón de México y también quiero viajar a otras partes del mundo. Voy a empezar por aplicarme con la fotografía porque me gusta mucho y las fotos son muy bonitos recuerdos de nuestros viajes. En cuanto a lo otro, crucen los dedos para que se me haga. Bueno, amigos, los dejo. Espero haberlos puesto a pensar y los invito a que den el siguiente paso si aún no lo han hecho. No dejemos que el miedo ni ninguna otra cosa nos paralicen. La vida se nos va en un abrir y cerrar de ojos y hay que aprovecharla al máximo (sí, ya que suena muy trillado, pero no deja de ser verdad). Au revoir!         

domingo, 4 de agosto de 2019

Aeroméxico y Chase: de los dos no se hace uno

Hace un par de semanas compré unos boletos de avión con Aeroméxico y fue una de las peores experiencias que he tenido en mi vida, sin exagerar. Para empezar, es la primera vez que compro boletos con ellos. Ya he viajado con esa aerolínea en un par de ocasiones, pero en ese entonces fue por trabajo y yo no tuve nada que ver en la compra. Pero esta vez fue distinto. Ahora es un viaje de placer, así que esta vez me tocó el paquete a mí. Bueno, sin más preámbulos, paso a contarles lo que me pasó. Resulta que solamente hay dos aerolíneas que van al destino que elegí: Aeroméxico e Interjet. La diferencia de precios sí era algo considerable, así que opté por la mas económica, en este caso Aeroméxico. Completé toda la información en el formulario de su página de Internet y al momento de querer pagar me llegó una alerta de fraude a mi celular por parte de mi banco. La pregunta no está bien estructurada o, más bien, ellos malinterpretaron la respuesta porque inmediatamente después de que les respondí me enviaron otro mensaje donde decían que mi transacción no se había completado y que me contactara con el comerciante para intentarlo de nuevo. Al instante, me apareció en la pantalla de mi computadora un mensaje de Aeroméxico donde decía que la transacción había sido rechazada y me dieron una clave y un número telefónico al que tenía que comunicarme para que pudieran ayudarme. Inmediatamente me comuniqué y le expliqué al agente lo que me había sucedido. El agente me dijo que iba a enviarme un enlace a mi correo electrónico y que por medio del mismo intentaríamos realizar el cargo de nuevo. ¿Y cuál fue mi sorpresa? Que mi estúpido banco volvió a rechazar la transacción, pero esta vez ni siquiera me enviaron un texto para que confirmara mi identidad ni nada. El agente de Aeroméxico me dijo que ya a esas alturas debía comunicarme con mi banco para que desbloquearan mi tarjeta. Ipso facto, me comuniqué con mi banco y les expliqué la situación. Me dijeron que volviera a utilizar el enlace que me había enviado la aerolínea. ¡Ah! Pero para esto no les conté que el agente de la aerolínea me había dicho que ese enlace solamente podría ser utilizado mientras estuviéramos en la llamada, lo cual le expliqué a la agente del banco sin ningún éxito. Esta última me insistió a que lo hiciera sin importar lo que yo trataba de explicarle, diciéndome que la transacción sería rechazada de nuevo, que tenía que hacer el cargo mientras estuviéramos en la línea. Así que una vez más utilicé el enlace que me habían enviado y la transacción no pasó. La agente bancaria me dijo que lo intentáramos una vez más y esta vez sí pasó. Inmediatamente recibí un correo de Aeroméxico en el cual me decían que la transacción había sido exitosa. Pensé que por fin se había resuelto todo, pero grande fue mi desilusión cuando me di cuenta de lo contrario. Después de colgar con Chase (así se llama mi banco), volví a la página de Aeroméxico para ver la reservación y me aparecía un mensaje donde decía que había habido un problema con el procesamiento de mi pago y que no se habían generado los boletos electrónicos de mi reserva. Así que me comuniqué al centro de atención de Aeroméxico y les expliqué lo que me pasó y me dijeron que tenía que hablar al departamento de pagos. Me dieron un teléfono y marqué. Le conté lo mismo a la agente que me atendió esta vez y me preguntó que quién me había ayudado en un principio y le respondí que no lo recordaba. Ya en esos momentos estaba sumamente ofuscado y lo único que quería era una solución. La agente me dijo que me comunicara al día siguiente (era sábado como a las 11 de la noche). Pero antes de hablar con esta última agente, intenté comunicarme al número que marqué la primera vez que mi pago había sido rechazado, pero nadie me contestó e incluso la primera vez me colgaron. Así que no tuve más remedio que esperar al día siguiente para volver a llamar. Llamé en la mañana y por enésima vez tuve que explicar lo que me pasó. El agente que me atendió me dijo que solamente el agente que me había ayudado la primera vez podía generarme los boletos o solicitar el reembolso y cancelación del cargo correspondientes. ¡Háganme el reverendo favor! ¿Cómo es posible que con tantos agentes que tienen, solamente una persona pueda ayudarme? Ah, porque para esto no les conté que antes de hablar con este agente, me habían contestado en Celaya y ahí me dijeron que tenía que comunicarme a la Ciudad de México. Me trajeron como pelotita de aquí para allá. Este último agente me dijo que me fijara en la parte de mero abajo y que ahí vería el nombre del agente que me había enviado el enlace (los agentes no tienen ninguno un correo personalizado, todos utilizan la misma cuenta de correo con el nombre del departamento). Resultó ser un tal Eduardo Centeno. Pues pedí hablar con el susodicho y resulta que trabaja de tarde, que no estaba laborando en ese momento que hablé. Colgué e inmediatamente escribí un correo electrónico esperando ingenuamente que alguien pudiera ayudarme. Pero nadie me contestó. Tuve que esperar a que dieran las 3, la hora que se supone que entraba el agente en cuestión. Esperé como hasta las 4 y hablé. En esta ocasión pedí hablar específicamente con Eduardo Centeno del Centro de Pagos en la Ciudad de México. Me tuvieron un momento en espera y me dijeron que el tal Eduardo no había ido a trabajar, que le había tocado descansar ese día. Fue en vano que yo les pidiera que me ayudaran con el problema, me volvieron a decir que solamente Eduardo podría hacerlo. Así que a esperar un día más. Se llegó la tarde del lunes y hablé otra vez. Esta vez finalmente pude comunicarme con Eduardo y le conté mi odisea. Me dijo que iba a verificarlo y comprobó que se había realizado el cargo y después me dijo que generaría los boletos sin ningún problema. Pero después me dijo que la clave de reservación había expirado porque solamente era válida por 24 horas y que habría que recotizar, no podían respetarme el precio. Así que lo que hizo fue solicitar un reembolso, el cual llevaría de quince a treinta días hábiles. Y si todavía quería los boletos, tenía que hacer todo desde el principio. Qué remedio. Volví a cotizar y esta vez me salió un poco más barato. Esta vez pagué con otra tarjeta y no tuve problema alguno. Así fue mi primera experiencia al comprar con Aeroméxico. Yo creo que será debut y despedida.





Ah, y Chase, mi banco, no canta mal las rancheras. Todo el problema se originó por sus estúpidas alertas de fraude y sus preguntas mal formuladas. Aquí les dejo la captura de pantalla de los mensajes y díganme ustedes: ¿qué habrían respondido si estuvieran en mi lugar?



Claramente se entiende que están solicitando mi autorización a lo cual respondí que sí y estos tarados lo malinterpretaron y se dedicaron a rechazar la transacción. Cuando hablé la primera vez le dije a la agente que me habían dicho en la aerolínea que el enlace solamente lo podría utilizar mientras estuviéramos en la línea, pero a esta no le importó. Me insistió en que lo utilizara y para mi mala fortuna accedí. Cuando me di cuenta de que a pesar de que según se había realizado el cargo, pero que los boletos no se habían generado, hablé a Chase otra vez y les pedí que cancelaran el pago, a lo cual me dijeron que no se podía. Lo único que se podía hacer era disputar el cargo una vez que este fuera contabilizado (no conozco el término exacto en español, en inglés dicen: "the payment posted/did not post"). Como era domingo, tuve que esperar hasta el lunes. Se llegó el lunes y efectivamente ya aparecía el cargo en mi cuenta. Ese mismo día hablé a la aerolínea y pensé que con el reembolso se solucionaría todo, a pesar de que tal vez tendría que esperar hasta treinta días hábiles. Pero todo estaba lejos de terminar. A los pocos días me cayó mi estado de cuenta y aparecía el cargo de Aeroméxico. No me había dado cuenta de que el cargo alcanzó a entrar en el periodo anterior. Como hecho adrede fue el mero día de mi fecha de corte. Así que se supone que tengo que pagar eso el 14 de agosto. El reembolso por parte de la aerolínea puede que se efectúe antes o después de esa fecha. ¿Qué se hace en un caso así? ¿Le pagas al banco y luego te reembolsan ellos? Nunca me había tocado estar en una situación así y por lo tanto no sabía qué hacer. Así que otra vez, muy a mi pesar, tuve que hablar a mi banco y consultarles la situación. Me dijeron que no tenía que pagar nada. También me dijeron que si para el 12 de agosto no había sido reembolsado por la aerolínea, que me comunicara con ellos para que le pusieran un hold a mi cuenta y así no tener que incurrir en intereses o cargos extras por no pagar. Espero no tener que llegar a eso, porque para ese entonces ya estaré de vacaciones y lo que menos quiero es tener que estar al teléfono con mi banco.





Y mientras tanto sigo esperando a que me reembolsen y tengo amarrado ese dinero porque no puedo disponer de él. Apenas van nueve días hábiles y no veo la hora en que se solucione todo. El servicio de Aeroméxico deja muchísimo que desear. ¿Cómo es posible que solamente un agente pueda ayudarte en casos como el mío? ¿Por qué jinetean el dinero descaradamente, pero para cobrarte son muy buenos? Para los que no sepan qué es jinetear, se trata de utilizar dinero que no es tuyo para beneficiarte de su uso antes de devolvérselo a su dueño. Es una práctica abusiva y cero ética. Y Chase, ¿por qué fregados son tan quisquillosos con sus procesos? Me vi tentado a cancelar mi tarjeta y buscar otro banco, pero con eso de que aquí todo afecta tu crédito, decidí no hacerlo. Lo que es un hecho es que tanto Aeroméxico como Chase me hicieron la vida imposible en estos días con sus procesos largos, tediosos, engorrosos y burocráticos. Se dedicaron a aventarse la pelotita el uno al otro y uno es el único que sale perdiendo. Me pasé horas al teléfono, me transfirieron de un lugar a otro, hablé con medio mundo, tuve que explicar mi problema mil veces y nadie pudo ayudarme. Esas son fregaderas. Creen que uno tiene todo el tiempo del mundo. Tengo trabajo y otras cosas que atender. Pero es de esperarse, siempre te van a dar largas para desalentarte. Aquí en EE. UU. como en México y hasta en China es la misma gata. Las empresas siempre van a querer exprimirte como sanguijuelas. Pero para regresarte lo que es tuyo, ármate de paciencia. ¡Viva el capitalismo!

sábado, 27 de julio de 2019

Crítica a dos de las series originales más populares de Netflix, parte 2

Ojo: Si no has visto la serie y no te gustan los spoilers, no sigas leyendo.

Bueno, pues la semana pasada hablamos de Club de Cuervos, así que hoy toca hacerlo de otra de las series más populares de Netflix: La casa de las flores. Sí, ya sé que estoy un poquito atrasado y que la serie salió el año pasado y que todo mundo ya la vio, pero yo apenas la terminé de ver hace unas pocas semanas, así que se aguantan. Es de las pocas series que lograron engancharme desde el principio. Como ya he dicho antes, no soy muy fanático de las series en general, pero esta me encantó, empezando por la protagonista, la Vero Castro. Yo sé que a muchos no les simpatiza o consideran que no actúa o la ubican solamente como Rosa Salvaje, pero la Vero nos demostró que sí sabe actuar (cantar no, ahí sí ni como ayudarla).  Me encantó verla en un papel muy diferente de aquellos en los que estamos acostumbrados a verla. El personaje le quedó como anillo el dedo y supo bordarlo muy bien. En esta ocasión interpreta a la matriarca de una familia adinerada y todo gira en torno a su "casa de las flores", una florería que cumple 50 años. Su personaje, Virginia de la Mora, es una mujer relativamente conservadora que conforme avanza la historia se va liberando más aunque poco a poco. Vemos cómo su personaje va evolucionando con cada episodio y nos adentramos en su vida. Nos enteramos de un secreto que viene cargando desde hace tiempo y que solo una persona más conoce. Pero nada la detiene. Tiene que hacerse cargo tanto del negocio familiar como de su caótica familia y ella tiene que aprender a adaptarse sin dejar de lado su esencia. Tiene que lidiar con un marido que no tiene autoridad alguna y que termina engañándola con una de sus empleadas, una hija "rebelde", un hijo homosexual (o bisexual, ya no supimos qué onda), otra hija un poco neurótica, una vecina metiche, por mencionar solo algunas cosas. Tiene varios momentos graciosos, lo cual aligera un poquito el tono serio de la historia y esto se agradece. Y es que a la Vero le sale la comedia de una forma tan natural que ya muchos quisieran imitar. Eso sí, cuando se pone seria la cosa también sabe hacer lo propio y se la crees. Me encantan los matices que tiene su personaje. La verdad no me imagino a otra actriz interpretando ese papel. El director se voló la barda al hacer que su personaje fumara marihuana y que incluso la vendiera. Y me encanta la personalidad vengativa que le dieron. Virginia no se deja de nada ni de nadie, menos de su esposo y exnuera. No es una mujer malvada ni maquiavélica, sino que simplemente se defiende a ella misma y a su familia de una manera astuta y elegante. Mis respetos para la Vero. 





En cuanto a los otros personajes que se pueden destacar, tenemos a la hija mayor, Paulina de la Mora, interpretada por Cecilia Suárez. Lo más característico de su personaje es la ma-ne-ra que ti-e-ne de ha-blar. Aunque debo confesar que a veces llega a ser un poco engorroso. Pero la mayor parte del tiempo no representa un problema. Paulina es uno de los personajes clave de la historia y es el brazo derecho de su madre y alcahueta de su padre, o del que cree que es su padre. Tiene un hijo adolescente con quien no lleva muy buena relacion. Está divorciada y su ex se volvió transexual. Ella es quien se encarga de resolver los problemas de la familia y espera algún día heredar la florería. 

La que sí me sorprendió y debo confesar que para bien, fue Aislinn Derbez. Estamos acostumbrados a verla en filmes comerciales de bajo presupuesto con personajes burdos, pero en esta ocasión no sé si se puso las pilas o se la sentenció el director o qué paso, pero me gusto mucho su actuación. Dentro de la serie interpreta a Elena de la Mora, la hija rebelde de la familia. Ella quiere hacer su propia vida y no lo que su familia, particularmente su madre, quiere que haga. Se va a vivir a Nueva York y se compromete con un hombre allá. Su intención es participarles su decisión a su familia durante su estancia en México, pero su vida da un giro inesperado.





¿Y qué decir de Julián, el hijo homosexual/bisexual que le da muchos dolores de cabeza a su familia? No sabía que el actor que lo interpreta es hermano de Gael García Bernal. En mi opinión, mejor actor que su hermano Gael. Bueno, regresando al personaje, se podría decir que Julián es la oveja negra de la familia. No trabaja ni estudia ni nada, a diferencia de sus hermanas. Está involucrado sentimentalmente con Diego, el asesor financiero de la familia, pero es una relación secreta ya que el escándalo podría afectar a su familia y él no se siente preparado para afrontar todo lo que vendría. Al final tiene que ceder ante la presión de Diego y termina por confesárselo todo a su familia. Sus dos hermanas ya lo sabían, pero no sus padres y a Virginia casi le da el patatús cuando se entera, pero poco a poco lo va asimilando. Pero Julián se dedica a cometer error tras error en su relación y eso provoca que Diego no solamente lo abandone sino que también se vengue de él, llevándose entre las patas a la familia completa.





La vecina chismosa me encanta, pero solo en la ficción. Todos tenemos o hemos tenido una vecina así en la vida real y ahí sí no me gusta. En este caso se trata de Carmela, interpretada por Verónica Langer. Es vecina y amiga de Virginia, pero le encanta el chisme y no pierde oportunidad para sacarles la sopa a los integrantes de la familia o averiguando por su cuenta. Elena decide darle una lección y contrata a un hombre joven y atractivo para que la seduzca y así poder chantajearla. En el último episodio no se sabe a ciencia cierta qué pasó ya que el esposo los cachó en plena acción, pero se da a entender que los mata a los dos o por lo menos a uno de ellos. Me imagino que nos enteraremos en la segunda temporada.

En las series actuales, no sé si por presión social o convicción propia, los creadores tienen que meter siempre a un personaje homosexual o algo por el estilo, para ser más "inclusivos". Así que no conformes con tener una pareja homosexual, también incluyeron a un transexual. Se trata del ex de Paulina, quien otrora se llamara José María y ahora que es mujer se llama María José. ¡Qué originalidad, por Dios! ¡Ja, ja, ja! Bueno, ya en serio, me gustó la interpretación que le dio el actor español. La verdad esperaba que fuera un medio para criticar a la sociedad conservadora mexicana, pero, o se quedaron cortos o no era su intención hacerlo. De todas formas, me parece un personaje acertado y todo indica que lo seguiremos viendo en la segunda temporada.




De los demás personajes no hay mucho qué decir. El esposo de Virginia es un poco gris y no tiene mucha relevancia. El doctor Cohen, ex de Virginia, juega un papel algo importante dentro de la historia al revelarse que es el verdadero padre de Paulina. Me parece un poco curioso que su personaje sea judío, siendo que él lo es en la vida real. Claudio, el hijastro de Ernesto (esposo de Virginia) se dedica a seducir a Elena durante toda la serie. Su hermanita Micaela me parece insoportable. Luis, el hijo de Paulina, es el típico adolescente rebelde. Roberta, la examante de Ernesto, nos cuenta la historia de la familia De la Mora desde donde sea que se encuentra. Hicieron algo así como Desperate Housewives donde en ocasiones escuchábamos la voz en off de Mary Alice, quien se había suicidado al principio de la historia y después contaba la historia de sus amigas que seguían viviendo. 

En su conjunto, la serie me pareció excelente y un producto redondo, a diferencia de Club de cuervos. Es de las pocas series que me han cautivado, tanto que me la aventé en tres días. Cuenta con un buen argumento, una buena dirección y un buen elenco. Como escribí arriba, algo que no me gusta es que siempre quieran endilgarnos personajes homosexuales. No me escandalizo ni nada, pero me gustaba que antes eran más sutiles con esas cosas. Ah, porque no solamente tenemos a la pareja homosexual de Julián y Diego o a María José, sino que también hay un grupo de drag queens que trabajan en el negocio que tenía la examante de Ernesto. Como se imaginarán, la serie a veces está un poquito subida de tono. Tal vez si fuera televisión abierta habría un poco más de censura, pero al ser una plataforma digital pueden permitirse más libertades. En lo personal, creo que deberían bajarle dos rayitas a las escenas de sexo tanto homosexuales como heterosexuales. Antes en el cine y la televisión todo lo relacionado al sexo era más sutil y místico sin necesidad de caer en lo explícito. Aquí la censura es casi nula. Hasta tenemos una escena de un trío sexual en el que dejan muy poco a la imaginación. 

Ya se confirmaron dos temporadas más, pero ya no estará la Vero. Al parecer, desde un inicio se había acordado que solamente estaría en la primera temporada. Esperemos que recapacite, porque ya lo verdad no concibo la serie sin ella. Su personaje era el eje central que movía a todo lo demás. En palabras de ella misma, su personaje ya no daba para más y por eso decidió ya no regresar, a pesar de que es una parte importantísima de la historia. La verdad dudo mucho que los demás actores puedan solos con el paquetote. Por ahí leí que la segunda temporada sería en España, donde vive María José, por lo que seguramente veremos más protagonismo por parte de Paulina de la Mora.





Tanto Club de cuervos como La casa de las flores me parecen buenas propuestas de Netflix, sobre todo la última. Con el auge del Internet y el streaming, cada vez tenemos más opciones de entretenimiento a nuestro alcance. Pero ojo, no siempre son mejores que la televisión abierta. Mucha gente se deja llevar cuando escuchan Netflix. Muchos, sino es que la mayoría de los actores de estas series, vienen de la televisión abierta, ya sea Televisa o TV Azteca. Hay que ser objetivos al momento de analizar los contenidos y no dejarse llevar por prejuicios infundados. Esperemos que Netflix produzca más y mejores series, sobre todo para aprovechar mi membresía que he estado a punto de cancelar en más de una ocasión. Au revoir!