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domingo, 15 de septiembre de 2019

Cuando apenas vas saliendo de una y ya entras en otra

Estas dos semanas no la he pasado muy bien que digamos. Poco tiempo después de regresar de viaje empecé a sentirme mal. Me dolía la cabeza y sentía malestar general en el cuerpo hasta que me resfrié oficialmente. Ya saben, lo típico: tos, estornudo, nariz congestionada, dolor de garganta, flema, cuerpo cortado. La primera semana la pasé fatal en el trabajo. Como ya saben, parte importante de mi trabajo es la relación con los clientes. Así que por menos que quiera hablar, nada más no se puede. Tenía que hacer un esfuerzo doble al hablar porque la voz se me iba. Toda la semana me la pasé bebiendo tés y tomando pastillas. Y es que los que me conocen saben cuánto me choca ir al doctor acá en EE. UU. Es muy engorroso todo eso de pedir cita (como si supiera cuando voy a enfermarme) y lo que le sigue. Luego vas al doctor por una cosa y te salen con otras cosas que ni al caso. Muchas veces te sugestionan más de la cuenta, te dicen que tienes o puedes tener x cosa, que te realices no sé qué examen, que te quieren ver en una o dos semanas y honestamente es muy desgastante. No dudo que en ocasiones exista una causa legítima, pero la verdad todos conocemos cómo se mueve el sistema de salud y tal cual negocio, la idea siempre será exprimir al cliente. 





Bueno, regresando al tema, apenas iba saliendo del resfriado cuando me dio conjuntivitis. En mi vida me había dado eso. Se me puso rojo un ojo, la verdad no sentía irritación o ardor, lo único era que los párpados se me pegaban a la cara como si me hubieran puesto pegamento. A cada rato tenía que estar lavándome los ojos con manzanilla. Ya casi voy saliendo, lo único que no ha querido ceder completamente es la garganta, pero ya es mínima la molestia. Espero ya restablecerme al 100 para poder retomar mi vida con normalidad. 





Me da coraje que este tipo de cosas pasen en el momento menos oportuno. Siempre ha sido así: cuando necesitas hacer algo importante te pasa algo que te impide actuar, ya sea una enfermedad, un accidente o algún otro imprevisto. En las semanas anteriores me he sentido aturdido (un poco más de la cuenta) a tal grado que no he podido organizar mis pensamientos ni pensar con claridad. Como ya les dije hace unas semanas, tomé una resolución respecto a mi trabajo y vida. Bueno, solo les conté grosso modo, pero no he podido actuar por lo que ya les dije. Pero ya no quiero ponerme más pretextos. La vida se nos va en un abrir y cerrar de ojos y siento que si no hago nada al respecto me voy a morir y no estoy hablando metafóricamente. Tarde o temprano llegas a un punto en tu vida en el que ya has tenido suficiente de todo y quisieras desaparecer, mudarte a un lugar donde nadie te conozca, comenzar de nuevo, en fin. Pero a veces, más bien muchas veces, el miedo nos ciega y no logramos avanzar. Dejamos que la duda y la incertidumbre se apoderen de nosotros y manejen nuestra vida a su antojo. Somos títeres en manos del destino. Y ya estuvo bueno, ya fue suficiente. Solamente nosotros podemos ponerle punto final a esta situación. 

¿Qué se viene en las próximas semanas? De entrada, regresar a un lugar abominable que no he pisado en dos semanas: el gimnasio. Si de por sí detesto ir a ese maldito lugar, comprenderán que estando enfermo no me encontraba en condiciones de ir. Pero ha llegado el momento de regresar, muy a mi pesar. Tan difícil que es bajar de peso o ponerse en forma y tan fácil que es perder en unos cuantos días todo lo que has logrado. Segundo, aplicarme y retomar lo que ya había comenzado respecto a mi "proyecto", por nombrarlo de alguna manera. Y tercero, muy importante, dedicarme más tiempo a mí mismo y no permitir que el trabajo me impida llevar una vida fuera de él. A veces me siento tan cansado, tan estresado, que lo único que quiero es ir a mi casa y no hacer nada. A veces es necesario estar solo y no hacer nada, pero también es importante salir, hacer otras cosas. Me he privado de hacer tantas cosas por dejarme vencer por el estrés y el cansancio. Cuando hacemos eso, le estamos dando al trabajo el control sobre nuestras vidas y eso es algo que no debe ser. Antes que cualquier otra cosa, somos humanos con deseos y necesidades que deben ser satisfechas. No podemos permitir que el trabajo y lo que conlleva se apodere de nuestras vidas. Ya no quiero alucinar los lunes, ya no quiero estar siempre esperando un puente o vacaciones para poder disfrutar de la vida. He llegado a mi límite y aunque sé que no va a ser fácil realizar un cambio, por lo menos lo intentaré. Au revoir!   

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