Con el auge de las nuevas tecnologías y las redes sociales, los procesos de comunicación entre las personas han cambiado drásticamente. Recuerdo cuando era niño, si quería jugar con mis amigos, tenía que ir a tocar a sus puertas y preguntar si les daban permiso de salir. Si acaso, les hablabas por teléfono, pero creo que era más común ir a sus casas. Ahora, ya todo lo manejamos por mensajería instantánea. Si queremos comunicarnos con alguien, le enviamos un mensaje en WhatsApp o cualquier otra de las redes sociales existentes. No nos gusta hablar por teléfono, incluso aunque estemos afuera de sus casas. Si alguien pasa por mí o si yo paso por alguien, al llegar le envío un mensaje para decirle que ya salga. Ni hablamos por teléfono ni tocamos a la puerta.
Las redes como nuevo medio de comunicación
No pretendo "demonizar" a las redes de ninguna manera. Me parecen una invención muy útil, pero es innegable el impacto que han tenido en la sociedad, tanto para bien como para mal. La comunicación se ha vuelto mucho más impersonal. Si estamos en la casa de la abuela, con amigos en un restaurante o simplemente en una reunión, la mayoría está pegada a sus celulares gran parte del tiempo en lugar de entablar una conversación normal. Me parece una falta de respeto y por lo tanto, trato de evitarlo. Creo que hemos dejado que la tecnología se apodere de nuestras vidas y se ha perdido algo del encanto de disfrutar de las buenas cosas de la vida, como una plática amena con familia o amigos. Estamos físicamente en un lugar pero nuestra mente está en otro lado; estamos pero no estamos. Nos preocupamos más por ver qué comentaron en nuestro perfil, por ver qué chisme circula en las redes, por ver memes o videos o por cualquier otra cosa en lugar de disfrutar de la compañía.
La gran paradoja de las redes es que pareciera que hacer nuevos amigos o encontrar pareja debería ser más fácil al haber más formas de comunicación que de antaño, pero no siempre es así. Se supone que la comunicación debería fluir, pero muchas veces sucede todo lo contrario. El proceso de comunicación es intermitente, ineficiente, insuficiente. No expresamos nuestras ideas a los demás con claridad e incluso surgen malentendidos en el intercambio de mensajes. Lo cual me lleva a mi siguiente punto.
La paradoja de las redes
En la actualidad, es muy fácil sacar a la gente de tu vida. Si me enojo con alguien, si ya no quiero saber nada de una persona, lo primero que hacemos es eliminarla o bloquearla de nuestras redes. En el pasado, si te molestabas con alguien, simplemente tratabas de evitarla en persona si es que se veían seguido o no contestabas a sus llamadas. Se podría decir que las cosas no eran tan obvias. Pero ahora, al eliminar a una persona de nuestros contactos el efecto es inmediato y evidente hasta para un ciego.
En lugar de discutir un problema, es más sencillo eliminar a una persona de tu lista. Es la salida más facil y una manera de evitar conversaciones incómodas y tener que dar explicaciones. Puede ser considerado como algo infantil e inmaduro, pero en un arranque es algo inevitable. Cuando estás enojado no razonas, no piensas con la cabeza y somos propensos a actuar por impulso. Es triste que una relación de amistad o amorosa termine de esta manera en lugar de hablar las cosas en persona, máxime si se trata de una larga relación.
Te bloqueo, me bloqueas, nos bloqueamos
Me sucedió algo similar esta semana. En un grupo de WhatsApp del que formo parte tuvimos una discusión y la conversación subió de tono. Yo me "enchilé", como decimos en México, por un comentario que hizo una persona. Debo confesar que yo ya estaba un poco predispuesto en su contra por una serie de cosas que no viene al caso mencionar aquí. Así que para no hacer las cosas más grandes y evitar contestar en pleno enojo, me salí del grupo y bloqueé a esa persona de todas mis redes. Ya no tuvimos oportunidad de hablar ni aclarar nada. Supongo que a estas alturas esa persona ya debe haberse dado cuenta. Ahora que tengo la cabeza fría y que he meditado largamente sobre el asunto, debo reconocer que tal vez me precipité y actué de manera inmadura. Pero el incidente de WhatsApp fue solo la gota que derramó el vaso. Yo ya no estaba contento con algunas cosas que esta persona había dicho o hecho, pero mi error fue nunca hacérselo saber. Cometí el error de irme guardando todas las piedritas hasta que la cosa estalló. Era algo inevitable.
Siento que debí haber mantenido el control y dejar que las cosas se enfriaran, pero esto es lo que sucede cuando nos dejamos llevar por un impulso. Y es que uno también tiene su orgullo o dignidad, como la quieran llamar. Es lamentable que las cosas se hayan dado de esta manera y no sé qué pasará ahora. Formamos parte de un mismo grupo de amigos y si no se arreglan las cosas, va a ser un tanto incómodo tener que coincidir por ahí. Voy a estar como Ross y Rachel cuando rompieron su relación y su grupo de amigos tenía dificultad para juntarse todos porque aquellos dos no podían verse. Bueno, tal vez exagero, no es mi caso exactamente, pero sí preferiría no tener que ver a esta persona si nos dejáramos de hablar. Sería triste, pero lo hecho, hecho está.
Por lo pronto, nos vamos a reunir para festejar Navidad dentro de unas pocas semanas y no sé qué cara pondré cuando nos tengamos que ver. Si se da la oportunidad de aclarar el malentendido, me dará mucho gusto, pero si no, a pesar de que me dolería, ya dejaría las cosas así. Le desearía lo mejor a esa persona, que le vaya bien en la vida, pero como ya no compaginamos, ya no tiene caso vernos más.
Y ustedes, amigos, ¿qué experiencias han tenido al respecto? ¿Han terminado una relación amorosa o de amistad por medio de las redes? Au revoir!
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