Los que conocen algo de mitología griega sabrán que el fénix era un ave de fuego que renacía de sus cenizas. El fénix se desvanecía para renovarse y renacer en toda su gloria y majestuosidad. Me encanta esta analogía porque representa muy bien lo que tenemos que hacer frente a las adversidades. Dicen que después de la tormenta viene la calma. De la misma forma no puede haber un arcoíris sin lluvia. La esperanza surge a raíz de los problemas de la vida. Si nunca enfrentáramos cosas desagradables ni esperáramos que cambiaran, no existiría la esperanza. El bien y el mal; la muerte y la vida; el amor y el odio; todo tiene su lado contrario y ninguno puede existir sin el otro.
Todos (o la mayoría, habrá algún masoquista por ahí) quisiéramos una vida sin complicaciones, tranquila, feliz, pacífica, plena. La vida es tan corta y desafortunadamente gran parte de ella se nos va en cosas tan desgastantes. Nunca faltan los problemas, los agravios, los sinsabores, las malas experiencias, las tristezas, las tragedias, las desgracias, los infortunios. No existe un manual que nos enseñe cómo vivir. Tenemos que aprender a base de experiencia propia.
Terminando el año con el pie izquierdo
Por circunstancias que no me compete mencionar aquí, les diré que esta semana me quedé sin trabajo. Lo único que les puedo decir es que fue por causas de fuerza mayor y que no renuncié. La verdad ya lo veía venir y estaba de cierta manera mentalizado. Sin embargo, debo admitir que no fui inmune a la noticia y sentí como si me hubieran echado un balde de agua fría.
Es cierto que tenía pensado dejar mi trabajo en un futuro no muy lejano para dedicarme a otra cosa. En publicaciones pasadas les mencioné que comencé a trabajar en un proyecto, el cual está avanzando más lento de lo que yo quisiera. He estado trabajando en él a la par de mi trabajo de tiempo completo. Pero las cosas me están saliendo mal o por lo menos, no de la manera que yo esperaba. Es frustrante porque he estado dando mi mejor esfuerzo y cuando por fin pensaba que veía una luz al final del camino, ¡pum! me sucede esto.
¿Y ahora qué?
Sé que no es el final. Cuando nos caemos, no hay más que levantarnos y continuar nuestro camino. Pero digo, tampoco somos de palo y es inevitable desanimarse y querer tirar todo por la borda. Lo peor del caso es que muchas veces se trata de cosas que no están bajo nuestro control y que son factores externos los que determinan nuestras circunstancias. No es algo que se solucione con "echarle ganas".
Me encuentro frente a un desafío abismal. Tengo que poner muchas cosas en la balanza y pensar muy bien mi próximo paso. Ya no quiero volver a las andadas. No quiero repetir errores pasados. Quiero comenzar a vivir, a disfrutar de la vida, a no estresarme por el trabajo y esas cosas tan vulgares. Necesito reinventarme, renovarme.
Quisiera regresar el tiempo y volver a esas épocas en las que mis únicas preocupaciones eran hacer la tarea y sacar buenas calificaciones. Pero lamentablemente eso ya no es posible. Ahora tengo que sacar fuerzas de flaqueza y seguir adelante. Hacer de tripas, corazón.
Aferrarse a algo
Dicen que la esperanza es lo último que muere y que mientras hay vida, hay esperanza. Cuando nos sentimos ahogados hasta el cuello, lo único que nos queda es aferrarnos a algo. Lo más fácil es dejarnos vencer y quedarnos en el suelo.
Parecerá una frase de un libro de autoayuda, pero ¡no te rindas! Sigue adelante. Aférrate a Dios, a tu familia, a un amor, a tus sueños, a cualquier cosa, pero no te rindas. No es el final sino el comienzo de algo más.
No es fácil, pero muchas veces en la vida tenemos que volver a empezar. La vida no es fácil y mucho menos justa, pero no dejemos que eso sea un impedimento. Hay que renacer de nuestras cenizas.
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