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martes, 25 de diciembre de 2018

Vecinos infernales

¡Feliz Navidad a todos! Podría parecer una ironía de mi parte publicar esta entrada en un día en el que se supone que todo es amor y armonía, pero la verdad es que todo fue mera casualidad. Ya tenía tiempo pensando escribir sobre el tema, pero por una u otra razón no había podido. Este fin de semana aproveché para hacer otras cosas y el tiempo se me ha pasado rapidísimo. Ya mañana tengo que regresar a trabajar y no quiero. Ya regresando a trabajar es más complicado darme un tiempito para escribir y como el próximo fin de semana voy a salir de viaje, pues menos tiempo voy a tener. Bueno, a lo que te truje, Chencha.

En la vida tenemos que aprender a lidiar con la gente. Por más introvertidos que seamos, no podemos aislarnos en una burbuja y evitar todo contacto con la sociedad. Tenemos que convivir con familia, compañeros en la escuela/trabajo, jefes, clientes, vecinos, etc. La relación no siempre es fácil, díganmelo a mí. En esta ocasión, me voy a centrar en la relación con los vecinos: esas personitas que pueden hacer de tu vida un infierno y en tu propia casa. Creo que todos tenemos por lo menos una anécdota que contar al respecto. En lo personal, nunca había tenido problemas mayores hasta hace poco tiempo. Había tenido problemas con mis vecinos por cuestiones de estacionamiento (se creen dueños de la calle y eso que no les tapaba la cochera) o por ruido (hacía alguna reunión en mi casa de vez en cuando y no hacía un escándalo de esos que hacen en las colonias populares). Me reportaron con la policía en un par de ocasiones, pero no pasó de ahí. Trato de entender un poco y de ponerme en los zapatos de mis vecinos, la mayoría ya era gente de la tercera edad y ya se sabe que no son muy tolerantes. Tal vez así seré cuando tenga su edad. Espero que no. En fin, nada de eso se compara a las cosas que tengo que aguantar ahora. 

Les cuento. Vivíamos tranquilos en nuestro hogar actual hasta que se mudó la familia de al lado. No vivía nadie en esa casa cuando nos mudamos aquí. De hecho, era un terreno abandonado. No había nada fincado, ya que vivo en una comunidad de casas móviles. El caso es que el gusto nos duró muy poco porque una vez que esa familia se mudó a este vecindario, todo cambió para mal. Volvieron todo patas pa' arriba. La señora es instructora de Zumba y el señor es contratista. Lo primero que hicieron fue preguntarnos si podían quitar la parte de cerca que dividía nuestras propiedades. Teníamos una cerca de esas de malla metálica y ellos iban a poner una más vistosa, de piedra, no sé cómo explicarlo. Les dimos permiso, pero por una razón que desconozco, no terminaron la cerca y dejaron prácticamente la mitad descubierta. Y lo peor de todo es que la parte que construyeron invade nuestra propiedad. Eso fue lo primero, pero no dijimos nada. Aunque si quisiéramos, podríamos llamar al condado para que hagan una medición y los hagan que tumben la cerca. Ganas no me faltan, pero tendría que investigar sobre el trámite y sobre todo el costo. 




Como les dije arriba, la señora es instructora de Zumba. Así que ya se imaginarán cómo se pone aquí todos los días. No conforme con dar clases en la mañana, también lo hace en la noche. Todos los días como a eso de las 7:30 a.m. y en las noches alrededor de las 7:00 p.m., tiene su escandalazo. En mi trabajo anterior, por cuestiones de horario, me tocaba soportar el ruido tanto de la mañana como el de la noche. En mi trabajo actual, ya solamente me toca soportar el de la noche, pero multipliquen eso por cinco. Todos los días, de lunes a viernes es la misma gata. Si no llueve o hace frío, tenemos que soportar el escándalo de esa gente sin falta. Ya ni a gusto podemos estar en nuestra casa. No podemos ver la televisión o leer porque es imposible hacerlo con el ruido de esa gente. Me quejé al respecto con la administración de la comunidad y me informaron que esa gente ya tiene "antecedentes", por decirlo de alguna manera. Se trataba del mismo problema. Vivían en la misma comunidad pero en otra cuadra y era la misma molestia que le ocasianaban a sus vecinos de ese entonces. No sé cuánto tiempo estuvieron allá, pero el caso es de que se cambiaron de cuadra y siguieron con sus nacadas. Según me dijo la administradora, ya le había mandado cartas diciéndole que no podía dar clases de Zumba debido al escándalo, pero esa señora ha hecho caso omiso. Se supone que como último recurso la iban a demandar, pero después sucedió lo del huracán Harvey y ya no le di seguimiento al caso, pero lo voy a hacer pronto. No es que uno sea delicado, si no de que esa gente debería saber que no pueden dar clases de ese tipo en zona residencial por todas las cosas que implican. Debería rentar un local en una plaza comercial o algo así donde no den problemas de ruido y estacionamiento. Porque no les he contado, pero al inicio también invadían nuestros espacios de estacionamiento, incluyendo cocheras. Una vez casi llegaba tarde al trabajo porque una señora inteligente me estaba tapando la salida de la cochera. Se arregló lo del estacionamiento, pero lo del ruido, el problema principal, continúa hasta la fecha. Bueno, pues eso es entre semana, pero el fin de semana tenemos que fletarnos la música naca del esposo. Ya sea que esté asando carne en el patio o haciendo algún trabajo, pero cada fin de semana es lo mismo. Pone su música a todo volumen sábado y domingo. El caso es que tenemos que soportar el escándalo de esta gente toda la semana. Es un verdadero suplicio.





Les comenté que habían comenzado la construcción de una cerca de piedra y que no la habían terminado. Dejaron una varilla larga pegada al suelo con cemento. No sé qué irían a hacer con ella, pero nunca la quitaron. Ah, se me olvidó decirles que las señoras que vienen a tomar clases de Zumba se traen a todos sus huercos y no saben de ellos. Mientras ellas están moviendo las lonjas, sus huercos se dedican a hacer travesura y media aprovechando que nadie los vigila. Pues una de esas travesuras fue rayar el carro de mi papá. Mi papá estaciona su carro al lado de la cerca de piedra y a esos huercos les gusta pasar corriendo y tirando piedras cerca del carro. Pues a uno de esos engendros se le ocurrió aventar la varilla a nuestro lado de la propiedad. Esa parte de la propiedad está muy oscura en la noche y no se ve bien. Esa noche mi papá tuvo que salir y al darle de reversa, rayó todo el lado derecho con la varilla que los huercos nos habían aventado. Yo no me di cuenta en ese momento porque no estaba en la casa, pero me lo contó mi mamá al día siguiente. Mi papá no le reclamó nada a la vecina, que porque no le gusta tener problemas, pero le dije que eso no podía quedarse así. Así que yo le fui a reclamar. Esperé a que se terminara su clase y me lancé. Le conté lo sucedido y solamente se limitaba a decir que "qué pena" y que según iba a investigar quién había sido, que ya tenían una idea y que les iba a volver a pedir a sus alumnas que no llevaran a sus hijos. Pero hasta eso, la señora se puso medio digna durante nuestra conversación, siendo que tendría que caérsele la cara de vergüenza. Pero de ahí no pasó. Esa gente o tiene mala memoria o de plano es descarada.

Pero el acabose fue hace poco más de un mes. Yo estaba de viaje ese fin de semana y una noche me llamó mi mamá para decirme que los vecinos de al lado (qué raro) habían chocado contra el frente de nuestra cerca y hasta quebraron un pedazo de banqueta. Hasta la policía llegó esa vez. Al parecer, esa gentuza tenía visita esa vez y se pusieron a tomar y a "quemar llanta". Pues en una de esas, un huerco dio un arracón y se estrelló contra nuestra propiedad. Cuando llegó la policía e interrogó a todos, casualmente nadie vio nada, siendo que había un montón de gente. Se llevaron detenido al muchacho que iba manejando, pero según esto él no era el dueño de la camioneta. Nadie soltó prenda, todos se encubrieron entre ellos. El vecino de enfrente, ese metiche que siempre está sentado afuera fisgoneando todo y quien por cierto es familiar de los vecinos de al lado, le dijo a mi mamá que le iban a pagar por los daños, pero al parecer se le olvidó después. Pasaron un par de semanas y llamé a la policía para darle seguimiento al caso y nos dijeron que ya estaba listo el reporte, que había que pasar a recogerlo. Ya una vez con el reporte en mano, nos enteramos de quien era el dueño de la camioneta. Se trata de un huerco de 23 años que resultó ser una joyita. Ya tiene antecedentes, vayan a saber de qué tipo. Como no tenemos seguro de casa, nuestro último recurso es llegar a un arreglo con los involucrados. Les mandé una carta por correo certificado, dándoles un plazo de dos semanas para que nos enviaran el pago o se pusieran en contacto con nosotros para que ellos mismos arreglaran los daños, de lo contrario procederíamos de otra manera. Ya hace una semana que recibieron la carta y no hemos recibido respuesta alguna. Ni nos han enviado el pago ni nos han tratado de contactar. Solamente les queda una semana de plazo, pero sinceramente no creo que vayan a responder. Muy a mi pesar, pero tendremos que meterles una demanda en una small claims court. No quisiera porque todas las cosas legales son muy engorrosas, pero si no hacemos nada a estas alturas, esta gente no va a entender. Esta gente ya nos tomó la medida y como a mi papá no le gusta meterse en problemas, pues no les reclama nada ni hace nada. Yo siempre he tratado de llevar una relación cordial con los vecinos, pero con esta gente de plano no se puede. No pierdo la esperanza de que se larguen un día, lejos muy lejos, donde ya no los vuelva a ver. Pero mientras los dos vivamos aquí y si no cambian su postura, pues a ver de a cómo nos toca. Si guerra quieren, guerra tendrán.

domingo, 16 de diciembre de 2018

Fantasmas del pasado

Hace unos días soñé con una persona que había sido muy especial para mí. Digo que era, aunque por lo visto todavía lo es. Creí haber olvidado su recuerdo, pero no fue así. Fuimos buenos amigos en la escuela o por lo menos eso creía yo. Compartimos momentos especiales y aunque éramos muy desiguales, nos llevábamos bien. Nuestros caracteres eran muy diferentes, pero eso no fue obstáculo para que se forjara una gran amistad. Esa persona era muy alegre, de hecho se tomaba todo a broma. Yo en cambio era más serio, más reservado. A veces me enojaba por sus bromas, no lo voy a negar. Pero al igual que los hermanos, si había algún problema, este se arreglaba pronto y tan amigos como siempre. Debo reconocer su nobleza, porque yo tengo mi orgullo y no muy fácilmente me doblego.





Recuerdo el momento exacto en el que nos conocimos. Yo fui el que inicié la conversación. Fue algo raro porque yo siempre he sido tímido y por lo general los demás son los que se me acercan y no al revés. Pero esta vez fue lo opuesto. Era la hora del recreo. Platicamos un rato hasta que sonó el timbre para regresar a clases. No sé si sería la primera persona que se le acercaría, porque cada quien estaba en su rollo y como es normal, cuando estás en un lugar donde no conoces a nadie pues te apartas un poco. Estaba en la puerta viendo hacia la calle. Yo me acerqué y le empecé a hacer conversación. Me contestaba con monosílabos. No sé si le caí mal en ese momento. Pero al pasar de los días empezó a entrar en confianza y nos hicimos amigos. Como escribí arriba, éramos muy diferentes. Esa persona tenía un estilo muy desprecocupado, desenfadado. Nunca decía adiós cuando se iba. A veces me desesperaba que no se tomara nada en serio, pero en otras ocasiones eso era precisamente lo que me agradaba y yo quería ser así también. Recuerdo que bromeábamos sobre nuestras edades. Yo era menor por 9 días, pero yo le decía que yo era mayor por 9 días. Me encantaba bromear con eso.





Después de dos años se tuvo que mudar a otra ciudad por cuestiones del negocio de su papá. El último día del festival de cursos esperaba el momento para despedirme. Pero ese momento nunca llegó. Cuando quise acordar, ya se había ido. No me dijo adiós. Y eso me dolió mucho. Quiero pensar que era difícil despedirse y por eso decidió no hacerlo. Muchas veces las despedidas son tristes. Pero me hubiera gustado decir algo por última vez. No sabía si volveríamos a vernos, pero yo esperaba que sí. Manteníamos contacto esporádicamente por correo electrónico o Messenger (qué tiempos aquellos). Pero de esporádica, la comunicación pasó a ser nula. Llegó el momento en el que ya no contestaba mis correos. La distancia se fue acentuando y todo terminó por enfriarse.

Pasó un tiempo y no recuerdo quién contactó a quién, pero nos hicimos amigos en Facebook. Pero ya las cosas no volvieron a ser como antes. El contacto era esporádico, pero además más impersonal que antes. No sé cómo explicarlo. Bueno, el caso es que me enteré que iba a regresar a la ciudad. Me sentí muy contento porque pensé que volveríamos a vernos. Pero grande fue mi desilusión. Cuando hice alusión al tema, me respondió con evasivas. Más bien me dio el "cortón", por decirlo de alguna manera. Hubiera preferido que me dijera algo como: "está bien, nos ponemos de acuerdo" o "yo te aviso", no sé, algo así. Me di cuenta de que había cambiado, ya no era la misma persona. Yo ya no formaba parte de su mundo y eso me dio mucha tristeza. Así que ya no insistí y dejé el tema por la paz. 





Pasó un tiempo y no sé si me bloqueó o cerró su cuenta. Quiero pensar que simplemente cerró su cuenta. Como haya sido, uno tiene dignidad y no se puede vivir del pasado. Así que le di carpetazo. No le deseaba ningún mal ni nada, pero decidí enterrar los recuerdos. A veces los buenos recuerdos hieren igual o más que los malos. Pero la verdad es que no borré ni enterré nada. Y lo comprobé hace poco cuando soñé con esa persona. De repente sentí la necesidad de saber de su vida, de saber cómo está, si ya se casó, si tiene hijos, en fin. Ya no tengo manera de contactar a esa persona. No sé si tenga el mismo número de teléfono. No he hecho el intento de marcar siquiera, ¿qué diría? Y no sé si viva en la misma casa que tenía. He tenido tentación de echarme una vuelta a ver si nos topamos. Pero tampoco me he animado a hacer eso. Tal vez sea mejor así. Si esa persona ya no quiere saber nada de mí, pues que le vaya bien. Le deseo lo mejor del mundo, toda la dicha y felicidad. Y aunque es triste, así es la vida. Hay que dejar a los muertos enterrados y no remover el pasado. Aunque los fantasmas quieran venir a atormentarnos de vez en cuando.

domingo, 11 de noviembre de 2018

Pan y circo

La semana pasada fueron las elecciones para el Congreso de EE. UU. Veía cosas sobre los candidatos hasta en la sopa: en la televisión, en las redes sociales, en la calle, en mi reunión de francés, en fin. La verdad ya me tenían harto con la misma cantaleta. Pero lo mismo sucede en México. Las temporadas electorales son insufribles. Es imposible no escuchar hablar sobre el tema. Que si fulano esto, que si mengano aquello, que la derecha, que la izquierda... Para chismes prefiero TMZ o ya de jodido, Ventaneando. Esos por lo menos le ponen más enjundia, más sabor.

Debo confesar que nunca me ha gustado la política. Me parece algo vulgar y desagradable en extremo. Dicen que al pueblo, pan y circo. Efectivamente, la política siempre me ha parecido un circo barato; más bien, una mezcla entre un circo y un mercado. La política siempre es un tema muy polémico, que causa controversias y divisiones y que, por lo mismo, debe ser evitado en cierto tipo de situaciones: léase, reuniones familiares o entre amigos. Pero lamentablemente y muy a mi pesar, no podemos permanecer ajenos a ella. La política es algo que nos afecta a todos en materias económica, social, de salud, de seguridad, etc. y no podemos mantenernos al margen. Se nos ha dicho hasta el cansancio que debemos votar para que gane la democracia, para que se genere un cambio, etc., aunque la verdad tengo mis dudas si realmente eso haga alguna diferencia. Los políticos siempre han tenido mala fama en mayor o menor grado. Equiparo a los políticos con los abogados. Tú tienes a un abogado que te representa en un juicio y la contraparte tiene el suyo, pero tanto mi abogado como el abogado de la contraparte son amigos en la vida real y cuando te enteras de eso, dudas de la legitimidad y las intenciones de tu abogado. Lo mismo sucede con los políticos. Ante las cámaras y ante el mundo entero parecen ser rivales y odiarse a muerte, pero en la vida real son íntimos amigos. Lo cual me pone a dudar sobre sus verdaderas intenciones y promesas de campaña. Si me preguntaran si creo en las instituciones de gobierno, la verdad debería meditar mi respuesta antes de contestar. En todos lados se cuecen habas, no se engañen. No hay que creer ciegamente en los políticos ni en ningún partido. Te pueden comer al final como las sirenas lo hacían con los marineros que atraían con su canto. Obviamente no puedo generalizar, pero lamentablemente creo que en la mayoría de los casos es así. El poder corrompe y lo hemos visto a lo largo de la historia. Por eso, a los políticos ni todo el amor, ni todo el dinero. El dicho no va a así, pero lo adapté y creo que queda muy ad hoc.





Mis acciones en cuanto a la política se han limitado a votar. En EE. UU. no lo hecho aún porque me tengo que hacer ciudadano, pero eso es harina de otro costal. Nunca he participado en marchas o manifestaciones de ningún tipo, nunca he asistido a ninguno mitin ni nada que se le parezca, ni he hecho nada que no sea votar. Hay personas que nos satanizan por no hacer más y que casi hasta se rasgan las vestiduras. O de plano te critican, no te bajan de conformista y demás epítetos que quién sabe de dónde sacarán. La verdad, por más simple que parezca el argumento, es que no todos podemos ser "revolucionarios". De la misma manera en que no todos podemos ser médicos o ingenieros, no todos podemos ser revolucionarios. Sí, ya sé lo que me van a decir: esto es diferente, esto afecta a todos, si no haces nada luego no te quejes, etc. Puede ser, puede que tengan algo de razón. La política nos afecta a todos y por lo tanto todos tenemos o deberíamos tener injerencia en ella. Pero tampoco quieran hacer caravana con sombrero ajeno. Muchas de las cosas que tienen, muchos de los derechos de los que gozan no son gracias a ustedes sino a otras personas, muchas de las cuales ya ni viven. Así que bájenle dos rayitas a su patriotismo por favor.





Para los que están metidos hasta los codos en asuntos políticos, bien por ustedes. Pero no pretendan que todo mundo deba hacer lo mismo. No todos pueden luchar en la misma guerra, por lo menos no de la misma manera. Habrá sangre, habrá personas que mueran, pero no todos morirán. Es un sacrificio necesario, como todo en la vida, y por más cruel que suene así es. Tienen que morir unos, tienen que sacrificarse unos por el bien de otros, por la justicia, por la igualdad, por un mundo mejor. Y como ya escribí, a cada quien le tocará un papel diferente en la lucha. No todos tendrán los mismos roles. Por eso no es válido degradar a los que no hacen lo mismo que tú. 

Por otro lado están los pseudointelectuales que se la pasan publicando en redes sociales que les duele México, que por eso estamos como estamos y demás cosas similares, pero que no hacen nada más que publicar cosas en Twitter o compartir videos en Facebook. Son los mismos que se creen superiores porque no les gusta el futbol, el reguetón o las telenovelas. Creen que son seres pensantes, analíticos, que no se les puede engañar, que poseen un discernimiento extraordinario, que debemos imitarlos, en fin. No toman en cuenta que en los tiempos de la Independencia y la Revolución no contaban con la tecnología actual y aún así, parece que había más comunicación entre los participantes de ambos movimientos armados y un alto grado de efectividad. Lo mismo con todos los demás movimientos sociales en la historia de la humanidad. 





¿Deberías interesarte más en la política? La respuesta es: sí, tal vez. ¿Hasta qué grado? Eso depende de ti, no hay una respuesta estándar. Pero no te sientas mal si no haces exactamente lo mismo que los demás. De alguna manera u otra, puedes aportar tu granito de arena. En los tiempos de la Independencia y Revolución no todo mundo se levantó en armas. Había unos que les daban de comer o beber a los que luchaban. Y eso, señores, fue su aportación a la causa. Adiós.  

domingo, 4 de noviembre de 2018

Cuando te niegas a aceptar la realidad

Hay muchas cosas en la vida que no nos gustan y que no estamos dispuestos a aceptar. Pero lamentablemente hay cosas que se escapan de nuestro control, cosas que son irremediables y que por más que nos aferremos, no podemos cambiar. El paso del tiempo, por nombrar un ejemplo. El tiempo puede ser cruel y despiadado. Dicen que el tiempo ayuda a olvidar, que el tiempo todo lo cura...pero muchas veces olvidamos que el tiempo no perdona y que los errores los cobra muy caros. El tiempo pasa y no se detiene. Cada día que vivimos es un día más o un día menos, dependiendo de tu perspectiva. Pero lo que es un hecho, lo que es indiscutible, es que cada día nos hacemos más viejos, vamos perdiendo nuestras habilidades tanto físicas como mentales y no hay nada que podamos hacer. Si acaso podemos retrasar el proceso un poco, pero tarde o temprano a todos nos llega la hora. La muerte: el destino final de todos. Pero en esta publicación no quiero ser trágico sino todo lo contrario. Quiero hablar de esas veces en que una ilusión nos mantiene vivos, con una esperanza, con la dignidad que todo ser humano debe poseer. Porque en esta vida hay que aferrarse a algo, de lo contrario estás perdido. 





La semana pasada tuve que acudir a una de esas malditas oficinas de gobierno a renovar mi licencia de conducir. Tuve que esperar cuatro horas para que me atendieran, para que vean que acá no todo es eficiencia como muchos creen. Pero eso es tema aparte. Lo que me orilló a escribir esta publicación fue la experiencia que tuve casi al final de mi estadía en ese horrendo lugar. Me hicieron una prueba de la vista con esos visores en los que te asomas y te dicen que leas todos los caracteres de una línea. La persona que me atendió me dijo que le leyera la línea 5. ¡Tremenda y desagradable sorpresa me llevé! Me hicieron leer la misma línea tres veces porque me había equivocado en más de una ocasión. Después de la tercera vez me dijo que debería revisarme la vista. Me quedé en shock, no supe qué decir, no supe cómo reaccionar. Fue como si me hubieran echado un balde de agua fría. Me sentí como Marimar cuando tuvo que sacar con los dientes la pulsera del lodo. Pocas veces me he sentido tan humillado en toda mi vida. No exagero en lo absoluto. Ya el oftalmólogo me había dicho hace un par de meses que necesitaba usar lentes. No lo acepté la primera vez y la segunda no iba a ser la excepción. Pero esta última vez fue el acabóse. Me niego a aceptar algo así. Me niego rotundamente a usar lentes. No me visualizo así, no me imagino así, no me gusta cómo me veo con ellos. Me gustan los lentes de sol pero no los de aumento. Muchos dicen que te dan un toque intelectual, que son cool y no sé qué tantas tonterías más, pero no me convencen. Así todo mundo los usara, a mí no me gustan. Desde entonces he prestado más atención a mi alrededor y me he dado cuenta de que son muchas las personas que los usan. Tengo primos y amigos que los usan, pero no me había dado cuenta de cuánta gente los utiliza aparte de ellos. Pero eso es lo de menos. No me gustan. De hecho me desagrada la sola idea de tener que usarlos. Es una lata tener que cargar con ellos a todas partes, cuidarlos de que no se rayen o quiebren, que no los dejes olvidados en x lugar, que se te empañen los cristales cuando llueve, en fin. Todo eso aunado a que no me gusta cómo se me ven. Sonaré muy vanidoso y lo que ustedes quieran, pero siento que perdería parte de mi atractivo, de mi identidad, no sería yo mismo sino otra persona. El doctor y el mundo entero podrán decirme mil y una veces que debo usar lentes, pero no lo acepto, no lo acepto y no lo acepto. Me niego rotundamente.





Siento que el trasfondo de lo anterior, consciente o inconscientemente, es mi negación a envejecer. Antes, la pérdida de la vista era algo casi que reservado a la gente de cierta edad. Ahora en la actualidad es muy común que la gente joven, incluidos los niños, usen lentes. Pero eso se debe a otros factores en los cambios del estilo de vida actual. Dejando eso aparte, la pérdida de la vista siempre ha estado asociada con la edad, era una de las cosas que te decían cuando ya no veías bien: ya estás viejo. ¡Y yo no lo estoy! Si bien ya no soy un adolescente, disto mucho de ser una persona vieja. Soy un hombre joven al que le falta mucho por vivir. No quiero vivir mi vida condenado a tener que usar esas cosas abominables hasta que me muera. Es una realidad que no quiero y no puedo aceptar. Pero sé que tarde o temprano tendré que aceptarlo. Son verdades que duelen, que te pegan en la autoestima, en tu orgullo. Pero como escribí arriba, son cosas inevitables. Con el tiempo no necesariamente nos hacemos más sabios pero sí más viejos. Poco a poco nuestras facultades físicas y mentales cambian. Nos hacemos más lentos, nos lesionamos más fácilmente, nos cuesta más trabajo bajar de peso o hacer ejercicio, se nos olvidan las cosas o nos es más difícil aprender cosas nuevas, etc. Es una triste realidad que nos cuesta aceptar. Para muchos de nosotros es un duro golpe a nuestro ego, a ese ego que todo mundo tiene. Ahora nosotros somos la "gente grande". La gente más joven que tú te llama señor o señora. Y cala. No me gusta y no me acostumbro. Pero no hay marcha atrás. ¡Cómo quisiera poder retroceder en el tiempo! Pero no es posible. Estamos encaminados a un destino final sin retorno.





Estamos en una edad difícil. Comenzamos a perder a nuestros seres queridos: nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros tíos...Nos convertimos poco a poco en lo que veíamos muy lejano. Ahora nosotros somos los padres, los tíos y en un futuro no muy lejano, los abuelos. Y el proceso es irreversible. Cada día nacen y mueren las personas y la vida sigue. El tiempo no se detiene, el tiempo no perdona. El tiempo es oro y por eso cuesta muy caro. Por eso tenemos que aprovechar cada momento, cada minuto, cada instante porque pueden ser los últimos. Antes lo consideraba como un discurso barato, como cursilerías, pero ahora lo veo todo desde otra perspectiva. Somos seres cambiantes y aunque nos cueste, tenemos que aprender a adaptarnos a nuestro entorno. Aunque a algunos nos cuesta más que a otros. 

Por lo pronto todavía no me decido qué hacer respecto a lo de los lentes. Una parte de mí me dice que usar lentes no es el fin del mundo, pero otra parte se niega a aceptarlo. Preferiría estar muerto a tener que usar lentes. Obviamente lo digo a modo de broma, pero por el momento me resisto a aceptar los diagnósticos. Tal vez me opere de la vista, pero la verdad le saco a las operaciones. En fin, veremos y diremos.  

domingo, 28 de octubre de 2018

La maldición del trabajo

Recuerdo que hace algunos años estábamos en una reunión familiar y salió a colación el tema del trabajo. Una tía dijo que el trabajo era una maldición. Todos nos atacamos de la risa por el comentario hasta que mi tío, su esposo, le preguntó que cómo era posible que hubiera dicho eso. Después ella rectificó y dijo que no era lo que había querido decir, que más bien no se supo expresar. Independientemente de si haya sido verdadera su primera intención o no, no puedo más que estar de acuerdo con lo que dijo mi tía en un principio. El trabajo es una maldición. La misma Biblia lo dice o, por lo menos, lo da a entender. 

Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres y al polvo volverás.
                                                                                  Génesis 3:19




Por donde lo vean, esto se trata de una maldición. Cualquier persona con un mínimo de sentido común se podrá dar cuenta de que para nada se trata de una bendición. El trabajo se le impuso a la humanidad como un castigo, un suplicio, una tortura. Trabajar todos los días de nuestra vida hasta envejecer o morir, porque ya con la situación actual ni siquiera los viejitos se pueden dar el lujo de descansar. El trabajo es una carga que debemos llevar sobre nuestras espaldas, es algo que nos pesa, que nos es tedioso; una obligación, no una elección. Aunque suene redundante, trabajar cuesta trabajo e implica un gran sacrificio. Tener que levantarse temprano todos los días, aguantar el tráfico de las horas pico, soportar jefes estúpidos que se la pasan dándote órdenes, pasar 8 horas o más en la oficina haciendo tareas que no te gustan, estar sometido a un estrés constante y demás cosas relacionadas con el trabajo no son precisamente la manera en que uno visualizaba su vida cuando niño. La desilusión es muy grande. Cuando te das cuenta de que tendrás que trabajar siempre de ahora en adelante, te quieres morir; es para desanimar a cualquiera. No eres dueño de tu tiempo, no puedes disponer de él libremente. Siempre tienes que estar a expensas de lo que te digan en tu trabajo para poder hacer planes en tu vida personal. Ves más a tu jefe y compañeros de trabajo que a tu familia o amigos. Te la vives esperando un puente, vacaciones, un día libre: algo que te permita respirar, salir de la rutina, conectarte contigo mismo. Caemos en un círculo vicioso: de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Y así de lunes a viernes cada semana. A veces estamos tan cansados que ya ni hacemos nada el fin de semana. Lo único que queremos hacer es dormir, descansar. El tiempo pasa tan rápido y tan lento a la vez. Nos convertimos en esclavos. No somos seres libres. No podemos tomar nuestras propias decisiones.





Ahora bien, podrá haber gente que diga que a ellos sí les gusta su trabajo. Bien por ellos, no puedo hablar por todos. Pero estoy seguro de que la mayoría de nosotros no está conforme con él. Si bien no todos lo odian, a la mayoría no le gusta. Yo incluido. Cuando sales de la universidad te topas con la triste realidad: desempleo, subempleo, salarios bajos, satisfacción laboral nula, etc. Se te cae la venda de los ojos, se revienta la burbuja en la que vivías. Muchas veces te tienes que conformar con un trabajo mediocre porque no pudiste conseguir más y todo mundo sabe que en la actualidad es muy difícil conseguir trabajo. Si lo sabrán los casados o aquellos que tienen personas que dependen económicamente de ellos. No se pueden dar el lujo de rechazar ofertas laborales. De algo tenemos que vivir. Me recuerda al meme que circula por Internet en el que le preguntan a un postulante por qué necesita el trabajo y él les contesta que tiene una gran pasión por no morirse de hambre. Da risa, pero es verdad. Desconozco el porcentaje de egresados universitarios que estén subempleados pero sé que es muy grande. Y aquellos que trabajan en cosas relacionadas a su carrera habría que ver qué porcentaje se siente satisfecho con su trabajo. Les aseguro que gran parte de ellos no lo está. 




No me gusta trabajar. Lo digo con todas sus letras. El problema es que muchas veces no nos atrevemos a decirlo por el "qué diran". Conozco muy pocas personas que lo han expresado abiertamente. La vida es tan corta y es tan triste malgastarla en el trabajo. Algunos tienen la suerte de tener un trabajo que les gusta o que por lo menos no los hace sentir miserables, pero otros no. En mi vida he tenido de todo: jefes buenos, jefes malos, trabajos buenos (llevaderos) y otros malos. En el actual ya estoy harto de tener que tratar con clientes estúpidos que se creen la gran cosa simplemente porque pagan un servicio. Pero tengo que aguantarme un rato antes de cambiarme para no afectar el maldito CV, otro invento del diablo. Lo único bueno del trabajo, y creo que todos estamos de acuerdo en ello, es el dinero. Porque de algo tenemos que vivir. Porque tenemos que comer, pagar servicios, comprar cosas, etc. Y darse un lujito de vez en cuando. Pero de ahí en fuera, no hay nada bueno. Si acaso se podría agregar la satisfacción en el ámbito profesional, pero son contados los que verdaderamente pueden presumir de ello. Somos muchos los que nos sentimos asfixiados, prisioneros, esclavos. En lo personal, me gustaría viajar, conocer gente, aprender idiomas, escribir, ser libre, no tener que rendirle cuentas a nadie; no me agrada pasármela encerrado en la oficina la gran parte del día. Daría lo que fuera por no tener que trabajar. No me la pasaría de "flojo" en la casa, aunque claro que sería fantástico poder dormir sin la preocupación de tener que madrugar o de poder tomar una siesta en el día. Hakuna matata. Hay que decir las cosas como son. Si no te gusta el trabajo, no tiene nada de malo, es normal. Eres igual que el 90 % de la gente, solamente que una gran parte de ella no se atreve a reconocerlo. Obviamente no se lo vas a decir a un reclutador porque si lo haces no te van a contratar ¡ja, ja, ja!, pero con la demás gente puedes hacerlo sin problema. 



Ahorita por ejemplo, es domingo en la tarde y ya estoy empezando a estresarme. Me pasa todos los domingos sin falta. Y el lunes es el acabóse. Es el día en que peor me siento. Mil pendientes por resolver entre correos y llamadas. De martes a viernes es variable, pero el estrés es una constante. Tendría uno que ser masoquista para que le guste algo así; yo no lo soy. Esto no es vida. Nos dejamos absorber por el trabajo, estropeamos relaciones, perdemos tiempo que no recuperaremos nunca. Olvidamos que antes que empleados, somos personas. Personas con necesidades, con deseos, con sueños. Pensamos que después habrá tiempo para hacer esto o aquello, pero solamente lo hacemos para engañarnos. Porque queremos escapar a la realidad. No queremos aceptar que no somos dueños de nada, ni siquiera de nuestro tiempo. 

Quiero ser feliz y la felicidad, al menos la mía, no está en el trabajo. De hecho el trabajo me impide ser feliz. Pero no puedo darme el lujo de no trabajar. No soy un rico heredero de un emporio. Igual que millones de personas en el mundo, tengo que ganarme el pan con el sudor de la frente. ¿Qué le vamos a hacer?

P. D. Eso de cambiar tu actitud no funciona, al menos no para todos. Se los digo por experiencia. No es cuestión de actitud, simplemente es y ya. No sé si será un don que los demás tienen, pero en todo caso yo no lo tengo. Me he esforzado hasta el cansancio en cambiar mi actitud referente al trabajo y no he logrado nada. 


domingo, 21 de octubre de 2018

En la era de la inclusión

El racismo y la discriminación han existido desde siempre, no son algo nuevo. Ya sea por el color de piel, rasgos físicos, sexo, religión, nacionalidad, ideologías o cualquier otra cosa, todos hemos sido discriminados en algún punto de nuestras vidas en mayor o menor grado. En pleno siglo XXI, son cosas que no se han podido erradicar. Los estereotipos siguen siendo lugares comunes. En los estadios de futbol no es raro que se burlen de los jugadores de raza negra y que los equiparen a los monos. De igual manera sigue siendo común que les hagan bullying a los gorditos en la escuela y en la calle y los comentarios despectivos y bromas de mal gusto abundan al por mayor. Los homosexuales y demás miembros de la comunidad LGBT también son víctimas frecuentes de ataques despiadados. Los inmigrantes también sufren desprecios en lugares como EE. UU. y Europa (ojo: sucede en todas partes del mundo, pero nombro estos lugares porque sus índices de inmigración son muy elevados comparados con otros lugares). Y la lista es interminable. 

Sin embargo, me da la impresión de que hay gente que le busca tres pies al gato con toda la intención. Recuerdo que hace algunos años en EE. UU. salió una noticia de una joven musulmana que estaba demandando a una marca de ropa por discriminación laboral. No recuerdo a ciencia cierta si se trataba de Aeropostale, Abercrombie o alguna de esas marcas similares, pero el caso es que ella alegaba que no la contrataron porque era musulmana y se vestía de manera muy conservadora, además de no encajar con el perfil. Según ella, solamente contrataban gente blanca y de buen cuerpo. Ahora, yo me pregunto: ¿acaso no sabía ella de antemano cómo estaba la cosa ahí? Porque si fue así, no sé a qué le tiraba al momento de postularse. Es como si yo quisiera trabajar de modelo de ropa interior o de pasarela. No necesito que nadie me diga que no encajo en el perfil. Yo mismo sé que es así y mejor me ahorro vergüenzas. A menos que quiera sacar ventaja de la situación y demandar a la empresa alegando que me discriminaron y que por eso no me contrataron. No sé en qué acabó lo de la mujer en cuestión, pero sí generó mucha controversia en ese tiempo. Había gente que la apoyaba y otra que lógicamente no. Estoy de acuerdo en que la apariencia no es lo más importante...en la mayoría de los casos. Pero es innegable que la imagen es un factor muy importante para las modelos, edecanes, etc. En el caso de la marca arriba mencionada, si ya sabes cuál es su mercado y la imagen que manejan, para qué fregados te quieres meter ahí si no eres el tipo. Que alguien me explique por favor.





En el caso particular del racismo, me he dado a la tarea de buscar en internet información al respecto. Es cierto que la raza negra sigue siendo discriminada en la actualidad. Pero también es cierto que cuentan con muchos otros privilegios. Me da la impresión de que muchas veces ellos se siguen victimizando y que los demás tienen consideraciones especiales con ellos para compensarlos de alguna manera. Si alguno de ustedes vive en EE. UU. podrá entender a qué me refiero. No es lo mismo ver las cosas desde fuera a vivirlas todos los días. Este tema en particular es muy delicado y existen muchas opiniones al respecto. Pero lo que sí es cierto es que si existiera una liga para gente blanca exclusivamente, ya fuera de algún deporte, religión o lo que mejor les parezca, dicha liga sería tachada de racista. Pero no así con las ligas y asociaciones de negros. Porque existen. Pero nadie parece tener algún problema con ellas a pesar de que tales asociaciones están compuestas solamente por gente de raza negra, es decir, son excluyentes. ¿Entienden mi punto? Parece existir un doble estándar al respecto. 





Cuando hablamos de discriminación, uno de los primeros grupos que se nos vienen a la mente son las mujeres. La discriminación contra ellas existe, es innegable. A los hombres, en cambio, siempre se les ve como victimarios y no como víctimas. Es una realidad que no es muy conocida. Siempre en casos de violación o acoso sexual, los hombres la llevan de perder. Muchas veces se trata simplemente de la palabra de una mujer contra la de un hombre, pero tal parece que la palabra de la primera tiene más peso, más credibilidad. Lo mismo sucede en los casos de peleas por custodias de los hijos, pensiones alimenticias, etc. En los divorcios casi siempre los hombres son los que quedan mal parados. Hay muchos casos en los que las leyes favorecen a las mujeres. La edad de jubilación para los hombres, por ejemplo, es más alta a pesar de que su esperanza de vida es menor que la de las mujeres. En muchos países los hombres tienen que registrarse en el servicio militar e incluso en algunos es obligatorio servir en el ejército por un tiempo. Muchos trabajos como cajeros, sobrecargos, asistentes, etc. están reservados para las mujeres o no es bien visto que los hombres trabajen en ellos. Y qué decir del estigma con el que tienen que cargar los hombres homosexuales a diferencia de sus contrapartes femeninas. Ojo: con todo lo anterior mi intención no es invisibilizar el problema de la discriminación contra la mujer. Es un problema y serio. Creo que tanto hombres como mujeres tienen derecho a las mismas condiciones en el trabajo y en la sociedad en general. Pero tampoco podemos cerrar los ojos ante una realidad que nos afecta a todos.





La discriminación contra la comunidad LGBT es un tema que siempre debe tratarse con pinzas porque suelen herirse muchas susceptibilidades. El día de hoy quiero hacer mención del tan sonado caso de Ángela Ponce o Miss España 2018, quien concursará en Miss Universo este año. El caso ha causado mucha conmoción porque se trata de la primera vez en la historia que habrá una mujer transgénero en el concurso de Miss Universo. Hay muchas personas a favor y en contra de ello. Dejando de lado la cuestión de si un concurso de tal naturaleza debería existir o no, aquí la cuestión es de que se está desvirtuando la finalidad del mismo. Es un caso semejante al de la joven musulmana mencionado arriba. Hay cosas que no se deberían tocar. Me parece fuera de lugar querer cambiarlo todo simplemente porque no va con mi ideología. Les aseguro que si existiera un concurso de Miss Trans, por citar un ejemplo, no serían aceptados hombres o mujeres heterosexuales. Nada más lo que es. Una cosa es que una persona haya nacido hombre y se sienta mujer o viceversa, pero otra muy distinta es querer transgredir los estatutos establecidos de un concurso. También hay competencias para hombres por si no lo sabían. Tenemos a Mister World, aunque este no tiene tanta promoción como Miss Universo. Aquí el problema es que siempre quieren meterse hasta en la sopa. Si al rato sale un concurso de Miss Universo para Mujeres Nacidas Mujeres, se van a querer infiltrar de todas maneras y van a alegar que es un concurso discriminatorio y no sé que más. ¿Por qué ese afán de siempre querer meterse? Aquí sí estoy totalmente de acuerdo con Miss Colombia. Aunque tuvo que retractarse después de sus comentarios porque le tupieron, pero lo que dijo es verdad. Y no, no soy homofóbico ni nada que se le parezca, pero no por eso tengo que estar de acuerdo con todo lo que hace la comunidad LGBT. Espero no estarme metiendo en camisa de once varas por lo que estoy escribiendo.  Espero ahondar en el tema en otra publicación. 





Queda mucho por hacer referente a la discriminación. Pero de entrada creo que deberíamos ahorrarnos molestias innecesarias. No se trata simplemente de rebelarse contra el sistema porque sí, sino de hacerlo por verdaderas injusticias, por cosas que valgan la pena. Todo lo demás son fantochadas. 

domingo, 14 de octubre de 2018

Lo que no te mata, te da cáncer...u otra enfermedad

En los últimos años ha habido muchos avances en el campo de la salud. La esperanza de vida se ha alargado drásticamente. Se ha encontrado la cura para muchas enfermedades o por lo menos se ha encontrado la manera de controlarlas. Pero la ciencia no ha logrado erradicar las enfermedades por completo. De hecho han salido muchas nuevas o, más bien, se han incrementado los índices de algunas enfermedades. Todos conocemos a alguien que tiene diabetes o hipertensión, por citar un ejemplo. No solamente hablamos de gente de la tercera edad sino incluso de adultos jóvenes o niños. En pleno siglo XXI y con tantos avances médicos, estas enfermedades proliferan al por mayor. Los expertos lo atribuyen a facores como: la mala alimentación, el no dormir bien, el estrés, la falta de ejercicio, etc. Y es que en la actualidad el ritmo de vida es excesivamente acelerado. Los salarios en general son bajos, lo cual impide que la gente pueda alimentarse saludablemente ya que los alimentos saludables son caros. Eso sin contar que en la actualidad ya casi nada es natural, todo tiene químicos y los que se supone que no tienen nada (los orgánicos) están carísimos y no duran nada. Otro factor a considerar son las condiciones de trabajo actuales. La globalización nos ha traído cosas buenas y malas, entre estas últimas nos ha traído el estrés. La denominada enfermedad del siglo XXI nos afecta a todos de mil y una maneras. No es raro que la gente sufra de migrañas u otros malestares ocasionados por el estrés. Nuestra salud se ha visto comprometida por todas las cosas con las que tenemos que lidiar en el trabajo. En el afán de ser competitivas, las empresas presionan a sus empleados para que rindan más, muchas veces sin importar las consecuencias. No siempre se respetan los horarios de trabajo (si es que existen) e incluso a veces tienes que estar disponible por teléfono o correo electrónico aunque estés en tu casa o de vacaciones. La línea que divide la vida laboral de la privada cada vez es más fina. Todo ello en perjuicio de nuestra salud física y mental.





En lo personal, me cuesta mucho llevar un estilo de vida saludable. La alimentación es un factor muy importante para tener una buena salud. Pero seamos honestos, es muy difícil comer de manera saludable. Te aburres de siempre comer cosas insípidas, sin grasa, de leer etiquetas, de cuadrar macros, de medir porciones, de evitar ciertos alimentos, en fin. Ya me sé todo ese choro de que no debes hacer dietas sino cambiar tus hábitos alimenticios para que sea sostenible. Lo he intentado y no me ha funcionado. Sé que no soy el único. Igualmente con el ejercicio. La verdad no sé cómo le hace toda esa gente que va al gimnasio saliendo de la oficina. Me cuesta trabajo como no tienen idea. Salgo de la oficina todo estresado y lo que menos quiero es ir a un lugar apestoso a sudor, pelearme con gente por utilizar los aparatos y todo lo demás que conlleva ir al gimnasio. Odio ir al gimnasio, para mí es un verdadero suplicio. Pero de los males el menor. Si quisiera ir en la mañana me tendría que levantar a las 4. No, gracias. En cuanto al sueño, ahí sí me declaro culpable. Tengo la mala costumbre de desvelarme. Rara vez duermo 8 horas diarias. Me he hecho el propósito de acostarme temprano, pero simple y sencillamente no lo he conseguido. Seguiré intentándolo.





Lo del estrés, eso sí es inevitable para mí. No hay poder humano que me ayude a evitarlo. Dicen que uno debe relajarse, que no debe permitir que el estrés influya en tu vida personal de manera negativa. Suena muy bonito, pero no es fácil, al menos para mí no. Por ejemplo, ahorita al momento de escribir esta entrada, siento un dolor espantoso en los hombros provocado por estrés. De solamente pensar en que mañana tendré que lidiar otra vez con clientes necios, ya me estresé. No lo puedo evitar, es algo natural en mí. Lo malo es que está sensación es más fuerte los domingos en la noche. 

Regresando al tema de la alimentación, los obstáculos son mayúsculos. Que no debemos comer mucha carne roja (aunque sea magra) por el sodio, el ácido úrico y el riesgo de desarrollar cáncer. Igualmente con los embutidos. Ah, y que la carne no la debemos comer bien cocida porque nos puede provocar cáncer. Que beber líquidos muy calientes también provoca cáncer. Que el pollo y pescado deben ser naturales, no de criadero. Que no debemos consumir mucho atún porque tiene altos índices de mercurio. Y de un tipo de cáncer u otro, podemos mencionar supuestos causantes como: los refrescos, la leche, el pan blanco, la pasta, el azúcar refinado, los aceites vegetales, las palomitas de microondas, las papas de bolsa, las papas fritas, los cacahuates, la harina blanca y la lista sigue y sigue. O sea que por donde la veas, estamos fritos. De eso se pescan los veganos para decir que no debemos comer nada de origen animal. Pero de igual forma casi todo lo que compramos en el supermercado está procesado. Tendríamos que tener un huerto en nuestras casas para cultivar nuestras propias frutas y verduras, lo cual no es muy viable. 





El cáncer parece ser la enfermedad de moda. Todos conocemos a alguien que lo padeció o padece. Cáncer de colon, de próstata, de pulmón, de mama, de estómago, de riñón, de páncreas, de piel, leucemia...la lista es interminable. Hasta las cosas más inimaginables pueden provocar cáncer. Ya todos sabíamos que el fumar es causa de cáncer, pero ahora resulta que cosas tan comunes como el wifi pueden ser agentes. Pueden ver la lista completa de la OMS aquí: https://www.abc.es.





Y no hay que olvidar las enfermedades cardiovasculares, renales, respiratorias, la diabetes, etc. Todo influye en nuestra salud de una u otra forma. La alimentación, la actividad física, la contaminación, el tráfico, el estrés, la exposición al sol, el ruido, en fin. Tal pareciera que deberíamos vivir encerrados en una cajita de cristal que nos protegiera de todo. La verdad es que con tantas cosas que dicen se sugestiona uno. Ya no puedes hacer nada a gusto porque piensas en lo que podría pasar. Dicen que las enfermedades se pueden prevenir, pero, aunque suene exagerado, en ese afán de cuidarse tanto para conservar la buena salud, no se puede disfrutar de la vida a plenitud. Al menos eso pienso yo. Es cierto que no es vida tener que tomar pastillas todos los días para tratar una enfermedad, pero tampoco lo es el tener que restringirse y limitarse de las cosas que nos ofrece la vida. 

A veces me pongo a pensar en qué tan ciertas serán las cosas que dicen sobre las enfermedades. Dicen que ya encontraron la cura para el sida, pero que no lo han revelado porque se les acabaría el negocio a las farmacéuticas. La verdad no suena nada descabellado. Me pregunto si sucederá lo mismo con las demás enfermedades como el cáncer. Ya no sé que pensar. Por lo pronto, muy a mi pesar, tendré que seguir cargando con esta cruz de la dieta y el ejercicio. Igualmente tratar de dormir mejor, no estresarme tanto, en fin, poner todo de mi parte para conservar la buena salud. No quiero ser parte de las estadísticas.

domingo, 30 de septiembre de 2018

Cuando ni tú mismo te aguantas

Como ya he escrito anteriormente, hay muchas cosas sobre mi persona que no me gustan. Una de ellas es mi incapacidad de que se me "resbalen" las cosas. Me tomo las cosas muy a pecho, como dicen; personales, para que entiendan todos los que lean esto. He tratado por todos los medios de que no sea así, pero no he tenido ningún éxito. Quisiera dimensionar las cosas de manera correcta, no darles importancia a cosas que no la tienen, no exagerar ni hacer aspavientos, que no me importara nada, que no me afectara nada, seguir con mi vida normal como todos los demás...pero ¡no puedo! Para mi desgracia tengo una excelente memoria que nunca me falla para recordarme esos momentos amargos y una estúpida sensibilidad que me cuesta trabajo ocultar. Tengo que hacer mi mejor esfuerzo para que la gente no se dé cuenta, aunque muchas veces me es muy difícil lograrlo. Siempre he sido así desde que tengo uso de razón, aunque ya con la experiencia he aprendido un poco a manejar mejor las cosas. Pero no he podido erradicar este defecto por completo. Es algo con lo que he tenido que cargar de tiempo atrás. Odio este sentimiento de vulnerabilidad, de sensibilidad, de fragilidad. No se trata de un asunto de masculinidad malentendida sino de algo que no me ha dejado vivir, que me estorba, que no me deja estar en paz. Es algo más grande que mis fuerzas y que se ha acentuado con el tiempo. No sé si sea cuestión de edad o que he estado sometido a mucho estrés últimamente, pero cada vez me cuesta mucho más trabajo lidiar con esto. En las últimas semanas me he sentido irritable; de mal humor; cansado, más que física, espiritual y emocionalmente; me siento molesto sin razón aparente; deprimido. He tenido cambios de humor involuntarios; algunos dirán que es la andropausia, aunque todavía me falta mucho para eso, no he llegado siquiera a los 30. Otros dirán que soy bipolar y, aunque no soy experto en psiquiatría, sé que tampoco se trata de eso. No sé a qué atribuirlo, pero necesito encontrar un remedio y rápido.





Siempre desde niño he sido una persona algo huraña. A partir de la universidad empecé a hacer más amigos y a relacionarme más, aunque siempre he tenido mis reservas cuando trato a una nueva persona. Me gusta conocerlas bien y formar relaciones profundas; no me gusta lo superficial. A últimas fechas he salido más, he convivido más, me he relacionado más; pero a veces siento que necesito un espacio para mí solo. A veces cuando me encuentro con otras personas y estas hacen algun comentario sin mala intención (quiero pensar que así es), me molesta. Y eso es suficiente para arruinarme un buen momento. No soy de esas personas que pueden ignorar un comentario, hacerlo a un lado y seguir como si nada. Lo peor es cuando no sé qué es lo que me molesta, cuando no logro dilucidar la causa de mi molestia. Y es peor aún porque no puedo atacar ese sentimiento, no puedo hacerlo a un lado porque ni siquiera sé de qué se trata. También me ha pasado que a veces algo que pensé que ya había olvidado, algo que ya había quedado en el pasado resurge y se interpone entre una persona y yo. Algunos dirán que son rencores; yo la verdad no me atrevo a aseverar tal cosa. Pero representa un gran problema para mí.





En las últimas semanas han sucedido muchas cosas, algunas triviales hasta en mi opinión, pero que me han molestado sobremanera. Son cosas que me han arruinado un buen momento y que simplemente no he podido ignorar. Me da coraje conmigo mismo porque yo sé que a veces exagero, que dramatizo, pero no puedo evitarlo. Es algo que forma parte de mi naturaleza. La gente cree que a uno le gusta vivir así, pero no hay nada más falso que eso. Al menos en mi caso, no; no soy masoquista, no me gusta sufrir de a gratis. Quisiera ser como todas esas personas de personalidad fuerte, que no permiten que nada les afecte. Las envidio como no tienen idea. Esa gente puede llevar su vida de manera normal y no tienen que cargar con nada. Yo en cambio, hay veces que ni yo mismo me aguanto. Me caigo mal yo mismo por las cosas que digo y pienso. Sé que muchas veces tomo decisiones equivocadas, que me comporto de manera pueril, pero soy un ser humano y tengo derecho a equivocarme. A veces me siento como los personajes de las caricaturas que tienen un ángel y un diablo a los lados aconsejándoles qué hacer. Lamentablemente no siempre escucho al ángel. 




Quisiera encontrarle una causa a todo esto. Como escribí arriba, no es algo nuevo para mí, pero es un hecho que se ha exacerbado en los últimos años. Y cuando tomo la resolución de relajarme más, de tomar las cosas con calma, de tomar las cosas de quien vienen, tal parece que la vida decide poner mi resistencia a prueba. Hoy por ejemplo, me enteré de algo que no viene al caso mencionar, pero que la verdad sí es algo superficial y eso bastó para hacerme pasar un mal rato. El Enrique viejo resurge, ese Enrique que pensé haber sepultado, resucita. Me veo frente al espejo y me parece ver al mismo Enrique que tenía 10 años. Es cuando me doy cuenta de que a pesar de que nuestro cuerpo cambie, a pesar de que nuestro exterior sea diferente, el interior muchas veces permanece intacto. No importa que cumplas 30, 40 o 50 años, muchas cosas no cambian. Y no porque no quieras o porque no lo intentes; simplemente no se da, es algo que forma parte de tu naturaleza. 

Si ustedes no tienen ese problema, ¡los felicito! Pero no juzguen a quienes tienen problemas así, ni minimicen sus problemas. Tal vez, a veces, nos ahoguemos en un vaso de agua, pero no siempre es así. Cada quien tiene sus problemas y solamente uno sabe cómo se siente. Cada quien tiene demonios o fantasmas que lo atormentan; estoy hablando en metáfora, no se lo tomen todo literal. Cada cabeza es un mundo. No todos pensamos de la misma manera, no todos sentimos de la misma manera. Hay personas que viven con los sentimientos a flor de piel, mientras que hay otras que son más frías, que se guían por la cabeza y no por el corazón. Para muchas personas como yo no es fácil relacionarse con los demás. Si ya de por sí las relaciones interpersonales son complicadas, agréguenle encima este componente y las cosas se complican más todavía. No es que no sepamos que tenemos un problema sino que no existe una varita mágica ni una solución universal para resolverlo. Solamente nos queda tratar de aprender y controlar. Lo equparo al diabético que sabe que su enfermedad no tiene cura y tiene que medicarse y controlar sus niveles de azúcar. Aunque no digo que lo que me pase sea una enfermedad como la bipolaridad; ya eso es hablar de cosas mayores. Lo que sí es un hecho es que a veces ni yo mismo me aguanto, pero como soy la única persona que puedo ayudarme, pues no tengo más remedio que aguantarme. Nadie más lo hará. Ayúdate que yo te ayudaré. No viene en la Biblia, pero cuánta razón tiene quienquiera que haya inventado ese dicho.

lunes, 24 de septiembre de 2018

Con los dedos de la mano

Siempre he considerado que la persona que tiene amigos es muy rica y afortunada. Los amigos son esas personas especiales que forman parte de nuestra vida, pero que a diferencia de nuestra familia, a ellos sí podemos escogerlos. Por eso tiene más mérito, más valor. Muchas veces podemos contar más con los amigos que con los familiares. Pero como todo en la vida, de lo bueno, poco. Y los amigos no son la excepción. Son contadas las personas con las que uno puede contar, en las que uno puede confiar. Por eso pienso que es importante reflexionar sobre el significado de la palabra "amigo". Para mí no se trata solamente de una persona con la que pasas tiempo o sales a la calle, si ese fuera el caso se podría decir que hay gente que tiene muchos amigos. Pero como dice el proverbio: "En la cama y en la cárcel se conoce a los amigos", es decir, en las malas. Porque en las buenas todos están contigo, pero cuando tienes un problema, solamente los verdaderos amigos estarán ahí para ayudarte. 





En mi caso, tengo pocos amigos, los puedo contar con los dedos de la mano. Son personas en las que puedo confiar y que sé que me ayudarán en la medida de lo posible cuando lo necesite. Y lo mismo haría yo por ellos. Son como los hermanos que nunca tuve. Lamentablemente, todos están en México. Y a pesar de que la distancia física no nos permite vernos tan seguido, el cariño sigue ahí. Aunque no sea lo mismo, seguimos en contacto por teléfono o redes sociales. Por lo menos no nos sentimos tan lejanos. Y cuando tengo oportunidad de ir a Monterrey, trato de visitarlos y recordar viejos tiempos. Podemos hablar de lo mismo cada vez que nos vemos y no nos aburrimos. Es como si el tiempo se hubiera detenido y todo permaneciera igual.

En Houston fue muy difícil hacer amigos. De entrada, a mis vecinos ni los conozco. Como aquí la mayoría de la gente vive encerrada ni los buenos días nos damos. Y en los trabajos que he tenido realmente no he conocido gente. En uno solamente tenía una compañera y era una bruja; me hacía la vida de cuadritos. En otro tuve un compañero que era buena persona, pero éramos muy diferentes y nuestra relación se limitaba al trabajo. Casi no convivíamos fuera de la oficina. Y en mi trabajo actual estoy solo en la oficina porque no tengo compañeros. Nunca he trabajado en una empresa grande así que no he tenido la oportunidad de relacionarme como yo quisiera. Apenas el año pasado comencé a conocer gente y a relacionarme más gracias a una aplicación llamada Meetup. He hecho buenos amigos o, al menos, eso pienso. Vamos a cenar de vez en cuando, nos vamos a un bar o antro y hemos hecho otras cosas juntos. Pero aún no logro dilucidar la fortaleza de nuestra amistad. No he logrado con ellos la conexión que tengo con mis amigos de Monterrey. No sé si pueda contar con ellos cuando tenga un problema, quiero pensar que sí, porque en lo que a mí respecta, ellos pueden contar conmigo. Se los he dicho. Pero no tengo la seguridad de que el sentimiento sea recíproco. La verdad me da miedo encariñarme con las personas, creer que puedo contar con ellas. He depositado mi confianza en otras personas y me han fallado. Ya me ha pasado. Tal vez sea porque mis expectativas son muy altas, porque para mí la amistad es sinónimo de entrega, de complicidad. Los amigos se cuentan sus cosas, aunque evidentemente cada quien tiene algo que es solamente suyo y no les gusta compartirlo, no porque no tengas confianza en los demás sino porque es algo tuyo nada más. Cada quien tiene derecho a algo de privacidad. No sé si en mi caso también influyan los factores culturales o si simplemente son las personalidades de cada quien, pero el caso es que no sé con certeza quiénes son mis amigos y quiénes no. Como ya dije antes, no se trata solamente de salir, de pasar tiempo juntos, sino de lograr una conexión especial.





El año pasado me llevé una decepción. Qué raro. Pero este año ha sido un poco mejor, aunque no dejo de tener mis precauciones. La experiencia me ha enseñado que debes aprender en quién confiar y en quién no. No puedes confiar a ciegas ni meter las manos al fuego por alguien que no conoces bien. Si a veces creyendo conocer a alguien te va mal, ahora imagínate si no conoces a esa persona. Es muy importante seleccionar bien a tus amistades. Los amigos y la pareja son las únicas personas que uno escoge en la vida. Pero nada es eterno. A la novia la cortas, de la esposa te divorcias y los amigos se van. Por eso a veces me da miedo hacer nuevos amigos porque sé que tarde o temprano nos separaremos. Ya me ha pasado y es algo que no me gusta. No me acostumbro. 

Hace algunos años tenía un amigo que se mudó de ciudad. Seguíamos en contacto por medio de redes sociales, pero llegó un momento en el que ya no respondió a mis mensajes. Y después me eliminó de sus contactos. Pensaba que éramos buenos amigos y que así sería por mucho tiempo, pero me equivoqué. Pero bueno, son experiencias de la vida. Es inevitable equivocarse con las personas. Muchas veces el sentimiento no es recíproco, aunque uno piense lo contrario. Para mí la lealtad es muy importante y creo que si la amistad es lo suficientemente fuerte, la distancia no es impedimento alguno. Personas van, personas vienen. Las personas que verdaderamente son tus amigos no se olvidan de ti. Pueden estar lejos físicamente, pueden pasar años, pero la amistad permanece.


Hay amigos que no son amigos, y hay amigos que son más que hermanos 
Proverbios  18:24
       

viernes, 14 de septiembre de 2018

Envidia de la buena

Hay cosas que son inevitables y que no importa cuánto te esfuerces por cambiarlas. A últimas fechas me he dado cuenta de algo que no me deja estar en paz. Reconozco que ya lo había sentido antes y creo que es normal hasta cierto punto en el ser humano. Hablo de la envidia. Todos la hemos sentido alguna vez en la vida y quien diga que no, miente. A mayor o menor escala, por lo menos alguna vez hemos querido lo que tiene el otro. Esto crea problemas cuando se convierte en una situación permanente porque es algo que nos estorba, que no nos deja vivir. Debo admitir con cierta vergüenza que últimamente he dejado que ese sentimiento me invada y contamine. Y no estoy hablando precisamente de la "envidia de la buena", si es que algo así existe. Envidia es envidia y punto. Es algo muy feo, algo que no me gusta, pero no lo puedo evitar. Veo a las personas que me rodean y veo que les va bien. Ganan bien, viven desahogadamente, en fin. Por un lado me da gusto que les vaya bien en la vida, pero por otro no puedo evitar el sentir un coraje, renegar de la suerte que me tocó. Conozco a muchas personas y sé que algunas de ellas se merecen lo que tienen, lo que han logrado. Las admiro profundamente, pero eso no impide que sienta esta insatisfacción, esta necesidad de tener y ser más. Y por otro lado, conozco a otras personas que me consta que no se merecen lo que tienen, pero la vida fue benévola con ellas. La vida no es justa, siempre lo he dicho y no me cansaré de decirlo. No es un afán de hacerme la víctima. Sólo yo sé cuánto me he esforzado por salir adelante, al igual que muchas otras personas, sé que no soy el único. La vida no ha sido fácil para mí. Me ha costado mucho estudiar, prepararme, buscar un trabajo, forjar una carrera, en fin, todas las cosas que son necesarias para el bienestar de cualquier persona. No me he dormido en mis laureles, como mucha gente dice. He luchado, me he caído y levantado, pero honestamente ya estoy cansado. No soy de palo. Las derrotas duelen y aunque no sea fácil reconocerlo, al final no tenemos más opción que aceptar las cosas como son.





Por más que digan que el dinero no es la felicidad, que las cosas materiales son secundarias y demás cosas por el estilo, no pueden negar que el dinero es muy importante y necesario en la vida. No voy a decir que viví en la pobreza, pero mi situación dista mucho de ser la ideal. Tuve que soportar muchas cosas. Cuando de niño, tuvimos que vivir con mi abuela porque mi papá no podía pagar una casa. Según me contaron, tuvimos una pero solamente por un par de años y tuvimos que devolverla. Yo era tan pequeño que no lo recuerdo. Así que tuvimos que mudarnos con mi abuela y de paso se nos arrimó una tía y se hicieron muchos problemas. A veces el ambiente en la casa era insoportable. Pero tuve que aguantarme, no había de otra. 

Después cuando quise entrar a la universidad, no pude estudiar en la que yo quería porque era muy cara. Sí, tenía buenas calificaciones y calificaba para algunas becas pero no era suficiente. Y nuestra situación económica no daba para más. Así que tuve que bajar mis estándares y estudiar en un lugar que la verdad nunca había sido una opción para mí. Afortunadamente tuve beca la mayor parte de la carrera y así la carga económica no fue tan pesada. Pero esto no representa ningún alivio. 

Después llegó lo bueno: encontrar empleo. No es fácil y menos cuando no tienes palancas. Es muy bonito todo ese discurso de obtener las cosas por uno mismo, pero que no abusen. Una ayudadita no le hace mal a nadie. La vida es tan corta para pasársela batallando para conseguir lo que uno quiere. 

Actualmente hay muchas cosas que me hacen falta. Para empezar, estoy en un trabajo que, si bien no odio, no me da satisfacción. Pero no podía ponerme mis moños porque la situación ya era insostenible. Tenía que cambiarme de trabajo a la de ya. No tengo una carrera de la cual me sienta orgulloso, es más, a veces pienso que me equivoqué de carrera. Y qué decir de lo demás. Me gustaría que mi vida fuera distinta. Poder vivir en un lugar a mi gusto, tener ciertas cosas, viajar, en fin. Me adapto a la medida de mis posibilidades, pero no deja de ser frustrante. A veces me pregunto de qué vale tanto esfuerzo, si tal parece que hay una mano que me empuja hacia abajo cuando trato de ir hacia arriba. Trato de darme ánimos yo mismo, pensando que vendrán tiempos mejores, que las cosas cambiarán, pero tal parece que no son más que quimeras. Volteo a mi alrededor y veo lo que no soy y lo que no tengo. Sí, hay que agradecer lo que uno tiene, apreciarlo, valorarlo, pero ¿por qué conformarse? Hay que ser ambicioso en la vida, siempre buscar más. Lo uno no está peleado con lo otro. Lo malo es que a veces luchamos batallas que ya están perdidas de antemano. Dios, la vida o el destino decidieron que nuestra suerte sería diferente. 





La envidia no es buena, independientemente de que sea pecado o no, es algo que no nos deja vivir. ¿Cómo evitarla? No lo sé, tal vez no es posible. Pero me esfuerzo día a día para quitarla de mi camino y seguir hacia adelante. De lo contrario, me volvería loco.

jueves, 30 de agosto de 2018

A un año del mil veces maldito Harvey

Ya pasó un año de que el maldito huracán Harvey azotó la ciudad de Houston. Fueron días angustiantes que la verdad ya no quisiera recordar. Como no tengo la costumbre de ver las noticias acá, no me enteré de que venía un huracán hasta el día anterior de su arribo. Ese día inmediatamente al salir del trabajo me dirigí a la tienda a comprar agua. Grande fue mi sorpresa. Debí suponer que estaría a reventar. La gente barrió con el agua. Eran compras de pánico. No solamente agua sino comida enlatada, baterías, velas, en fin, cosas que se podrían necesitar. No recuerdo exactamente cuántas tiendas visité esa noche, pero fácilmente fueron unas cinco. En ninguna encontré agua y los empleados de las tiendas no sabían cuándo los iban a reabastecer. De buena suerte, mi jefe en aquel entonces me regaló un 24 y mis papás pudieron conseguir otro pero a un precio algo elevado. Hubo gente que hizo su agosto con la desgracia ajena. Y ni qué decir de las filas en las gasolineras. Era algo horrible. Nunca en la vida me había tocado experimentar algo así. Gente tirada en el suelo, gente en catres, niños, perros, alarmas de alerta que nunca cesaban, caos por doquier. 

La lluvia no cesaba. Tuvimos que salirnos de nuestra casa y refugiarnos en un albergue en el centro de la ciudad. Fue una experiencia francamente horrible. No podía evitar imaginarme el diluvio bíblico. En nuestro caso fueron unos tres días pero que parecieron meses. Fueron días muy largos. El penúltimo día me tocó estar con mi abuelita todo el día en un centro de hemodiálisis. Nos atendieron hasta al último. Llegamos al albergue alrededor de las 2 de la mañana. Al día siguiente dejó de llover. Fue mi tío por nosotros para llevarnos a la casa. Había escombros por todos lados. Como era de esperarse, mi carro se inundó. De hecho el agua lo levantó y lo empujó hacia delante. Antes de entrar a la casa temíamos cómo la íbamos a encontrar. Gracias a Dios el agua no alcanzó a meterse. Vivimos en una casa móvil y como saben éstas están un poco elevadas, no están al nivel de la calle.





Lo cierto es que Houston todavía no se ha recuperado del todo del impacto sufrido por el huracán. Hubo gente que se quedó sin empleo porque cerraron sus lugares de trabajo. Restaurantes, hospitales y negocios de todo tipo se vieron afectados. Muchos de ellos no han reabierto todavía y algunos han dicho que definitivamente no lo harán. El Fondo Federal para Desastres (FEMA, por sus siglas en inglés) no se daba abasto. La línea estaba saturada. Otras oficinas federales, así como organizaciones civiles y religiosas tuvieron semanas muy extenuantes ayudando a la gente. Pedir ayuda fue un proceso muy engorroso. Filas por todos lados bajo el sol, esperas interminables, largas llamadas telefónicas, burocracia a más no poder. Ya ni siquiera por la situación que atravesábamos dejaban sus mafufadas. Pero lo peor está por venir. No sé qué tan cierto sea, pero al parecer FEMA exigirá que la gente tenga seguro contra inundaciones. Mi vecindario no estaba clasificado como área potencial de inundación, pero todo cambió a raíz de Harvey. Así que si nos llega otro huracán y solicitamos ayuda federal, no solamente nos la negarán si no tenemos seguro sino que también nos cobrarán lo que nos dieron la última vez. Mucha gente todavía no termina de reconstruir sus casas o tienen poco de haber terminado y ya el gobierno nos sale con estas cosas. Estamos hablando de que tendríamos que desembolsar más de USD 200 al mes y si es que llegamos a hacer un reclamo, estaríamos a expensas de las aseguradoras porque estas alimañas se valen de argucias para no pagar. Lo vimos con Harvey y lo seguiremos viendo muy a nuestro pesar. ¿De qué fregados sirve tener seguro entonces? Es una mafia en toda la extensión de la palabra.





Las prioridades del gobierno deben cambiar. En lugar de empecinarse en construir un muro en la frontera con México o de gastar a lo bruto en el ejército y otras cosas que no son apremiantes, debería invertir en los fondos para desastres naturales que son algo inevitable. Si no son inundaciones en el sureste, son incendios en California o tornados en el centro. Total que estamos amolados por todos lados. Lo cierto es que ahora cada que llueve vivo con la zozobra de que le vaya a pasar algo a mi casa o carro. Y la temporada de huracanes dura un buen. Es cierto que son cosas materiales, pero eso no es ningún consuelo. Muchas personas dicen que lo material va y viene, pero la verdad es que las cosas se van muy rápido y tardan en regresar.

Nunca voy a olvidar este maldito huracán y nunca me cansaré de maldecirlo. No solamente por los momentos angustiantes que nos hizo pasar sino por todo lo que tuvimos que pasar después. Tuve que malbaratar mi carro porque solamente tenía seguro contra terceros, pero no tuve más opción. Mi papá se tuvo que endeudar para sacar otro. Como recordarán, en Houston si no tienes carro es muy difícil transportarte. En fin. Creo que tendremos que acostumbrarnos a este tipo de cosas si es que seguimos viviendo en Houston. Maldito Harvey. Malditos huracanes.