Hay cosas que son inevitables y que no importa cuánto te esfuerces por cambiarlas. A últimas fechas me he dado cuenta de algo que no me deja estar en paz. Reconozco que ya lo había sentido antes y creo que es normal hasta cierto punto en el ser humano. Hablo de la envidia. Todos la hemos sentido alguna vez en la vida y quien diga que no, miente. A mayor o menor escala, por lo menos alguna vez hemos querido lo que tiene el otro. Esto crea problemas cuando se convierte en una situación permanente porque es algo que nos estorba, que no nos deja vivir. Debo admitir con cierta vergüenza que últimamente he dejado que ese sentimiento me invada y contamine. Y no estoy hablando precisamente de la "envidia de la buena", si es que algo así existe. Envidia es envidia y punto. Es algo muy feo, algo que no me gusta, pero no lo puedo evitar. Veo a las personas que me rodean y veo que les va bien. Ganan bien, viven desahogadamente, en fin. Por un lado me da gusto que les vaya bien en la vida, pero por otro no puedo evitar el sentir un coraje, renegar de la suerte que me tocó. Conozco a muchas personas y sé que algunas de ellas se merecen lo que tienen, lo que han logrado. Las admiro profundamente, pero eso no impide que sienta esta insatisfacción, esta necesidad de tener y ser más. Y por otro lado, conozco a otras personas que me consta que no se merecen lo que tienen, pero la vida fue benévola con ellas. La vida no es justa, siempre lo he dicho y no me cansaré de decirlo. No es un afán de hacerme la víctima. Sólo yo sé cuánto me he esforzado por salir adelante, al igual que muchas otras personas, sé que no soy el único. La vida no ha sido fácil para mí. Me ha costado mucho estudiar, prepararme, buscar un trabajo, forjar una carrera, en fin, todas las cosas que son necesarias para el bienestar de cualquier persona. No me he dormido en mis laureles, como mucha gente dice. He luchado, me he caído y levantado, pero honestamente ya estoy cansado. No soy de palo. Las derrotas duelen y aunque no sea fácil reconocerlo, al final no tenemos más opción que aceptar las cosas como son.
Por más que digan que el dinero no es la felicidad, que las cosas materiales son secundarias y demás cosas por el estilo, no pueden negar que el dinero es muy importante y necesario en la vida. No voy a decir que viví en la pobreza, pero mi situación dista mucho de ser la ideal. Tuve que soportar muchas cosas. Cuando de niño, tuvimos que vivir con mi abuela porque mi papá no podía pagar una casa. Según me contaron, tuvimos una pero solamente por un par de años y tuvimos que devolverla. Yo era tan pequeño que no lo recuerdo. Así que tuvimos que mudarnos con mi abuela y de paso se nos arrimó una tía y se hicieron muchos problemas. A veces el ambiente en la casa era insoportable. Pero tuve que aguantarme, no había de otra.
Después cuando quise entrar a la universidad, no pude estudiar en la que yo quería porque era muy cara. Sí, tenía buenas calificaciones y calificaba para algunas becas pero no era suficiente. Y nuestra situación económica no daba para más. Así que tuve que bajar mis estándares y estudiar en un lugar que la verdad nunca había sido una opción para mí. Afortunadamente tuve beca la mayor parte de la carrera y así la carga económica no fue tan pesada. Pero esto no representa ningún alivio.
Después llegó lo bueno: encontrar empleo. No es fácil y menos cuando no tienes palancas. Es muy bonito todo ese discurso de obtener las cosas por uno mismo, pero que no abusen. Una ayudadita no le hace mal a nadie. La vida es tan corta para pasársela batallando para conseguir lo que uno quiere.
Actualmente hay muchas cosas que me hacen falta. Para empezar, estoy en un trabajo que, si bien no odio, no me da satisfacción. Pero no podía ponerme mis moños porque la situación ya era insostenible. Tenía que cambiarme de trabajo a la de ya. No tengo una carrera de la cual me sienta orgulloso, es más, a veces pienso que me equivoqué de carrera. Y qué decir de lo demás. Me gustaría que mi vida fuera distinta. Poder vivir en un lugar a mi gusto, tener ciertas cosas, viajar, en fin. Me adapto a la medida de mis posibilidades, pero no deja de ser frustrante. A veces me pregunto de qué vale tanto esfuerzo, si tal parece que hay una mano que me empuja hacia abajo cuando trato de ir hacia arriba. Trato de darme ánimos yo mismo, pensando que vendrán tiempos mejores, que las cosas cambiarán, pero tal parece que no son más que quimeras. Volteo a mi alrededor y veo lo que no soy y lo que no tengo. Sí, hay que agradecer lo que uno tiene, apreciarlo, valorarlo, pero ¿por qué conformarse? Hay que ser ambicioso en la vida, siempre buscar más. Lo uno no está peleado con lo otro. Lo malo es que a veces luchamos batallas que ya están perdidas de antemano. Dios, la vida o el destino decidieron que nuestra suerte sería diferente.
La envidia no es buena, independientemente de que sea pecado o no, es algo que no nos deja vivir. ¿Cómo evitarla? No lo sé, tal vez no es posible. Pero me esfuerzo día a día para quitarla de mi camino y seguir hacia adelante. De lo contrario, me volvería loco.
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