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martes, 5 de diciembre de 2017

Un rayo de esperanza

Este año ha sido malo en muchos sentidos. Ha sido un subibaja de emociones, mayoritariamente negativas. Muchas cosas no están en su lugar. No hay una plenitud personal ni profesional. Cada día ha sido una carga, la misma rutina, las mismas cosas, todo y nada. Ya no era una persona sino un autómata. No había tenido tiempo para procesar tantos cambios en mi vida. Literalmente ni tiempo para llorar tenía. Espero que nunca sepan lo que es sentir una frustración tan grande que no cabe dentro de ti. Es algo indescriptible, inefable. Nadar contra la corriente, rechazar la cruz que te tocó, caminar a tientas, vivir con una zozobra constante. Tu mundo se cae a pedazos. Quieres gritar, pero no puedes. Quieres llorar, pero no puedes. Tus lágrimas se han secado. Te has resignado a tu destino, a lo que te tocó vivir. Ya no cuestionas, o por lo menos lo haces menos que antes. Es inútil hacerlo. No hay respuestas. Estás rodeado de silencio. ¿Es un castigo? ¿Estoy pagando algún pecado? ¿Es una cruel broma del destino? ¿Es acaso un mal sueño, una pesadilla de la que pronto despertaré? No lo sé y eso me frustra más. La vida continúa, no se detiene ni un segundo. Estás en un trance. Todo parece tan irreal, todo es tan confuso. ¿Acaso lo que pasa es consecuencia de mis actos u obedece a designios superiores? No todo es blanco o negro, cierto, pero quiero creer que no toda la culpa es mía. Somos seres imperfectos, incapaces de no cometer errores. Pero parece que la vida no distingue esas cosas. Debes pagar con creces tus errores. Pero tal parece que nunca es suficiente.




Así mi año. Entré en una estupefacción, un letargo del cual no me recupero del todo. Olvidé quién era, de lo que era capaz. Me sumergí en la tristeza y la depresión. Mucha gente no cree en eso de la depresión, pero es algo real. Incluso a mí me parecía algo ajeno. No digo que no pensara que no existiera, pero nunca pensé que fuera algo que pudiera pasarme a mí. Pero me pegó y duro. Me atacó por varios frentes. Me dejé embaucar y dejé de creer en mí mismo. Perdí mis ilusiones, las ganas de vivir. Por más dramático que suene, pero así fue. Trataba de darme ánimos, pero todo era momentáneo. La depresión parecía dejarme descansar a ratos, pero no se iba del todo. No me quitaba la mirada de encima. Estaba prisionero en mí mismo. Yo era mi peor enemigo. 

Dicen que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Efectivamente me cansé. No se puede vivir en estas condiciones por mucho tiempo. En pláticas con otras personas, me di cuenta de que no soy el único. Descubrí que hay más gente atravesando por situaciones similares. Personas cercanas a mí. Eso me hizo sentir un poco aliviado. Obviamente no me alegra por lo que están pasando, pero es un aliciente saber que somos varias personas luchando por salir adelante, por no dejarnos vencer en esta cruenta batalla de la vida. Los que me conocen saben que tiendo a ser pesimista o negativo, rayando en el nihilismo. No siempre fui así. Bien dicen que la burra no era arisca sino que los palos la hicieron. No todos reaccionamos de la misma forma ante los golpes que nos da la vida. Algunas personas lo enfrentan todo con un entereza admirable, mientras que otros sucumben ante los ataques. Y es válido, porque aunque todos hayamos sido hechos con el mismo molde, nuestra esencia es distinta. Si dos gemelos idénticos no son exactamente iguales (no me refiero en el sentido físico obviamente), ¿por qué deberíamos serlo los demás?




La semana antepasada pude ir a Monterrey por unos días y pude platicar con dos grandes amigas a las que quiero mucho y estimo. Platicamos de nuestras inquietudes y problemas. Lo necesitaba tanto. Tenemos tantas cosas en común, incluyendo nuestras depresiones. Sin embargo, me hicieron ver que uno es el que debe generar un cambio. No podemos esperar que todo nos caiga del cielo. Nos vamos a caer, pero hay que levantarnos de nuevo, no importa las veces que sea necesario. No todo va a ser de color rosa, pero tampoco tiene por qué ser negro y sombrío todo el tiempo. Pero no puede haber un arco iris sin lluvia. Siempre hay una luz al final del túnel. Fue en ese momento que atisbé un rayo de esperanza. No todo está perdido. Lo hecho, hecho está y no se puede cambiar. Pero el futuro depende de mis acciones presentes. Por eso he decidido que vale la pena intentarlo. Ya estuvo bueno de andarse lamentando, de tristear, de sufrir. Hay que darle vuelta a la página.




Con todo lo anterior, no crean que me he convertido en un Dr. Lozano o Paulo Coelho, Dios me libre. Pero he decidido balancear un poco las cosas. Como hecho adrede inmediatamente después de regresar de mi viaje, parece que la vida decidió ponerme a prueba. Estos días han sido horribles en el trabajo. Llegué a la oficina con la mejor actitud posible y mi jefe me regañó por unas nimiedades. Lo peor de todo fue el miércoles pasado, el mismo día de mi cumpleaños. Ya tengo 3 años trabajando en la empresa y es fecha que mi jefe no recuerda mi cumpleaños. No espero regalo o pastel, es más, ni siquiera espero una felicitación. Honestamente me vale, pero quisiera por lo menos una consideración por ese día. Él quería que me quedara tarde a trabajar ese día y le dije que no podía, que al día siguiente me quedaba hasta la hora que quisiera y se molestó. Le expliqué mis motivos y le bajó 2 rayitas a su intensidad, pero fue un momento muy desagradable. Total, me dejó ir  a regañadientes. Me enojé mucho, pero me puse a reflexionar y decidí que eso no iba a arruinar mi día. Así que me fui a festejar con mi familia y se me pasó. Los días posteriores a mi cumpleaños no han sido mejores. Mi jefe se ha cargado un genio que me dan ganas de pedirle un deseo. No sé qué problemas personales tenga y la verdad no me interesa, pero me ha regañado por cualquier cosa. Supongo que necesita desquitarse con alguien, pero como quiero llevar la fiesta en paz, he optado por no discutir y que todo lo que me diga entre por un oído y salga por el otro. Cierro la boca para evitar problemas, por salud mental y porque me conviene. Lamentablemente, una mala referencia de un exjefe tiene mucho peso, pero eso es tema aparte. Por lo pronto, todos los días antes de llegar a la oficina respiro profundo y me digo a mí mismo que ya pronto no tendré por qué aguantar esta situación. Ya les contaré.

Bueno, amigos, me despido. No pude escribir la semana pasada como lo tenía planeado, pero quise darme el tiempo hoy. Au revoir!

domingo, 12 de noviembre de 2017

Cuando todo se te junta

Jamás te preguntes si las cosas podrían estar peor. La vida es una tramposa a la que le gusta escuchar detrás de las puertas y podría oírte. Ni siquiera te lo preguntes en silencio. Es tentar al destino, es ponerte la soga al cuello. La vida puede sorprenderte de mil y una maneras. Y las sorpresas que te da no siempre son buenas. Justo en el momento en que crees que has tocado fondo, que has caído lo más bajo posible, que te sientes atrapado en un laberinto sin salida y que crees que ya nada malo te puede pasar, es cuando lo peor está por venir. No lo digo yo, lo dice la ciencia. Nada es eterno, sobre todo la felicidad. Aunque pareciera que los problemas sí lo son. Y para mala fortuna nuestra, éstos nunca vienen solos. Les gusta venir acompañados a los desgraciados. Unos más grandes que otros, pero igual de molestos. 





En las últimas semanas he entrado en crisis. Supongo que muchos de ustedes están familiarizados con el concepto de crisis de la mediana edad o por lo menos han escuchado hablar del tema. Pues bien, aunque aún no llego a esa edad, ya los años empiezan a pesar. Estoy a escasos días de cumplir años y la verdad, no es algo que me entusiasme. Inevitablemente llegas a un punto en el que te cuestionas qué has hecho con tu vida. Valoras tus logros y principalmente tus fracasos. Te das cuenta de que ya no eres un adolescente que puede permitirse cometer docenas de errores. Te concientizas más sobre la vida. Te preguntas a dónde quieres ir. Te das cuenta con tristeza de que no te gusta el rumbo que has tomado, que no te sientes satisfecho con tu vida. Quieres cambiar, pero no sabes qué hacer. No encuentras la salida por ninguna parte. Todo es negro a tu alrededor. Te sientes atrapado sin posibilidad de escapar. Tal parece que las personas que te rodean no tienen los mismos problemas que tú. Se les ve felices y plenos y eso te frustra aún más. Sientes que ya no hay marcha atrás. Lo hecho, hecho está. Lo único que puedes hacer es planificar tu futuro. Pensar las cosas dos veces antes de hacerlas. Tus miedos cobran más fuerza que nunca. Entiendes que todo tiene consecuencias, incluso la inacción. Es un círculo vicioso que no se termina.

Con el paso de los años hay muchos cambios tanto físicos como emocionales. Atrás quedaron los tiempos en que anhelaba cumplir años. No tienen idea de como quisiera comenzar a "descumplirlos". Bien dicen que no es lo mismo los tres mosqueteros que veinte años después. Físicamente lo veo sobre todo con las desveladas. Me siento fatal cuando no duermo bien y no es necesario haber tomado una copa siquiera la noche anterior. Últimamente no he podido dormir bien por cambios en mi rutina de trabajo y me siento fatigado e irritable. Tengo sueño todo el tiempo, no me puedo concentrar, todo se me hace tan difícil. Nunca en la vida había experimentado algo igual. Me siento como una copa de cristal que se agrita poco a poco y que en cualquier momento se romperá en mil pedazos.





Y hablando del trabajo (qué raro), este año ha habido tantos cambios que no he tenido tiempo de asimilarlos. Me siento abrumado, perplejo, consternado. Si bien es cierto que es imposible que todo permanezca igual siempre, cuando los cambios son muchos y tan repentinos, no puedes evitar sentirte así. Este año mis funciones cambiaron radicalmente y mi vida personal se ha visto seriamente afectada. No solamente han aumentado mis niveles de estrés e incertidumbre, sino que también he tenido que renunciar a otras cosas para hacer algo que no me gusta. Si ya de por sí me sentía estancado en mi trabajo, ahora la situación está peor. Me siento estancado y frustrado. Cada día en la mañana tengo que repetir el mantra de que tengo que aguantar un poco más, pero honestamente cada vez es más difícil. Tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para sacar fuerzas de flaqueza.





No conforme con las crisis de la edad y plano profesional, también tengo que lidiar con todo el papeleo requerido para recibir asistencia financiera debido a los destrozos causados por el mil veces maldito huracán Harvey. Los que me conocen saben cuánto odio a la burocracia. Pues bien, ahora me tengo que enfrentar a ella irremediablemente. Lo detesto con toda mi alma. Es un verdadero suplicio todo este proceso. Tal parece que el gobierno se esfuerza para hacer las cosas tan complicadas. Ve a tal lugar, habla a tal número. Unos te dicen una cosa, mientras que otros te dicen otra totalmente diferente. Creen que uno tiene todo el tiempo y paciencia del mundo. Y como yo soy el único que habla inglés en la casa, pues a mí me toca todo el paquete. Todavía falta hacer reparaciones en la casa y reemplazar los vehículos dañados. Dudo mucho que la situación cambie antes de que empiece el 2018.

También hay uncas cuestiones legales por ahí que se supone ya se deberían haber resuelto, pero no. Lo cual hace que odie más a la burocracia y a los abogados en general. Es un mafia que debería desaparecer. La justicia es ciega, pero no porque sea impacial sino porque sus ejecutores son unos hijos de su madre que se hacen de la vista gorda a como más les convenga.

Sientes que el mundo se te viene encima. Ya no sientes lo duro sino lo tupido. Es inevitable preguntarte qué nuevos golpes te dará la vida. Ésta es un adversario cruel y despiadado. Solamente está esperando la oportunidad para darte la estocada final y la infeliz es muy certera. Con tantas cosas en la cabeza a veces es imposible estar en guardia para defenderse de la embestida. Lo único que uno puede hacer es volverse a levantar. La función debe continuar. Au revoir!

domingo, 5 de noviembre de 2017

Aquí también

Esta semana hubo un alboroto en Houston por la victoria de los Astros. Hasta cierto punto es natural ya que nunca en toda su historia habían ganado un campeonato. Todos estos días la gente estuvo a la expectativa. Yo la verdad pensé que la iban a "cruzazulear" (como decimos en México cuando un equipo llega a la final y pierde, haciendo alusión al equipo de futbol Cruz Azul). Los boletos para entrar estaban carísimos, pero aún así el estadio se llenaba. Muchos bares y restaurantes hicieron su agosto. Los juegos eran el tema de conversación en reuniones familiares y en el trabajo. Me llegué a hartar honestamente. En el trabajo siempre me preguntaban si había visto el juego y yo les decía que no, a lo cual me preguntaban que cómo era posible. Qué suplicio. 




Tan pronto como ganaron los Astros, mucha gente fue a las tiendas deportivas a comprarse la camiseta. Afuera del Academy por mi casa había una larga fila a las 3 a.m. A mucha gente no le importó que en unas horas tenían que ir a trabajar o llevar a los escuincles a la escuela. La verdad desconozco si inflaron los precios de los artículos deportivos, pero en todo caso fue un negocio redondo para todos los involucrados. Me asombra la cantidad de gente afanada por comprar entradas a los juegos, camisetas y demás cosas. No digo que yo no lo haya hecho nunca, pero era más joven y se me hizo fácil. A estas alturas de mi vida ya no hago esas cosas. Pero cada quien. 

El jueves hubo un desfile en el centro de la ciudad y dicen que se abarrotó. No me sorprende. Hubo gente que faltó a trabajar o pidió la salida temprano para ir a ver a los Astros. Yo estaba trabajando a esas horas, pero no habría ido de todas maneras si hubiera podido. No, no soy amargado, solamente no soy fan de hueso colorado. Me gusta el béisbol, incluso iba a los juegos en Monterrey de vez en cuando, pero hasta ahí.

Estoy feliz de que todo haya terminado. Ya estaba harto de las publicaciones en Facebook y de que solamente hablaran de eso en eventos sociales. Ahora sí puedo descansar en paz. Se sigue hablando del tema, pero las cosas poco a poco regresan a la normalidad. Los jugadores hasta tuvieron apariciones en el show de Jimmy Fallon y Saturday Night Live. Y dicen que todavía falta que los inviten a la Casa Blanca. 

Aunque debo reconocer que hay ciertas diferencias sobre el ambiente en Houston durante los playoffs comparado con el que se vive en Monterrey cuando un equipo local está en la liguilla. Mi papá me comentaba que no sentía que los Astros estuvieran en la final. Bueno, por principio de cuentas, mi papá no tiene una vida social muy activa, así que eso contribuyó en parte a su percepción. Pero sí tiene algo de razón en lo que me dijo. Recuerdo cuando vivía en Monterrey y el alboroto que se hacía cuando un equipo estaba en la final. Se respiraba en el aire. Por todos lados veías gente con playeras de su equipo, carros con banderas, gente vendiendo souvenirs en la calle, escuchabas el himno del equipo en la calle, en todos los programas de tv locales hablaban sobre el tema, en redes sociales no se hablaba de otra cosa, en fin. Aunque no fueras fan, aunque no siguieras las noticias del equipo, sabías que el equipo en cuestión estaba en la final. Y qué decir del mero día de la final. Ese día la ciudad literalmente se paralizaba. Era muy notorio el escaso tráfico en la calle. La mayoría de la gente se encontraba en sus casas o en algún otro lugar viendo el juego por televisión. En cambio, aquí en Houston no se ve nada de eso, o más bien, no al nivel al que uno está acostumbrado, lo cual se agradece en todo caso. Aquí todo se vivía de manera más aislada. Obviamente si ibas a un bar o restaurante se sentía el ambiente festivo, pero en la calle no era tan marcado, a excepción del día del desfile claro está. No sé si se deba a que la gente esté más dispersa aquí, a las grandes distancias o la diversidad étnica/cultural, pero aquí se vive de manera diferente. 

Pensaba que solamente en México inflaban los precios de los boletos en las finales, pero ya vi que no es así. Se justifican con el argumento de la oferta y la demanda. Patrañas. Pero es inevitable ya que hay mercado para ello. Lo hacen porque pueden y sobre todo porque hay gente que está dispuesta a pagar sumas exorbitantes. Todo se resume al dinero. Al final de cuentas no se trata más que de un negocio. Mucha gente se desvive por ir a los juegos, por comprar los artículos del equipo, por seguir sus pasos, etc. y los jugadores ni los hacen en la vida. Ellos cobran sus millones ganen o pierdan y los únicos que llegan a perder son los fans. Por lo pronto tengo un año para descansar de estos bodrios. Au revoir!

lunes, 30 de octubre de 2017

A fuerza ni los zapatos entran

Hay cosas que uno no puede cambiar: sus padres, su lugar de nacimiento, el día en que uno nació, entre otras cosas. Los conocemos como "los inalterables". Por otro lado, hay cosas que uno sí puede cambiar, pero que no siempre es conveniente hacerlo. Y hay cosas que uno de plano no puede cambiar. No importa cuantas veces lo intentes, no importa que tengas la mejor actitud o las mejores intenciones, a veces es imposible alcanzar un cambio. Y es en estos momentos cuando debe uno aprender a resignarse y no luchar contra la naturaleza propia. Nos ponemos con Sansón a las patadas, siendo que ya era una batalla perdida desde el principio.




Pongamos por ejemplo la comida. Hace unos meses que he estado experimentado con platillos exóticos (bueno, decir que algo es exótico es muy subjetivo, pero en este caso hablo de lo que es exótico para mí) debido a que el círculo social en el que me muevo actualmente tiene un gusto particular por ellos. Específicamente me refiero a la cocina oriental, más específicamente la de Medio y Lejano Oriente. No importa cuantas veces lo intente, no he logrado desarrollar un gusto por esa cocina. Ya sea comida china, japonesa, vietnamita, india o de cualquier otro país del sudeste de Asia, no me gusta. Tolero un poco más la comida turca o iraní, pero si soy honesto no es algo que se me antoje nunca. Obviamente no he probado todos los platillos que existen porque estoy seguro de que la cocina de esos países es muy diversa, pero no me ha gustado ninguna de las cosas que he probado hasta el momento. Lo cual ya es mucho decir. La gente con la que me junto se burla de mí por esto e incluso dicen que soy muy quisquilloso para comer. Y yo les respondo que mis gustos son más occidentales. Es verdad que sufro cuando vamos a comer a un restaurante de este tipo, pero ya a estas alturas lo único que hago es ordenar algo más afín a mis preferencias, lo cual no siempre es posible. Para mí es muy importante que me gusten tanto el olor, como la apariencia y obviamente el sabor de la comida. Y para mí estos elementos son mutuamente incluyentes.

Otra cosa a la que no he podido forzarme es a hacer ejercicio. Me pueden recitar la eterna letanía de que es necesario para la salud y que tiene un millón de beneficios, pero ni aun así pueden convencerme. Odio ir al gimnasio, odio tener que lidiar con toda la gente en el gimnasio, odio todo lo relacionado a ello. Ya no trato de que me guste el ejercicio, simplemente trato de hacer lo que tolero más. Debería cancelar mi membresía en el gimnasio, pero no lo hago porque pienso que el día de mañana voy a ir. Me siento como Chandler de Friends.

Las emociones fuertes. Siempre he sido una persona tranquila y no me llevo con montañas rusas, bungees, etc. A muchos de mis amigos, sino es que a la mayoría, les gusta todo esto. Por algún tiempo intenté que me gustara, pero nunca lo logré. No me gusta y ya me resigné. Lo mismo sucede con el baile. Tengo dos pies izquierdos. Siempre que iba a una fiesta mis amigas me sacaban a bailar. Te tachan de aburrido si no lo haces, pero mucha gente no entiende que todos somos diferentes y que hay gente a la que no le gusta bailar. En lo personal, no es que no me guste bailar, pero me molesta que me insistan cuando ya dije que no. 

Hay tantas cosas que podría enumerar en esta entrada que no terminaría. Hay cosas que podrían parecer insignificantes, pero que no lo son para otras personas. El punto es que debemos entender que no todos somos iguales. Hay cosas que a unos les gusta y que a otros no; hay cosas en las que unos son buenos y otros no y así sucesivamente. No podemos forzarnos a que algo nos guste así como no podemos forzar a que alguien nos ame. Son cosas que se dan naturalmente. A veces nos frustramos porque no encajamos en el molde, porque no somos "normales" como los demás. Renunciamos a nuestra esencia, a nuestra identidad para encajar en un círculo social determinado o la sociedad en general. Queremos hacer las cosas que los demás hacen aunque a nosotros no nos gusten o no sean nuestro fuerte. Uno debe conocer sus limitaciones. Nos han metido en la cabeza esa gran mentira de que todo depende de tu actitud. Nada más falso que eso. Tu actitud podrá ayudarte a hacer más llevadera alguna situación, pero no es una solución definitiva. Ya basta de usar zapatos que no nos quedan. Usemos los que son de nuestra medida.


domingo, 22 de octubre de 2017

Juntos pero no revueltos

A raíz de un suceso ocurrido hace unas semanas me di cuenta de algo que no imaginaba. Si bien lo que pasó pudiera ser trivial, reflexionando más detenidamente me convencí de que no importa que haya sido trivial o no, sino que simplemente fue algo que pasó y que me hizo abrir los ojos. Fue una revelación, un momento de verdad, de esas verdades amargas que uno preferiría ignorar. A veces uno construye castillos en el aire, pero todo es destruido en un abrir y cerrar de ojos cuando uno menos se lo imagina. 

Hoy más que nunca recuerdo con añoranza y nostalgia mi vida en Monterrey. Sobre todo extraño a mis amigos con quienes compartía tantas cosas y tantos momentos gratos. Extraño la convivencia, las confidencias, todo lo que conlleva una verdadera amistad y no una superficial. Porque a veces uno puede estar rodeado de personas, de "amigos", pero sentirse más solo que nunca. En lo personal, es preferible tener uno o dos amigos en los que puedas confiar, que estar rodeado de personas con las que tienes una relación vacía, hueca. 

A estas alturas deben estarse preguntando qué fue lo que entendí (y si no se lo están preguntando, me vale, lo voy a decir de todas maneras). Cuando me mudé a Houston, batallé mucho para adaptarme. Todo es tan diferente de lo que yo estoy acostumbrado. No tenía amigos aquí y los que me conocen saben que mi personalidad es un poco introvertida, lo cual no me ayuda mucho a hacer amigos. Al principio esta situación era llevadera porque salía con mis primos de vez en cuando, pero el gusto me duró poco ya que se casaron e incluso uno de ellos se mudó a otra ciudad. Así que me quedé como al principio. Ya no tenía vida social. Como nunca he trabajado en una empresa grande en Houston, no he tenido oportunidad de conocer más gente y como no estudié aquí tampoco, obviamente no tengo excompañeros a quienes contactar. 

Por mucho tiempo solamente me dediqué a trabajar y a llevar una vida aburrida. Los fines de semana lo único que hacía era ver televisión, dormir o cualquier otra actividad dentro de la casa. Así transcurrió mi vida hasta que conocí a un grupo de personas interesadas en los idiomas. Nos reunimos relativamente seguido y realizamos diversas actividades juntos. Tenemos muchos intereses afines, pero no he logrado establecer una conexión profunda, un lazo sólido de amistad. Me di cuenta de que no son personas en las que pueda confiar, no porque sean malas personas sino porque no hay algo fuerte que nos una. Tal vez haga mal en comparar mi amistad aquí con la de mis amigos en México. Para mí la amistad es algo muy importante. Es muy importante que exista la confianza, saber que tienes alguien en quien apoyarte o a quien apoyar cuando lo necesite. Si bien los amigos no se ven todos los días, existe la comunicación y el lazo de amistad permanece intacto. No sólo se trata de pasarla bien o pasar tiempo juntos, sino también de compartir los malos momentos y todo lo que la vida conlleva.




Con todo lo anterior, no quiero decir que todo sea malo. La paso bien con la gente que he conocido. Vamos a comer, jugamos juegos de mesa, intercambiamos puntos de vista, bromeamos, pero todo de una manera superficial. Me encantaría encontrar una verdadera amistad, como todo lo que ya he descrito arriba. Tal vez idealizo mucho la amistad, pero es lo que siento. A veces uno se cansa de realizar actividades sin sentido, o mejor dicho, que puedes realizar con cualquier persona y que carecen de un significado profundo. Un amigo es un hermano, es alguien más de tu familia. No importa que no lleven la misma sangre porque eso sí es algo superficial. 

Bueno, amigos, es todo por hoy. Espero haberlos hecho reflexionar aunque sea un poco. Au revoir!

sábado, 14 de octubre de 2017

La otra cara de la moneda

A varias semanas del huracán Harvey, todavía seguimos sintiendo sus estragos: el empeoramiento del tráfico, el lento proceso de reconstrucción de la ciudad, el intento por volver a la normalidad al 100 %, en fin. Todos fuimos afectados en mayor o menor medida. En la publicación anterior señalé el gusto que me dio al ver que todavía hay gente buena y dispuesta a ayudar al prójimo. Pero también he visto la avaricia, la envidia, la mentira, la hipocresía, la falta de escrúpulos, la corrupción, todo lo malo que hay y por haber. La naturaleza ambivalente del ser humano.




Todo lo que digo lo hago con conocimiento de causa. No son hipótesis, ni conjeturas ni nada por el estilo. Conozco mucha gente que se ha valido de argucias para obtener ayuda de los programas disponibles, siendo que no fueron afectados o fueron afectados al mismo grado que nosotros. Han recibido ayuda de FEMA (el Fondo Federal de Desastres), la Cruz Roja y otros programas similares, mientras que nosotros no hemos calificado para ningún tipo de ayuda. Todos las ayudas que hemos solicitado nos han sido negadas. La última fue para estampillas provisionales. FEMA nos refirió a otra agencia de gobierno para que nos realizaran un PRÉSTAMO a una tasa de interés preferencial, según ellos. Las demás agencias fueron escuetas en sus respuestas y solamente nos dijeron que no calificábamos. Ya hubiera sido el colmo que ni siquiera calificara para el programa de desempleo por desastre.

En estos casos críticos, es cuando sale a relucir lo peor de la gente. Muchos se metieron a robar a tiendas y casas, otros se dedican a robar de otras maneras (estafas), siempre el beneficio propio por delante. La Cruz Roja estuvo en el ojo del huracán porque salió información de que su personal estaba hospedado en hoteles de cinco estrellas en Houston, eso sin contar que sus directivos tienen sueldos altísimos y tantas otras cosas que se dicen en torno a ella. Su reputación está por los suelos, sobre todo en Houston. Para que vean que aqúi también se cuecen habas. 

Realmente me pregunto qué es necesario para obtener ayuda de estas agencias. De plano tienes que estar jodido para calificar. Por ese lado comprendo a los que mienten para recibir ayuda. No es lo óptimo, pero a veces no hay de otra. No sé qué hacen las agencias con tanto dinero. Bueno, en realidad desconozco las cantidades de dinero que manejan, pero para que Trump quiera recortar el presupuesto de FEMA para financiar su infame muro, pues te pone a pensar. Deberían recortar el presupuesto del ejército que ese sí es enorme. Bueno, pero eso es harina de otro costal.

Estamos a casi dos meses de que pasó lo del huracán y mi caso no ha avanzado mucho. He pensado en llamar para darle seguimiento, pero solamente de pensar que tengo que fletarme dos horas al teléfono si no es que más, me da una flojera descomunal. Tengo tantas cosas en la cabeza y me siento tan abrumado con tantas cosas, que a veces me dan ganas de tirar todo por la borda.

Y también está la gente que siempre se quiere aprovechar de la situación. Días antes del huracán, hubo gente que aumentó los precios del agua embotellada a precios exorbitantes y la gasolina ni se diga, aunque con esta última no fue tan marcado. También hay mucha gente que quiere vender sus carros inundados, pero te dicen que no están inundados con el propósito de venderlo por encima de su valor real. Y qué decir de las aseguradoras. Le están dando una bicoca a la gente por sus pérdidas materiales. Son unos aprovechados (por no decir otra cosa) en toda la extensión de la palabra. Le exprimen lo más que pueden a la gente por medio de primas elevadas y cuando la gente los necesita, son los más tacaños del mundo. Dinero, dinero, dinero. Tan necesario y tan codiciado.

No sé si el hombre es bueno o malo por naturaleza. Desde mi punto de vista, tanto el bien como el mal se encuentran en el interior de cada persona. Pero lamentablemente hay gente que se deja embaucar por su lado malo. Por eso a veces no me sorpendo tanto. Cuento de nunca acabar. 


domingo, 10 de septiembre de 2017

Infierno submarino

Noticias desalentadoras, compras de pánico, caos por doquier...el preludio del huracán Harvey. El miedo se respiraba en el aire. Para muchos de nosotros, esta era la primera vez que nos enfrentábamos a algo así. Había visto la devastación de los huracanes y otros fenómenos naturales en la televisión o el periódico, pero todo eso me era ajeno hasta hace poco tiempo. Quién iba a pensar que esa misma semana seríamos testigos de dos fenómenos naturales tan importantes: el eclipse solar total y un horrible huracán. De hecho, yo no me enteré del huracán hasta un día antes de que se esperaba que tocara tierra. Ese jueves al salir del trabajo, me dirigí directamente a la tienda para comprar agua, comida enlatada y demás cosas necesarias para un caso de este tipo. Nunca me imaginé con lo que me iba a topar. Ni siquiera en las compras del Viernes Negro me había tocado ver algo así. El estacionamiento de Walmart estaba abarrotado; el interior de la tienda ni se diga. La gente ya había arrasado con el agua, no había nada. Solamente pude comprar unas latas de comida y otras cosas, pero nada de agua. Fui a tres tiendas más y lo mismo: en ningún lugar tenían agua. Esperaban que les trajeran más a la mañana siguiente, pero no se sabía nada más con certeza. No me quedaba más que esperar al día siguiente, aunque primero tenía que ir a trabajar. Mientras buscaba agua en las tiendas, mi mamá me habló por teléfono para decirme que habían conseguido un paquete de 24, pero se los habían vendido muy caro: USD 8. ¡Casi el doble de su precio normal! Y se oyeron más reportes similares en las noticias. Nunca faltan esas personas abusivas que se quieren aprovechar de la situación. En fin, me regresé a la casa, pero antes de llegar me detuve a cargar gasolina porque decían que el servicio se vería afectado. Así terminó el primer día.




El viernes me levanté a la hora de costumbre y me fui a trabajar. Ese día menos que nunca tenía ganas de ir, pero en la empresa nos dijeron que fuéramos. En el camino a la oficina me detuve en una gasolinera de nuevo a cargar, aunque tenía el tanque lleno hasta 3/4. La fila estaba larguísima. Mientras esperaba, veía gente salir de Walmart con paquetes de agua. Me vi tentado a entrar a la tienda a comprar agua, pero ya iba tarde a la oficina y mejor desistí. Ese día se me hizo eterno. Tan pronto saliera de la oficina, ya tenía pensado ir a la tienda a ver si ahora sí encontraba agua. Solamente teníamos como 40 botellas de medio litro cada uno, pero no sabíamos cómo iba a estar la situación en los próximos días. Aunque honestamente, no tenía muchas esperanzas de encontrar agua a esas alturas porque en todos lados me habían dicho que los próximos cargamentos les llegarían en la mañana, pero yo estaba seguro de que para ese entonces la gente habría arrasado con todo. Poco antes de salir de la oficina ese día, mi jefe se apareció por ahí (últimamente casi no se para en la oficina para nada) y me llevó un paquete de 24. Así que ya no había necesidad de ir a la tienda. Aunque lo hice de todos modos para comprar unas latas de calor por eso de que se fuera la electricidad. Y como en la casa todo es eléctrico, pues quise prevenir.




Sábado. Ese día pasó tranquilamente en Houston. El huracán había tocado tierra en Corpus Christi la noche anterior. Realmente el sábado no llovió para nada en Houston y mucha gente, incluyéndome, llegamos a pensar que tal vez la situación no sería tan severa. Qué equivocados estábamos. No nos imaginábamos lo que estaba por suceder. Mucha gente ese día andaba en la calle haciendo sus actividades normales. Tal parecía que la prensa había magnificado las cosas y que estábamos siendo fatalistas. Contacté a mis amigos y estuvimos jugando Dominion por horas en Internet. Esa noche muchos nos fuimos a dormir tranquilamente.

El domingo amaneció lloviendo. Al parecer estuvo lloviendo durante toda la madrugada. Esa mañana me levanté igual que de costumbre, me di un baño y desayuné. Incluso tuve mi intercambio de francés con mi amigo por Skype. De nuevo me conecté con mis amigos y nos pusimos a jugar por Internet, ahora con mucha mayor razón ya que la lluvia estaba horrible para salir a la calle. Unas horas después, a eso de la 1 p.m. nos llamó mi tío que vive en la misma cuadra que nosotros para decirnos que nos asomáramos a la calle. Lo hicimos y ¡oh sorpresa! La calle ya estaba inundada. El agua llegaba hasta el cordón de la banqueta. Conforme transcurrían las horas veíamos cómo subía el agua. Al poco tiempo el agua comenzó a meterse al jardín. Era cuestión de horas para que el agua comenzara a meterse a los carros estacionados. Mi mamá y yo comenzamos a entrar en pánico. Mi tío nos habló más de una vez para decirnos que nos fuéramos a su casa por si era necesario evacuar en algún momento, así podríamos irnos todos juntos. Comenzamos a correr y empacar cuanto pudimos: ropa, medicamentos, linternas, en fin. Mientras mi mamá y yo hacíamos esto, mi papá estaba de lo más tranquilo viendo el futbol en la televisión. Decía que para qué nos preocupábamos, que no podíamos hacer nada. De hecho él no quería salir de la casa. Por un lado, envidiaba su calma ante la situación. Aunque más que calma, yo diría indiferencia. Pero por otro lado, me enojaba que no se diera cuenta del alcance de lo que podría ocurrir. Tardamos en salir de la casa a causa de él. Prácticamente tuvimos que obligarlo a que nos acompañara. Estuvo repelando un buen rato, pero finalmente accedió a acompañarnos. Nos salimos de la casa a eso de las 4 p.m. Ya para ese entonces el agua me llegaba arriba de las rodillas. Nos fuimos caminando despacio, mi mamá tomándome del brazo. Nunca había visto tanta agua en mi vida. Por dondequiera que volteara uno, se veía agua por todas partes. Llegamos a casa de mi tío y ahí nos quedamos. Mi papá se la pasó afuera. Traía un humor de los mil demonios porque no se quería salir de la casa, pero qué se le iba a hacer. Al poco tiempo otros familiares llegaron a la casa de mi tío y ya había casa llena. No apagamos la televisión en toda la noche. Veíamos cómo estaban inundadas las calles, personas varadas en sus vehículos, personas ahogadas, gente desesperada porque la rescataran, noticias de que el gobierno iba a abrir las represas y las calles se iban a inundar aún más...y lo peor de todo es que todos los pronósticos apuntaban a que el huracán (ya era tormenta tropical) continuaría por lo menos hasta el martes o miércoles. Esa noche dormimos como pudimos. Mis tíos ni siquiera durmieron.




El lunes al despertar lo primero que hicimos fue asomarnos afuera a ver el nivel del agua. Este ya había crecido considerablemente. La noche anterior el agua llegaba al primer escalón (vivimos en casas móviles, las cuales están un poco elevadas). El lunes el agua ya llegaba al penúltimo escalón de un total de 5 escalones. No dejaba de llover. Y lo peor de todo es que había rumores de que iban a abrir una represa que se encuentra cerca porque ya casi estaba a capacidad. Todo indicaba que en unas cuantas horas el agua comenzaría a meterse a la casa. Teníamos que evacuar. En las calles se veía gente caminando entre el agua, algunas con lanchas o salvavidas en los que llevaban a niños y adultos de la tercera edad, otros más aventurados se iban en sus camionetas esperando ir a un lugar más alto.  Hablamos al 911 para que nos rescataran, pero nos dijeron que teníamos que llamar a otro número (el cual estaba igual de saturado). Nos tuvieron en espera un buen rato hasta que nos contestaron y les dimos todos los datos que nos pidieron. Dijeron que iban a enviar un equipo de rescate tan pronto fuera posible. Estuvimos esperando durante más de una hora, pero vimos que esto iba para largo. El nivel del agua seguía creciendo y no podíamos arriesgarnos a quedarnos atrapados en la casa. Así que decidimos evacuar por nuestra cuenta. Mis tíos habían estacionado sus camionetas en la avenida que estaba un poco más en alto. Tuvimos que hacer varios viajes los hombres hasta allá para llevar las cosas a las camionetas. El agua ya me llegaba a la cintura. Soy alto (mido 1.83 m) así que ya se imaginarán el nivel del agua. Ayudamos a las mujeres a llegar a la avenida también. Casi al llegar a la avenida había un poco de corriente. Una vez que estábamos todos dentro de las dos camionetas, comenzamos a avanzar muy lentamente. Conforme avanzábamos, el nivel del agua comenzaba a subir. No recuerdo hasta dónde nos llegaba, pero ya no había marcha atrás. Solamente podíamos seguir hacia adelante. Llegó un momento en que pensé que la camioneta se iba a apagar y que nos quedaríamos atrapados en medio del agua. Pocas veces había sentido tanto miedo. Llegamos al cruce con la otra avenida y no sabíamos si seguir derecho o dar vuelta. Mi tío le dio derecho, pero vimos que el agua estaba más alta y nos regresamos mejor. Avanzamos lentamente hasta que llegamos a otra avenida menos inundada. Nos detuvimos en una gasolinera donde se encontraban bastantes personas igual que nosotros de asustadas, sin saber qué hacer. Estuvimos un rato en la gasolinera hasta que llegaron los bomberos y nos dijeron que nos metiéramos a la escuela que se encontraba cerca. Es un edificio de dos pisos y es el punto más alto a la redonda. Al parecer alguien quebró el vidrio de la entrada, forzó la puerta o no sé qué y la alarma no dejaba de sonar. Entramos a la escuela y el agua ya me llegaba a los tobillos. Subimos al segundo piso y ahí estuvimos un buen rato. Lo más probable era que nos quedaríamos a pasar la noche ahí. Conforme pasaban los minutos llegaba y llegaba más gente. Comenzaron a forzar las puertas para meterse a los salones, ya que estos estaban cerrados con llave. La gente comenzó a traer comida y bebidas de la cafetería ya que muchos no habíamos comido en todo el día. Una prima me llamó varias veces para decirme que una amiga de ella estaba rescatando gente en su lancha y que si queríamos nos podía ayudar. También nos ofrecían ir por nosotros a una avenida cerca, pero el camino estaba todo inundado. Mis tíos ya no se querían mover de la escuela. La verdad la situación estaba crítica. Hubo reportes de que en unas partes de la escuela el techo comenzó a caerse. No supe si fue verdad o invento de la gente. En fin, estábamos en el salón sentados, mi papá y mis tíos se durmieron un rato porque estaban cansados y no era para menos, fue un día muy difícil. De rato pasaron a avisar que nos iban a sacar de ahí en helicóptero. La escuela en la que estábamos nunca fue habilitada como albergue y estábamos en zona de riesgo. Incluso nos dijeron que estaban desalojando los albergues que sí eran oficiales porque era una zona peligrosa. Comenzaron a pasar por cada salón y hacer un conteo de las personas que éramos. Nos dirigimos al patio de la escuela y nos formamos en fila para subirnos al helicóptero. Hacía frío y no dejaba de llover. Parecía que el cielo se estaba cayendo. No sé cuánto tiempo estuvimos esperando, pero se me hizo eterna la espera. Abracé a mi mamá y nos pusimos a llorar. No sabíamos qué iba a pasar. Perdí la cuenta de cuántos helicópteros venían y se iban hasta que tocó nuestro turno. Nos fuimos en el mismo viajes mis papás, mis abuelos y yo. Sentí horrible cuando el helicóptero comenzó a ascender. Sería el miedo, la tensión del momento, el hecho de que era la primera vez que volaba en helicóptero o una combinación de todo lo anterior, pero estaba muerto de miedo. Cuando íbamos en el aire veíamos cómo la ciudad estaba prácticamente sumergida bajo el agua. Parecía una de esas películas apocalípticas. Llegamos a nuestro destino y estaban unas patrullas esperándonos para llevarnos al centro de convenciones en el centro de la ciudad, el cual había sido habilitado como albergue. Aquí comenzó otra verdadera odisea.





No sé si alguien de ustedes alguna vez ha estado en un albergue, pero les puedo asegurar que es horrible. Cuando llegamos era un caos total. De entrada, nos revisaron a todos para asegurarse de que nadie introdujera algo peligroso. Después hacer fila para registrarse y contestar un montón de preguntas. Una vez hecho esto, nos dieron acceso a una de las salas principales. Había montones de personas y filas por todos lados...fila para cobijas, fila para catres, fila para ropa, fila para comida, fila para mascotas, fila para atención médica, etc. Nos dividimos; mientras unos hacían fila para catres, otros hacían fila para la comida o cobijas. No dejaba de llegar gente. Unas afromericanas comenzaron a pelearse y tuvo que intervenir la policía. De hecho nos tocó ver por lo menos dos altercados más en otras filas en los cuales los protagonistas eran afroamericanos. Qué gente tan problemática, de veras. Bueno, pues finalmente después de quién sabe cuántas horas de espera tocó nuestro turno, pero no alcanzamos catre, solamente una colcha para tender en el suelo. Un voluntario nos hizo favor de conseguir por lo menos un catre para mi abuelita. Los demás dormimos en el piso. Esa noche ni cenamos, nos fuimos directo a dormir.




El martes estábamos preocupados por mi abuelita porque ella es diabética y además necesita que le hagan hemodiálisis tres veces por semana. La última vez que le habían hecho eso había sido el viernes pasado. Las personas en este estado no deben durar mucho tiempo sin tratamiento. Así que preguntando aquí y allá nos llevaron con los paramédicos y después de llenar un cuestionario, nos dijeron que nos sentáramos a esperar para que nos trasladaran a un centro de hemodiálisis que se encontraba cerca. Después de un buen rato tocó nuestro turno. Éramos diez personas en total: seis pacientes y cuatro acompañantes. Nos dejaron ahí y nos dijeron que nos recogerían más tarde. Nos registramos en el mostrador y a esperar. Llegamos a eso de las 11:15 a.m. No habíamos desayunado nada y no traíamos dinero para comprar nada. Después de unas horas me llamó un tío para preguntarnos dónde estábamos porque mi abuelo le había comentado algo al respecto. Este tío del cual hablo es otro, no es de los que evacuaron con nosotros. Le dije dónde estábamos y dijo que iba a llevarnos algo de comer. Él vive un poco lejos y muchas calles estaban inundadas o cerradas por la policía, pero a como pudo llegó. Bien contentos, mi abuelita y yo nos pusimos a comer y a seguir esperando. El trabajador social llamó el nombre de mi abuelita, solamente para decirnos que no aparecía en el sistema. Y mi abuelita no traía su seguro social, identificación ni nada. Llamé a mi abuelo por teléfono para que me pasara los datos. Una vez que conseguí los datos, el trabajador social nunca se apareció en la sala de espera. Finalmente lo vi y le di la información y con eso pudo encontrar a mi abuelita en el sistema. No sin antes hacernos firmar un sinfín de papeles. Ni en estos casos pueden hacer la maldita burocracia de lado. Nos dijeron que la iban a pasar como a eso de las 5 p.m. En el inter, venía una enfermera tras otra para tomarnos los datos, historial clínico, etc. Y aquí se presentó otro problema porque mi abuelita no traía una hoja que le debieron haber dado donde le dan el tratamiento. Aparte de las enfermeras, nos interrogó el doctor del centro médico y dijo que estaban tratando de contactar al doctor de cabecera de mi abuelita, pero que no lograban comunicarse. Así estuvimos otro largo rato hasta que la pasaron a las 8 p.m. ¡Casi nueve horas después de que habíamos llegado! Ya prácticamente toda la gente se había ido. Le dieron solamente dos horas de tratamiento en lugar de las tres habituales y ahora teníamos que esperar a que fueran a recogernos. Pasaba el tiempo y no iba nadie. Éramos cuatro personas esperando, todos los demás ya se habían ido. Les dijimos a las enfermeras que contactaran a la gente en el centro de convenciones y no contestaban las llamadas o decían que ya venían. Tuve que llamarle a mi mamá para que le pidiera a alguien que fuera a recogernos. Después de dos horas de espera, enviaron a alguien por nosotros. Ese día la pasé verdaderamente fatal.

El miércoles ya habíamos decidido que nos íbamos a ir a casa de mi tío. Recogimos nuestras cosas y nos salimos a la calle. Tan pronto salimos, nos abordó un reportero de un periódico para entrevistarnos. Llegó mi tío y que nos pesca un reportero de un noticiero español. Finalmente nos pudimos ir. Nos llevaron a comer a un restaurante. Ya teníamos ganas de algo decente. Después nos llevaron a la casa a ver cómo había quedado. La verdad estábamos temerosos de la situación en que encontraríamos todo. Al llegar, lo primero que vimos fue los carros. Efectivamente, los dos se inundaron, pero a mí me fue peor que a mi papá. Mi carró sí prendió pero al parecer se le dañó la transmisión y el cableado eléctrico. A mi papá no le fue tan mal porque él alcanzó a poner el carro un poco más en alto. Ahora a ver la casa. Grande fue nuestra sorpresa. ¡El agua no logró meterse! Nos lo confirmó un vecino que se quedó solo en su casa y que no evacuó para nada. Nos volvió el alma al cuerpo porque ya nos veíamos teniendo que comprar todo otra vez. Mucha gente lo perdió todo. En los noticieros veíamos cómo a la gente se le echaron a perder sus muebles, aparatos electrodomésticos, carros, etc. Incluso supimos de familiares y amigos que estuvieron entre los afectados. En nuestro caso, solamente fueron los carros. Le doy gracias a Dios porque no nos fue tan mal como a tantas otras personas. 





Como no había electricidad en la casa, nos fuimos a casa de mi tío. Estaba desesperado por darme un baño, ya que no lo había hecho en tres días. Ese baño que me di el miércoles fue glorioso. Después de bañarnos todos, cenamos y nos pusimos a ver películas. Esa noche dormimos como no lo habíamos hecho durante lo que parecieron siglos. Al día siguiente, mi abuelo fue a recogernos. Ya había electricidad en la colonia. Nos regresamos a la casa ahora sí. Como era fin de semana feriado, mi jefe me dijo que regresábamos hasta el martes. Pero eso no significa que la pasé tirando flojera. Había un montón de basura en el patio y el jardín que había que tirar. Igual, tuvimos que limpiar la casa a fondo, aunque como ya lo dije, el agua no logró meterse. También anduvimos con los carros viendo qué se podía hacer. Así que todo este tiempo no fueron vacaciones para nada. Por cierto, necesito unas buenas vacaciones. Y pensar que apenas hace un mes andaba en Canadá...

Tenía pensado ir a Monterrey, pero dada la situación no pude hacerlo. Pero estoy contento dentro de lo que cabe. Para muchas personas, las consecuencias de la tormenta todavía perduran. Muchas son parte del proceso de reconstrucción de la ciudad. Muchas personas no solamente se quedaron sin casa o auto sino también sin trabajo. Le agradezco infinitamente a Dios que no fue nuestro caso. Pero ahora cada vez que sea temporada de huracanes voy a estar con la zozobra que siempre me invade en los momentos difíciles. A la próxima huyo a otra ciudad sin pensarlo. Más vale que digan aquí corrió...

Verdaderamente fueron momentos difíciles. Me tocó ver ancianos solos, gente con alguna discapacidad, mujeres embarazadas, gente de diferentes nacionalidades y razas, todos asustados, llorando...Dentro de todo esto, me dio gusto ver que todavía hay gente buena que está dispuesta a ayudar a los demás. Todo esto también nos sirvió para acercarnos más como familia y para voltear al cielo y recordar que Dios existe. Debemos comenzar por concientizarnos también sobre lo que le estamos haciendo al planeta. No podemos cosechar más que tempestades si solamente sembramos tormentas. 

Bueno, amigos, me despido. No había podido escribir porque después de la tormenta mi servicio de Internet se vio interrumpido por casi dos semanas. Au revoir!




domingo, 20 de agosto de 2017

Aventura en Canadá

No hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla. Estuve esperando con ansias mis vacaciones de verano. Dediqué mucho tiempo a planear mi itinerario, investigar información y demás. Era la primera vez que iba a Canadá y había muchas cosas que desconocía. La razón principal del viaje era asistir a la boda de mi primo, pero de una vez quería aprovechar para conocer o "turistear". Contaba los días que faltaban y la fecha del viaje se veía tan lejana...un año, seis meses, tres meses. Hasta que finalmente se llegó el día. Y como todo lo bueno, el viaje me pareció que duró un abrir y cerrar de ojos. Ya fui y vine y ya me reincorporé a mis actividades laborales. Ni hablar.




Planear el viaje fue toda una odisea. De entrada, me enfrentaba a la difícil situación de pedir los días libres, en este caso una semana. Yo no tengo x número de vacaciones al año como ciertas personas. Puedo pedir permiso sin goce de sueldo, pero vacaciones pagadas no. La ley en EE.UU. no obliga a las empresas a proporcionarles vacaciones a sus empleados y menos pagadas. Así que en este aspecto estoy a merced de lo que decida mi patrón. Y como hecho adrede, se nos vino el trabajo pesado en esta temporada. Me encontraba con la zozobra de que mi jefe no quisiera darme la semana. Por lo mismo, le daba largas a mis familiares cada que sacaban el tema de comprar los boletos de avión. Así que tuve que esperar el momento propicio para plantearle la situación a mi jefe y afortunadamente accedió. Obstáculo 1, superado. Ah, pero antes de todo esto tuvimos que coordinar nuestras agendas. En el caso de mis tíos no era ningún problema porque mi tía no trabaja y mi tío trabaja por su cuenta, pero todos los demás teníamos que pedir permiso/vacaciones en nuestros respectivos trabajos. Y también se encontraba mi papá que no se decidía. Finalmente, lo convencimos. Ahora teníamos que conseguir los boletos de avión. Es una verdadera lata comprar boletos de avión. Tienes que tener mucho cuidado al momento de comprar y leer las letras pequeñitas porque si no, la aerolínea te friega. Y los precios cambian de un día para otro. Así que nos pusimos de acuerdo para reunirnos un día en casa de mi tía y comprar todos los boletos por Internet. Estuvimos comparando precios en infinidad de páginas hasta que nos decidimos por Orbitz. Ahora lo único que nos faltaba era el hospedaje. Nuestras opciones eran un hotel o AirBnB. Nunca habíamos utilizado AirBnB, pero nos salía un poco más barato que el hotel y además, después de ver las ventajas y desventajas, decidimos que era la mejor opción. Pero aquí nos encontramos con un pequeño problema: no había una casa/apartamento lo suficientemente grande para 13 personas, al menos en las zonas de Montréal que queríamos. Eran muy pocas opciones y las que había eran algo caras. Porque para todo esto, ya nos habían ganado algunas opciones. Encontramos una opción y hasta la separaron, le escribieron al dueño y todo, pero decidimos que no nos convenía porque solamente había un baño. Y como podrán imaginarse, sería una situación un poco caótica. Así que les dije que mejor cada quien buscara por su lado. Hasta me enojé con mi primo porque dio a entender que éramos tacaños. 

Finalmente se llegó la fecha del viaje. La noche previa me la pasé metiendo y sacando cosas de la maleta como siempre me sucede cuando viajo. Que si llevo esto para dormir, esto otro por si hace frío, esto por si no sé qué. A la mañana siguiente nos levantamos a las 5 de la mañana para bañarnos y tomar nuestro tiempo para ir al aeropuerto. Llamamos a un Uber y nos fuimos. Al llegar al aeropuerto nos dirigimos al mostrador para registrarnos y documentar nuestro equipaje. Mi mamá y yo ibamos a documentar dos maletas y mi papá se iba a llevar la suya con él. Pero en el mostrador querían que mi papá la documentara. Afortunadamente nos dieron chance y nos dirigimos al área de revisión. De ahí en adelante no tuvimos ningún contratiempo. Casi cuatro horas después llegamos a Canadá. El aeropuerto de Montréal está grandísimo, o al menos, esa fue la impresión que tuve. En el área de inmigración, el agente corrigió una forma que yo había llenado. En la forma tenía que poner los datos de las personas que viajábamos juntas. Solamente nos pedía el primer nombre y apellido de cada quien y como mi papá y yo nos llamamos iguales, el agente pareció confundido por un momento y tuve que explicarle. Nos dio el pase y nos dirigimos a la banda donde recoge uno su equipaje. A mis tíos los iba a recoger mi primo y mis papás y yo íbamos a pedir un Uber. Pero no sabíamos en donde podía recogernos. Después de buscar en Internet y preguntar en el aeropuerto, nos dirigimos a la puerta 6. Hicimos como 25 minutos al apartamento que rentamos en el centro. Al llegar al edificio de apartamentos, no podíamos entrar porque necesitaba una tarjeta de acceso. Mi anfitriona me había dicho que en el intercom podía marcar 22 y me iba a contestar alguien. Pero no hubo necesidad porque del otro lado había un chavo hablando por teléfono y como nos vio batallando, nos abrió por dentro. Subimos en el elevador hasta el piso no. 19 y nos instalamos. Y ahora sí, ¡que comiencen las vacaciones! Ese día que llegamos no hicimos mucho. Nos la pasamos buscando un lugar para comer y una casa de cambio. Una vez hecho esto, compramos unos helados y nos sentamos en una placita. Ah, también fuimos a un supermercado a comprar unas cosas para cocinar en el apartamento y no comer todo el tiempo afuera.

Ya había yo buscado itinerarios en Internet para saber qué hacer, a dónde ir y demás. El primer día fuimos al Viejo Montréal. Nos fuimos en metro. En Montréal puedes ir prácticamente a cualquier parte de la ciudad en metro o camión. Te venden pases de un día, tres días, una semana y los puedes usar ilimitadamente durante ese perído ya sea el metro o camión. Los dos pasan muy rápido y el servicio es eficiente. El metro es muy fácil de usar. En las estaciones y en los vagones se encuentran mapas para que te orientes. El problema es en el camión. Cuando tomamos el camión, lo tomamos del lado equivocado. Empecé a desconocer las paradas, porque yo tenía idea del recorrido que debíamos hacer y me di cuenta de que nos estábamos alejando de nuestro destino. Así que nos bajamos en la parada más cercana y tomamos otro camión en la dirección correcta.




Bueno, regresando al itinerario, el segundo día no turisteamos porque era el día de la boda. Yo me tuve que ir un poco más temprano para tomarnos fotos con los novios y amigos. Ese día nos la pasamos genial. La familia política de mi primo se ve que es de ambiente, al igual que los amigos de su ahora esposa. La ceremonia estuvo muy emotiva. El menú fue de 5 tiempos. La música fue variada. Hasta llevaron mariachi para que se sintiera el espíritu mexicano. Al final pusieron una mesa de bocadillos y dulces y todo lo que comí me gustó. Le dimos hasta las 2 de la mañana y ahora sí a dormir. La boda fue en el área metropolitana de Montréal, por lo que llamamos otro Uber para que nos llevara al apartamento en el centro.

Día 3. Nos levantamos un poco tarde porque estábamos cansados de la noche anterior. En esta ocasión fuimos al Mont Royal, algo así como Chipinque en Monterrey. Nos fuimos en camión y esta vez no nos perdimos jeje. Fuimos al mirador y tomamos varias fotos. La vista es impresionante. Puedes ver toda la ciudad desde ahí. Compramos unas paletas heladas y nos fuimos cuesta arriba a donde se encuentra una cruz. Ahí definitivamente es ir mejor de noche. Bajamos y nos fuimos al Lago de los Castores. Nos sentamos un rato a descansar y contemplar el paisaje. Quería ir al Obsertario St. Joseph, pero ya nos estábamos muriendo de hambre y mejor nos regresamos al centro a comer. Rodeamos bastante porque mi papá estaba empecinado en que debíamos tomar el camión donde nos habíamos bajado siendo que yo le decía que fuéramos para el otro lado. Total, tomamos el camión y nos fuimos al centro. Nos detuvimos en un restaurant de comida "mexicana" a comer. La verdad no nos gustaron ni la comida ni el servicio, pero bueno. Barriga llena, corazón contento. A descansar.

Día 4. Hay un pueblo muy bonito estilo europeo a 3 horas de Montréal que se llama Québec. Mis papás y yo teníamos planeado irnos en autobús porque el tren salía muy caro, pero mi primo me llamó y me preguntó si no queríamos ir con ellos. Habían rentado dos camionetas y había lugar para nosotros. Nos cayó como anillo al dedo. Se nos hizo un poco tarde porque se nos había perdido la llave del apartamento. No la encontramos y tuvimos que irnos así. Llegamos al hotel de mis tíos y nos fuimos. El clima comenzaba a refrescar y ya me estaba preocupando que nos fuera a dar frío. Nosotros íbamos en manga corta, mi papá hasta en shorts. Afortunadamente el clima no fue ningún problema a la mera hora. Primero fuimos a la cascada Montmorency que se encuentra a 15 minutos de Québec. Subimos en teleférico. Estuvimos un rato y nos fuimos a Québec. Llegamos directo a comer. Pedí un plato con pollo que me encantó. Dice mi mamá que era el hambre. Después nos fuimos a caminar por la Ciudadela y las calles del pueblito. Tomamos bastantes fotos y compramos recuerditos. Se vino la lluvia y tuvimos que refugiarnos en un local. Probé la Cola de Castor, algo así como una crepa. Me gustó mucho. Se quitó la lluvia y seguimos con nuestro recorrido. Por último fuimos al hotel Le Château Frontenac, que más bien parece un castillo y la verdad está impresionante. Sobre todo en la noche, la vista es magnífica. Ya cansados nos regresamos hasta las camionetas que habíamos estacionado a la entrada del pueblito y nos regresamos a Montréal.

Día 5. Prácticamente este fue nuestro último día porque nos regresábamos el miércoles muy temprano. Fuimos al Museo de Bellas Artes y nos pasamos más de dos horas ahí. Había una exposición temporal de Jean Paul Gaultier y otra sobre los años 60. Después nos dirigimos a tomar fotos en el centro, específicamente la Universidad McGill, la Basílica-Catedral María Reina del Mundo y el eficio más alto de Montréal, el 1000 de La Gauchetière. En seguida tomamos el metro para ir al mercado Jean Talon en la Pequeña Italia. Anduvimos un rato viendo los puestos y comimos ahí. Era nuestro último día y todavía no había probado el mentado poutine. Lo venden en todos lados, pero según dicen el mejor lugar para probarlo es La Banquise en el barrio Mont Royal-Le Plateau. Llegamos al lugar y estaba atestado de gente. La verdad ni hambre tenía, pero no podía irme de Montréal sin haberlo probado. No me pareció cosa del otro mundo, pero estuvo bien. Mi mamá quería comprar más recuerditos así que nos dirigimos de vuelta al centro. Ya estaba cansado de caminar, así que pedí un Uber. Compramos los últimos recuerditos y ahora sí, al apartamento a empacar. Pero antes un helado. Ahora sí, otro Uber y de vuelta al apartamento.




El día de regreso. Dormimos unas pocas horas. Nos levantamos tempranísimo para bañarnos y que no nos agarraran las prisas. Pedí un Uber y nos fuimos. No nos tocó tráfico. Llegamos al aeropuerto y a registrarse. Una empleada de la aerolínea nos ayudó a registrarnos en el kiosko. Después tuvimos que hacer fila para pagar por el equipaje documentado. Por delante había una familia como de 7 personas y no sé qué problema había que se tardaban demasiado. Tocó nuestro turno, pagamos y dejamos el equipaje en la banda. Pasamos por el área de revisión y después por ¡inmigración de EE.UU.! La verdad me sorpendió toparme con esto en el aeropuerto en Canadá. Yo esperaba verlos en EE.UU. En fin. Pasamos sin mayor problema y regresamos a Houston.

Hay varias cosas que me llamaron la atención:

1.- En Montréal es mucha caminata. Aunque tomes el transporte público, tienes que caminar buenos tramos. Aunque no es mucho problema porque el clima está superagradable, por lo menos en el verano. Supongo que por eso mismo casi no se ve gente gorda en las calles. Eso sí, ves bastante gente caminando o en bicicleta. Por eso lleva calzado cómodo, no como yo que me llevé unos tenis superincómodos y terminé con los pies todos ampollados.

2.- En la mayoría de los restaurantes no hay refill de bebidas. A menos que vayas a restaurantes de comida rápida, pero de ahí en fuera, modérate con las bebidas si no quieres pagar mucho.

3.- En casi todos lados te cobran una comisión por cambiar divisas. No solamente ganan con el tipo de cambio sino también con comisiones que te cobran por cada transacción.

4.- La mayoría de la gente habla inglés y francés. Fue un poco frustrante que la mayoría de la gente me contestara en inglés cuando les hablaba en francés. Sólo unas cuantas personas me contestaron en francés. A pesar de que me entendían, no sé por qué no me hablaban en francés. Me había preparado durante casi un año para poder comunicarme en francés y luego me salen con esto. 

5.- En todos los recibos veía por lo menos dos tipos de impuestos. Supongo que uno es local y otro federal o algo por el estilo. 

6.- Air Canada te cobra por todo: por documentar equipaje, por seleccionar asientos antes de que falten 24 horas para el despegue y hasta por el WiFi.

En resumen, fue una experiencia muy grata. Montréal es una ciudad hermosísima. Hay muchas cosas que ver y hacer. El transporte público es rápido y eficiente y te lleva prácticamente a cualquier parte de la ciudad. Como último recurso puedes usar Uber, lo cual es una maravilla. La oferta gastronómica es muy amplia ya que es una ciudad multicultural. Hay mucho indio, árabe y chino. Me topé con muchos españoles, pero según me contaron son turistas y no inmigrantes.

Espero regresar algún día y esta vez con más tiempo. Me faltaron muchas cosas por ver. Por lo pronto, tengo que empezar a ahorrar. Au revoir!


domingo, 6 de agosto de 2017

Los insultos suenan mejor en español

Hace 3 meses que fui al doctor porque no me sentía bien. Detesto ir al doctor, sobre todo en EE.UU.. Puede representar una verdadera odisea. En fin, les comentaba que fui al doctor, pero no fui con el de cabecera. Era domingo y aquí los doctores solamente trabajan de lunes a viernes; uno que otro trabaja algunas horas en sábado. No era un caso de vida o muerte, por eso no fui a emergencias de un hospital. Pero sí era muy molesto y necesitaba consultar. Ir a Monterrey estaba totalmente descartado. Por lo tanto, me puse a investigar en el sitio web de mi aseguradora en dónde podía consultar. Resulta que en este país hay unos lugares denominados urgent care centers, en los cuales brindan atención médica en casos que no soy muy graves. Así que especifiqué en los criterios de búsqueda de la página web de mi aseguradora que solamente se me mostrara este tipo de establecimientos y sobre todo, que aceptaran mi seguro médico. Encontré unos cuantos, pero todos a excepción de uno estaban cerrados. Lo corroboré llamando a cada uno de ellos. El único que estaba abierto se encontraba a 40 km de mi casa. Qué remedio. No tenía que hacer cita ni nada, así que me fui porque ya no aguantaba. Llegué a la dirección y ¡oh, sorpresa! No era ninguna clínica ni nada que se le pareciera. Era un mugroso cuarto de 3 x 3 dentro de una farmacia. No le di importancia, porque realmente estaba más preocupado porque me atendieran. Me registré en el kiosko y esperé mi turno. Había solamente una persona por delante. Llega mi turno y me pasan. La doctora me hizo mil preguntas, puso la información en la computadora, me hizo un examen rápido y dijo que era todo. Me quedé un poco confundido porque se supone que mi copago era de USD 30, pero ella me dijo que el sistema no le marcara que yo debiera hacer algún pago. Dijo que la factura llegaría a mi casa a los pocos días. Nunca me imaginé lo que sucedería después. Efectivamente la factura llegó a mi casa y me estaban cobrando el 100%. Fue aquí donde comenzó un viacrucis que duraría 2 meses.




De entrada, mi aseguradora se negó a pagar argumentando que necesitaba haber sido referido por mi médico de cabecera. Se supone que tu médico te refiere con alguien más cuando se trata de un especialista, pero éste no fue el caso. Pero según ellos, cualquier médico que me atienda y que no sea el de cabecera es considerado un especialista. Con la compañía proveedora de servicios médicos no logré nada. Tenía que arreglar esto con mi aseguradora. Les llamé por teléfono, expliqué mi situación y me dijeron lo mismo que ya sabía: que se negaron a pagar porque no había sido referido. Me dijeron que podía apelar la decisión y obviamente les dije que sí. Me dijeron que en los próximos días me llegaría un formulario que tendría que llenar y enviarlo de vuelta. Pasaron los días, me llegó el mentado formulario y se los envié de vuelta. Días después me llega una carta diciendo que iban a estudiar mi caso y que debería tener una respuesta dentro de 30 días. Ya casi se cumplía el plazo cuando recibo otra carta diciendo que habían denegado mi apelación. Vuelvo a llamarles, me atiende otra persona y tengo que explicar todo de nuevo. Al final, me dice que puedo poner una queja para que vuelvan a revisar mi caso. Accedí. Días después me llega otra carta donde dice que recibieron mi solicitud y que dentro de 30 días me tendrían una respuesta. Exactamente 30 días después recibo otra carta en la cual me dicen que definitivamente ellos no van a pagar. La última instancia a la que podía acudir era a la Comisión de Seguros de Texas. Pero eso implicaría más papelería, más llamadas y todo lo demás. Sabía que era inútil llamar a mi aseguradora porque ya me habían dado una resolución final e inapelable, pero lo hice de todos modos. Me contestó una cubana y por enésima vez tuve que explicar mi situación. Me puso más de una vez en espera porque según tenía que revisar unas cosas. Yo ya sabía lo que me iba a decir, pero quería ver su nivel de cinismo. Me dijo lo mismo, que no iban a pagar porque no tenía la recomendación de mi médico de cabecera, pero también me dijo otras cosas que nadie me había dicho. Me dijo que ellos no tienen contrato vigente con la compañía que me proveyó los servicios médicos. Que sí aparece en su sistema, pero no hay contrato. Y entonces le reclamo que cómo es posible que los tengan en su sitio web si no tienen contrato con ellos. Están malinformando a la gente. La verdad no recuerdo lo que me dijo porque yo estaba empezando a encolerizarme. Y todavía se atrevió la fulana a insinuar que fue mi culpa porque debí haberles llamado antes para corroborar la información. ¡Si ellos solamente trabajan de lunes a viernes! Se lo dije con todas sus letras. Me enojé aún más porque no me dejaba hablar. Nunca he trabajado en servicio al cliente, pero es obvio que son estrategias que emplean los agentes para darte largas y desanimarte. Fue en ese momento que exploté (que conste que me había propuesto mantener la calma antes de llamar). Le dije a la agente hasta de lo que se iba a morir (para los que no conocen esta expresión, no es una amenaza sino una serie de insultos) y la muy descarada se atrevió a decirme que cancelara mi servicio si no estaba a gusto. Todavía me da coraje nada más de acordarme. De lo rescatable fue que como nuestra conversación fue en español, me pude desahogar sin ningún problema. No me faltaron las palabras. No es mi estilo insultar a las demás personas, denigrarlas ni mucho menos...a menos que me saquen de mis casillas, claro está. Ya estaba cansado de tantas cartas, de tantas llamadas, de tantas mentiras. Porque si para algo son buenos los agentes de servicio al cliente es para darte largas. Me desgasté escribiéndoles y llamándoles tantas veces que perdí la cuenta, para que al final no sirviera de nada. Ni siquiera con evidencias accedieron a mi solicitud. Les envié capturas de pantalla en donde se comprobaba todo lo que yo les decía, pero todo fue inútil. Yo tenía que pagar.




Ya que no pude resolver nada con mi aseguradora, solamente me quedaban 2 opciones: iniciar una queja con la Comisión o pagar. La verdad lo único que quería era que ya terminara todo. Porque eso sí, en todo ese tiempo que mi aseguradora me tuvo esperando, la "clínica" me seguía cobrando. Ya estaba harto. No sé cuánto tiempo debe pasar antes de que vendan la deuda a un despacho de cobranza, pero no quise arriesgarme. Pagué el 100% de algo que no me correspondía. Lamentablemente uno es el único perjudicado si no paga. Te boletinan y tu crédito se ve seriamente afectado. A ellos no les importa que estés esperando una resolución de tu aseguradora ni nada. No dejan de molestar hasta que les pagues. Por eso odio a los cobradores así como odio a las aseguradoras y a los doctores. Todos ellos conforman una mafia que lo único que hace es robarle su dinero a la gente. Lo hacen porque la ley se los permite. Injusticias de la vida. 

Hubiera querido escribir antes sobre esto, pero he estado muy ocupado. Pero no quería dejar pasar la oportunidad para desahogarme de nuevo. Y a ustedes, ¿les ha pasado algo similar? ¡Cuéntenme! Au revoir! 

domingo, 16 de julio de 2017

C'est la vie

Como en las últimas semanas me la he pasado escribiendo sobre mi trabajo, esta vez quiero hacer algo diferente. Quiero hablar sobre mi pasatiempo favorito actual: los idiomas, particularmente el francés. El cual, como lo he dicho en ocasiones anteriores, se ha convertido en mi tabla de salvación. Lo que comenzó como algo trivial, se convirtió en algo más que una afición. Me he propuesto dominar el idioma aunque debo confesar que no es nada fácil (a pesar de que digan que es muy fácil para los que hablamos español como primer idioma). Lo anterior dista mucho de la realidad. Por eso he tomado varias medidas para conseguir mi objetivo. Es una disciplina, como el gimnasio, la dieta, en fin.

Comencé tomando clases particulares por Skype una vez a la semana (la $ituación no da para más por el momento). De veras que es una maravilla todo lo que puede uno hacer en la red. Antes de que existiera Internet, si uno quería estudiar con un instructor tenía que buscarlo y tomar las clases en persona. Ahora eso ya no es necesario. Gracias al Internet uno tiene miles de opciones de donde escoger. Puedo contactar a personas del otro lado del mundo e interactuar con ellos sin ningún problema (excepto como cuando he batallado con mi computadora, pero ése es otro tema). Puedo escoger el día y la hora que más se adecuen a mi horario. Y lo más importante, puedo hacerlo todo desde la comodidad de mi casa o dondequiera que me encuentre.




Me encantaba el método del primer maestro que contraté. Se nota que tiene experiencia y que le gusta su profesión (muy importante). Sus clases eran muy amenas, aprendí mucho y me divertí mucho también. El problema con él era que nuestros horarios no empataban. Entre semana yo solamente podía estudiar después de las 7 p.m., pero por la diferencia de horario eran las 2 a.m. en Europa. Así que era imposible entre semana. Los domingos no trabaja, así que el único día disponible era el sábado. Pero como es padre soltero/viudo/divorciado (nuncá le pregunté), a veces ni siquiera podíamos tener clase el sábado porque tenía que atender a sus hijos. Así que tuve que buscar otro maestro y empezar de nuevo. Bueno, empezar en el sentido de tener que acostumbrarse al ritmo de trabajo de otra persona. Mi maestro actual me corrige demasiado, pero es algo que agradezco (aunque a veces sí frustra ¡jajajaja!). Pero podemos hablar de muchas cosas que me gustan, entre ellas el cine francés. Lo cual es un plus para mí. Y hay más facilidad de comunicarnos por Skype o Whatsapp. Supongo que la edad tiene que ver. Con mi primer maestro, el cual es de mediana edad, era toda una odisea que me contestara un mensaje solicitando un cambio de hora. Pero bueno, no puedo generalizar. Hay gente joven y madura por igual que maneja las nuevas tecnologías a la perfección.

Como una clase semanal no es suficiente, decidí asistir a un grupo de conversación en francés aquí en Houston. Es un grupo que encontré en una aplicación que se llama Meetup, la cual me encanta por cierto. Va gente de todas partes: franceses, canadienses, estadounidenses, mexicanos, venezolanos, brasileños, africanos, etc. Algunos obviamente dominan el idioma a la perfección ya que es su lengua materna, mientras que otros son desde nivel principiante hasta avanzado. Dudaba mucho para integrarme, pero decidí que era necesario. La verdad me ha ayudado mucho. Durante 2.5 horas hablamos en francés...nada de inglés o español. Esto me ha obligado a tener que ser creativo al momento de expresarme. A veces es un poco difícil seguir la conversación debido a que algunos de los asistentes hablan muy rápido, pero eso le pone más sabor al caldo. Me encantan estas reuniones porque siempre aprendo algo nuevo. Además de que es una oportunidad de socializar con personas de otras culturas. Es un win-win.

Como quise dar un paso más, me puse a indagar en Internet y encontré sitios donde se inscribe gente de todo el mundo que busca un compañero para intercambiar idiomas. Así que creé un perfil especificando que buscaba a alguien que me quisiera ayudar con el francés y yo a cambio ofrecía ayudar con español o inglés. No fue nada fácil. Primeramente por las zonas horarias. La mayoría de la gente que habla francés vive del otro lado del mundo, por lo cual la diferencia de horario siempre es de 7 horas o más. De este lado del hemisferio, solamente tengo a Québec, aunque debo confesar que no me gusta su acento. Pero de todas formas es difícil encontrar a alguien porque no te contestan los mensajes o nunca logra uno ponerse de acuerdo en el día/hora para conectarse. O te dicen que ya tienen muchos contactos y que ya no están aceptando más. O algunos solamente quieren ligar por lo que solamente aceptan solicitudes del sexo opuesto. Y las mujeres son algo paranoicas. Total, seguí enviando solicitudes hasta que encontré 3 personas disponibles. Una es francesa, otra belga y otra canadiense. Con mis contactos francés y belga hablo por Skype. Con el francés comencé hablando los domingos en la mañana. Ahora hablamos domingo y martes. Se presta el horario porque vive en Guayana Francesa, así que solamente son 2 horas de diferencia. Con el belga sí es un poco más difícil. El único día que podemos hablar es el sábado. Y con el canadiense el problema es que no tiene Skype ni Internet, así que hablamos por teléfono. Afortunadamente muchas compañías de teléfono en EE.UU. incluyen llamadas a Canadá en sus paquetes, así que no es problema. El problema es ponerse de acuerdo para el día/hora para hablar. Actualmente estoy en standby porque mis contactos andan de vacaciones y ellos sí que se toman vacaciones largas (un mes). He estado buscando más contactos, pero como ya escribí arriba, es muy difícil encontrar gente a pesar de que hay muchísimas personas inscritas en estos sitios de intercambio de idiomas. He probado con otras aplicaciones como Tandem, iTalki y WeSpeke pero no tuve éxito. La decepción.




Otro medio que he utilizado para aprender francés ha sido el cine. Me encanta el cine francés. Antes solía ver los filmes con subtítulos en inglés o español, pero mi maestro me regañó y me dijo que debo verlos con subtítulos en francés si realmente quiero aprender. Empecé a implantar esta estrategia hace poco y honestamente es difícil. Trato de no leer los subtítulos para poder entender lo que dicen, pero al mismo tiempo no me quiero perder dentro de la historia. Por lo cual tengo que ver algunas escenas más de una vez: primero sin subtítulos y después con subtítulos. En fin, no se puede tener todo en la vida, ¿verdad? Actualmente es de los pocos medios con los que cuento por el momento para practicar. Así que a hacer de tripas corazón.

Estoy algo nervioso porque se acerca mi viaje a Montréal. ¡Por fin! Ésa fue la excusa que utilicé para comenzar a estudiar francés. Espero con ansias la oportunidad de poder practicar mi francés durante una semana entera. Sé que allá hablan inglés también, pero haré lo posible por comunicarme en francés solamente. Sé que el acento es muy diferente del europeo, pero bueno, ya habrá oportunidad para ir a Francia en el futuro. Au revoir!