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lunes, 30 de noviembre de 2020

La vida en tiempos del covid-19

 Parezco disco rayado porque siempre digo lo mismo, pero la verdad, tenía pensado escribir acerca de este tema desde hace un buen tiempo. Simple y sencillamente no me había dado el tiempo de hacerlo. He estado ocupado con un par de proyectos personales y tratando de llevar una vida relativamente normal en medio de tanto caos.

Esta maldita pandemia ya me tiene harto. Todos los días es la misma cantaleta: más muertos, más contagios, más hospitalizaciones, más restricciones, más de todo lo malo y menos de todo lo bueno. Prendes la televisión y todos los días es lo mismo. Te metes a las redes sociales y la cosa está igual o peor. El maldito tema siempre sale a relucir en cualquier reunión social o en el trabajo aunque uno no quiera. Las autoridades dicen una cosa y luego dicen otra. Que no se contagia por el aire, luego que sí. Que una cosa cosa puede ser síntoma y luego que no. Todos ansiosos porque ya saquen la maldita vacuna, pero esta se ve cada vez más lejana. Escuchar tanta información y desinformación a la vez las veinticuatro horas del día es verdaderamente abrumador y desgastante.




Ya estoy harto de tener que ponerme esa maldita mascarilla que me hace sudar a gotas. Es soportable en el frío, pero no en el calor. Con esa cosa es muy difícil hacer ejercicio o actividades que te hagan sudar y que dificulten la respiración. Mis respetos para los que van al gimnasio con esas cosas. Yo lo único que pude hacer fue subir a un mirador y fue agotador, sobre todo porque la mascarilla se le pega a uno a la cara al respirar más rápido y aunque sea hipoalergénica y de un material fresco, eso no la hace más soportable.

Todos mis planes se vinieron abajo. Tenía pensado ir este año a Europa a visitar a un amigo, pero gracias a este maldito virus, tuve que cancelar mis planes. Si no es una cosa, es otra. Primero era por cuestiones económicas o de tiempo, pero ahora que esas dos cosas no representan un impedimento, se presenta esta maldita pandemia con todas las restricciones que ya todos conocemos hasta el cansancio.

Mi ya de por si precaria vida social es ahora inexistente. Cero. Los primeros meses me la pasé encerrado como la mayoría de la población. En los meses subsecuentes, comencé a salir poco a poco para lo necesario y ya después, un poco más, pero todavía con reservas. Inconscientemente tenemos la idea en la cabeza de que nos vamos a contagiar por tocar una perilla o simplemente por respirar al aire libre. Ya no sabes cómo saludar a los demás cuando los ves: dándoles la mano o un beso. Es sumamente incómodo porque no quieres herir susceptibilidades al no saber cómo piensan las demás personas al respecto.

Es un suplicio ir a cualquier lugar. En muchos lugares ya de plano les vale. Algunos lugares se ven llenos al ya no tener restricciones en el número de clientes. Hay gente que no usa mascarilla o que la usa mal y además, no respetan las medidas de distanciamiento social. Les dices algo y te los echas de enemigos.

Esta semana fui a Monterrey, pero no disfruté el viaje en lo más mínimo. No pude festejarme porque tienen prohibidas las reuniones de más de veinte personas, además de que no sé qué piensan mis amigos y familia y mejor opté por no hacer nada. Tenía pensado si acaso ir a un pueblito cercano, pero hubo cambio de planes y no se concretó. Ni modo. Ha sido uno de los cumpleaños más tristes que he pasado.

La verdad ya no sé qué pensar. Se han dicho tantas cosas al respecto que uno siente que pierde la cordura. Hay tantas teorías conspirativas al respecto, algunas un tanto descabelladas, otras no tanto, pero cada vez es más difícil mantener la misma postura. Al menos eso pienso yo. No me atrevería a asegurar que la enfermedad no existe o que es invento del gobierno, pero tampoco puedo asegurar lo contrario. Hay muchas cosas que no terminan por gustarme. Siento que hay una cierta manipulación de la información y de las cifras reportadas. También siento que hay muchas cosas que no sabemos y que nos están afectando de muchas maneras para servir a intereses superiores.




La vida en tiempos del covid-19 no es vida. Es un suplicio, un martirio, insportable, insufrible. En un abrir y cerrar de ojos, se nos fue el 2020. Era marzo y de repente ya estamos a un mes de que finalice este año. Todos esperábamos con ansias que terminara el 2020 porque de alguna manera sentíamos que el 2021 sería diferente desde el 1 de enero como por arte de magia. Pensábamos que automáticamente todo terminaría entonces. Pero no. Tristemente nos damos cuenta de que esto va para largo. Se habla incluso de que la vida normal no regresará hasta el 2022. O sea que todavía tendríamos que fletarnos otro año en las mismas condiciones.

Considero mucho a los doctores y enfermeras y de ninguna manera pretendo compararme con ellos. Solo soy un simple mortal que ha llegado a su límite y se encuentra al borde de la locura. He aprovechado este tiempo para aprender cosas nuevas y hacer otras cosas, pero nada de eso compensa este encierro. No somos libres. Y eso, no es sostenible. Tenemos que encontrar una solución viable, porque de lo contrario, por querer hacer un bien, podríamos hacer un mal mayor. Se los dejo de tarea.


miércoles, 19 de febrero de 2020

Castillos en el aire

La vida muchas veces nos lleva por caminos insospechados. Pareciera que por cada paso que damos hacia adelante, damos tres hacia atrás. Te levantas, caes, te vuelves a levantar y continúas tu camino. Pero invariablemente llega un momento en el que te cansas, en el que te hartas de todo, en el que ya no estás dispuesto a seguir. Tus fuerzas se acaban, tus ánimos decaen, tu esperanza muere. Es normal, somos humanos. Eso solo demuestra nuestra fragilidad y vulnerabilidad. Recordamos que somos simples mortales de carne y hueso que andan de paso por este mundo.

 Nadie dijo que la vida sería fácil y, si hay alguien que lo dice, es un vil mentiroso. Tal vez la vida sea un poco menos difícil para algunas personas, pero eso no la hace fácil de ninguna forma. Nuestras abuelas decían que solo veníamos a este mundo a sufrir y honestamente ya me estoy convenciendo de eso. Después de ponerse con Sansón a las patadas, regresas a tu esquina todo golpeado esperando el próximo round. Es el círculo vicioso de la vida.


Cuando no ves la salida


Últimamente, parece que todo me sale mal. Mis planes se derrumbaron. Me tomó mucho tiempo darme cuenta de lo que quería hacer con mi vida y, cuando por fin encuentro mi vocación, se me viene el mundo encima. 

Por azares del destino, me quedé sin trabajo. Todo lo que había planeado se vino abajo. Mi proyecto independiente está avanzando más lento de lo que esperaba y como no puedo vivir de eso todavía, pues tengo que buscarme otro trabajo, lo cual me tiene sumamente estresado. Bien dicen que no se puede vivir de amor al arte. Esa es la triste realidad.

A veces me pregunto para qué tanta faramalla. La sociedad nos impone estándares injustos. Espera que uno simplemente vaya a la escuela, encuentre un trabajo, se case, tenga hijos y muera. Y se repite el esquema con nuestros hijos. Los sueños y las aspiraciones quedan relegadas en segundo plano. A veces los sueños se convierten en pesadillas. 


La vida se te va


Una de las principales razones por la cual no me he casado es por no contar con una estabilidad económica. Está muy bonito ese discurso del amor, pero la realidad es que cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la ventana. El amor no se come ni paga las deudas. Me parece muy irresponsable formar una familia sin tener una estabilidad económica. Solamente traen más niños al mundo para padecer y se complican la vida innecesariamente.

Por otro lado, sí me gustaría tener mi propia familia. Aunque los niños me desesperan, creo que sí podría tener uno. A veces me pongo a pensar si es que analizo las cosas demasiado. Siento que siempre quiero ver el panorama completo y sufro del denomidado "parálisis por análisis". 

Tal vez la gente que dice que no tienes que esperar a tenerlo todo tiene razón. A estas alturas ya no sé qué pensar. Pero por otro lado me da miedo una responsabilidad de ese tamaño. Me da miedo no poder con el paquete. Tal vez uno nunca esté preparado para esas cosas y tiene que lanzarse al ruedo como va.


Te dan la espalda


El año pasado me llevé una gran decepción. Me di cuenta de que algunas personas cercanas a mí no eran mis amigos en realidad. Una persona en particular se quitó la máscara y la verdad no me lo esperaba.

He aprendido a contar mis amigos con los dedos de la mano. Los verdaderos amigos no son aquellos con los que te vas de fiesta o que ves todos los días. Los verdaderos amigos son los que te dan la mano cuando lo necesitas, que te dan una palabra de aliento, una sonrisa, un abrazo sincero. Los verdaderos amigos son aquellos que aunque no veas tan seguido y que tal vez vivan en países diferentes, cuando los ves es como si el tiempo no se hubiera detenido. Se convierten en alguien de tu familia a pesar de que no lleven la misma sangre. 

No es la primera vez que me llevo una decepción en ese sentido. De hecho, ya debería haberme acostumbrado. Pero me da algo de coraje porque lo debí ver venir. Ya había señales que había visto pero que me negaba a reconocer. 

Creo que ha llegado la hora de buscar nuevos amigos. No voy a malgastar mi tiempo con gente de doble cara. La hipocresía no me va. La vida es tan corta para malgastarla de ese modo. No quiero vivir con rencores, con amargura, con malas vibras. A darle vuelta a la página. Por salud mental, he decidido alejarme de ciertas personas. Personas van, personas vienen. 


Caminante, no hay camino

Dicen que no se puede tener todo en la vida. No sé si sea cierto. No tengo trabajo, no tengo pareja, no tengo amigos...bueno, tengo unos poquititos, pero creo que entienden el punto. Lo único que me quedan son mis sueños e ilusiones y es justamente a lo que voy a aferrarme. Somos actores en nuestras propias obras de teatro. No hay un camino trazado que seguir, nosotros mismos lo vamos trazando conforme avanzamos en la vida.

Tengo los sentimientos a flor de piel. Siento miedo, impotencia, frustración, desánimo, coraje, tristeza...todo al mismo tiempo. Ahora que fui a México me enteré de que una persona que apreciaba había muerto. Se están cerrando ciclos. Y eso me recordó lo cerca que estamos de la muerte. El tiempo es cruel y no se detiene. Cuando menos te das cuenta, ya eres una persona de mediana edad que se cuestiona lo que ha logrado en la vida y te replanteas otras alternativas. Lo malo es que no siempre hay segundas oportunidades. 

La vida es corta y los sueños, frágiles. Pueden romperse en cualquier momento. Y eso es precisamente lo bello de la vida.

domingo, 17 de noviembre de 2019

Renacer de las cenizas

Los que conocen algo de mitología griega sabrán que el fénix era un ave de fuego que renacía de sus cenizas. El fénix se desvanecía para renovarse y renacer en toda su gloria y majestuosidad. Me encanta esta analogía porque representa muy bien lo que tenemos que hacer frente a las adversidades. Dicen que después de la tormenta viene la calma. De la misma forma no puede haber un arcoíris sin lluvia. La esperanza surge a raíz de los problemas de la vida. Si nunca enfrentáramos cosas desagradables ni esperáramos que cambiaran, no existiría la esperanza. El bien y el mal; la muerte y la vida; el amor y el odio; todo tiene su lado contrario y ninguno puede existir sin el otro.



Todos (o la mayoría, habrá algún masoquista por ahí) quisiéramos una vida sin complicaciones, tranquila, feliz, pacífica, plena. La vida es tan corta y desafortunadamente gran parte de ella se nos va en cosas tan desgastantes. Nunca faltan los problemas, los agravios, los sinsabores, las malas experiencias, las tristezas, las tragedias, las desgracias, los infortunios. No existe un manual que nos enseñe cómo vivir. Tenemos que aprender a base de experiencia propia.

Terminando el año con el pie izquierdo


Por circunstancias que no me compete mencionar aquí, les diré que esta semana me quedé sin trabajo. Lo único que les puedo decir es que fue por causas de fuerza mayor y que no renuncié. La verdad ya lo veía venir y estaba de cierta manera mentalizado. Sin embargo, debo admitir que no fui inmune a la noticia y sentí como si me hubieran echado un balde de agua fría.

Es cierto que tenía pensado dejar mi trabajo en un futuro no muy lejano para dedicarme a otra cosa. En publicaciones pasadas les mencioné que comencé a trabajar en un proyecto, el cual está avanzando más lento de lo que yo quisiera. He estado trabajando en él a la par de mi trabajo de tiempo completo. Pero las cosas me están saliendo mal o por lo menos, no de la manera que yo esperaba. Es frustrante porque he estado dando mi mejor esfuerzo y cuando por fin pensaba que veía una luz al final del camino, ¡pum! me sucede esto.

¿Y ahora qué? 


Sé que no es el final. Cuando nos caemos, no hay más que levantarnos y continuar nuestro camino. Pero digo, tampoco somos de palo y es inevitable desanimarse y querer tirar todo por la borda. Lo peor del caso es que muchas veces se trata de cosas que no están bajo nuestro control y que son factores externos los que determinan nuestras circunstancias. No es algo que se solucione con "echarle ganas".

Me encuentro frente a un desafío abismal. Tengo que poner muchas cosas en la balanza y pensar muy bien mi próximo paso. Ya no quiero volver a las andadas. No quiero repetir errores pasados. Quiero comenzar a vivir, a disfrutar de la vida, a no estresarme por el trabajo y esas cosas tan vulgares. Necesito reinventarme, renovarme.

Quisiera regresar el tiempo y volver a esas épocas en las que mis únicas preocupaciones eran hacer la tarea y sacar buenas calificaciones. Pero lamentablemente eso ya no es posible. Ahora tengo que sacar fuerzas de flaqueza y seguir adelante. Hacer de tripas, corazón.

Aferrarse a algo


Dicen que la esperanza es lo último que muere y que mientras hay vida, hay esperanza. Cuando nos sentimos ahogados hasta el cuello, lo único que nos queda es aferrarnos a algo. Lo más fácil es dejarnos vencer y quedarnos en el suelo. 

Parecerá una frase de un libro de autoayuda, pero ¡no te rindas! Sigue adelante. Aférrate a Dios, a tu familia, a un amor, a tus sueños, a cualquier cosa, pero no te rindas. No es el final sino el comienzo de algo más. 

No es fácil, pero muchas veces en la vida tenemos que volver a empezar. La vida no es fácil y mucho menos justa, pero no dejemos que eso sea un impedimento. Hay que renacer de nuestras cenizas.




domingo, 10 de noviembre de 2019

La comodidad de dar "Unfollow"

Con el auge de las nuevas tecnologías y las redes sociales, los procesos de comunicación entre las personas han cambiado drásticamente. Recuerdo cuando era niño, si quería jugar con mis amigos, tenía que ir a tocar a sus puertas y preguntar si les daban permiso de salir. Si acaso, les hablabas por teléfono, pero creo que era más común ir a sus casas. Ahora, ya todo lo manejamos por mensajería instantánea. Si queremos comunicarnos con alguien, le enviamos un mensaje en WhatsApp o cualquier otra de las redes sociales existentes. No nos gusta hablar por teléfono, incluso aunque estemos afuera de sus casas. Si alguien pasa por mí o si yo paso por alguien, al llegar le envío un mensaje para decirle que ya salga. Ni hablamos por teléfono ni tocamos a la puerta. 

Las redes como nuevo medio de comunicación

No pretendo "demonizar" a las redes de ninguna manera. Me parecen una invención muy útil, pero es innegable el impacto que han tenido en la sociedad, tanto para bien como para mal. La comunicación se ha vuelto mucho más impersonal. Si estamos en la casa de la abuela, con amigos en un restaurante o simplemente en una reunión, la mayoría está pegada a sus celulares gran parte del tiempo en lugar de entablar una conversación normal. Me parece una falta de respeto y por lo tanto, trato de evitarlo. Creo que hemos dejado que la tecnología se apodere de nuestras vidas y se ha perdido algo del encanto de disfrutar de las buenas cosas de la vida, como una plática amena con familia o amigos. Estamos físicamente en un lugar pero nuestra mente está en otro lado; estamos pero no estamos. Nos preocupamos más por ver qué comentaron en nuestro perfil, por ver qué chisme circula en las redes, por ver memes o videos o por cualquier otra cosa en lugar de disfrutar de la compañía.





La gran paradoja de las redes es que pareciera que hacer nuevos amigos o encontrar pareja debería ser más fácil al haber más formas de comunicación que de antaño, pero no siempre es así. Se supone que la comunicación debería fluir, pero muchas veces sucede todo lo contrario. El proceso de comunicación es intermitente, ineficiente, insuficiente. No expresamos nuestras ideas a los demás con claridad e incluso surgen malentendidos en el intercambio de mensajes. Lo cual me lleva a mi siguiente punto.

La paradoja de las redes




En la actualidad, es muy fácil sacar a la gente de tu vida. Si me enojo con alguien, si ya no quiero saber nada de una persona, lo primero que hacemos es eliminarla o bloquearla de nuestras redes. En el pasado, si te molestabas con alguien, simplemente tratabas de evitarla en persona si es que se veían seguido o no contestabas a sus llamadas. Se podría decir que las cosas no eran tan obvias. Pero ahora, al eliminar a una persona de nuestros contactos el efecto es inmediato y evidente hasta para un ciego. 

En lugar de discutir un problema, es más sencillo eliminar a una persona de tu lista. Es la salida más facil y una manera de evitar conversaciones incómodas y tener que dar explicaciones. Puede ser considerado como algo infantil e inmaduro, pero en un arranque es algo inevitable. Cuando estás enojado no razonas, no piensas con la cabeza y somos propensos a actuar por impulso. Es triste que una relación de amistad o amorosa termine de esta manera en lugar de hablar las cosas en persona, máxime si se trata de una larga relación.

Te bloqueo, me bloqueas, nos bloqueamos

Me sucedió algo similar esta semana. En un grupo de WhatsApp del que formo parte tuvimos una discusión y la conversación subió de tono. Yo me "enchilé", como decimos en México, por un comentario que hizo una persona. Debo confesar que yo ya estaba un poco predispuesto en su contra por una serie de cosas que no viene al caso mencionar aquí. Así que para no hacer las cosas más grandes y evitar contestar en pleno enojo, me salí del grupo y bloqueé a esa persona de todas mis redes. Ya no tuvimos oportunidad de hablar ni aclarar nada. Supongo que a estas alturas esa persona ya debe haberse dado cuenta. Ahora que tengo la cabeza fría y que he meditado largamente sobre el asunto, debo reconocer que tal vez me precipité y actué de manera inmadura. Pero el incidente de WhatsApp fue solo la gota que derramó el vaso. Yo ya no estaba contento con algunas cosas que esta persona había dicho o hecho, pero mi error fue nunca hacérselo saber. Cometí el error de irme guardando todas las piedritas hasta que la cosa estalló. Era algo inevitable. 

Siento que debí haber mantenido el control y dejar que las cosas se enfriaran, pero esto es lo que sucede cuando nos dejamos llevar por un impulso. Y es que uno también tiene su orgullo o dignidad, como la quieran llamar. Es lamentable que las cosas se hayan dado de esta manera y no sé qué pasará ahora. Formamos parte de un mismo grupo de amigos y si no se arreglan las cosas, va a ser un tanto incómodo tener que coincidir por ahí. Voy a estar como Ross y Rachel cuando rompieron su relación y su grupo de amigos tenía dificultad para juntarse todos porque aquellos dos no podían verse. Bueno, tal vez exagero, no es mi caso exactamente, pero sí preferiría no tener que ver a esta persona si nos dejáramos de hablar. Sería triste, pero lo hecho, hecho está. 





Por lo pronto, nos vamos a reunir para festejar Navidad dentro de unas pocas semanas y no sé qué cara pondré cuando nos tengamos que ver. Si se da la oportunidad de aclarar el malentendido, me dará mucho gusto, pero si no, a pesar de que me dolería, ya dejaría las cosas así. Le desearía lo mejor a esa persona, que le vaya bien en la vida, pero como ya no compaginamos, ya no tiene caso vernos más. 

Y ustedes, amigos, ¿qué experiencias han tenido al respecto? ¿Han terminado una relación amorosa o de amistad por medio de las redes? Au revoir! 

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Harto de todo

¿Les ha pasado que llega un momento de sus vidas en el que todo les molesta, en el que están hartos de todo y todos? A mí sí. Muchas veces. Últimamente me he sentido irritable, de mal humor, con pocos ánimos, sin ganas de hacer nada, molesto sin ningún motivo aparente, insoportable conmigo mismo. Me da coraje porque es algo que no puedo controlar, se me escapa de las manos, me rebasa. A veces siento que me ahogo en un vaso de agua, que exagero las circunstancias, que dramatizo de más. Ojalá fuera solo eso. Lo cierto es que me siento atrapado dentro de un laberinto sin salida. Y me siento cansado, sumamente cansado, fastidiado, aburrido.





Estoy harto de levantarme todos los días a la misma hora. Odio el maldito despertador, odio su sonido con todas mis fuerzas, con cada fibra de mi corazón y con cada trozo de mi alma. Su sonar me provoca ansiedad, me llena de angustia y desesperanza. Quisiera quemarlo, destruirlo con mis propias manos, lanzarlo por la ventana, desaparecerlo para siempre. Solamente un alma negra, perversa y sin escrúpulos pudo haber ideado un aparato como el despertador. Mil veces maldita la persona que lo inventó.

Después ¿qué sigue? Bañarme y desayunar para comenzar el día. El mismo afán de cada día. Salgo a la calle con la esperanza de no toparme con un maldito camión escolar detenido en el camino. Porque si me topo uno ya valió. Esos malditos camiones pasan por todos lados a horas y deshoras. No tienen un horario fijo. Ya estoy harto de tener que andar a las prisas para evitarlos, de tener que estar siempre pendiente del reloj para calcular a qué hora debo salir de la casa. Ver esos camiones parados recogiendo escuincles me provoca náuseas. Y todos los días es lo mismo.





¿Y qué decir del tráfico? Las horas pico son abominables. Estoy harto de estar enfrascado en los embotellamientos cotidianos. Frena, acelera, frena, acelera. Nunca falta el estúpido que se te mete a lo tonto o el idiota que no acelera y alenta el tráfico. Estos especímenes se reproducen como conejos.

Llego a la oficina y le imploro al cielo que no me empiecen a joder tan temprano. Ya estoy harto de lidiar con clientes estúpidos por teléfono todo el tiempo. Esa gente no entiende razones. Creen que son los únicos clientes, que no hay nadie más, en fin. Quieren las cosas a la de ya. Muchas llamadas son quejas o reclamos. Ya tengo suficientes problemas en mi vida para preocuparme por nimiedades. Trato de poner mi mejor cara y de tener la mejor actitud del mundo, pero no funciona, al menos no en mi caso. De hecho creo que me resulta contraproducente. Cuando trato de ver las cosas buenas, las malas salen de donde menos lo imagino. Lo bueno es que mi trato con clientes es solamente por teléfono, no quiero imaginar siquiera cómo sería si tuviera que verles las caras todos los días.





Ya estoy harto de limitarme en lo que como. Es un verdadero suplicio para mí. No puedo cambiar mis hábitos alimenticios. Ya estoy harto de todas las dietas habidas y por haber. Contar calorías, medir porciones, pesar los alimentos... ¿qué demonios es todo eso? Eso no es vida para nada, es el infierno en la Tierra. ¿Y todo para qué? Para verse bien, para estar saludable. A veces me dan ganas de tirar todo por la borda y hacer lo que mi abuelo. De todas formas nos vamos a morir tarde o temprano.

El gimnasio es otra de las cosas que ya me tiene hasta el copete. Es imposible ir en la mañana por lo cual voy en la tarde después del trabajo. No sé cómo puede haber gente que vaya al gimnasio por gusto. Deben ser masoquistas. Yo salgo todo estresado de la oficina, con una jaqueca insoportable y un humor de los mil demonios y lo que menos quiero hacer es agitarme, llenarme de sudor y cansarme, para después estar dolorido por días. Eso sin contar con la gente con la que tiene uno que lidiar en el gimnasio. ¿Por qué demonios no pueden poner las cosas en su lugar? Es demasiado el tiempo que se pierde al buscar las mancuernas o demás cosas que no están en su sitio. ¿Y también por qué se creen dueños de las máquinas? ¡Vayan a lo que van y lárguense! Se la pasan comadreando y estorbando a los demás.





Llego a la casa cansado y con un sueño que para qué les cuento. Ah, pero no les he dicho que no puedo salir a revisar el buzón o tirar la basura porque inmediatamente se viene corriendo el perro del vecino de enfrente a ladrarme y tratar de morderme. Esa bestia me alucina y ni sé por qué. Y la antipatía es mutua.

Los vecinos de al lado son mención aparte. Todos los días es el mismo sonsonete. Tienen un escándalo con su música de Zumba y los escuincles se la pasan corriendo y haciendo travesuras. Y los fines de semana el señor pone su música agropecuaria a todo volumen. Es un verdadero infierno.

De lunes a viernes siempre es lo mismo. El estrés es constante. Ansío los fines de semana como no tienen idea. Anhelo dormir, descansar, desconectarme del mundo, de la realidad. Pero el tiempo se pasa volando, se esfuma. Salgo un rato a la calle y pasan horas que parecen minutos. El tiempo libre del que dispongo no es suficiente para recuperarme de los estragos de la semana. En un abrir y cerrar de ojos ya es lunes otra vez. Y continúa la maldición. 





Una de las cosas que más infeliz y desdichado me hace es mi trabajo. He tratado de mil y una maneras de ya no digamos amarlo, sino por lo menos sobrellevarlo. Pero no puedo. ¿Y por qué sigo ahí si lo detesto?, se preguntarán ustedes. Pues porque no me puedo dar el lujo de renunciar así nada más sin tener un plan b. Ya no soy un adolescente que puede permitirse esos desplantes. Aunque debo confesarles que ganas no me faltan, sobre todo después de colgar con un cliente estúpido. 

¿He hecho algo para cambiar mi situación? Sí, y eso es precisamente lo que me frustra más. A diferencia de otras veces, en esta ocasión sí me puse a actuar. Comencé un proyecto que me entusiasma mucho y que me asusta a la vez porque tal vez sea mi última oportunidad para salir de este atolladero. Siento que pasan los días, las semanas, los meses y no pasa nada. Sabía que no sería fácil, pero de todas formas todo está resultando más lento de lo que esperaba. Ya no puedo perder más tiempo.





Me siento sumamente cansado en todos los sentidos, tanto física como mental y emocionalmente. Siento que empujo una pesada roca cuesta arriba y ya no hay marcha atrás. Ya no hay tiempo para equivocarse, para experimentar. Quisiera despertar y darme cuenta de que todo fue un mal sueño, una pesadilla, que nada pasó en realidad. Quisiera desaparecer, irme a un lugar lejano donde nadie me conozca y empezar desde cero. Aunqué sé de antemano que esa no es la solución ya que los problemas te persiguen a donde vayas. Sé que tal vez haya personas en situaciones peores que la mía, no lo dudo, pero ese no es ningún consuelo para mí. Tal vez ellos son más fuertes que yo. Quisiera tener su entereza, sus ánimos, su estoicismo. Pero no soy como ellos. Lástima.

Mañana, mañana, mañana. Es la única esperanza que queda. Mañana como Anita la huerfanita o como Scarlet O'Hara. Mañana será otro día. Lo dejaré para mañana. Mañana pensaré en eso, hoy no. Hasta mañana, amigos.

domingo, 29 de septiembre de 2019

La invasión del reguetón

Esta semana se anunciaron los nominados para la próxima entrega de los Premios Grammy Latino y hubo un descontento generalizado por parte de los reguetoneros al revelarse la lista. Maluma, uno de los cantantes de reguetón más famosos del momento, expresó su desilusión al no ser nominado en ninguna categoría a pesar de que su último disco había sido "el mejor" de su carrera. Varios exponentes del género se sumaron a la polémica y comenzaron a circular en Twitter el hashtag "Sin reggaetón no hay Latin Grammy" como modo de protesta. Varios argumentan, palabras más, palabras menos, que se sienten discriminados e incluso exigen que el reguetón tenga una categoría propia y que deje de competir dentro del género de Música Urbana. Los usuarios en las redes no perdieron la oportunidad para dar su opinión al respecto y la mayoría expresó su agrado a la exclusión o nula representación del reguetón en los mencionados premios.





Ahora, vámonos por partes. El reguetón, muy a mi pesar y al de mucha gente, goza de una enorme popularidad en la actualidad. La explosión de tal género comenzó a principios del nuevo milenio con éxitos como Gasolina y la verdad no se vislumbra un fin a su existencia. Ya han pasado casi 20 años en los que hemos visto a infinidad de cantantes sucumbir ante sus encantos. Muchos cantantes de otros géneros han tenido que incursionar en este género para seguir vigentes. Artistas de la talla de Shakira, Thalía, Jennifer López, Ricky Martin, Enrique Iglesias e incluso la mismísima Madonna, por nombrar solo algunos, han sacado por lo menos una canción de reguetón en los últimos años. ¿Cómo olvidar la insufrible canción de Despacito que no había un solo día o lugar donde no la escucharas? No importaba que te encontraras en México, EE. UU., Europa, Asia... no podías escapar de ella. Podías romperte los tímpanos y aún así llegaba a tu cerebro. La veíamos (o escuchábamos) hasta en la sopa. Y no fue solo durante unos días o semanas sino meses que tuvimos que soportarla. Es de las pocas canciones que llegué a odiar, a alucinar. Basta con escuchar esa canción para que me den ganas de vomitar.  

Irónicamente, no odio el reguetón. Pero tampoco es mi género de música preferido. Sí, tiene un ritmo pegajoso y te dan ganas de bailar, pero la mayoría de las letras de sus canciones deja muchísimo que desear. Mucha gente no presta atención a la letra, solamente se deja llevar por el ritmo. Pero si nos ponemos a analizarlas detenidamente, la gran mayoría contiene mensajes misóginos, de promiscuidad y violencia. Eso sí, son canciones muy movidas. Pero definitivamente no son canciones para niños. Es triste ver cómo hay niños que les encanta el reguetón y hasta se ponen a "perrear". Sus padres se los celebran porque les parece gracioso sin darse cuenta de que están fomentando un libertinaje y que sus hijos muy probablemente se convertirán en delincuentes o adolescentes embarazadas en un futuro no muy lejano. Porque eso es lo que promueve el reguetón aunque no los queramos reconocer. Sí influye, sobre todo en los niños, aunque muchos digan lo contrario. ¿Cómo es posible que los padres permitan que sus hijos, ya sean niños o adolescentes, escuchen este tipo de música y la bailen con movimientos más que sugestivos? Es algo francamente inconcebible.





Ahora, hablando de adultos y gente madura que se supone ya puede pensar por su cuenta, estoy de acuerdo en que el reguetón no determina tu capacidad, grado de inteligencia o moralidad. Tu gusto por el reguetón no te hace inferior al resto, así como tu desdén por él no te hace superior. Por más raro que parezca, una persona puede tener una mente brillante o ser culta y aún así gustar del reguetón. Es una combinación rara pero que puede darse. El reguetón no está reservado para la gente de estrato social bajo o inculta. A pesar de que el reguetón me parece sumamente vulgar, no puedo negar que disfruta de una gran aceptación en varios grupos de la sociedad. Recuerdo que alguna vez leí un artículo en Internet que abordaba el tema y la premisa del autor (o autora, no recuerdo bien) era que el problema no era el reguetón sino nuestro clasismo. Yo creo que, en parte, el clasismo puede llevarnos a desdeñar tal género, pero no me parece algo injustificado, sobre todo considerando el contexto en su conjunto. O tal vez simplemente soy demasiado "fresa". 

Muchos argumentan que el reguetón es como cualquier otro tipo de música y que como arte, no hay música buena o mala. Es cierto que la apreciación del arte tiene un alto grado de subjetividad, pero es imposible no emitir juicios morales sobre el reguetón. No me doy golpes de pecho, pero tampoco podemos tapar el sol con un dedo. Y en cuanto a la calidad del reguetón como música, no soy experto, pero en mi opinión no tiene punto de comparación con otros géneros. Las décadas anteriores han estado marcadas por distintos géneros musicales: tuvimos al rock en los 60, la música disco en los 70 y el pop en los 80. Existe una amplia lista de canciones y leyendas en la historia de la música y en un futuro ¿qué le vamos a decir a nuestros hijos o nietos? ¿Que el reguetón era la música de moda de la época y Maluma era uno de sus máximos exponentes? A mí me daría vergüenza.

El reguetón solamente es música para pasar el rato como cuando vas al antro o a una fiesta. Estoy de acuerdo de que en una reunión con amigos o una fiesta no vas a poner música clásica sino algo que anime el ambiente como el reguetón, pero de eso a que sea algo que escuchemos todos los días hay un abismo de diferencia. Algunos dirán que no es música, yo digo que sí; mala, pero música al fin. Llamarla arte me parecen palabras mayores, pero si es que pudiera ser catalogada como tal, sería un arte burdo, vulgar y de mal gusto. Aunque debemos reconocer que todos, en algún momento de nuestras vidas, necesitamos una(s) dosis de esa vulgaridad. 





El reguetón tal parece que llegó para quedarse. Ya han pasado prácticamente 20 años y siguen sacando canción tras canción. Si le preguntas a un extranjero si les gusta la música latina, muy probablemente te dirán que sí y que el reguetón les encanta (muchos creen que la música latina es reguetón solamente). Si usas una aplicación como Spotify o YouTube Music y escribes "música latina", el 90 % de las canciones reproducidas serán de reguetón. Estos gringuitos. Y aunque en esta ocasión la Academia de la Música no les dio la importancia que los reguetoneros creen tener, lo cierto es que siguen gozando de una enorme popularidad entre el público. Yo creo que ya llegó la hora de ponerle punto final a esto y que el reguetón quede solo como una mal recuerdo o un lamentable error por parte de la humanidad. Au revoir! 

viernes, 20 de septiembre de 2019

El león cree que todos son de su condición

En los últimos días se ha suscitado un escándalo de proporciones mayúsculas en torno a la sexualidad de la ojiverde Verónica Castro. Todo comenzó por una indiscreción de una conductora de tres pesos llamada Yolanda Andrade. En junio de este año durante una transmisión en YouTube, Andrade se puso a platicar con su inseparable Montserrat Oliver acerca de una relación que mantuvo con una "maravillosa mujer" y que incluso llegó al altar con ella. Poco tiempo después, Andrade apareció en una entrevista con Javier Poza para supuestamente promocionar un nuevo programa en el que ella fungiría como conductora principal y este, tal cual periodista venenoso de espectáculos, desvió el tema de la conversación hacia las declaraciones que esta había hecho tiempo atrás respecto a su matrimonio con una misteriosa y famosa mujer. Poza se dedicó a acorralarla para que aceptara que esa mujer se trataba de Verónica Castro y esta se hacía la mustia en un principio no queriendo confirmar nada, pero al final ya no le quedó remedio y terminó por soltar la sopa e incluso retar a Castro a que desmintiera lo que había dicho. A Poza se le podía ver una sonrisa de oreja a oreja cuando Andrade confirmó lo que él tanto quería escuchar. Se veía a leguas la mala leche con la que el comunicador guiaba la conversación. De veras que una víbora venenosa se quedaba corta con él. A los pocos días ofreció una disculpa, que nunca había sido su intención hacer ver mal a Castro, pero el daño ya estaba hecho. Él fue el encargado de destapar la cloaca y de provocar una ola de dimes y diretes.





En los días siguientes se sumaron más involucrados al caso, entre periodistas y famosos que externaban su opinión. Entre los "periodistas" que se sumaron al ataque en contra de la Vero estaban: Gustavo Adolfo Infante, Juan José Origel y Shanik Berman. Se dedicaron a echarle tierra a la Vero de una u otra manera. ¿Y cómo dejar de mencionar a las infames revistas de chismes baratos que sacaron unas fotos de la Vero, las cuales aseguraban que eran pruebas de su relación con Andrade? No ha pasado ni un solo día sin que aparezca algo de este caso en la tele o en Internet. La Andrade se ha dado vuelo concediendo entrevistas a diestra y siniestra en todos los lugares en los que le dan espacio para "decir su verdad". Dice que no se arrepiente de nada y tacha a la Vero de mentirosa y hasta de homófoba porque esta última había dicho que en esta vida no le tocó ser lesbiana. Ya nada más le faltó rasgarse las vestiduras y echarse ceniza en la cabeza, afirmando que las declaraciones de la Vero eran un ataque directo a la comunidad LGBT. Más bien, por personas como Andrade es que esa comunidad es tan atacada. Además ¿acaso alguien la nombró defensora de esa comunidad o qué? La Andrade de veras se ve ardida, despechada y dando patadas de ahogado. Ya ni siquiera le preguntan de su programa o cosas relacionadas a su "carrera", será porque no tiene nada más atractivo que ofrecer. ¿No creen? 




Los periodistas de espectáculos son de las personas más despreciables que uno se pueda imaginar. En sus ansias de vender notas e incrementar el rating de sus programas de pacotilla no les importa pasar por encima de nadie, ni siquiera tratándose de una señora de casi 70 años y que es una de las figuras más representativas de la cultura popular mexicana. Nunca me había tocado ver tanto circo mediático como este. La nota ha acaparado innumerables espacios en programas de México, América Latina y EE. UU. Todos quieren su pedazo de pastel. Y es que si uno se pone a analizar el caso detenidamente, todo parece un complot, una campaña de desprestigio en contra de la Vero. Fue tanta la presión para la Vero, que anunció su retiro del mundo del espectáculo. Ya podrán estar conforme la Andrade y su séquito de amigos. Si esto era lo que querían, lo lograron.




Quiero poner algo en claro. No digo que la Vero sea una santa y mucho menos perfecta. Todos tenemos cola que nos pisen. Tal vez le gusten las mujeres, tal vez no. Tal vez tuvo su rachita en la que le dio vuelo a la hilacha. No me sorprendería si el día de mañana ella saliera y aceptara todo lo que dijo la imprudente de Andrade. Pero no podemos afirmar nada que no nos conste. Y si es que efectivamente la Vero y Andrade se casaron, aunque simbólicamente, es muy su vida, muy su problema. Si ella no quiere hablar de eso o aceptarlo, sus razones debe tener y es válido. La Andrade no puede andar ventilando cosas que atañen a terceros. Si es que verdaderamente la amó tanto y fue el amor de su vida y si es que habían llegado a un acuerdo de no ventilar nada al respecto, ella debió respetar eso. No importa que hayan pasado 20 o 50 años. Pero lamentablemente la palabra ya no vale nada, y menos la de Andrade. Con todo lo que ha dicho y hecho solamente está dando muestra de su calidad moral y su bajeza. Pero por lo visto no está sola. Está respaldada por una jauría de lobos, por una parvada de buitres que gustan de lo podrido y que no se detienen ante nada hasta alcanzar lo que quieren.

Afortunadamente la mayoría del público está del lado de la Vero. Solamente los periodistas parecen apoyar a la Andrade, no todos, pero sí muchos. Su vida es muy aparte de su vida profesional. Nadie puede negar el lugar que ocupa en la cultura popular mexicana, tanto es así que fue distinguida por parte de María Félix. Muy pocas pueden presumir de ese honor. Pero como la Vero dijo: "La gente necesita comer". Y esto obviamente incluye a los periodistas, porque los chismes baratos y amarillistas venden y mucho. Es triste que exista tanto morbo respecto a figuras como la Vero. Al final de cuentas, son personas como tú y como yo que tienen una vida privada paralela a su vida profesional. El problema está en que al ser figuras públicas sus vidas pasan a ser de dominio público. 

Espero sinceramente que corran a esa Andrade y que las televisoras le cierren las puertas y no le den más espacios. Es de esas personas que ni siquiera te merece el saludo. Confieso que en un principio me caía bien la "chava", pero ya no. Y también espero que la Vero recapacite y regrese por la puerta grande con una telenovela, una serie o un programa como a los que nos tenía acostumbrados. Es entendible que la Vero quiera alejarse del espectáculo y que no soporte la presión de las redes sociales. Antes solamente tenían que lidiar con la televisión, pero ahora con las redes el impacto es mayor e inmediato. Es muy fácil destruir reputaciones y largas carreras como las de ella. Pero a la Andrade no le queda el papel de víctima y tarde o temprano su vida dejará de ser interesante. Cree que todos son como ella, pero afortunadamente no es así. Que aproveche sus 5 minutos de fama.

¿Y ustedes qué opinan, amigos? Au revoir!