Parezco disco rayado porque siempre digo lo mismo, pero la verdad, tenía pensado escribir acerca de este tema desde hace un buen tiempo. Simple y sencillamente no me había dado el tiempo de hacerlo. He estado ocupado con un par de proyectos personales y tratando de llevar una vida relativamente normal en medio de tanto caos.
Esta maldita pandemia ya me tiene harto. Todos los días es la misma cantaleta: más muertos, más contagios, más hospitalizaciones, más restricciones, más de todo lo malo y menos de todo lo bueno. Prendes la televisión y todos los días es lo mismo. Te metes a las redes sociales y la cosa está igual o peor. El maldito tema siempre sale a relucir en cualquier reunión social o en el trabajo aunque uno no quiera. Las autoridades dicen una cosa y luego dicen otra. Que no se contagia por el aire, luego que sí. Que una cosa cosa puede ser síntoma y luego que no. Todos ansiosos porque ya saquen la maldita vacuna, pero esta se ve cada vez más lejana. Escuchar tanta información y desinformación a la vez las veinticuatro horas del día es verdaderamente abrumador y desgastante.
Ya estoy harto de tener que ponerme esa maldita mascarilla que me hace sudar a gotas. Es soportable en el frío, pero no en el calor. Con esa cosa es muy difícil hacer ejercicio o actividades que te hagan sudar y que dificulten la respiración. Mis respetos para los que van al gimnasio con esas cosas. Yo lo único que pude hacer fue subir a un mirador y fue agotador, sobre todo porque la mascarilla se le pega a uno a la cara al respirar más rápido y aunque sea hipoalergénica y de un material fresco, eso no la hace más soportable.
Todos mis planes se vinieron abajo. Tenía pensado ir este año a Europa a visitar a un amigo, pero gracias a este maldito virus, tuve que cancelar mis planes. Si no es una cosa, es otra. Primero era por cuestiones económicas o de tiempo, pero ahora que esas dos cosas no representan un impedimento, se presenta esta maldita pandemia con todas las restricciones que ya todos conocemos hasta el cansancio.
Mi ya de por si precaria vida social es ahora inexistente. Cero. Los primeros meses me la pasé encerrado como la mayoría de la población. En los meses subsecuentes, comencé a salir poco a poco para lo necesario y ya después, un poco más, pero todavía con reservas. Inconscientemente tenemos la idea en la cabeza de que nos vamos a contagiar por tocar una perilla o simplemente por respirar al aire libre. Ya no sabes cómo saludar a los demás cuando los ves: dándoles la mano o un beso. Es sumamente incómodo porque no quieres herir susceptibilidades al no saber cómo piensan las demás personas al respecto.
Es un suplicio ir a cualquier lugar. En muchos lugares ya de plano les vale. Algunos lugares se ven llenos al ya no tener restricciones en el número de clientes. Hay gente que no usa mascarilla o que la usa mal y además, no respetan las medidas de distanciamiento social. Les dices algo y te los echas de enemigos.
Esta semana fui a Monterrey, pero no disfruté el viaje en lo más mínimo. No pude festejarme porque tienen prohibidas las reuniones de más de veinte personas, además de que no sé qué piensan mis amigos y familia y mejor opté por no hacer nada. Tenía pensado si acaso ir a un pueblito cercano, pero hubo cambio de planes y no se concretó. Ni modo. Ha sido uno de los cumpleaños más tristes que he pasado.
La verdad ya no sé qué pensar. Se han dicho tantas cosas al respecto que uno siente que pierde la cordura. Hay tantas teorías conspirativas al respecto, algunas un tanto descabelladas, otras no tanto, pero cada vez es más difícil mantener la misma postura. Al menos eso pienso yo. No me atrevería a asegurar que la enfermedad no existe o que es invento del gobierno, pero tampoco puedo asegurar lo contrario. Hay muchas cosas que no terminan por gustarme. Siento que hay una cierta manipulación de la información y de las cifras reportadas. También siento que hay muchas cosas que no sabemos y que nos están afectando de muchas maneras para servir a intereses superiores.
La vida en tiempos del covid-19 no es vida. Es un suplicio, un martirio, insportable, insufrible. En un abrir y cerrar de ojos, se nos fue el 2020. Era marzo y de repente ya estamos a un mes de que finalice este año. Todos esperábamos con ansias que terminara el 2020 porque de alguna manera sentíamos que el 2021 sería diferente desde el 1 de enero como por arte de magia. Pensábamos que automáticamente todo terminaría entonces. Pero no. Tristemente nos damos cuenta de que esto va para largo. Se habla incluso de que la vida normal no regresará hasta el 2022. O sea que todavía tendríamos que fletarnos otro año en las mismas condiciones.
Considero mucho a los doctores y enfermeras y de ninguna manera pretendo compararme con ellos. Solo soy un simple mortal que ha llegado a su límite y se encuentra al borde de la locura. He aprovechado este tiempo para aprender cosas nuevas y hacer otras cosas, pero nada de eso compensa este encierro. No somos libres. Y eso, no es sostenible. Tenemos que encontrar una solución viable, porque de lo contrario, por querer hacer un bien, podríamos hacer un mal mayor. Se los dejo de tarea.
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