Bien dicen que los años no pasan en vano. Juventud, divino tesoro. Palabras más ciertas no hay. El tiempo pasa y no se detiene. No hay marcha atrás. Cada día nos hacemos más viejos. Cada vez que cumplimos años es un año más para algunos, mientras que para otros es uno menos. Lo innegable es que conforme vamos creciendo, vamos cambiando y muchas veces sin darnos cuenta o desearlo. Poco a poco nos convertimos en nuestros padres o abuelos quienes nos decían que cuando tuviéramos su edad comprenderíamos muchas cosas. Cuando somos niños o adolescentes no comprendemos a los adultos y a veces hasta nos burlamos de ellos por las cosas que dicen o hacen. Pero de pronto, sin darnos cuenta, somos los nuevos adultos a quienes veíamos tan lejanos y ahora las nuevas generaciones se burlan de nosotros e incluso nosotros nos burlamos de nosotros mismos. Llega un momento en la vida en el que ya no eres "joven" o "señorita" sino "señor" o "señora". Consciente o inconscientemente nos recuerdan nuestra edad con el simple hecho de referirse a nosotros. Ya no toleras ciertas conductas, ya no te gustan cosas que antes te gustaban o por el contrario, te gustan cosas que antes no te gustaban. Cambian tus ideas, tus pasatiempos, a veces incluso tus valores. Cambia tu círculo de amistades. Queramos o no, el cambio es inevitable. El tiempo nos lleva arrastrando cuesta abajo y poco o nada podemos hacer para remediarlo.
Les pongo algunos ejemplos. Hace un par de semanas fui a Monterrey para ver al doctor. Me fui en autobús. El viaje desde Houston es de aproximadamente 11 horas. Solamente estuve allá el fin de semana porque tenía que regresar a trabajar. Me regresé de Monterrey el domingo en la noche y llegué a Houston en la mañana y directito a trabajar (bueno, pasé por mi casa primero para darme un baño y desayunar algo, pero de ahí directo a la oficina). No tengo que decirles que ese día estuvo horrible. Me sentía morir. Tenía un sueño y un dolor de cabeza espantosos. Y es que ya no aguanto los viajes largos. Antes, cuando era más joven, me encantaban. Me gustaba sentarme por horas y simplemente ver por la ventana. Ahora ya no lo tolero para nada. Me empiezan a doler el trasero o la espalda y tengo que cambiar de posición varias veces durante el trayecto. Siempre trato de llevar un libro o música a la mano para distraerme durante el viaje, pero por más amplio o cómodo que esté el asiento, no aguanto un viaje de tantas horas. Eso sin contar con lo mal que se duerme, porque aunque duermas o dormites durante el camino, llegas derrotado a tu destino con ganas de tirarte a la cama. Por eso no soy fanático de los viajes exprés y menos cuando tienes que ir a trabajar inmediatamente a tu regreso. Lo he hecho algunas veces y me ha ido fatal.
Las desveladas. Cuando eres adolescente se te hace fácil desvelarte a lo tonto haciendo x cosa sin importar que tengas que levantarte temprano al día siguiente. Duermes unas cuantas horas y listo. Pero llega un momento en tu vida en el que las desveladas te pegan duro. Se los digo por experiencia. Ya no bastan 4 horas para reponerse. Cuando me desvelo así, me siento morir al día siguiente. Me siento con un dolor de cabeza horrible, me siento irritable, cansado, aturdido, atolondrado. Reponerte de una desvelada te lleva días o incluso semanas. Como la última vez que fui a Monterrey y que prácticamente no dormí en el camino de regreso, toda esa semana me sentí horrible. Las desveladas se te van acumulando y te cobran la factura después. Ah, y estoy hablando de simples desveladas sin incluir alcohol, eso ya es otro tema aparte. Si bebes alcohol, hazlo con moderación porque las crudas en la vida adulta duran días.
El ruido. Casi nunca me ha gustado el ruido desde que tengo uso de razón. Pero siento que de un tiempo a esta parte se ha vuelto casi insoportable. Nunca he sido muy fanático de ir a bares o antros, pero cuando llego a hacerlo sufro un poco por el ruido. Me siento incómodo, me duele la cabeza. Si están fumando es peor. Prefiero un lugar tranquilo donde se pueda platicar a gusto. Hay ambientes donde el ruido es parte esencial e inevitable de la atomósfera, por eso trato de evitarlos en la medida de lo posible. Pero no solo yo, también me he dado cuenta por conocidos que antes eran bien fiesteros y les encantaba el ruido y ahora ya no tanto. Vamos cambiando con el tiempo.
La intolerancia a ciertos alimentos o bebidas. Los 25 son una edad parteaguas en la vida de mucha gente. A partir de esta edad, muchos se vuelven intolerantes a ciertas cosas que antes comían sin problema. La leche, por ejemplo, no le cae bien a mucha gente que pasa de esta edad. El alcohol, de igual forma, ya no es procesado correctamente en el organismo porque vamos perdiendo enzimas y eso contribuye a que nos emborrachemos más rápidamente o a que nos duren más tiempo las crudas. El cuerpo también se vuelve un poco intolerante al picante y mucha gente empieza a desarrollar gastritis y por más que les guste el picante, tienen que restrigir su consumo. Estos son solamente algunos ejemplos que se me vienen a la mente, pero supongo que debe haber más.
El metabolismo. Cuando tienes cierta edad es más difícil bajar de peso por más dieta y ejercicio que hagas. Y es que conforme envejecemos, nuestro metabolismo se ralentiza. A eso hay que agregarle otros factores como la falta de sueño y el estrés. Todos estos factores se unen y hacen que sea más difícil perder peso. El metabolismo de una persona de 30 o 40 años no es el mismo que el de una de 15 o 20. El cuerpo se "amacha" y hace lo posible por mantener un peso en el que siente que funciona mejor, aunque nosotros no estemos de acuerdo. ¿Injusto, no?
La memoria. Siempre me había jactado de tener buena memoria, pero conforme pasa el tiempo, de repente me doy cuenta de que se me olvidan una o dos cosas. Estoy sometido a un constante estrés y estoy seguro de que eso influye en gran medida, pero no quiero imaginarme qué pasará cuando tenga 70 años (si es que llego a esa edad, claro está).
La vista. Antes, las personas comenzaban a experimentar problemas con la vista a partir de los 40 o 50 años. Pero con el uso frecuente de computadoras y smartphones en la actualidad, ahora cada vez es más común que la gente empiece a usar anteojos desde temprana edad. Si los niños de ahora usan anteojos, ¿qué nos dejan a personas de nuestra edad? En mi caso, todo el día prácticamente estoy frente a una computadora y uso mi celular frecuentemente, pero por más bajo que tenga el brillo y por más que trate de no acercarme tanto a la pantalla, la exposición continua a estos aparatos daña nuestra vista paulatinamente. De hecho, el oftalmólogo ya me dijo que necesito usar anteojos, aunque todavía me resisto.
Bueno, amigos, estos son solamente algunos ejemplos, pero estoy seguro de que se podrían mencionar muchos más. Aprovechemos mientras seamos jóvenes, porque actualmente estamos por convertirnos en lo que eran nuestros padres (si es que no lo hemos hecho ya), pero llegará el día en que nos convertiremos en lo que eran nuestros abuelos y eso...eso es otro cantar.
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