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sábado, 16 de marzo de 2019

No sé lo que quiero, pero sí sé lo que no quiero

Recuerdo cuando era niño y me preguntaban qué quería ser de grande. Mi respuesta variaba con mi edad, atravesé por etapas diferentes. Hubo un tiempo en el que quería ser maestro, mientras que hubo otro en el que quería ser chef. Profesiones tan diferentes entre sí. Cuando me pongo a pensar en ello, me asombra la convicción con la que daba mi respuesta cuando se me cuestionaba al respecto. Hoy en día las cosas han cambiado mucho. No sé qué hacer. Me siento perdido, confundido. Solamente sé que necesito un cambio radical en la vida o, de lo contrario, corro el riesgo de volverme loco. 

Cuando era tiempo de escoger una carrera universitaria, me sentía muy agobiado. Había tantas opciones que no sabía qué escoger. Buscaba información al respecto, preguntaba a gente cercana a mí, tomaba exámenes vocacionales, en fin... Estos últimos arrojaban como resultado una carrera en el área de humanidades o ciencias sociales. Después de según yo pensar bien las cosas, opté por la carrera de Administración de Empresas. Me decidí por ella, en parte porque pensé que encajaba en el perfil y porque además era una carrera muy versátil que me permitiría trabajar en diferentes áreas. Qué inocentes somos a veces, la verdad. Para muchos, esta carrera es la "vieja confiable" cuando no sabes qué estudiar. Consideran que es una carrera muy fácil, pero créanme que no lo es. Siempre ha habido una rivalidad entre administradores y contadores porque estos últimos dicen que ellos pueden hacer nuestro trabajo, pero nosotros el de ellos no. Pero bueno, esa es otra historia. Así que presenté el examen de admisión y pasé. Debo confesar que la universidad en la que estudié nunca fue mi primera opción, pero no contaba con los recursos para estudiar en una privada. Así que tuvo que ser una universidad pública, pero eso fue lo de menos. Con el transcurrir del tiempo me convencía de que me había equivocado de carrera. Después de la segunda mitad de la carrera y, particulartemente alrededor del séptimo u octavo semestres, caí en un estado de apatía. La carrera se convirtió en una carga a cuestas. Todo me era tedioso, aburrido, monótono. Pero consideraba que era demasiado tarde para cambiarme de carrera o tal vez pensaba que sería un fracaso y yo no quería eso. Me engañaba a mí mismo diciéndome que las cosas cambiarían. Así que me aguanté y continué hasta el final. Me gradué y quedé entre los primeros lugares de mi generación y eso me dio un poco de ánimo, pero ahora que lo analizo fríamente, todo eso no me ha servido de nada. Muchas veces me he arrepentido de haber estudiado esta carrera. No sé en qué estaba pensando. Pero lamentablemente el hubiera no existe.





He tenido varios trabajos en mi vida. Antes de entrar a la universidad trabajé como capturista de datos. La empresa estaba cerca de mi casa y me iba caminando. Hasta tenía tiempo para ir a comer a mi casa. Pero el trabajo no me gustaba para nada y como quería estudiar y trabajar al mismo tiempo, decidí renunciar porque se me hacía muy pesado. Ah, porque para los que no saben, toda la carrera la estudié de noche. Bueno, después de eso trabajé como maestro de inglés. Trabajaba medio tiempo y tenía tiempo para estudiar y hacer mis tareas. Y pues ganaba un dinerito también. Este trabajo tuvo sus altibajos, pero a la fecha puedo decir que es el que más satisfacciones me ha dado. Tal vez habría continuado ahí, pero nos hicieron una mala jugarreta y me tuve que salir; les platicaré de eso en otra entrada. Posteriormente hice prácticas profesionales en áreas contables, más especifícamente en Cuentas por Pagar y Cuentas por Cobrar en dos empresas diferentes pero del mismo ramo: el automotriz. Lo odié como no tienen idea. Encima del estrés laboral de mis responsabilidades, tuve que lidiar con un jefe tóxico, no exagero. Ya les contaré de eso también. Mi siguiente trabajo fue como agente de seguros/preparador de impuestos. Era demasiado estrés. Fue el primer trabajo en el que tuve que lidiar con clientes, no solamente en persona sino también por teléfono. Pero además de eso tenía una compañera que me hacía la vida imposible y no perdía oportunidad alguna para hacerme quedar mal. Y como no soy masoquista, pues me salí. Después conseguí trabajo como Office Manager dentro de una empresa de marketing, algo así como encargado administrativo. Al principio me encargaba de cosas meramente administrativas: facturación, cobranza, nómina, etc. Pero ya después me cambiaron las funciones, más bien me agregaron funciones que nada que ver conmigo y se volvió insoportable. Así que llegó la hora de cambiar de trabajo. El suegro de un primo me invitó a trabajar con él y su socio en una pequeña empresa de electrodomésticos. Sigo sobre la misma línea: facturación, cobranza, atención a clientes... Dentro de un mes cumplo un año y ya me parece que llevo trabajando siglos ahí. Mis jefes me tratan bien, pero el trabajo que hago simple y sencillamente no me gusta. Tal vez y, solo tal vez, si el sueldo justificara el sacrificio que tengo que hacer, entonces valdría la pena, pero no es el caso. 





Siento que necesito darle un giro a mi vida. Ya no puedo seguir así. Tal vez sea muy idealista o soñador y tal vez no se pueda tener todo en la vida, pero me daría por bien servido si por lo menos contara con un buen sueldo o con la satisfacción que te da tu carrera. Pero no hay ni lo uno ni lo otro. Quiero un trabajo que me guste y muy importante, que el estrés relacionado con él sea manejable, porque los que me conocen ya sabrán que me estreso en demasía. La vida es tan corta para pasársela estresado o haciendo algo que no te gusta. Pero el problema estriba en que no sé qué hacer. Cuando me preguntan qué me gustaría hacer, no sé qué responder. Envidio a esas personas que tienen una pasión definida y que trazan metas y construyen su camino para llegar al final. Nada las detiene. Siempre saben hacia dónde van, qué es lo que quieren. Pero yo no. Digo, hay varias cosas que me gustan, pero no tengo algo que me apasione o que lo visualice como un impulsor para cambiar de carrera. Me siento en un laberinto, me siento entre la espada y la pared. Porque por un lado sé que no me gusta mi trabajo o en general la carrera que he desarrollado. Quiero un trabajo que no tenga que ver con facturas, cobros, pagos, clientes estúpidos... pero no logro sacar nada en concreto. 

El tiempo pasa y no se detiene y eso me frustra enormemente. Me desespera no poder dilucidar nada. Tal vez sea justificable en un adolescente, pero no para mí. No es que sea un viejo, pero tampoco soy un jovencito. Esta parte de mi vida me ha impedido hacer muchas cosas. Necesito encontrar algo que me haga sentir pleno, satisfecho, que no me sea una carga, que no me haga alucinar los lunes, que no me haga perder los estribos, que no me estrese todo el tiempo...No creo que sea demasiado pedir. Y si lo es, lo siento mucho, así es como pienso. 





Tal vez sea muy duro conmigo mismo, pero siento que ya no estoy en una edad para experimentar. Dicen que nunca es tarde para algo, pero la verdad no estoy tan seguro. No me veo a estas alturas de mi vida estudiando otra carrera, sin mencionar que tendría que endeudarme para hacerlo y lo que menos necesito en estos momentos son deudas. Tampoco puedo darme el lujo de renunciar cada vez que no me guste un trabajo. Pero por otro lado, es inhumano, es contranatura, permanecer en un lugar haciendo algo que no te gusta. Es masoquismo, falta de amor propio. No es sano trabajar en algo que te hace sentir desdichado, desgraciado, desaprovecado. 

A veces me motivo cuando leo casos de personas que pasaron por lo mismo que yo y de repente encontraron la manera de salir adelante. Abundan los casos de personas que trabajan para ellas mismas, que tienen negocios en Internet, que son blogueros de viajes o comida, en fin, hacen algo que les gusta y además obtienen ganancias por ello. Y es cuando me pregunto a mí mismo: ¿por qué yo no? Pero por otro lado me ganan el miedo, la inseguridad, la duda. Me da coraje que siempre analizo todo a detalle y pienso en todo lo que puede salir mal. Y esto me ha frenado. Como ya dije anteriormente, no tengo algo definido, no sé qué es lo que quiero hacer, a qué me quiero dedicar, pero sé que lo que hago actualmente dista mucho de ello. Quiero libertad en todos los sentidos. No quiero un trabajo convencional. No quiero siempre trabajar en lo mismo siguiendo la monotonía. No quiero pasármela anhelando los fines de semana, los puentes o las vacaciones. No quiero tener que depender siempre de otras personas para poder realizar planes en mi vida personal. Quiero ser dueño de mi tiempo y espacio. He puesto las cosas en una balanza y he determinado que todo esto es importante para mí. Ya me cansé de leer artículos y libros al respecto, de ver videos, de pedir consejos y de no poder decidir nada. Dicen que la vida es una obra de teatro. Creo que ha llegado la hora de que termine el acto actual y de que comience el siguiente. No sé quién escribió o esté escribiendo la obra para mí, pero he decidido escribir una propia y llamarla Felicidad. Porque de eso se trata la vida y la carrera no es la excepción. Solo me falta un poco (o un mucho) de inspiración. 😁

domingo, 10 de marzo de 2019

Cuando el trabajo empieza a afectar tu vida personal

Somos seres polivalentes. Cumplimos diferentes roles en la vida. Uno de ellos, de los que más tiempo ocupa de nuestras vidas, es el de empleado. A menos de que seas emprendedor, claro está. Pero para la gran mayoría de la humanidad, para los simples mortales que trabajamos para alguien más, tenemos que desempeñar este papel durante una gran parte de nuestras vidas. A veces se vuelve una carga insoportable, se convierte en un verdadero viacrucis. Nos pasamos gran parte del día en el trabajo, interactuando con nuestros jefes, compañeros de trabajo o clientes, pasamos más tiempo con ellos que con nuestra familia o amigos. Se convierten en tu segunda familia y eso no siempre es agradable. Díganmelo a mí. Claro que hay honrosas excepciones, no puedo generalizar, pero son muy pocas. Es tan triste que gran parte de nuestras vidas tengamos que pasarla de este modo. 

Me siento al borde del colapso, en un punto de quiebre. Algunos pensarán que dramatizo de más, que exagero, pero lo cierto es que solamente la persona afectada es la que conoce su cruz y eso aplica para todos. Ir a trabajar todos los días me cuesta y mucho. Despertarme en las mañanas me pesa como no tienen idea. Odio tener que enfrascarme en el tráfico diario, aunque eso es lo de menos. Lo peor de mi día a día comienza cuando pongo un pie dentro de la oficina. A veces no termino de abrir la puerta cuando ya está sonando el maldito teléfono. Ah, porque para los que no saben, soy el encargado administrativo de un pequeño negocio de reparación de electrodomésticos. Y como parte de mis funciones, tengo que hacerme cargo del teléfono. De hecho, gran parte de mi día me la paso en el teléfono, principalmente con clientes. No saben cuánto lo odio. Odio cada vez que suena ese maldito aparato de Satanás y tengo que lidiar con clientes necios. No todos son iguales, pero con un estúpido que te toque es suficiente para arruinarte el día. Y muchas veces es más de uno. Te hablan para quejarse y a veces hasta se desquitan contigo sin deberla ni temerla. Muchas cosas no están bajo mi control, pero como yo soy el punto de contacto pues es conmigo con quien se desquitan, al que se la rayan, al que le mientan la madre, en fin. He tenido que lidiar con clientes un tanto conflictivos que casi hacen que saque lo peor de mí. A veces me dan ganas de mandarlos al diablo y de salir corriendo de la oficina para nunca más volver, pero lamentablemente no puedo hacerlo. No puedo ponerme al tú por tú con los clientes, aunque ellos no siempre tengan la razón. Para una persona un poco introvertida como yo, es difícil desempeñar un trabajo así. Antes era demasiado introvertido y con el tiempo he cambiado algo, pero no he dejado de ser introvertido. Daría lo que fuera por no tener que hablar con nadie por teléfono. Pero por el momento tengo que hacerlo.





De mis jefes no tengo quejas, de hecho son de los mejores jefes que he tenido, aunque uno de ellos es un poco despistado. Lo que me estresa es el trabajo en sí. Estar al teléfono todo el día, manejar tiempos, lidiar con tanta ambigüedad e incertidumbre, todo se acumula y ya he comenzado a resentirlo en mi vida personal. Hay días en que me siento tan agobiado y no es raro que termine el día con una jaqueca horrible. Ya tengo algunos meses que voy al gimnasio después del trabajo, pero a veces me siento tan fatigado mentalmente que me cuesta sobremanera ir. Tengo que forzarme y sacar fuerzas de flaqueza para ir. Hago ejercicio por salud y estética, para que vamos a echar mentiras, pero lo odio, todos los que me conocen saben que odio el ejercicio con todas las fuerzas de mi corazón. Algunas personas dicen que el ejercicio te ayuda a desestresarte, a relajarte, pero al menos en mi caso no es así, yo creo que soy la excepción a las estadísticas. Eso de la vida fit la verdad no es para mí. Quiero comer sin restricciones y disfrutar de la vida como una persona normal y no tener que pasármela peleando con extraños por un maldito aparato o una banca en el gimnasio. 

Fuera del gimnasio,  a veces me cuesta salir a divertirme o hacer otras cosas. Por ejemplo, este viernes pasado un amigo me había invitado a un festival en el centro, pero ese día estuvo pesadísimo en el trabajo y llegué a mi casa y lo único de lo que tenía ganas era de cenar y tirarme en el sillón a ver la televisión. Así que le mandé un whats y le dije que me disculpara, pero que no me sentía bien y que no iba a poder ir. No estaba mintiendo. No me sentía bien. Tenía una jaqueca espantosa y esto se ha vuelto de lo más común. Así terminan muchos de mis días últimamente. No tengo energía física ni mental para fletarme el tráfico de la hora pico y hacer ejercicio, lo único que quiero es irme a mi casa. Me da coraje, pero he dejado que el trabajo me afecte hasta el punto de ya no querer salir en mi tiempo libre. He descuidado cosas que me gustan mucho como la lectura y el cine, porque simple y sencillamente no tengo cabeza para nada. No puedo concentrarme, me duele la cabeza, lo único que quiero es dormir, cerrar los ojos y olvidarme del mundo por unas horas. Aunque a veces ni el sueño ayuda. De hecho he llegado a soñar con el trabajo. Me despierto y es hora de ir a trabajar. Qué ironía. Mi tiempo libre no puedo disfrutarlo plenamente porque en contra de mi voluntad me la paso pensando en los pendientes de la oficina. El fin de semana se me pasa volando, ni lo siento. Dos días a la semana no son suficientes para olvidarme de lo horrible que estuvo mi semana. Las vacaciones ayudan un poco, pero el efecto es pasajero. Ahorita por ejemplo, ya se me acabó la pila que había recargado en mis últimas vacaciones. Aunque debo reconocer que esta última vez la pila recargada me duró un poco más, pero el caso es que tarde o temprano el efecto restaurador se me pasa y vuelvo a las mismas. El estrés es una constante en mi vida. Ni siquiera hacer las cosas que me gustan son suficientes para eliminarlo. Realmente necesito un año sabático.





En este momento que estoy escribiendo esto es domingo por la tarde y ya empiezo a alucinar el lunes. Es inevitable pensar en los pendientes que tengo para mañana, en los clientes que me llamarán, en que voy a tener que hablarle a uno de nuestros proveedores que se la pasa dándonos problemas, en fin. Vivo con una tensión constante. Mi cuello y mis hombros me duelen todo el tiempo de tanto estrés. Voy a que me den masaje y el efecto no me dura. El estrés es mucho más fuerte que yo. Necesito desarrollar la capacidad para manejar tanto estrés, pero no he tenido éxito. No he encontrado la fórmula que me ayude a contrarrestarlo. Ya me cansé de leer artículos, de buscar en Internet, de pedir consejos, nada me funciona. Me siento acorralado, presa de ese mal del siglo XXI. A veces siento que voy a perder la cordura, pero no corro con tanta suerte. Qué equivocado estaba cuando de niño pensaba que la vida adulta sería lo mejor. La desilusión ha sido muy grande.





Ahora bien, ustedes se preguntarán por qué sigo en ese trabajo si no me gusta para nada. Y la respuesta es que no tengo otra opción. Al menos no el corto plazo. Me ha costado mucho trabajo conseguir trabajo en EE. UU. y no puedo darme el lujo de botarlo así nada más. Y también tengo que tratar de mejorar mi C.V. Dentro de un mes voy a cumplir un año en mi trabajo actual. Me ha parecido una eternidad. Pero tengo que aguantarme por lo menos un año más o en lo que encuentro algo mejor. He pensado en regresar a la universidad, pero para hacerlo tendría que endeudarme y en este momento de mi vida lo que menos necesito son deudas. Así que por todo lo anterior tengo que seguir en mi trabajo actual. Eso sin contar con la crisis existencial que me cargo actualmente. Pero esa es otra historia. 

domingo, 3 de marzo de 2019

Después de Roma y la yalitzamanía

Acabo de ver la tan comentada Roma de Alfonso Cuarón y la verdad me encantó. No había querido comentar nada hasta no haber visto la película. Hay muchas opiniones divididas al respecto, como siempre. Hay muchas personas a las que les gustó, mientras que hay otras que dicen que es muy aburrida o "sobrevalorada". De entrada, debo decir que esta película no es para todos. No se trata de esas películas comerciales cuyo único objetivo es entretener. Podríamos catalogar a esta película dentro del cine de arte, el cual lamentablemente no es del agrado de todos. Es de esas películas que te hacen pensar, analizar, sentir y por lo tanto debes verla con una mente abierta. Está larga, dura poco más de dos horas. Es cierto que el ritmo es un poco lento al principio, pero poco a poco se vuelve más ágil e interesante hasta que te atrapa. Hay personas que dicen que les resultó imposible verla, que solamente vieron media hora y ya no continuaron. Si este es tu caso, te invito a que reconsideres y termines de verla. No te arrepentirás. La película tiene sus momentos. Hace referencia a acontecimientos que sucedieron en México y es imposible no sentirse identificado. Poco a poco se va tejiendo la historia y te sumerges en la trama.





Se supone que son dos las protagonistas: Yalitza Aparicio y Marina de Tavira. Aunque en realidad, la única protagonista parece ser Aparicio y Tavira queda relegada en segundo plano. Me pareció un acierto por parte del director en darle el protagónico a Aparicio. Me gustó su frescura, su encanto y espontaneidad. A pesar de ser su primera película y de no contar con preparación artística, considero que desempeñó un buen papel. Su papel de Cleo me dio mucha ternura y su actuación fue muy natural. No se vio forzada ni improvisada. Cualquiera que no supiera que es su primera película se sorprendería. De maestra a incipiente actriz, Aparicio dio un gran salto hasta figurar a nivel internacional e incluso llegar a ser nominada al Óscar por Mejor Actriz. No ganó, pero con el simple hecho de estar nominada y considerando que es su primera película, fue un gran logro y puede sentirse orgullosa.

Regresando a la película, me gustó mucho que se filmara en blanco y negro. Eso le da un aire de nostalgia, de cierto misticismo y encaja muy bien con el contexto de la historia. Para los que no sepan, Roma se trata sobre la visión del director de la Colonia Roma en la Ciudad de México y está situada en la década de los 70. La fotografía estuvo magnífica, no por nada ganó el premio Óscar en su respectiva categoría. Te transportas a otra época, una que parece muy lejana. La escenografía, la música, los comerciales, todo en su conjunto estuvo muy bien cuidado. No es fácil realizar una película de este tipo. Siempre existen detalles que se les escapan y que se deben cuidar mucho a diferencia de películas que cuentan una historia contemporánea. Pero en este caso el equipo de producción lo hizo muy bien. 

La película trata sobre Cleo, una muchacha que trabaja de empleada doméstica en la casa de una familia de clase media alta. Poco a poco la vamos conociendo y nos encariñamos con ella. La familia para la cual trabaja la quiere mucho e incluso la considera parte de la familia. Es una persona muy dulce que se encarga tanto de la casa como de la familia. Pero tiene la mala fortuna de conocer a una mala persona que le cambia la vida. A pesar de tener miedo y de su inexperiencia en la vida pero contando con la ayuda de su patrona, Cleo logra salir adelante. El clímax llega en la escena donde hay una manifestación violenta y se le complican las cosas a Cleo. Lamentablemente, las cosas salieron mal y se deprime, pero cuenta con el apoyo de su familia adoptiva y en las últimas escenas esto queda más que evidente, por si había dudas por parte del espectador todavía. Estas últimas escenas realmente me conmovieron y me hacen tener esperanza en la humanidad. No toda la gente es mala, aún existe la gente de buen corazón, aunque a veces sea difícil encontrarla.





En cuanto a Tavira, la verdad no la conocía. Hasta hace poco me enteré de que es nieta del fundador de Grupo Bimbo y que su abuelo se oponía a que fuera actriz e incluso había amenazado con desheredarla. No sé si eso sucedió, pero lo que sí es cierto es que Tavira tiene madera de actriz e hizo un buen papel. En la película pudimos verla como una patrona muy humana, que tenía problemas con su marido y después se ve forzada a encargarse de su numerosa familia, pero no se amedrenta. A veces se desquita con la pobre de Cleo, pero es una buena persona. Tiene sus quiebre emocionales como cualquier persona, pero después recapacita y ayuda a Cleo en lo que puede. 

Del resto del reparto no tengo mucho que decir, ya que prácticamente la historia gira en torno a Cleo y Sofía. Los niños como casi siempre, son actores innatos y actuaron muy bien y la abuela, ternurita, me encantó su papel, aunque pequeño. Fermín, el novio de Cleo, un maniático desequilibrado bien representado por Jorge Antonio Guerrero. El único que siento que salía de sobra era Latin Lover, de ahí en fuera todos muy bien. 

Ah, casi olvidaba decirlo, partes del diálogo son en mixteco, ya que Aparicio tiene orígenes mixtecos, aunque no lo domina y tuvo que aprender algunas frases para su papel. En estas partes vemos subtítulos en español. Me parece un gran acierto por parte del director ya que esto le imprime más realismo a la película. Como todos sabemos, muchas muchachas que trabajan de domésticas vienen de otros estados y muchas tienen origen indígena, por lo cual me pareció muy bien que el director pensara en esto.   

En resumen, Roma me pareció una excelente película. No es para nada pretenciosa, al contrario, me pareció muy humana sin caer en la crudeza excesiva o inverosimilidad. Me quito el sombrero ante Cuarón y espero que haga más películas así, aunque es poco probable ya que este tipo de cine no es del agrado de mucha gente, no vende en otras palabras. Se debe educar a la gente a apreciar más el cine. Está bien que les gusten las películas de acción, comedia o terror, a mí me gustan, no digo que no, pero de igual forma debemos tener la mente abierta a otro tipo de películas. Muy merecidos los reconocimientos que recibió en el Festival de Cine de Venecia y en los Óscares. Enhorabuena.


Y hablando de Yalitza

En los últimos meses hemos oído hablar de Yalitza hasta el cansancio. Su imagen ha proliferado en programas de chismes, revistas, periódicos, Internet, en fin. Se ha vuelto una figura mediática de la noche a la mañana. Como todo, Yalitza cuenta con seguidores y detractores. Entre estos últimos, podemos ver a muchas figuras del medio; algunas consagradas, otras no tanto. Es evidente la envidia de muchos actores. Hasta cierto punto es comprensible que sientan que es injusto que una advenediza aparezca de la nada y le den un rol estelar en una película y que a ellos ni los consideren. Pero creo que muchos se han excedido o han hecho comentarios fuera de lugar. Cada quien tiene su opinión y es muy válido, pero lo que no me parece justo es que demeriten el trabajo de Yalitza de una manera poco profesional y nada objetiva. Para muchos es simplemente un fenómeno pasajero. Para otros es una muchacha que simplemente tuvo suerte. Para otros no tiene vocación de actriz. Para otros simplemente se representó a ella misma y por lo tanto no tiene mérito alguno. Para otros es una pinche india bajada del cerro, palabras más, palabras menos, dichas por un actor de televisión. Para otros es fea y no encaja con los estándares de belleza convencionales. Para muchos es una actriz venida de menos a más. 





Muchos comentarios me parecen desafortunados y sin base alguna. Aquí cabe resaltar algunos puntos:

a) Lo de que tuvo suerte, puede ser. Pero la suerte no siempre es definitiva. Para un papel pueden audicionar muchas personas, todas igualmente talentosas, pero solamente una va a ser seleccionada. Aquí es donde entra la suerte.

b) Decir que no tiene vocación de actriz no es válido. Si bien es cierto que no tiene preparación como actriz, eso no quiere decir que la actuación no sea para ella. Leyendas del cine como María Félix, fueron descubiertas por accidente y aprendieron sobre la marcha. No digo que vaya a ser el caso de Yalitza, pero por lo menos ya hay antecedentes. 

c) No es correcto decir que Yalitza no actuó sino que se representó a ella misma. ¿Por qué? Porque ella no es muchacha doméstica en la vida real, con todo el respeto que me merecen las empleadas domésticas y sin demeritar nunca su labor. Por eso este argumento no es válido en lo absoluto.

d) Demeritar su trabajo simplemente porque es de origen indígena es aberrante. Una cosa es decir que no tiene preparación artística, pero insultar, denigrar y burlarse de sus orígenes es algo totalmente reprobable. Todos los mexicanos, en mayor o menor grado, tenemos sangre indígena en nuestras venas. El talento no tiene nada que ver con nuestros orígenes. 

e) En cuanto a la belleza, esta es muy subjetiva. Es cierto que Yalitza no encaja en los estándares convencionales de belleza de mujer alta, rubia y ojos de color, pero de eso a decir que es fea hay un gran abismo.

f) Sobre si es un fenómeno o no, no lo podemos saber todavía. Hay que esperar un poco.





Yalitza se ha sabido manejar bien y no ha caído en provocaciones. Va a tener que aprender a lidiar con esto si piensa dedicarse a la actuación. A la prensa le encanta hacer leña del árbol caído. Que fulano o mengano dijeron esto. Muchas veces tergiversan las cosas a su conveniencia. Claro, el chisme vende y bien. Hay personas que se rasgan las vestiduras y defienden a Yalitza a capa y espada. Creo que no debemos caer en los extremos. Las cosas simplemente como son. Yalitza ha dicho que le gustaría continuar en la actuación e incluso ya le han propuesto algunos proyectos. Lo cierto es que necesita prepararse y rodearse de personas que la ayuden en este camino difícil. Cuarón la dirigió muy bien y eso se notó en la película. ¿Seguiremos viendo a Yalitza o simplemente fue un golpe de suerte? Eso solamente el tiempo lo dirá. Lo que es innegable es que necesita descansar un poco su imagen porque la verdad si llega a hartar de repente. Au revoir!