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domingo, 12 de agosto de 2018

La fuerza del destino

En los últimos años me he puesto a pensar en muchas cosas. Bueno, hay varias en las que ya había pensado desde hace tiempo, pero se han vuelto más recurrentes últimamente. El propósito de la vida (si es que lo hay), la satisfacción personal/profesional, la felicidad, el futuro, la muerte, en fin. Es una larga lista. Debo confesar que a veces en mis noches de desvelo, siempre estoy pensando en una de estas cosas por lo menos. Es algo superior a mis fuerzas. A veces trato de ver las cosas fríamente y convencerme a mí mismo de que todo estará bien, de que de una u otra forma todo se solucionará. Pero otras veces, más bien la mayoría, no puedo evitar sentirme ansioso. Siento que muchas cosas no están bajo mi control. Dicen que uno propone y Dios dispone. Independientemente de si creen o no en Dios, no me dejarán mentir cuando digo que hay cosas que por más que intentas alcanzar, simplemente no puedes. Algo o alguien te lo impide. Te topas con una barrera que te impide el paso o te encuentras frente a un precipicio y no puedes continuar. Desde niños nos han enseñado que no debemos darnos por vencidos, que si queremos algo debemos luchar por ello, que no importa cuántas veces nos caigamos en el intento, siempre debemos ponernos de pie y seguir intentando. Pero a veces me pongo a pensar: "¿No estaremos forzando las cosas? ¿No estaremos luchando una batalla que ya está perdida de antemano?" Tal vez nuestra suerte ya está decidida y nosotros ni enterados. No puedo evitar sentirme como una pieza en un juego de ajedrez o una marioneta controlada por hilos invisibles. Con el tiempo aprendes muchas cosas. No siempre se aprende de la mejor manera; muchas veces la vida te da duros golpes. Muchas veces te aferras a algo, pero tal parece que ese algo se aleja cada vez más sin importar cuánto te esfuerces por alcanzarlo. Como si algo Superior, algo fuera de este mundo te cerrara las puertas a las que tocas. Es en esos momentos cuando me planteo la posibilidad de que la historia de mi vida ya esté escrita y yo estoy tratando de cambiarla sin ningún derecho porque yo no soy el escritor. Tal vez me estoy poniendo con Sansón a las patadas. 





En la actualidad muchas personas no creen en lo espiritual, solamente creen en lo físico, en lo que pueden ver. Pero no podemos ignorar este aspecto. No estoy hablando necesariamente de Dios, sino de fuerzas superiores a nosotros, de un mundo al que no tenemos acceso, pero que de igual manera influye en nuestras vidas. Dicen que lo que nos diferencia de los animales es que nosotros podemos razonar y tenemos voluntad. Pero, ¿realmente somos capaces de utilizar esa voluntad para nuestro beneficio? Me da la impresión de que esa voluntad, o libre albedrío como los religiosos la llaman, no es más que un espejismo y por tanto, inútil. Parece una frase trillada, y tal vez lo sea, pero encierra una gran verdad: "Nadie puede escapar a su destino". Llámenlo como quieran, pero es innegable que hay cosas que simple y sencillamente se nos escapan de las manos. Cada vez me convenzo más de que estamos en este mundo para desempeñar un papel, uno que no necesariamente va de acuerdo con lo que nosotros quisiéramos. Nos rebelamos y luchamos por alcanzar algo que no es para nosotros. Dicen que querer es poder, pero la verdad no estoy tan seguro de que este razonamiento sea una verdad absoluta. Le voy más al refrán que dice que cuando te toca, ni aunque te quites y cuando no te toca, ni aunque te pongas. Muchos podrán tachar este pensamiento como conformista, pero bueno, cada quien platica cómo le fue en la feria. 

Estoy seguro de que muchos de ustedes han pasado por algo similar. Sé que no soy el único. Cuando era más joven quería comerme al mundo. Pensaba en el futuro y este era sumamente prometedor. Pensaba en forjar una carrera exitosa, formar una familia estable y tantas cosas más. Y ahora que soy adulto no hay nada de eso. Y no ha sido porque no me haya esforzado, porque me haya sumido en la mediocridad. Simplemente no se ha dado. Dios, la vida, el destino o lo que quieran no lo han permitido. La verdad ya estoy cansado. Estoy cansado de luchar, de caer, de perder, de equivocarme. No creo en las casualidades, pero sí lo hacía en las causalidades. Ahora ya ni siquiera creo en estás últimas. Un títere no tiene voz ni voto en la obra en la que participa. Una pieza de ajedrez por más rey o reina que sea siempre es controlada por alguien más. No somos dueños de nada, ni siquiera de nuestras decisiones. Recuerdo que hace mucho leí un poema llamado "Invictus", escrito por William Ernest Henley. Me llamó mucha la atención la parte que decía: "...I am the master of my fate: I am the captain of my soul". Por mucho tiempo pensé que yo podía ser así. Qué equivocado estaba. Quiero pensar que el poeta no había experimentado la vida todavía, pero tarde o temprano debe haberse dado cuenta de que no sabía de lo que hablaba.





La vida no es fácil. Implica sacrificio, abnegación, renunciación. Gran parte de ella se va en aceptar cosas que no queremos, en llegar a acuerdos que no nos convienen, en quedarse con las manos vacías. No importa cuánto te esfuerces, no importa lo mucho que quieras algo. Ese algo cada vez se aleja más o se desvanece cuando crees haberlo alcanzado. En mi caso, hay muchas cosas que no he podido alcanzar. Ya no sé si valga la pena seguir intentando. Siento que se me la vida en buscar algo que a todas luces no es para mí. Lo cual no es ningún consuelo. Es igual o más frustrante quedarse con los brazos cruzados y esperar. Son lecciones que te va dando la vida. No te queda más remedio que conformarte o por lo menos tratar de hacerlo. De no hacerlo, tu sufrimiento será mucho mayor.

Puedes engañar a los demás, pero no a ti mismo. Puedes crear quimeras y vivir en ellas, solamente para despertar un día y darte cuenta de que nada era real. Puedes gritar, llorar, reír, soñar, volar, pero eso no cambia en nada las cosas. El destino siempre nos encuentra. No podemos escapar de él. Tarde o temprano terminamos haciendo lo que nos dictan las Fuerzas Superiores. Puedes rebelarte, pero eso hace las cosas más difíciles y dolorosas. Puedes correr, pero no esconderte.


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