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jueves, 30 de agosto de 2018

A un año del mil veces maldito Harvey

Ya pasó un año de que el maldito huracán Harvey azotó la ciudad de Houston. Fueron días angustiantes que la verdad ya no quisiera recordar. Como no tengo la costumbre de ver las noticias acá, no me enteré de que venía un huracán hasta el día anterior de su arribo. Ese día inmediatamente al salir del trabajo me dirigí a la tienda a comprar agua. Grande fue mi sorpresa. Debí suponer que estaría a reventar. La gente barrió con el agua. Eran compras de pánico. No solamente agua sino comida enlatada, baterías, velas, en fin, cosas que se podrían necesitar. No recuerdo exactamente cuántas tiendas visité esa noche, pero fácilmente fueron unas cinco. En ninguna encontré agua y los empleados de las tiendas no sabían cuándo los iban a reabastecer. De buena suerte, mi jefe en aquel entonces me regaló un 24 y mis papás pudieron conseguir otro pero a un precio algo elevado. Hubo gente que hizo su agosto con la desgracia ajena. Y ni qué decir de las filas en las gasolineras. Era algo horrible. Nunca en la vida me había tocado experimentar algo así. Gente tirada en el suelo, gente en catres, niños, perros, alarmas de alerta que nunca cesaban, caos por doquier. 

La lluvia no cesaba. Tuvimos que salirnos de nuestra casa y refugiarnos en un albergue en el centro de la ciudad. Fue una experiencia francamente horrible. No podía evitar imaginarme el diluvio bíblico. En nuestro caso fueron unos tres días pero que parecieron meses. Fueron días muy largos. El penúltimo día me tocó estar con mi abuelita todo el día en un centro de hemodiálisis. Nos atendieron hasta al último. Llegamos al albergue alrededor de las 2 de la mañana. Al día siguiente dejó de llover. Fue mi tío por nosotros para llevarnos a la casa. Había escombros por todos lados. Como era de esperarse, mi carro se inundó. De hecho el agua lo levantó y lo empujó hacia delante. Antes de entrar a la casa temíamos cómo la íbamos a encontrar. Gracias a Dios el agua no alcanzó a meterse. Vivimos en una casa móvil y como saben éstas están un poco elevadas, no están al nivel de la calle.





Lo cierto es que Houston todavía no se ha recuperado del todo del impacto sufrido por el huracán. Hubo gente que se quedó sin empleo porque cerraron sus lugares de trabajo. Restaurantes, hospitales y negocios de todo tipo se vieron afectados. Muchos de ellos no han reabierto todavía y algunos han dicho que definitivamente no lo harán. El Fondo Federal para Desastres (FEMA, por sus siglas en inglés) no se daba abasto. La línea estaba saturada. Otras oficinas federales, así como organizaciones civiles y religiosas tuvieron semanas muy extenuantes ayudando a la gente. Pedir ayuda fue un proceso muy engorroso. Filas por todos lados bajo el sol, esperas interminables, largas llamadas telefónicas, burocracia a más no poder. Ya ni siquiera por la situación que atravesábamos dejaban sus mafufadas. Pero lo peor está por venir. No sé qué tan cierto sea, pero al parecer FEMA exigirá que la gente tenga seguro contra inundaciones. Mi vecindario no estaba clasificado como área potencial de inundación, pero todo cambió a raíz de Harvey. Así que si nos llega otro huracán y solicitamos ayuda federal, no solamente nos la negarán si no tenemos seguro sino que también nos cobrarán lo que nos dieron la última vez. Mucha gente todavía no termina de reconstruir sus casas o tienen poco de haber terminado y ya el gobierno nos sale con estas cosas. Estamos hablando de que tendríamos que desembolsar más de USD 200 al mes y si es que llegamos a hacer un reclamo, estaríamos a expensas de las aseguradoras porque estas alimañas se valen de argucias para no pagar. Lo vimos con Harvey y lo seguiremos viendo muy a nuestro pesar. ¿De qué fregados sirve tener seguro entonces? Es una mafia en toda la extensión de la palabra.





Las prioridades del gobierno deben cambiar. En lugar de empecinarse en construir un muro en la frontera con México o de gastar a lo bruto en el ejército y otras cosas que no son apremiantes, debería invertir en los fondos para desastres naturales que son algo inevitable. Si no son inundaciones en el sureste, son incendios en California o tornados en el centro. Total que estamos amolados por todos lados. Lo cierto es que ahora cada que llueve vivo con la zozobra de que le vaya a pasar algo a mi casa o carro. Y la temporada de huracanes dura un buen. Es cierto que son cosas materiales, pero eso no es ningún consuelo. Muchas personas dicen que lo material va y viene, pero la verdad es que las cosas se van muy rápido y tardan en regresar.

Nunca voy a olvidar este maldito huracán y nunca me cansaré de maldecirlo. No solamente por los momentos angustiantes que nos hizo pasar sino por todo lo que tuvimos que pasar después. Tuve que malbaratar mi carro porque solamente tenía seguro contra terceros, pero no tuve más opción. Mi papá se tuvo que endeudar para sacar otro. Como recordarán, en Houston si no tienes carro es muy difícil transportarte. En fin. Creo que tendremos que acostumbrarnos a este tipo de cosas si es que seguimos viviendo en Houston. Maldito Harvey. Malditos huracanes.

domingo, 19 de agosto de 2018

Genio y figura

Hay cosas que no cambian con el tiempo. Recuerdo que desde niño siempre he sido muy "preocupón". Una maestra que tenía en el kinder contribuyó en parte a eso. Fue la primera vez que comencé a experimentar ansiedad. Me daba terror tener que verla todos los días, tenía una personalidad muy fuerte. Ya sabemos que en el kinder realmente no aprendes muchas cosas más que empezar a socializar, a convivir con otras personas para cuando vayas a la primaria. Pero esta maestra de repente nos encargaba algunos trabajitos manuales, obviamente necesitábamos la ayuda de nuestros padres. Y esto me generaba una ansiedad terrible. Sufría el día anterior con lo que tenía que hacer. Mis papás me ayudaban como era lo lógico y siempre salí bien librado. Pero no podía evitar estresarme, preocuparme. Era una sensación horrible, algo que me oprimía el pecho. Tiempo después me enteré que mi papá había hablado con la maestra para externarle la situación por la que estaba pasando. La verdad no recuerdo haber visto un cambio en mi maestra, pero según mis padres sí lo hubo. Ella había dicho que era así para explotar mi potencial. No sé qué tan cierto haya sido eso, pero esa es otra historia en todo caso. 

Continué con mis estudios de primaria, secundaria, en fin, pero la situación simple y sencillamente no mejoró. Las tareas y los trabajos me generaban estrés, pero este aumentaba en temporadas de exámenes. Sufría lo indecible, en parte tal vez porque siempre quería obtener las mejores calificaciones. No es por presumir, pero siempre fui buen estudiante, aunque el costo fue muy alto. No se imaginan el grado de tensión por el que tenía que pasar cada vez que me preparaba para un examen. Creo que la situación se exacerbó cuando estuve en la universidad. La mayor parte de la carrera tuve beca por buenas calificaciones. Así que debía mantenerlas si es que quería cuidar mi beca. Eso sin contar con las expectativas de mis compañeros y otras personas que siempre esperaban que obtuviera buenas calificaciones. Las temporadas de exámenes y trabajos finales eran horribles. Mis niveles de estrés andaban por las nubes. Por más que trataba de relajarme, de tomar las cosas con calma, no podía. Era algo superior a mis fuerzas, algo innato en mí. Veía a mis compañeros tan relajados, tan quitados de la pena y realmente los envidiaba. Pero supongo que no todos somos iguales. ¡Rayos!






Palelamente a mis estudios así como después de finalizados, tenía que lidiar con el estrés en el trabajo. Mi trabajo como maestro de inglés realmente no fue tan estresante salvo por algunas excepciones. Pero cuando hice mis prácticas profesionales sufrí, sobre todo cuando estuve en Metalsa. Estuve unos meses en el área de Cuentas por pagar y mi jefe de ese entonces era una piedrita en el zapato. Pero no solamente él me estresaba sino también las cosas que tenía que hacer. Recuerdo que una vez un señor se fue de vacaciones por 2 semanas y 1 semana antes de irse me dio una capacitación exprés para enseñarme lo que hacía para que yo lo hiciera durante el tiempo que estuviera ausente. Esas 2 semanas las sufrí como no tienen idea. Cuando necesitaba ayuda o tenía alguna duda no había nadie que pudiera ayudarme porque nadie sabía qué hacer. Ese señor era el único que sabía hacer su trabajo. Así que tuve que arreglármelas y hacer lo mejor que podía como Dios me daba a entender. Sobreviví. Tiempo después hice prácticas en otra empresa, en esta ocasión fue en el departamento de Cuentas por cobrar. Fue estresante, pero menos que en la empresa anterior. En este último caso le debo mucho a las personas que me tendieron la mano, me ayudaron y me enseñaron mucho. Fue así como descubrí que no me gusta el área contable, no es lo mío.

Otros trabajos que he tenido han sido como agente de seguros y administrador de oficina. El primero lo odié a morir. Me daba pánico tener que levantarme todos los días para soportar a la bruja de mi compañera y tener que lidiar con clientes necios. El segundo tenía sus altibajos, pero en general fue una experiencia gratificante. En mi trabajo actual todo empezó bien, pero después se empezó a complicar un poco. Tengo que lidiar con clientes, lo cual es otra cosa que descubrí que tampoco me gusta. Pero en general estoy bien hasta ahora, voy a aguantar un tiempo ahí y después ya veremos. 

Me da risa cuando buscaba trabajo y siempre uno de los requisitos listados era trabajar bajo presión o cosas por el estilo. Si yo les contara a los reclutadores mis experiencias, no me contratarían en ningún lado. Les tienes que decir lo que quieren oír. No me voy a poner a contarles que siempre me estreso y me tensiono mucho, pero eso sí, siempre o, más bien la mayor parte del tiempo, he hecho bien las cosas. Me tensiono, es cierto, pero no es algo que me paralice y no me deje actuar. Quería aclararlo por si acaso. Siempre he sido así desde niño, es algo que no puedo evitar. Me dicen que no me estrese, que no me preocupe, que me relaje, pero no puedo. ¡No puedo! ¿Creen que me gusta vivir así? ¿Creen que me gusta estar estresado todo el tiempo? ¡Claro que no! No soy masoquista. Pero como ya dije antes, es algo superior a mí. Quisiera ser valemadrista, que no me importara nada, tomar la vida, el trabajo, todo con naturalidad, llevar una vida disipada, pero no se me da, me fue negado por los dioses. 




ya habrán podido darse cuenta, no soy bueno manejando el estrés. En el caso de la escuela y el trabajo, casi siempre he cumplido a cabalidad, pero el precio ha sido muy alto. Es cierto que a veces el estrés me ha sobrepasado, pero la mayor parte del tiempo he sido respetuoso con mis compañeros y superiores. No he dejado que interfiera en mi trabajo de una manera negativa. Pero el estrés ha afectado muchas áreas de mi vida también. Ha afectado mi apetito, mis patrones de sueño y hasta mis ganas de salir a divertirme, de hacer otras cosas en mi tiempo libre. Es una verdadera pesadilla. Todo mundo dice que el estrés es necesario y tal vez lo sea, pero no todos podemos manejarlo de la misma manera. Para muchos de nosotros es difícil lidiar con el estrés. Hacemos lo mejor que podemos aunque nos estemos consumiendo por dentro. Tal vez por lo mismo no he tenido pareja y me he abstenido de hacer otras cosas porque sobreanalizo todo. Soy muy perfeccionista (otro de mis defectos ¿o virtud?, no sé), siempre pienso hasta en el detalle más insignificante y eso me estresa, me genera ansiedad. Pienso en lo que ha pasado, en lo que pasa actualmente, en lo que pasará, en fin, pienso en todo. A veces me estreso y conozco la causa, otras veces no la conozco y me estreso más. Llego al punto de que me estresa estresarme. Es un círculo vicioso. 

Hay muchas personas que tienen otros defectos y se escudan bajo el argumento de que así son y que no cambiarán. Pero muchas de ellas ni siquiera lo han intentado. No es mi caso. Créanme que he tratado por todos los medios posibles remediar esta situación, pero todo ha sido inútil. Mi mamá se enoja conmigo porque me estreso y le digo que a como van las cosas creo que no dejaré de estresarme hasta que me muera. Es algo con lo que aprendes a vivir, aunque no es lo más sano. Pero mientras no le haga daño a nadie, mientras no afecte a terceros, no tiene por qué haber ningún problema. Lo malo es cuando tus defectos influyen en la vida de los demás de manera negativa. En fin, así nací y así me moriré. Genio y figura, hasta la sepultura. 

domingo, 12 de agosto de 2018

La fuerza del destino

En los últimos años me he puesto a pensar en muchas cosas. Bueno, hay varias en las que ya había pensado desde hace tiempo, pero se han vuelto más recurrentes últimamente. El propósito de la vida (si es que lo hay), la satisfacción personal/profesional, la felicidad, el futuro, la muerte, en fin. Es una larga lista. Debo confesar que a veces en mis noches de desvelo, siempre estoy pensando en una de estas cosas por lo menos. Es algo superior a mis fuerzas. A veces trato de ver las cosas fríamente y convencerme a mí mismo de que todo estará bien, de que de una u otra forma todo se solucionará. Pero otras veces, más bien la mayoría, no puedo evitar sentirme ansioso. Siento que muchas cosas no están bajo mi control. Dicen que uno propone y Dios dispone. Independientemente de si creen o no en Dios, no me dejarán mentir cuando digo que hay cosas que por más que intentas alcanzar, simplemente no puedes. Algo o alguien te lo impide. Te topas con una barrera que te impide el paso o te encuentras frente a un precipicio y no puedes continuar. Desde niños nos han enseñado que no debemos darnos por vencidos, que si queremos algo debemos luchar por ello, que no importa cuántas veces nos caigamos en el intento, siempre debemos ponernos de pie y seguir intentando. Pero a veces me pongo a pensar: "¿No estaremos forzando las cosas? ¿No estaremos luchando una batalla que ya está perdida de antemano?" Tal vez nuestra suerte ya está decidida y nosotros ni enterados. No puedo evitar sentirme como una pieza en un juego de ajedrez o una marioneta controlada por hilos invisibles. Con el tiempo aprendes muchas cosas. No siempre se aprende de la mejor manera; muchas veces la vida te da duros golpes. Muchas veces te aferras a algo, pero tal parece que ese algo se aleja cada vez más sin importar cuánto te esfuerces por alcanzarlo. Como si algo Superior, algo fuera de este mundo te cerrara las puertas a las que tocas. Es en esos momentos cuando me planteo la posibilidad de que la historia de mi vida ya esté escrita y yo estoy tratando de cambiarla sin ningún derecho porque yo no soy el escritor. Tal vez me estoy poniendo con Sansón a las patadas. 





En la actualidad muchas personas no creen en lo espiritual, solamente creen en lo físico, en lo que pueden ver. Pero no podemos ignorar este aspecto. No estoy hablando necesariamente de Dios, sino de fuerzas superiores a nosotros, de un mundo al que no tenemos acceso, pero que de igual manera influye en nuestras vidas. Dicen que lo que nos diferencia de los animales es que nosotros podemos razonar y tenemos voluntad. Pero, ¿realmente somos capaces de utilizar esa voluntad para nuestro beneficio? Me da la impresión de que esa voluntad, o libre albedrío como los religiosos la llaman, no es más que un espejismo y por tanto, inútil. Parece una frase trillada, y tal vez lo sea, pero encierra una gran verdad: "Nadie puede escapar a su destino". Llámenlo como quieran, pero es innegable que hay cosas que simple y sencillamente se nos escapan de las manos. Cada vez me convenzo más de que estamos en este mundo para desempeñar un papel, uno que no necesariamente va de acuerdo con lo que nosotros quisiéramos. Nos rebelamos y luchamos por alcanzar algo que no es para nosotros. Dicen que querer es poder, pero la verdad no estoy tan seguro de que este razonamiento sea una verdad absoluta. Le voy más al refrán que dice que cuando te toca, ni aunque te quites y cuando no te toca, ni aunque te pongas. Muchos podrán tachar este pensamiento como conformista, pero bueno, cada quien platica cómo le fue en la feria. 

Estoy seguro de que muchos de ustedes han pasado por algo similar. Sé que no soy el único. Cuando era más joven quería comerme al mundo. Pensaba en el futuro y este era sumamente prometedor. Pensaba en forjar una carrera exitosa, formar una familia estable y tantas cosas más. Y ahora que soy adulto no hay nada de eso. Y no ha sido porque no me haya esforzado, porque me haya sumido en la mediocridad. Simplemente no se ha dado. Dios, la vida, el destino o lo que quieran no lo han permitido. La verdad ya estoy cansado. Estoy cansado de luchar, de caer, de perder, de equivocarme. No creo en las casualidades, pero sí lo hacía en las causalidades. Ahora ya ni siquiera creo en estás últimas. Un títere no tiene voz ni voto en la obra en la que participa. Una pieza de ajedrez por más rey o reina que sea siempre es controlada por alguien más. No somos dueños de nada, ni siquiera de nuestras decisiones. Recuerdo que hace mucho leí un poema llamado "Invictus", escrito por William Ernest Henley. Me llamó mucha la atención la parte que decía: "...I am the master of my fate: I am the captain of my soul". Por mucho tiempo pensé que yo podía ser así. Qué equivocado estaba. Quiero pensar que el poeta no había experimentado la vida todavía, pero tarde o temprano debe haberse dado cuenta de que no sabía de lo que hablaba.





La vida no es fácil. Implica sacrificio, abnegación, renunciación. Gran parte de ella se va en aceptar cosas que no queremos, en llegar a acuerdos que no nos convienen, en quedarse con las manos vacías. No importa cuánto te esfuerces, no importa lo mucho que quieras algo. Ese algo cada vez se aleja más o se desvanece cuando crees haberlo alcanzado. En mi caso, hay muchas cosas que no he podido alcanzar. Ya no sé si valga la pena seguir intentando. Siento que se me la vida en buscar algo que a todas luces no es para mí. Lo cual no es ningún consuelo. Es igual o más frustrante quedarse con los brazos cruzados y esperar. Son lecciones que te va dando la vida. No te queda más remedio que conformarte o por lo menos tratar de hacerlo. De no hacerlo, tu sufrimiento será mucho mayor.

Puedes engañar a los demás, pero no a ti mismo. Puedes crear quimeras y vivir en ellas, solamente para despertar un día y darte cuenta de que nada era real. Puedes gritar, llorar, reír, soñar, volar, pero eso no cambia en nada las cosas. El destino siempre nos encuentra. No podemos escapar de él. Tarde o temprano terminamos haciendo lo que nos dictan las Fuerzas Superiores. Puedes rebelarte, pero eso hace las cosas más difíciles y dolorosas. Puedes correr, pero no esconderte.


domingo, 5 de agosto de 2018

¿Existe la felicidad?

Todos buscamos la felicidad de una u otra manera. Algunos la buscan en la familia o amigos, mientras que otros lo hacen en su carrera o la religión. En realidad, las posibilidades son ilimitadas. Cada cabeza es un mundo. No todos pensamos ni sentimos igual. Hasta los miembros de una misma familia pueden ser tan diferentes entre sí. Hay personas que se dejan llevar por sus impulsos, por su corazón y por otro lado hay quienes razonan más las cosas, son más analíticos y no hacen nada sin antes pensarlo detenidamente. No importan cuántos años hayan pasado, en qué era estemos, las personas queremos ser felices, buscamos la felicidad constantemente. Aunque a veces la felicidad pierde su significado, se vuelve meramente un concepto, algo tan abstracto que es difícil explicarla o entenderla. Todos queremos alcanzarla, todos aspiramos a ella, pero ¿qué es la felicidad verdaderamente? ¿Acaso es la ausencia de problemas? ¿Es un estado de perfecto equilibrio en la vida de alguien? ¿Es la realización de metas o sueños, ya sean estos personales o profesionales? ¿Es el resultado de una búsqueda, un fin, o es algo que llega solo? ¿Realmente existe o es un mito que nos han hecho creer como tantos otros?

La felicidad ha tratado de ser definida a lo largo de los siglos. Hay una larga lista de pensadores e intelectuales que han tratado de explicarla y sus respuestas son tan diferentes la una de la otra. Según el estoico Séneca, la felicidad se origina en la ausencia de pasiones, del desprendimiento de cosas o personas. Según los filósofos griegos, la felicidad es algo interno, depende de nosotros mismos, no de factores externos. Según Buda, no hay un camino hacia la felicidad; la felicidad es el camino. Para el pensador chino Lao Tzu, la felicidad consiste en vivir en el presente. Para Kant, la felicidad es un deber, más que un deseo, una elección o alegría. Según Nietzche, la felicidad es el crecimiento de una fuerza interior que nos ayuda a superar una resistencia. Para el utilitarista Stuart Mill, la felicidad es la limitación de los deseos en lugar de satisfacerlos. Para Bertrand Russell, la llave de la felicidad es el amor, ya que este nos ayuda a romper con el ego y la vanidad. Y la lista de pensadores y sus definiciones de la felicidad sigue y sigue. 





A pesar de que todos los pensadores mencionados arriba tienen algo de razón, lo cierto es que la felicidad tiene un componente indiscutible muy importante: la subjetividad. Lo que me hace feliz a mí puede no representar la felicidad para ti. La felicidad se presenta de tantas y diferentes formas que es difícil definirla con precisión. A veces ni siquiera sabemos qué es lo que nos hace felices. Volteamos a nuestro alrededor y pareciera que todos son felices, que están plenos, realizados y que nosotros somos ajenos a todo eso. Pareciera que la felicidad nos fue negada a algunos por más que intentamos alcanzarla. La vida es tan corta y se nos va buscándola, en su defecto, esperando a que esta llegue. 

En mi caso, creo que cuando fui verdaderamente feliz fue cuando era niño. Tal vez era porque no tenía malicia, porque la inocencia era un velo que me protegía de la crueldad, del sufrimiento, del dolor. Mi infancia fue relativamente normal. Crecí como hijo único en el seno de una familia tradicional. No viví con lujos, pero tampoco con grandes carencias. Convivía con mis primos y amigos. Iba a la escuela en la mañana y jugaba por las tardes. Mis problemas eran tan triviales que al recordarlos ahora me da risa. Siempre me esforcé por ser un buen estudiante, un buen hijo. Pero vivía en una burbuja. No sabía cómo era el mundo en realidad. No sabía lo que me deparaba la vida. Ahora que soy adulto y que puedo ver las cosas con más claridad, añoro esa etapa de mi vida. A veces me quejaba porque mis padres me regañaban o pensaba tontamente que no me querían y soñaba con crecer, convertirme en adulto para hacer lo que yo quisiera. Creía estúpidamente que "ser grande" era lo mejor. Visualizaba mi vida de adulto y construía castillos en el aire. Sería feliz, lo tendría todo. Es difícil darse cuenta de que muchas de esas cosas no se parecen ahora ni remotamente. Mi vida actual es muy diferente de aquella que visualizaba cuando niño. Como dice una canción: "Me desvisto y lloro frente a los espejos de la realidad". Si me dieran la oportunidad de regresar el tiempo. pediría regresar a mi infancia sin dudarlo. O por lo menos que me borraran la memoria como a Heo Young Mi y solamente recordar los bellos momentos vividos en la infancia.  





La gente devota dirá que con Dios es suficiente. Efectivamente, Dios es muy importante en mi vida, pero también necesito otras cosas. Espero que no me tachen de blasfemo o falto de fe si alguno de ellos lee esto, pero es lo que siento. Aún no logro definir qué es exactamente lo que me falta para ser completamente feliz, pero correré el riesgo de seguir buscando sin importar cuantas veces caiga y tenga que levantarme en el intento. No voy a decir que mi vida es un infierno y que todo es malo en ella. Al contrario, hay cosas buenas en mi vida por las cuales estoy muy agradecido, pero eso no cambia en nada mi sentir expresado arriba. Daría lo que fuera por regresar el tiempo, aunque ya sabemos de antemano que eso es algo imposible.

Tal vez mi búsqueda sea inútil y esté buscando algo o alguien que no existe. En lo personal, sí creo que existe la felicidad. No sé si es un fin o un camino, pero he llegado a la conclusión de que no hay una felicidad completa ni mucho menos permanente. Estoy casi convencido de que la felicidad es un estado, una condición. No es lo mismo decir que "eres feliz" a decir que "estás feliz". Pienso que la felicidad consiste en momentos, algunos pequeños, otros no tanto, pero que terminan tarde o temprano. Son momentos mágicos en los que te olvidas de todo, en los que puedes volar, en los que no importa si el mundo se cae a pedazos a tu alrededor. Hoy soy feliz, mañana tal vez no. Ese es para mi el verdadero significado de la felicidad.