Hace algunos meses escribí una publicación sobre la realidad de vivir en EE. UU. Y es que todavía hay gente que cree que vivir aquí es lo máximo, pero lo cierto es que la vida acá dista mucho de ser perfecta. Hay muchas ventajas, pero también hay muchas desventajas. No todo es miel sobre hojuelas. Por un lado o por otro, pero siempre buscan fregarte. Y lo peor de todo es que es inevitable. Suena feo, pero tal parece que o friegas o te friegan. O estás de un lado o estás del otro; no hay medias tintas. Vivimos en una selva urbana donde tenemos que estarnos cuidando las espaldas constantemente. No puedes bajar la guardia porque el ataque puede venir de donde menos lo esperas. Y a pesar de que hay leyes estrictas en este país, lo cierto es que en la práctica existen muchas lagunas de las cuales se aprovecha la gente mala para hacer de las suyas. No solamente individuos sino también corporaciones. Se valen de argucias y lagunas legales para aplastar, para avasallar, para destruir a los que están abajo. Y todo por dinero. Siempre el maldito dinero. Pero hay una entidad en particular que sobresale entre todas: la industria de la salud.
Como muchos de ustedes saben, EE. UU. es el único país desarrollado donde no existe un sistema de salud universal, dicho en otras palabras, el "sistema" que existe aquí está en manos privadas. Es un sistema perverso controlado por una mafia compuesta de doctores, farmacéuticas y aseguradoras. Lo que menos les importa a estos tipejos es la salud de las personas. Para ellos, las personas son objetos que pueden explotar y que botan cuando ya no les pueden sacar provecho. Cada uno de los integrantes de esta deleznable mafia trata de beneficiarse lo más que puede a costillas de la gente que busca algún servicio médico. Los médicos, por ejemplo, te quieren hacer exámenes a más no poder u operar, aunque no sea necesario hacerlo, porque quieren cobrar una buena cantidad a las aseguradoras. Éstas a su vez siempre harán lo posible por no pagar algún reclamo y te ponen trabas hasta que te des por vencido. Son buenos para cobrar pero no para pagar. Y las farmacéuticas hacen medicamentos carísimos que muchas veces la gente tiene que pagar de sus bolsillos. Y los únicos afectados son las personas enfermas que tienen que pagar las consecuencias de la ambición desmedida de estas entidades que componen el sistema de salud. Lo hacen porque pueden, porque la ley se los permite, porque este sistema está tan arraigado aquí que no se ha podido erradicar. Varias veces se ha propuesto en el Congreso la implementación de un sistema de salud universal, pero la moción siempre ha sido denegada. Tal parece que esto no les conviene a los intereses de ciertas personas influyentes.
Recibir atención médica en EE. UU. es un lujo. En muchos países se entiende y hasta lo indican sus leyes, que la salud es un derecho de sus ciudadanos, pero no así en este país. La industria de la salud aquí es como cualquier otra industria. No importan los sentimientos, la humanidad más elemental, nada, solamente el dinero. Si algo no les reditúa ganancias, lo desechan. Por eso los hospitales aquí cobran un dineral por más sencillo que sea el servicio brindado. Ya no hablemos de si fue necesaria una ambulancia, hacer exámenes o realizar alguna operación porque ahí ya estaríamos hablando de miles de dólares en cuentas médicas. Por eso también los médicos ganan cantidades exorbitantes. Por eso hay muchos doctores sin vocación, porque muchos solamente buscan el dinero y les importa un comino servir a la gente. Todo es un maldito círculo vicioso.
Otros cómplices de los doctores son las farmacéuticas. No es raro que se saquen enfermedades de la manga, lo cual se traduce en nuevos medicamentos, lo que a su vez significa más ganancias para estos zánganos. A ellos les conviene que la gente esté en tratamiento constante porque eso significa una demanda constante de sus productos. Por eso no me sorprende cuando dicen que ya existe la cura para el sida, pero que no lo han querido decir porque eso les haría perder millones de millones a estos malnacidos. No es difícil de creer.
Y qué decir de las aseguradoras. Son unos entes malignos que lo único que buscan es enriquecerse a costa de sus clientes. Son muy buenos para cobrarte, pero cuando los necesitas harán hasta lo imposible por no pagar los servicios médicos que recibas o los medicamentos que necesites. Una de las estrategias que utilizan estos entes es una forma mejor conocida como preautorización. Las aseguradoras tienen una lista de medicamentos que deben ser aprobados por su departamento de farmacia. El simple hecho de que tu médico lo haya prescrito no es suficiente para que puedas surtir la receta en la farmacia. Ah, porque eso es otra cosa que también detesto. Aquí hay mucha burocracia en el proceso médico. Vas a ver a tu médico y él no te va a dar una receta para que la surtas sino que la va a enviar por medio de fax a una farmacia asignada (es increíble que sigan utilizando esos aparatos en pleno siglo XXI) y después tú vas a la farmacia a recoger tus medicamentos. El problema está en que a veces tu médico te receta un medicamento que se encuentra en la maldita lista de medicamentos que necesitan preautorización. Hay medicamentos por los que simplemente vas a la farmacia y los recoges y se acabó. Pero no es raro que a veces te salgan en la farmacia con que tu aseguradora no aprobó un medicamento a pesar de que tu médico lo prescribió. Las cosas empeoran si es de noche o fin de semana porque en ese caso te tienes que esperar hasta el siguiente día hábil para contactar a tu aseguradora y tratar de resolver la situación. La lógica dicta que un departamento de este tipo debería trabajar las 24 horas los 7 días de la semana, pero tal parece que ellos no conocen la lógica ni el sentido de urgencia. Te puedes estar muriendo y es probable que necesites un medicamento de ya, pero los niños están descansando. Creen que todo puede esperar. Y cuando los contactas, ármate de paciencia porque esas llamadas fácilmente duran una hora para que al final no te resuelvan nada. Te dicen que llames a tu doctor, que te tienes que hacer unos exámenes, que faltó no sé qué. Le llamas a tu doctor y te dicen que ya mandaron las cosas, pero los de la aseguradora dicen que no recibieron nada. Qué conveniente. Y así te la llevas...llamadas y faxes, más llamadas y más faxes. Es inútil explicarles que necesitas un medicamento urgentemente porque te van a salir con estupideces. Según tengo entendido, los medicamentos de esta perversa lista son medicamentos caros de los cuales no existen versiones genéricas y las aseguradoras como son tacañas, pues no quieren pagar y harán hasta lo imposible por hacerte desistir. Te van a mandar cartas a tu casa con información confusa, te van a decir que puedes apelar por escrito, pero todo es inútil. Lo único que harás es hacer corajes, desgastarte y perder tiempo.
No entiendo por qué es tan caro atenderte acá. Recuerdo que hace unos años fui al médico porque tenía una gripe muy fuerte. En ese entonces no tenía seguro. Total, me consultaron, me hicieron un "examen de influenza" y otro de no sé qué y cuando voy a pagar me salen con que debía ¡¡USD 270!! Y luego para los medicamentos fueron como USD 30 más. Me gasté USD 300 en una mugre gripa. Difícil de creer, ¿verdad? Y ruégale a Dios no necesitar ambulancia o cosas más caras, porque ahí se complica la cosa. Solamente para que se den una idea, por ahí leí que si la industria de la salud estadounidense fuera un país, sería la quinta economía más grande del mundo. Les debo el dato completo, pero no me es difícil de creer en lo absoluto. En esta industria se mueve muchísimo dinero.
Los que vivimos cerca de México por esa misma razón vamos a atendernos allá. Aquí la salud es un vil negocio, carísimo no me cansaré de decir. El gobierno debería cambiar esto. Es inaceptable que los médicos, las farmacéuticas y las aseguradoras lucren con la salud o mejor dicho, las enfermedades de la gente. También se debería eliminar tanta burocracia. Todo el proceso es una verdadera pesadilla. Desde el momento en que vas al médico, luego que tu aseguradora no quiere pagar un examen o un medicamento y comienzan las llamadas, los faxes, las cartas, en fin. Es un cuento de nunca acabar.
Actualmente estoy peleando con mi aseguradora por unas cuentas que no quieren pagar. Ya me cansé de hablarles y escribirles, pero haré hasta lo imposible por no claudicar. Ya me la hicieron una vez y una segunda sería inaceptable. Por más grande o pequeña que sea la cantidad, ellos deben pagar lo que les corresponde. Ya basta de dejar que abusen de nosotros los ricos y poderosos. Tengo la firme convicción de que uno debe luchar por lo que es justo. Y no es justo que esta gentuza se siga enriqueciendo a nuestras costillas. La maldad existe y solamente nosotros podemos hacerle frente.
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