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domingo, 9 de julio de 2017

Cómo he logrado mantenerme cuerdo

En francés existe una expresión que dice "metro, boulot, dodo", la cual quiere decir algo así como "trabajo, trabajo, trabajo". Es un poco irónico y hasta gracioso que una expresión que viene de mi idioma favorito refleje a la perfección mi realidad actual. Los últimos meses han sido muy difíciles laboralmente y me he visto obligado a enfrentar situaciones francamente insoportables. Mi trabajo me ha afectado de tal manera que mi apetito, mis patrones de sueño y otras áreas de mi vida se han vuelto un caos. No exagero cuando digo que hasta pesadillas he tenido con mi trabajo. Antes existía una clara división entre mi vida laboral y mi vida personal. Eso es historia ya. Ahora aunque no esté en la oficina tengo que estar disponible por teléfono o email. No puedo estar a gusto en una reunión o descansando en mi casa porque ya me están llamando por teléfono o escribiendo por Whatsapp. Las funciones de mi puesto cambiaron de la noche a la mañana sin darme cuenta y sin haber sido consultado siquiera. No encuentro la manera de revertir esta situación. Siempre uno queda como villano cuando protesta, pero la verdad es que ya no puedo más. Siento que uno de estos días voy a explotar por estar guardándome tantas cosas con el objeto de evitar más conflictos aún. Odio los lunes más que nunca. Las horas se me hacen eternas durante la semana laboral. El viernes ya ni siquiera es un consuelo. No veo la hora de irme de vacaciones. Espero con ansias mi viaje a Canadá. Me voy a desconectar del trabajo por completo y me vale un comino si la empresa quiebra.




A últimas fechas, el francés ha sido lo único que me ha mantenido a flote. Mis clases privadas, mis reuniones con el grupo de conversación y mis conversaciones con mis amigos francohablantes por Skype son mi escape de la amarga realidad que me aqueja. En esos momentos me siento libre, lejos de mis problemas, feliz. Lo malo es que a veces me siento tan cansado y estresado que no tengo ni ganas ni energía para hacer lo anterior. Por ejemplo, mi grupo de conversación se reúne los miércoles a las 7:30 p.m. Esos días prácticamente llego a la casa, me doy un baño, ceno algo y me voy rápidamente. Llego raspando porque la reunión es a casi 40 minutos de mi casa. A veces me he visto tentado a faltar, pero yo solo me doy valor y me fuerzo a ir. Al final de la reunión, me siento con la pila recargada y el humor por las nubes. Aunque todo vuelve a su estado anterior al día siguiente.

También me esfuerzo por ver videos en YouTube, mis películas, leer, estudiar, en fin. Ha sido mi terapia para no volverme loco, mi catarsis. Gracias al francés he descubierto cosas nuevas, he conocido gente maravillosa. No sólo ejercito mi cerebro sino que también alimento mi espíritu. Siento que si dejara todo eso perdería la razón. Tampoco digo que lo hago las 24 horas del día (no soy robot), pero es vital para seguir viviendo. No concibo mi vida como era antes. A veces me frustro porque no puedo avanzar tanto como quisiera, pero después recuerdo que no sólo estudio francés por necesidad sino por gusto. He pensado en estudiar otra cosa, pero por el momento quiero enfocarme en el francés. 

No es sano vivir todo el tiempo estresado. Pero para algunas personas es inevitable. Recuerdo que desde niño me sucedía. Es parte de mi naturaleza. Pero siempre de una u otra manera he logrado salir airoso. Mi situación actual es insostenible. Por azares del destino tengo que sacar fuerzas de flaqueza hasta que llegue el momento de poder actuar. A veces no quiero ni levantarme en la mañana. No quiero ni pensar en todo lo que tengo que hacer cada día. Por lo pronto, no me queda más que aferrarme a lo único que me mantiene cuerdo. Porque estoy cuerdo...todavía.

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