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domingo, 21 de mayo de 2017

Puras pavadas

Esta semana terminé de leer un libro que es considerado una obra maestra. Escrito por un argentino a mediados del siglo pasado. Clasificado como antinovela y sobresaliente por innovar la literatura. Un referente de la literatura latinoamericana. Su título alude a un juego de niños. Sí, hablo de Rayuela.





De entrada, me parece una fantochada el hecho de que el libro no tiene un orden de capítulos. Para los que no lo han leído aún, según los expertos y el mismo Cortázar existe más de una manera de leerlo. Primeramente, leyendo los capítulos en orden lineal hasta el capítulo 56. Si lo hace uno así, prescindes de los capítulos que siguen. En segundo lugar, se puede leer siguiendo un tablero que aparece al principio del libro. Y por último, lo puedes leer como te dé tu regalada gana.

En cuanto a los personajes, su protagonista me parece la persona más antipática del mundo. Horacio, un argentino en su cuarta década, "intelectual", radicado en París pero que no hace nada más que tomar mate, fumar y contradecir a los demás. Tiene una relación un tanto extraña con Lucía, la Maga. Ambos forman parte del Club de la Serpiente, un grupo de wannabes. Sus discusiones pueden ser de lo más triviales hasta cosas más profundas, pero en un tono francamente insoportable. No sé por qué se llamará así el club, me imagino que porque todos son unas víboras que no se soportan el uno al otro y solamente se critican. En fin, me da igual.

Cortázar es un esnob en toda la extensión de la palabra. Hay un capítulo entero donde se la pasa hablando de jazz. Si no conoces de canciones y músicos de este género, esta parte te va a resultar aburridísima. Se ve que esta parte sólo la incluyó Cortázar para demostrar sus conocimientos y afición por el jazz. Ya me los imagino a todos los personajes fumando, emborrachándose y escuchando música melancólicamente, llorando, discutiendo, recordando.

¡Y qué obsesión tenía con utilizar palabras extranjeras! En una misma oración te incluía inglés, francés y español. Eso sin contar con las expresionas en latín. Entiendo que en la literatura es normal que los autores usen palabras de otros idiomas, pero no al grado que lo hizo Cortázar en este libro. Era una mezcolanza innecesaria. Cosas que no tenían sentido además. No tomo en cuenta los argentinismos, los cuales abundan a lo largo del libro. No me agradan, pero es común incluir regionalismos dependiendo del lugar de origen del autor. Imposible de erradicar.

El ritmo del libro me parece insufrible. Me parece lento a más no poder, soso, con situaciones bizarras, difícil de seguir en ocasiones. Hay unos cuantos capítulos que se salvan como el capítulo en el que Horacio conoce a una pianista frustrada y la segunda parte del libro donde aparecen sus amigos Traveler y Talita. Estos últimos dos hacen la novela un poco más llevadera, porque lo que es la primera parte con los del club es lo más soporífero que he leído. ¿Y qué decir de los capítulos prescindibles? Otra "genialidad" de Cortázar. Un capítulo cortísimo seguido de otro mucho más largo. No tienen ninguna relación entre sí. Aunque la mayor parte se trata de un tal Morelli, el cual muchos dicen que es el alter ego de Cortázar, lo cual tiene sentido. Ya nada más leía Morelli y me daban ganas de aventar el libro por la ventana.

Más de una vez pensé en dejar de leer este libro. Me daban ganas de quemarlo, de tirarlo a la basura, de desaparecerlo de sobre la faz de la tierra. Pero lamentablemente, no es mi estilo. Si comienzo a leer algo y descubro que no me gusta, sigo hasta el final. No me gusta dejar las cosas a medias. Me gustaría ser un lector promiscuo, pero no puedo. Por eso trato de escoger cosas que sé que me van a gustar, aunque es un poco impredecible. A veces un libro se ve promisorio, pero me llevo una sorpresa desagradable al final.

Quise saber si fui el único al que no le gustó Rayuela. Así que me puse a buscar en Internet y tal parece que todos idolatran este libro. Me atrevería a asegurar que el 99% de las reseñas eran positivas. En Goodreads y otros foros literarios, la gente se vuelca en elogios hacia Cortázar y su obra. Son muy pocos los que comparten mi opinión. Me pregunto si el que está mal soy yo porque si a la mayoría le gusta es por algo. Aunque no necesariamente debe ser así. No puedo decir que esta obra está sobrevalorada porque este término es muy subjetivo al igual que la apreciación del arte. Lo que sí puedo decir con todas sus letras es que no me gustó y que difícilmente lo volvería a leer para un segundo análisis. Lo siento.

Unos califican a Cortázar como presuntuoso, mientras que otros lo defienden alegando que todos los autores lo son en mayor o menor grado. Esa obsesión de hacer alarde de sus gustos por el jazz, los idiomas y otros aspectos culturales. Y eso de hablar sobre él mismo en el libro de una manera muy sutil. Ni cómo ayudarlo.




Según supe por ahí, Cortázar escribió cuentos buenos. No he leído ninguno o por lo menos no recuerdo haberlo hecho. Tampoco había leído ninguna de sus novelas. Decidí comenzar con Rayuela porque desde hace tiempo conocí de su existencia y quería saber por qué tanto alboroto. Tal vez debería haber comenzado con otra cosa y proseguir con Rayuela. No lo sé. Pero ahora que ya lo leí, me causó una gran desilusión. Esperaba otra cosa totalmente diferente. ¿Qué se le va a hacer?

Y ustedes, amigos, ¿qué opinan? ¿Han leído Rayuela? ¿Qué les pareció? Au revoir!

sábado, 13 de mayo de 2017

Fuera de lugar

Estadios llenos, precios exorbitantes por boletos, locura total, fanatismo, bullying, ciudades paralizadas, programas deportivos al por mayor, restaurantes y bares abarrotados de gente expectante de cada juego, gente llorando, gritos, exaltaciones, vulgaridades, banalidades, peleas. Su causa: el futbol. El rey de los deportes (aunque así se le conoce al béisbol, no sé por qué). Un deporte que divide familias, afecta planes de cualquier tipo, sobre cuyo eje gira la vida de muchas personas. Es el tema de la oficina los lunes o el día siguiente siempre que hay un juego. Es el tema principal de grupos de WhatsApp y otras redes sociales. Todos los fines de semana es lo mismo. Y peor aún cuando hay liguilla o juegos internacionales. Todo es tan insoportable a veces.




Me gusta un poco el futbol, pero no es una parte importante de mi vida. Veo con asombro cómo hay tanta gente que se apasiona por él. Todos sus comentarios en redes sociales son sobre él. Que si x equipo ganó o perdió, que el marcador fue de tantos goles, que el rival no sé qué, que el árbitro esto o aquello. Y los programas deportivos. Un verdadero suplicio. Todo esto es lo que me molesta, lo que me resulta insufrible. No hay un solo día en que no se hable de futbol. Y si tienes cable, peor aún. Tantos canales deportivos en los cuales el tema el 90% del tiempo es el futbol. Si de por si ya con los programas que hay en la televisión abierta era más que suficiente, ahora uno tiene que fletarse más programas.

Todo esto no me molestaría si no me afectara directamente, pero todo lo que digo y pienso al respecto lo hago con conocimiento de causa. Recuerdo una ocasión que era mi cumpleaños e invité a familiares y amigos a mi casa para festejar. Pero no tomé en cuenta que ese día había un maldito juego de futbol entre Rayados y Tigres (equipos locales de Monterrey) y gracias a eso algunas personas no fueron, otras llegaron tarde y las que sí llegaron a tiempo querían ver el juego. Me parece una falta de respeto que vayas a la casa de alguien y salgas con esas cosas. No te invitan a ver un juego, te invitan a un cumpleaños u otra cosa y estando en casa ajena, no puedes imponer tu voluntad. No puedes ser tan inconsciente a tal grado de modificar los planes del anfitrión a tu conveniencia. 

Otro aspecto insufrible es la enorme cantidad de programación en torno al futbol. Estoy harto de llegar a mi casa y ver esos malditos programas con sus insulsos comentaristas. Eso entre semana y los fines de semana los juegos. Escuchar los gritos de los vecinos cada vez que algún equipo anota un gol. Y el aberrante grito de ¡gooooooooooooool! en la televisión es igual de insoportable. Y no te salvas si vas a un restaurante. De hecho, ir a un restaurante cuando hay juego es impensable. Obviamente si tu intención no es ver el juego. Pero si tu intención es pasar un rato tranquilo, comer algo y platicar con tu compañía, elige un lugar donde no haya televisión.

Y gracias a las redes sociales, la gente tiene más medios para expresarse. Siempre que hay un juego veo comentarios al respecto por todos lados en Facebook y WhatsApp. Soy miembro de un grupo con excompañeros de la universidad donde el futbol es el tema principal. De haber sabido esto, probablemente no me habría unido. Todos los días es lo mismo. Memes, burlas, comentarios repetitivos, polémica barata...Por eso casi siempre desactivo las notificaciones y hasta he pensado en abandonarlo. 



Si la gente se diera cuenta de que hay cosas más importantes, más trascendentes. No me lo tomen a mal, pero a veces todo esto raya en lo ridículo. Con cierta vergüenza, debo admitir que alguna vez pagué precios algo elevados por asistir a un juego y que me dejé llevar por el "sentimiento" pero no a tal grado de llegar al fanatismo. Ahora me arrepiento porque me he dado cuenta que todo ello no conduce a ninguna parte. Los jugadores ganen o pierdan siguen cobrando un sueldo y tan felices como siempre, es un trabajo como cualquier otro. Los únicos que perdemos somos nosotros. Perdemos dinero, tiempo e ilusiones. Puede sonar trágico, pero no dista de la realidad. Por un partido de futbol, la gente es capaz de faltar a un compromiso o de llegar tarde. Por un partido de futbol, la gente es capaz de regalar su carro. Por un partido de futbol, la gente es capaz de hacer tantas cosas estúpidas. ¡Ya basta!

También me parece un poco contradictorio por parte de mucha gente que conozco que siempre critican a Televisa, la televisión abierta, el gobierno y tantos otros aspectos de la sociedad, pero a la hora de la hora están en el estadio o pegados al televisor viendo un juego. Bien dicen que al pueblo, pan y circo. Mucha de esta gente que menciono son padres de familia y como tales deberían poner el ejemplo. ¿Qué le están enseñando a sus hijos? Les están enseñando a apasionarse por algo que no vale la pena, por algo superfluo. El futbol es una mafia, no es la excepción. Es un secreto a voces que algunos partidos son amañados. El señor dinero no podía dejar de hacer acto de presencia. 




Entiendo que para algunos puede representar una ilusión. Todos tenemos ilusiones o por lo menos deberíamos tenerlas. Pero cuando todo se convierte en fanatismo, en una obsesión, estamos hablando de un problema serio. No puedes dejar que el futbol domine tu vida. Les podrá parecer exagerado de mi parte, pero pónganse a pensar seriamente sobre ello. ¿Alguna vez han tenido que cambiar sus planes por un mísero partido de futbol? Si la respuesta es sí, me estarás dando la razón.

Lamentablemente, los medios no ayudan mucho que digamos. Como dije anteriormente, hay tantos programas deportivos que la lista es interminable. Futbol las 24 horas del día. Notas en periódicos e Internet para todos. Las redes sociales que indirectamente echan fuego a la hoguera. Por más que uno quiera cerrar ojos y oídos, es prácticamente imposible. La única solución que veo es cambiar nuestra cultura. Tarea difícil, cierto, pero no imposible. Comencemos por enseñarle a nuestros hijos las dimensiones correctas de las cosas. Concientizarse de que todo no es más que un juego. Que no se convierta en una religión como en Argentina y a últimas fechas en México.

Bueno, amigos, es todo por hoy. Me retiro a descansar que ha sido un día un poco ajetreado. Au revoir!

domingo, 7 de mayo de 2017

Atado de pies y manos

A veces en la vida hay situaciones en las que uno tiene que aguantarse. No tienes más opciones o tal vez no es el momento de actuar. Da coraje, te sientes impotente, sientes que te encuentras en un laberinto sin salida, no ves la luz al final del túnel. Oyes voces a tu alrededor, te animas de ratos y de ratos te desanimas, te irritas, lloras, sufres, te ahogas. El mundo parece venirse encima de ti, sientes que la carga sobre tu espalda se vuelve cada vez más pesada, te hundes cada vez más y parece no haber escapatoria. Gritas, pero nadie oye. Pides ayuda, pero todo el mundo cierra sus oídos. Te invade la desesperanza, el miedo se apodera de ti, todo parece tan irreal. Estás rodeado de gente, pero estás solo a la vez. Dependes de ti mismo, nadie se compadece de ti. Te lamentas, maldices en silencio, deseas la muerte.



Las últimas semanas han sido una montaña rusa para mí. Unas cuantas alegrías, pero más tristezas y amargura que nada. Mi vida podría decirse que es aburrida en su mayor parte, nunca ha habido nada interesante. Probablemente soy más aburrido que la persona promedio. Trabajar, ir a la casa y repetir. Una rutina interminable. Lo ideal sería que trabajara en algo que me gustara, no en algo que me disgusta y que peor aún, me asfixia. Cada día parece ser peor que el anterior. Estrés al mil. Sé que es prácticamente imposible vivir sin estrés, pero no abusen. Me he sentido tan estresado que no he dormido bien y hasta he perdido el apetito.

He tenido que hacer cosas que nunca pensé que iba a hacer. Sé que trabajo es trabajo. "No hay trabajo malo, lo malo es tener que trabajar", como decía Don Ramón. No voy a discutir las cosas que he tenido que hacer, porque no viene al caso y a ustedes no les incumbe, pero confórmense con saber que ha sido un infierno. Tanto que se esfuerza uno por estudiar y superarse, para enfrentarse a un mundo laboral cruel y despiadado.

Además de hacer cosas abominables, mi vida personal se ha visto afectada también. Tanto así que no pude estar en el festejo del cumpleaños de mi abuelita hace dos semanas. He tenido que trabajar horas extras (sin pago extra desde luego) y como consecuencia he llegado tarde a mis clases de francés de los miércoles, lo cual es lo poco que me mantiene cuerdo. Y ya me avisaron que posiblemente mi horario vaya a cambiar e incluso tendría que trabajar en fines de semana. ¿Por qué me castigas así, Dios?

Lo peor de todo es que no puedo hacer nada por el momento. Muy a mi pesar tengo que cerrar la boca y abstenerme de gritar improperios al por mayor. No me puedo dar el lujo de que me despidan. Me podrían afectar en mi futuro. Lo cual se me hace muy injusto. Ya escribiré sobre eso en otra publicación. Tengo tantas cosas en la cabeza y me he sentido tan aturdido que no he podido pensar con claridad. Siento que solamente le he estado dando vuelta a las cosas. Me siento en un profundo estupor.




A veces prefiero no pensar. En mis momentos de soledad, me invaden pensamientos indeseables, es algo que no puedo evitar. Así como no puedo evitar comparar mi vida con los demás. Recuerdo con nostalgia mi paso por la universidad. Tantos planes que tenía antes de entrar. Qué iluso, qué estúpido. ¡Si tan sólo hubiera sabido lo que me esperaba después!

Alucino los lunes. Los fines de semana vuelan, no son suficientes. El reloj parece detenerse cuando estoy en la oficina, pero tan pronto llego a mi casa, Cronos se pone a jugar con él. Quisiera gritar, romper todo a mi alrededor y hacer tantas otras cosas que no escribo aquí porque el Gran Hermano nos está observando.

Lo único que me mantiene vivo es la esperanza de que todo cambiará. Obviamente, no puedo esperar a que todo me caiga del cielo, tengo que hacer lo que me corresponde. Por lo pronto, mañana a trabajar otra vez. ¡Qué remedio!