Buscar este blog

domingo, 12 de marzo de 2017

Paupérrima riqueza

"El dinero no lo es todo, no compra la felicidad..." es una frase tan vieja y tan trillada que estoy seguro de que los antiguos egipcios la conocían a la perfección. Incluso me atrevería a afirmar que data de mucho antes. Aunque lo importante en sí no es saber quien inventó semejante falacia sino entender lo disparatada que es la idea misma. Mucha gente la repite sin tener plena conciencia de lo que están diciendo, engañándose a sí mismos. No hay nada más falso que decir que el dinero no es importante. La verdad es que los únicos que lo dicen son, irónicamente, los que no tienen dinero. No conozco a ningún rico que diga que el dinero no es importante. Francamente, creo que esta frase es solamente un consuelo, una excusa para no sentirse tan mal con uno mismo, para tratar de asimilar la realidad propia, para no volverse loco.

El dinero es tan importante que por él se han hecho guerras, se ha matado a personas, se han destruido familias, amistades...El mundo gira en torno a él. El dinero es hermano del poder. El dinero ha sido parte importante en las decisiones de gobiernos, de empresas, de familias, de individuos. Es un tema que simple y sencillamente no se puede dejar de lado. Prueba de ello son tantos refranes y referencias a él: "Con dinero baila el perro", "Cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la ventana", "Dinero llama dinero", "Cuentas claras, amistades largas", "A la mujer ni todo el amor ni todo el dinero", en fin, son tantos que no podría enumerarlos todos aquí. 

Tal vez suene materialista de mi parte, pero no estoy de acuerdo con la idea de conformarse con lo que uno tiene. Sí, agradécele a Dios, a la vida o a quien quieras por lo que tienes, pero no tiene nada de malo querer tener más. No es pecado querer tener una casa grande, un coche nuevo, ropa de marca, viajar, disfrutar la vida sin reservas. Que tu situación económica te duela, que te inspire a cambiar, a tomar otro rumbo. Lo malo es cuando se vuelve una obsesión, pero es un riesgo inevitable que no todos estamos dispuestos a enfrentar. El dinero en sí no es malo, sino el uso que se le dé. Puede ser un medio para hacer el bien o el mal, pero eso depende de quien lo posea.




Es cierto que hay gente acaudalada que padece una enfermedad incurable o difícil de tratar, pero gracias al dinero que tienen pueden visitar hospitales especializados, ver médicos de renombre, someterse a tratamientos diversos...todo lo cual no se podría hacer sin dinero. Y créanme que esto no sólo aplica a países tercermundistas, incluso en países como EE.UU. podemos ver la necesidad de contar con dinero para costear todos los gastos en que se debe incurrir. Eso es tema aparte. Regresando a lo que nos interesa, mucha gente dice que para qué se quiere dinero si éste no puede comprar la salud o la felicidad. Pero volvemos a lo mismo, me parece una excusa patética. Con el dinero que se tiene se podría dejar protegida a la familia en caso de muerte o ayudar a alguien más. En otras palabras, no estorba. Al contrario, tenerlo ayuda y mucho.

Hablo con conocimiento de causa. Sería una mentira decir que viví en la miseria, pero sí me he visto afectado por la falta de dinero. Por muchos años tuve que soportar una situación familiar más que indeseable. De igual forma, no pude estudiar donde quería así que tuve que ir a una universidad pública, lo cual siempre había sido mi última opción. Trabajé y obtuve una beca y eso me ayudó, pero eso no me quita el mal sabor de boca. No les cuento todo esto con el afán de verme como víctima, sino para que entiendan que el dinero puede marcar la diferencia. Nos guste o no, el factor dinero siempre importa. Ya sea que te vayas a casar, a decidir donde vivir, a decidir donde viajar, a decidir donde trabajar, etc., no se puede ignorar el factor dinero. Hasta los grandes intelectuales como Buñuel sufrieron por la falta de éste. Muchas de sus películas se filmaron en situaciones un tanto precarias. No siempre se puede vivir por amor al arte.



               



A pesar de todo lo anterior, creo que deben existir límites para conseguirlo. Para bien o para mal, tengo demasiados escrúpulos y hay cosas que no me atrevería a hacer por nada del mundo. Dicen que nunca digas "de esta agua no beberé", pero me atrevo a decir que nunca vendería drogas, ni me prostituiría ni le vendería mi alma al diablo (o a quien quieran, mi alma es mía y nada más). La vida es demasiado corta para malgastarla en cosas así. Pero eso no quiere decir que el dinero no sea una meta en mi vida.

Sin meternos en rollos de religión, no se trata de endiosar al dinero, sino de dejarnos de ideas arcaicas y entender que el dinero sí es importante. Si no lo quieres ver como una meta, visualízalo como un medio que puede hacer tu vida y la vida de los que te rodean mucho mejor. Tal vez el dinero no compre la felicidad, pero yo prefiero llorar a bordo de un Ferrari estacionado en una villa en Italia. Au revoir!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario