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sábado, 8 de agosto de 2015

El peor asesino

Lunes. Suena el despertador. "¡Es hora de levantarte, flojo!", es lo único que le falta gritar al maldito aparato. Estás sumamente cansado porque obviamente dos míseros días no son suficientes para reponerte de todo el ajetreo de la semana. Te levantas, te das un baño, desayunas algo, preparas tu lonche y a trabajar. Te pasas la mayor parte del día en la oficina o donde sea que trabajes. Llegas a tu casa en la noche, exhausto, estresado, sin ganas de hacer nada. Prácticamente llegas a cenar y dormir. El fin de semana te dedicas a dormir y si tienes dinero y energía, sales a algún lado a pasear. Se termina el fin de semana y volvemos a empezar.

¿Les suena familiar la escena anterior? Lamentablemente este es el pesar de muchos de nosotros. Llegas a un punto en que todo se vuelve repetitivo, mecánico. No hay nada nuevo o son pocas las cosas nuevas. Te conviertes en un robot. Te vuelves un esclavo del tiempo. Anhelas los fines de semana con todas tus fuerzas. Crees que vas a poder descansar y hacer mil cosas, pero el fin se va en un abrir y cerrar de ojos. Todos los días es la misma historia. Las mismas caras, los mismos problemas, las mismas preocupaciones...La monotonía se vuelve una constante en tu vida, se convierte en tu mejor amiga. Todo parece carecer de sentido. Pasa el tiempo y esperas que las cosas cambien. Te engañas a ti mismo con falacias ridículas, sueñas con castillos en el aire. Y todo se esfuma al final como vapor. Puede que aún seas joven, pero ya no tienes el entusiasmo de antaño. El futuro ya no te emociona. Te has entregado en cuerpo y alma a la rutina, el peor de los asesinos. Porque vivir una rutina es estar muerto en vida. Es vender tu alma al diablo. Día a día nos sumergimos más en ese mar. Poco a poco perdermos los sentidos. La vida se vuelve una carga. Nadie nos dijo que sería así. Cuando éramos niños, pensábamos que la vida de adulto sería lo máximo. ¡Si tan sólo alguien nos hubiera dicho la verdad!

Algunas personas caen en depresión, naturalmente. Y es que no es para menos. Somos seres tan complejos que en el deambular por la vida, una parte de nosotros muere. Ya no tenemos sueños ni aspiraciones. Nos convertimos en máquinas. Perdemos nuestra voluntad. Somos como ovejas rumbo al matadero. Escuchas infinidad de consejos; algunos porque los pides, otros porque te los dan aunque no los pidas. Te dicen que te aferres a algo, que no pierdas las esperanzas, que la vida es bella y no sé qué cosas más. Pero si algo he aprendido es que no hay soluciones estándares. Las personas te pueden decir mil cosas, pero solamente tú sabes por lo que estás pasando. Creen que te ahogas en un vaso de agua, pero no saben de las guerras en las que estás peleando.

Si no estás pasando por esto, me alegro por ti. Espero que nunca lo experimentes. La rutina es de lo peor que te puede pasar. Se adueña de tu vida, se convierte en tu amo y señor. Te domina a su antojo, como a un títere.

No te voy a dar recomendaciones milagrosas para cambiar tu situación. Lo único que te puedo decir es que tú eres el único que puede acabar con ese asesino. Nadie lo hará por ti. En tus manos está tu liberación.

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