Buscar este blog

domingo, 23 de junio de 2019

La vida es bella, pero a veces aburre

Tarde o temprano todos llegamos a un punto de quiebre en el cual ya estás harto de todo y lo único que deseas hacer es tirar todo por la ventana y mudarte a un lugar donde nadie te conozca y comenzar desde cero. Eso sería lo ideal en un mundo perfecto, pero dista mucho de ser real. Así que lo único que nos queda es hacer algo para cambiar las cosas o resignarnos a nuestra realidad Yo hace mucho que me encuentro en este punto de quiebre. La vida es muy bonita y me gusta disfrutar de las cosas que nos ofrece, tanto de las grandes como de las pequeñas o insignificantes. Pero a veces la vida también se vuelve monótona, aburrida, sin chiste. Sobre todo la vida adulta en la cual no tienes control sobre muchas de las cosas a tu alrededor. Los adultos que lean esto me entenderán. Ya no puedes hacer las cosas "en caliente" tan fácilmente como antes. Ahora tienes que planear tu día o incluso tu semana. Las obligaciones te absorben. Ya no dispones de tu tiempo a voluntad y ahora tienes que planearlo todo, hasta tus vacaciones. Si bien es cierto que durante nuestros años de estudiantes no todo era miel sobre hojuelas, la situación empeora cuando eres adulto. Díganme si no es cierto. Desearías hacer tantas cosas, pero te faltan dinero o tiempo. Lamentablemente no siempre tenemos las dos. Como yo por ejemplo, estoy escribiendo esto en un domingo por la tarde porque entre semana no tengo tiempo o me encuentro muy cansado mentalmente para sentarme frente a la computadora y escribir. Y así muchas cosas más que no puedo hacer entre semana y tengo que hacerlas durante el fin. Es un cuento de nunca acabar.





Una de las cosas que ya me tiene harto y que he tratado de remediar sin éxito alguno es mi trabajo. Como ya sabrán, mi trabajo implica mucho contacto con clientes. A pesar de que no es en persona sino por teléfono, esto llega a ser muy desgastante. Ya estoy harto de tratar con gente estúpida que no entiende las cosas o que son prepotentes a más no poder. Más de una vez me he tenido que contener para no decirles de lo que se van a morir. Hay gente que verdaderamente hace que saques lo peor de ti. Pero como no te puedes poner al tú por tú, pues te tienes que aguantar. Ya he probado hacer muchas cosas para sobrellevar la situación, pero créanme que no es fácil. No siempre es cuestión de actitud como muchos dicen. Y así se me va la mayor parte del día de lunes a viernes. Al salir de la oficina lo único que quiero hacer es irme a mi casa y desconectarme del mundo, pero no puedo. Tengo que ir al gimnasio, otra de las cosas que odio. Nunca me ha gustado el ejercicio y menos en el gimnasio. Ese lugar lleno de gente molesta y con un fuerte olor a sudor no es precisamente la mejor manera de relajarse. Los expertos dicen que hacer ejercicio te llena de energía y te relaja, pero al menos eso no me sucede a mí. No me gusta ni sudar ni estar dolorido días después. Y es inevitable. Salgo del trabajo con el estrés al mil y después tener que hacer algo que no me gusta, más bien que odio, pues es para deprimirse. 





Lamentablemente no todo termina ahí. También tengo que esforzarme por comer de una manera más sana. En la interminable lucha de bajar/mantener el peso, he probado un sinfín de planes alimenticios y ya me tienen hasta el copete. Ya estoy harto de medir porciones, pesar cosas, planificar menús, contar calorías y demás cosas similares. No es vida; es inhumano, es antinatura. No se puede llevar una vida normal, no se puede vivir a plenitud. La comida es una parte importante de la vida y no poder disfrutar de ella sin restricciones ni preocupaciones es deprimente e injusto. Pero si queremos llevar una vida sana, no hay de otra. Dieta y ejercicio por los siglos de los siglos hasta que te mueras. 

Entre semana no me queda tiempo para nada más. Ya ni siquiera he ido a mi grupo de francés los miércoles. Me siento tan cansado, tan fatigado, tan estresado que ya no me quedan ganas de lidiar con el tráfico para ir. Todos los días llego a mi casa como a las 8 de la noche y en lo que ceno o hago cualquier cosita, ya es hora de dormir para ir a trabajar. Y cuando llega el fin de semana lo único que quisiera hacer es dormir, pero tampoco me la puedo pasar durmiendo. Hay cosas que hacer que no se pudieron hacer entre semana. Y así cada semana de cada mes de cada año. Maldita rutina, maldita vida adulta. Necesito un año sabático o de perdido unas largas vacaciones. Pero como hubo unos cambios en mi trabajo, ya ni siquiera sé cuándo podré tomarme unas vacaciones. 





Trato de hacer cosas diferente para salir de la rutina y sobre todo para mantener la cordura, pero no es suficiente. Cambio la rutina de ejercicio de vez en cuando, pero como no me gusta el ejercicio, pues realmente no ayuda mucho. Lo mismo con mi dieta. Comer con restricciones no es vida. Y en cuanto a lo demás, pues trato de salir, de pasear para despejarme. Voy al cine, a comer, a algún museo, cualquier cosa para salir de la rutina, pero no es suficiente. Considerando que el trabajo es algo que absorbe gran parte de tu vida, las cosas que hago fuera de mi trabajo son muy pequeñas e insignificantes en proporción. Algo que no me ayuda es que no me desconecto tan fácilmente del trabajo, como en este momento que estoy escribiendo esto, estoy pensando en los pendientes que me esperan mañana lunes en la oficina. No lo puedo evitar y me odio a mí mismo por eso. 

La vida es bella, pero difícil. No hay un manual que nos diga cómo vivirla. En el largo deambular por este mundo, aprendemos a base de prueba y error. Nos caemos y tenemos que levantarnos. No hay de otra. Y ahora, a terminar de prepararme para la semana que está por venir. Au revoir!  

domingo, 9 de junio de 2019

Cuando nos invade la nostalgia

El viernes pasado fui con unos amigos a ver la nueva versión del clásico noventero, Aladín. Como todos sabemos, a Disney le dio por sacar nuevas versiones de proyectos pasados que han sido exitosos, pero esta vez con actores de verdad o con personajes a computadora que se vean más reales. Supongo que ya se les terminaron las ideas. Lo mismo hicieron con Dumbo y El rey león y al parecer hay más proyectos en puerta. Bueno, el caso es que fui al cine a ver la película y me encantó. Está muy apegada a la película original animada, aunque hicieron unos pequeños cambios. Algo que se agradece es que trataron de darle un toque un poco más realista en la forma en la que hablan los personajes (bueno, no todos, pero sí varios). Sabemos que el inglés no es el idioma oficial en los países árabes y que estos al hablarlo tienen un acento muy marcado. Así que en lugar de hacer una película en árabe y ponerle subtítulos en inglés (lo cual habría sido muy tedioso e impráctico), decidieron que los personajes hablaran en inglés pero con un acento árabe. Me gustó ese detalle. 





El elenco estuvo muy bien escogido. El papel principal se lo dieron al actor egipcio Mena Massoud, quien ya había hecho algunos trabajos en televisión principalmente, pero que con este papel su carrera tuvo un impulso. También sobresale la actriz inglesa Naomi Scott como Jasmin, con un toque feminista. El villano Jafar, interpretado por el actor neerlandés de origen tunecino Marwan Kenzari estuvo estupendo. Pero el que definitivamente se lleva las palmas es el veterano Will Smith. El papel le quedó como anillo al dedo. Su actuación como el genio de la lámpara fue redonda. El equipo de producción hizo un muy buen trabajo al escogerlo y es que Smith es un tipo que además de experiencia, tiene mucho carisma y conexión con el público. Como todos recordamos, Robin Williams fue quien diera voz y personalidad al genio en la pelicula animada de los 90 y lo hizo magistralmente, asi que encontrar a alguien que encima de eso apareciera a cuadro, me imagino que no fue nada sencillo sino todo un desafío. Pero Will Smith dio el ancho.





En cuanto a la trama no hay mucho que decir. Todos los que vimos la versión original sabíamos lo que iba a pasar y como dije anteriormente, realmente no hubo muchos cambios. Los libretistas respetaron el argumento original y si acaso, hicieron a Jasmine un poco más feminista de lo que la recuerdo, pero de ahí en fuera no hubo mayores cambios. Aunque sí debo confesar que el final me quedó un poquito a deber. Y es que es inevitable hacer comparaciones, pero bueno, son cosas que pasan. 

Los números musicales fueron un deleite para los espectadores. Nos hicieron revivir nuestra infancia. Me encantaron las canciones A Whole New World (el tema estrella de la película) y Prince Ali (el tema que cantan cuando Aladín se presenta como un príncipe gracias al genio). Por lo general no soy muy fanático de las películas en las que se la pasan cantando, que es la razón por la cual casi no me gustan los musicales, pero no es el caso en esta película. Las canciones, esta vez interpretadas por humanos a cuadro, estuvieron excelentes. 




Algo que no termina por gustarme es la apariencia de los animales en la película, más concretamente Abu y Iago. Entiendo que es muy difícil o incluso imposible utilizar animales de verdad para las escenas, pero las figuras a computadora se ven raras. Lo mismo sucedió con Dumbo (no vi la película, solo cortos). Se ven amorfos, extraños, grotescos. El único rescatable en este aspecto es Rajah. Sí creo que deberían esforzarse un poco más con esos detalles. 

Algo que me llamó mucho la atención es que en la sala prácticamente no había niños. A lo mucho llegué a ver algunos 3, pero de ahí en fuera el resto estaba conformado por adultos rondando los 30 años o más. Se me hizo muy raro considerando que era viernes por la noche y que además de eso, los escuincles ya andan de vacaciones en este lado del charco. Para mí estuvo mejor que no hubiera niños porque luego son muy ruidosos, pero sí fue algo que me llamó la atención. No sé cuál haya sido el mercado que Disney tenía en mente al sacar esta nueva versión: si los adultos que vimos la versión original y que nos mueve la nostalgia o los niños que no conocen a Aladín. Tal vez y más probablemente hayan pensado en los dos, pero no sé cuál sea el resultado en las demás salas del país. Los niños de ahora son hijos de aquellas personas que vieron Aladín en los 90 y tal vez les interese la historia o tal vez no. Definitivamente a los adultos de nuestra edad nos mueve un sentimiento de nostalgia y es lo que nos hace querer ver estas nuevas versiones y revivir viejos recuerdos. No me quejo.

Sabes que ya no eres un jovencito cuando...

Bien dicen que los años no pasan en vano. Juventud, divino tesoro. Palabras más ciertas no hay. El tiempo pasa y no se detiene. No hay marcha atrás. Cada día nos hacemos más viejos. Cada vez que cumplimos años es un año más para algunos, mientras que para otros es uno menos. Lo innegable es que conforme vamos creciendo, vamos cambiando y muchas veces sin darnos cuenta o desearlo. Poco a poco nos convertimos en nuestros padres o abuelos quienes nos decían que cuando tuviéramos su edad comprenderíamos muchas cosas. Cuando somos niños o adolescentes no comprendemos a los adultos y a veces hasta nos burlamos de ellos por las cosas que dicen o hacen. Pero de pronto, sin darnos cuenta, somos los nuevos adultos a quienes veíamos tan lejanos y ahora las nuevas generaciones se burlan de nosotros e incluso nosotros nos burlamos de nosotros mismos. Llega un momento en la vida en el que ya no eres "joven" o "señorita" sino "señor" o "señora". Consciente o inconscientemente nos recuerdan nuestra edad con el simple hecho de referirse a nosotros. Ya no toleras ciertas conductas, ya no te gustan cosas que antes te gustaban o por el contrario, te gustan cosas que antes no te gustaban. Cambian tus ideas, tus pasatiempos, a veces incluso tus valores. Cambia tu círculo de amistades. Queramos o no, el cambio es inevitable. El tiempo nos lleva arrastrando cuesta abajo y poco o nada podemos hacer para remediarlo. 

Les pongo algunos ejemplos. Hace un par de semanas fui a Monterrey para ver al doctor. Me fui en autobús. El viaje desde Houston es de aproximadamente 11 horas. Solamente estuve allá el fin de semana porque tenía que regresar a trabajar. Me regresé de Monterrey el domingo en la noche y llegué a Houston en la mañana y directito a trabajar (bueno, pasé por mi casa primero para darme un baño y desayunar algo, pero de ahí directo a la oficina). No tengo que decirles que ese día estuvo horrible. Me sentía morir. Tenía un sueño y un dolor de cabeza espantosos. Y es que ya no aguanto los viajes largos. Antes, cuando era más joven, me encantaban. Me gustaba sentarme por horas y simplemente ver por la ventana. Ahora ya no lo tolero para nada. Me empiezan a doler el trasero o la espalda y tengo que cambiar de posición varias veces durante el trayecto. Siempre trato de llevar un libro o música a la mano para distraerme durante el viaje, pero por más amplio o cómodo que esté el asiento, no aguanto un viaje de tantas horas. Eso sin contar con lo mal que se duerme, porque aunque duermas o dormites durante el camino, llegas derrotado a tu destino con ganas de tirarte a la cama. Por eso no soy fanático de los viajes exprés y menos cuando tienes que ir a trabajar inmediatamente a tu regreso. Lo he hecho algunas veces y me ha ido fatal. 





Las desveladas. Cuando eres adolescente se te hace fácil desvelarte a lo tonto haciendo x cosa sin importar que tengas que levantarte temprano al día siguiente. Duermes unas cuantas horas y listo. Pero llega un momento en tu vida en el que las desveladas te pegan duro. Se los digo por experiencia. Ya no bastan 4 horas para reponerse. Cuando me desvelo así, me siento morir al día siguiente. Me siento con un dolor de cabeza horrible, me siento irritable, cansado, aturdido, atolondrado. Reponerte de una desvelada te lleva días o incluso semanas. Como la última vez que fui a Monterrey y que prácticamente no dormí en el camino de regreso, toda esa semana me sentí horrible. Las desveladas se te van acumulando y te cobran la factura después. Ah, y estoy hablando de simples desveladas sin incluir alcohol, eso ya es otro tema aparte. Si bebes alcohol, hazlo con moderación porque las crudas en la vida adulta duran días.





El ruido. Casi nunca me ha gustado el ruido desde que tengo uso de razón. Pero siento que de un tiempo a esta parte se ha vuelto casi insoportable. Nunca he sido muy fanático de ir a bares o antros, pero cuando llego a hacerlo sufro un poco por el ruido. Me siento incómodo, me duele la cabeza. Si están fumando es peor. Prefiero un lugar tranquilo donde se pueda platicar a gusto. Hay ambientes donde el ruido es parte esencial e inevitable de la atomósfera, por eso trato de evitarlos en la medida de lo posible. Pero no solo yo, también me he dado cuenta por conocidos que  antes eran bien fiesteros y les encantaba el ruido y ahora ya no tanto. Vamos cambiando con el tiempo.

La intolerancia a ciertos alimentos o bebidas. Los 25 son una edad parteaguas en la vida de mucha gente. A partir de esta edad, muchos se vuelven intolerantes a ciertas cosas que antes comían sin problema. La leche, por ejemplo, no le cae bien a mucha gente que pasa de esta edad. El alcohol, de igual forma, ya no es procesado correctamente en el organismo porque vamos perdiendo enzimas y eso contribuye a que nos emborrachemos más rápidamente o a que nos duren más tiempo las crudas. El cuerpo también se vuelve un poco intolerante al picante y mucha gente empieza a desarrollar gastritis y por más que les guste el picante, tienen que restrigir su consumo. Estos son solamente algunos ejemplos que se me vienen a la mente, pero supongo que debe haber más. 





El metabolismo. Cuando tienes cierta edad es más difícil bajar de peso por más dieta y ejercicio que hagas. Y es que conforme envejecemos, nuestro metabolismo se ralentiza. A eso hay que agregarle otros factores como la falta de sueño y el estrés. Todos estos factores se unen y hacen que sea más difícil perder peso. El metabolismo de una persona de 30 o 40 años no es el mismo que el de una de 15 o 20. El cuerpo se "amacha" y hace lo posible por mantener un peso en el que siente que funciona mejor, aunque nosotros no estemos de acuerdo. ¿Injusto, no?

La memoria. Siempre me había jactado de tener buena memoria, pero conforme pasa el tiempo, de repente me doy cuenta de que se me olvidan una o dos cosas. Estoy sometido a un constante estrés y estoy seguro de que eso influye en gran medida, pero no quiero imaginarme qué pasará cuando tenga 70 años (si es que llego a esa edad, claro está). 

La vista. Antes, las personas comenzaban a experimentar problemas con la vista a partir de los 40 o 50 años. Pero con el uso frecuente de computadoras y smartphones en la actualidad, ahora cada vez es más común que la gente empiece a usar anteojos desde temprana edad. Si los niños de ahora usan anteojos, ¿qué nos dejan a personas de nuestra edad? En mi caso, todo el día prácticamente estoy frente a una computadora y uso mi celular frecuentemente, pero por más bajo que tenga el brillo y por más que trate de no acercarme tanto a la pantalla, la exposición continua a estos aparatos daña nuestra vista paulatinamente. De hecho, el oftalmólogo ya me dijo que necesito usar anteojos, aunque todavía me resisto.  

Bueno, amigos, estos son solamente algunos ejemplos, pero estoy seguro de que se podrían mencionar muchos más. Aprovechemos mientras seamos jóvenes, porque actualmente estamos por convertirnos en lo que eran nuestros padres (si es que no lo hemos hecho ya), pero llegará el día en que nos convertiremos en lo que eran nuestros abuelos y eso...eso es otro cantar.