Tarde o temprano todos llegamos a un punto de quiebre en el cual ya estás harto de todo y lo único que deseas hacer es tirar todo por la ventana y mudarte a un lugar donde nadie te conozca y comenzar desde cero. Eso sería lo ideal en un mundo perfecto, pero dista mucho de ser real. Así que lo único que nos queda es hacer algo para cambiar las cosas o resignarnos a nuestra realidad Yo hace mucho que me encuentro en este punto de quiebre. La vida es muy bonita y me gusta disfrutar de las cosas que nos ofrece, tanto de las grandes como de las pequeñas o insignificantes. Pero a veces la vida también se vuelve monótona, aburrida, sin chiste. Sobre todo la vida adulta en la cual no tienes control sobre muchas de las cosas a tu alrededor. Los adultos que lean esto me entenderán. Ya no puedes hacer las cosas "en caliente" tan fácilmente como antes. Ahora tienes que planear tu día o incluso tu semana. Las obligaciones te absorben. Ya no dispones de tu tiempo a voluntad y ahora tienes que planearlo todo, hasta tus vacaciones. Si bien es cierto que durante nuestros años de estudiantes no todo era miel sobre hojuelas, la situación empeora cuando eres adulto. Díganme si no es cierto. Desearías hacer tantas cosas, pero te faltan dinero o tiempo. Lamentablemente no siempre tenemos las dos. Como yo por ejemplo, estoy escribiendo esto en un domingo por la tarde porque entre semana no tengo tiempo o me encuentro muy cansado mentalmente para sentarme frente a la computadora y escribir. Y así muchas cosas más que no puedo hacer entre semana y tengo que hacerlas durante el fin. Es un cuento de nunca acabar.
Una de las cosas que ya me tiene harto y que he tratado de remediar sin éxito alguno es mi trabajo. Como ya sabrán, mi trabajo implica mucho contacto con clientes. A pesar de que no es en persona sino por teléfono, esto llega a ser muy desgastante. Ya estoy harto de tratar con gente estúpida que no entiende las cosas o que son prepotentes a más no poder. Más de una vez me he tenido que contener para no decirles de lo que se van a morir. Hay gente que verdaderamente hace que saques lo peor de ti. Pero como no te puedes poner al tú por tú, pues te tienes que aguantar. Ya he probado hacer muchas cosas para sobrellevar la situación, pero créanme que no es fácil. No siempre es cuestión de actitud como muchos dicen. Y así se me va la mayor parte del día de lunes a viernes. Al salir de la oficina lo único que quiero hacer es irme a mi casa y desconectarme del mundo, pero no puedo. Tengo que ir al gimnasio, otra de las cosas que odio. Nunca me ha gustado el ejercicio y menos en el gimnasio. Ese lugar lleno de gente molesta y con un fuerte olor a sudor no es precisamente la mejor manera de relajarse. Los expertos dicen que hacer ejercicio te llena de energía y te relaja, pero al menos eso no me sucede a mí. No me gusta ni sudar ni estar dolorido días después. Y es inevitable. Salgo del trabajo con el estrés al mil y después tener que hacer algo que no me gusta, más bien que odio, pues es para deprimirse.
Lamentablemente no todo termina ahí. También tengo que esforzarme por comer de una manera más sana. En la interminable lucha de bajar/mantener el peso, he probado un sinfín de planes alimenticios y ya me tienen hasta el copete. Ya estoy harto de medir porciones, pesar cosas, planificar menús, contar calorías y demás cosas similares. No es vida; es inhumano, es antinatura. No se puede llevar una vida normal, no se puede vivir a plenitud. La comida es una parte importante de la vida y no poder disfrutar de ella sin restricciones ni preocupaciones es deprimente e injusto. Pero si queremos llevar una vida sana, no hay de otra. Dieta y ejercicio por los siglos de los siglos hasta que te mueras.
Entre semana no me queda tiempo para nada más. Ya ni siquiera he ido a mi grupo de francés los miércoles. Me siento tan cansado, tan fatigado, tan estresado que ya no me quedan ganas de lidiar con el tráfico para ir. Todos los días llego a mi casa como a las 8 de la noche y en lo que ceno o hago cualquier cosita, ya es hora de dormir para ir a trabajar. Y cuando llega el fin de semana lo único que quisiera hacer es dormir, pero tampoco me la puedo pasar durmiendo. Hay cosas que hacer que no se pudieron hacer entre semana. Y así cada semana de cada mes de cada año. Maldita rutina, maldita vida adulta. Necesito un año sabático o de perdido unas largas vacaciones. Pero como hubo unos cambios en mi trabajo, ya ni siquiera sé cuándo podré tomarme unas vacaciones.
Trato de hacer cosas diferente para salir de la rutina y sobre todo para mantener la cordura, pero no es suficiente. Cambio la rutina de ejercicio de vez en cuando, pero como no me gusta el ejercicio, pues realmente no ayuda mucho. Lo mismo con mi dieta. Comer con restricciones no es vida. Y en cuanto a lo demás, pues trato de salir, de pasear para despejarme. Voy al cine, a comer, a algún museo, cualquier cosa para salir de la rutina, pero no es suficiente. Considerando que el trabajo es algo que absorbe gran parte de tu vida, las cosas que hago fuera de mi trabajo son muy pequeñas e insignificantes en proporción. Algo que no me ayuda es que no me desconecto tan fácilmente del trabajo, como en este momento que estoy escribiendo esto, estoy pensando en los pendientes que me esperan mañana lunes en la oficina. No lo puedo evitar y me odio a mí mismo por eso.
La vida es bella, pero difícil. No hay un manual que nos diga cómo vivirla. En el largo deambular por este mundo, aprendemos a base de prueba y error. Nos caemos y tenemos que levantarnos. No hay de otra. Y ahora, a terminar de prepararme para la semana que está por venir. Au revoir!