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domingo, 11 de noviembre de 2018

Pan y circo

La semana pasada fueron las elecciones para el Congreso de EE. UU. Veía cosas sobre los candidatos hasta en la sopa: en la televisión, en las redes sociales, en la calle, en mi reunión de francés, en fin. La verdad ya me tenían harto con la misma cantaleta. Pero lo mismo sucede en México. Las temporadas electorales son insufribles. Es imposible no escuchar hablar sobre el tema. Que si fulano esto, que si mengano aquello, que la derecha, que la izquierda... Para chismes prefiero TMZ o ya de jodido, Ventaneando. Esos por lo menos le ponen más enjundia, más sabor.

Debo confesar que nunca me ha gustado la política. Me parece algo vulgar y desagradable en extremo. Dicen que al pueblo, pan y circo. Efectivamente, la política siempre me ha parecido un circo barato; más bien, una mezcla entre un circo y un mercado. La política siempre es un tema muy polémico, que causa controversias y divisiones y que, por lo mismo, debe ser evitado en cierto tipo de situaciones: léase, reuniones familiares o entre amigos. Pero lamentablemente y muy a mi pesar, no podemos permanecer ajenos a ella. La política es algo que nos afecta a todos en materias económica, social, de salud, de seguridad, etc. y no podemos mantenernos al margen. Se nos ha dicho hasta el cansancio que debemos votar para que gane la democracia, para que se genere un cambio, etc., aunque la verdad tengo mis dudas si realmente eso haga alguna diferencia. Los políticos siempre han tenido mala fama en mayor o menor grado. Equiparo a los políticos con los abogados. Tú tienes a un abogado que te representa en un juicio y la contraparte tiene el suyo, pero tanto mi abogado como el abogado de la contraparte son amigos en la vida real y cuando te enteras de eso, dudas de la legitimidad y las intenciones de tu abogado. Lo mismo sucede con los políticos. Ante las cámaras y ante el mundo entero parecen ser rivales y odiarse a muerte, pero en la vida real son íntimos amigos. Lo cual me pone a dudar sobre sus verdaderas intenciones y promesas de campaña. Si me preguntaran si creo en las instituciones de gobierno, la verdad debería meditar mi respuesta antes de contestar. En todos lados se cuecen habas, no se engañen. No hay que creer ciegamente en los políticos ni en ningún partido. Te pueden comer al final como las sirenas lo hacían con los marineros que atraían con su canto. Obviamente no puedo generalizar, pero lamentablemente creo que en la mayoría de los casos es así. El poder corrompe y lo hemos visto a lo largo de la historia. Por eso, a los políticos ni todo el amor, ni todo el dinero. El dicho no va a así, pero lo adapté y creo que queda muy ad hoc.





Mis acciones en cuanto a la política se han limitado a votar. En EE. UU. no lo hecho aún porque me tengo que hacer ciudadano, pero eso es harina de otro costal. Nunca he participado en marchas o manifestaciones de ningún tipo, nunca he asistido a ninguno mitin ni nada que se le parezca, ni he hecho nada que no sea votar. Hay personas que nos satanizan por no hacer más y que casi hasta se rasgan las vestiduras. O de plano te critican, no te bajan de conformista y demás epítetos que quién sabe de dónde sacarán. La verdad, por más simple que parezca el argumento, es que no todos podemos ser "revolucionarios". De la misma manera en que no todos podemos ser médicos o ingenieros, no todos podemos ser revolucionarios. Sí, ya sé lo que me van a decir: esto es diferente, esto afecta a todos, si no haces nada luego no te quejes, etc. Puede ser, puede que tengan algo de razón. La política nos afecta a todos y por lo tanto todos tenemos o deberíamos tener injerencia en ella. Pero tampoco quieran hacer caravana con sombrero ajeno. Muchas de las cosas que tienen, muchos de los derechos de los que gozan no son gracias a ustedes sino a otras personas, muchas de las cuales ya ni viven. Así que bájenle dos rayitas a su patriotismo por favor.





Para los que están metidos hasta los codos en asuntos políticos, bien por ustedes. Pero no pretendan que todo mundo deba hacer lo mismo. No todos pueden luchar en la misma guerra, por lo menos no de la misma manera. Habrá sangre, habrá personas que mueran, pero no todos morirán. Es un sacrificio necesario, como todo en la vida, y por más cruel que suene así es. Tienen que morir unos, tienen que sacrificarse unos por el bien de otros, por la justicia, por la igualdad, por un mundo mejor. Y como ya escribí, a cada quien le tocará un papel diferente en la lucha. No todos tendrán los mismos roles. Por eso no es válido degradar a los que no hacen lo mismo que tú. 

Por otro lado están los pseudointelectuales que se la pasan publicando en redes sociales que les duele México, que por eso estamos como estamos y demás cosas similares, pero que no hacen nada más que publicar cosas en Twitter o compartir videos en Facebook. Son los mismos que se creen superiores porque no les gusta el futbol, el reguetón o las telenovelas. Creen que son seres pensantes, analíticos, que no se les puede engañar, que poseen un discernimiento extraordinario, que debemos imitarlos, en fin. No toman en cuenta que en los tiempos de la Independencia y la Revolución no contaban con la tecnología actual y aún así, parece que había más comunicación entre los participantes de ambos movimientos armados y un alto grado de efectividad. Lo mismo con todos los demás movimientos sociales en la historia de la humanidad. 





¿Deberías interesarte más en la política? La respuesta es: sí, tal vez. ¿Hasta qué grado? Eso depende de ti, no hay una respuesta estándar. Pero no te sientas mal si no haces exactamente lo mismo que los demás. De alguna manera u otra, puedes aportar tu granito de arena. En los tiempos de la Independencia y Revolución no todo mundo se levantó en armas. Había unos que les daban de comer o beber a los que luchaban. Y eso, señores, fue su aportación a la causa. Adiós.  

domingo, 4 de noviembre de 2018

Cuando te niegas a aceptar la realidad

Hay muchas cosas en la vida que no nos gustan y que no estamos dispuestos a aceptar. Pero lamentablemente hay cosas que se escapan de nuestro control, cosas que son irremediables y que por más que nos aferremos, no podemos cambiar. El paso del tiempo, por nombrar un ejemplo. El tiempo puede ser cruel y despiadado. Dicen que el tiempo ayuda a olvidar, que el tiempo todo lo cura...pero muchas veces olvidamos que el tiempo no perdona y que los errores los cobra muy caros. El tiempo pasa y no se detiene. Cada día que vivimos es un día más o un día menos, dependiendo de tu perspectiva. Pero lo que es un hecho, lo que es indiscutible, es que cada día nos hacemos más viejos, vamos perdiendo nuestras habilidades tanto físicas como mentales y no hay nada que podamos hacer. Si acaso podemos retrasar el proceso un poco, pero tarde o temprano a todos nos llega la hora. La muerte: el destino final de todos. Pero en esta publicación no quiero ser trágico sino todo lo contrario. Quiero hablar de esas veces en que una ilusión nos mantiene vivos, con una esperanza, con la dignidad que todo ser humano debe poseer. Porque en esta vida hay que aferrarse a algo, de lo contrario estás perdido. 





La semana pasada tuve que acudir a una de esas malditas oficinas de gobierno a renovar mi licencia de conducir. Tuve que esperar cuatro horas para que me atendieran, para que vean que acá no todo es eficiencia como muchos creen. Pero eso es tema aparte. Lo que me orilló a escribir esta publicación fue la experiencia que tuve casi al final de mi estadía en ese horrendo lugar. Me hicieron una prueba de la vista con esos visores en los que te asomas y te dicen que leas todos los caracteres de una línea. La persona que me atendió me dijo que le leyera la línea 5. ¡Tremenda y desagradable sorpresa me llevé! Me hicieron leer la misma línea tres veces porque me había equivocado en más de una ocasión. Después de la tercera vez me dijo que debería revisarme la vista. Me quedé en shock, no supe qué decir, no supe cómo reaccionar. Fue como si me hubieran echado un balde de agua fría. Me sentí como Marimar cuando tuvo que sacar con los dientes la pulsera del lodo. Pocas veces me he sentido tan humillado en toda mi vida. No exagero en lo absoluto. Ya el oftalmólogo me había dicho hace un par de meses que necesitaba usar lentes. No lo acepté la primera vez y la segunda no iba a ser la excepción. Pero esta última vez fue el acabóse. Me niego a aceptar algo así. Me niego rotundamente a usar lentes. No me visualizo así, no me imagino así, no me gusta cómo me veo con ellos. Me gustan los lentes de sol pero no los de aumento. Muchos dicen que te dan un toque intelectual, que son cool y no sé qué tantas tonterías más, pero no me convencen. Así todo mundo los usara, a mí no me gustan. Desde entonces he prestado más atención a mi alrededor y me he dado cuenta de que son muchas las personas que los usan. Tengo primos y amigos que los usan, pero no me había dado cuenta de cuánta gente los utiliza aparte de ellos. Pero eso es lo de menos. No me gustan. De hecho me desagrada la sola idea de tener que usarlos. Es una lata tener que cargar con ellos a todas partes, cuidarlos de que no se rayen o quiebren, que no los dejes olvidados en x lugar, que se te empañen los cristales cuando llueve, en fin. Todo eso aunado a que no me gusta cómo se me ven. Sonaré muy vanidoso y lo que ustedes quieran, pero siento que perdería parte de mi atractivo, de mi identidad, no sería yo mismo sino otra persona. El doctor y el mundo entero podrán decirme mil y una veces que debo usar lentes, pero no lo acepto, no lo acepto y no lo acepto. Me niego rotundamente.





Siento que el trasfondo de lo anterior, consciente o inconscientemente, es mi negación a envejecer. Antes, la pérdida de la vista era algo casi que reservado a la gente de cierta edad. Ahora en la actualidad es muy común que la gente joven, incluidos los niños, usen lentes. Pero eso se debe a otros factores en los cambios del estilo de vida actual. Dejando eso aparte, la pérdida de la vista siempre ha estado asociada con la edad, era una de las cosas que te decían cuando ya no veías bien: ya estás viejo. ¡Y yo no lo estoy! Si bien ya no soy un adolescente, disto mucho de ser una persona vieja. Soy un hombre joven al que le falta mucho por vivir. No quiero vivir mi vida condenado a tener que usar esas cosas abominables hasta que me muera. Es una realidad que no quiero y no puedo aceptar. Pero sé que tarde o temprano tendré que aceptarlo. Son verdades que duelen, que te pegan en la autoestima, en tu orgullo. Pero como escribí arriba, son cosas inevitables. Con el tiempo no necesariamente nos hacemos más sabios pero sí más viejos. Poco a poco nuestras facultades físicas y mentales cambian. Nos hacemos más lentos, nos lesionamos más fácilmente, nos cuesta más trabajo bajar de peso o hacer ejercicio, se nos olvidan las cosas o nos es más difícil aprender cosas nuevas, etc. Es una triste realidad que nos cuesta aceptar. Para muchos de nosotros es un duro golpe a nuestro ego, a ese ego que todo mundo tiene. Ahora nosotros somos la "gente grande". La gente más joven que tú te llama señor o señora. Y cala. No me gusta y no me acostumbro. Pero no hay marcha atrás. ¡Cómo quisiera poder retroceder en el tiempo! Pero no es posible. Estamos encaminados a un destino final sin retorno.





Estamos en una edad difícil. Comenzamos a perder a nuestros seres queridos: nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros tíos...Nos convertimos poco a poco en lo que veíamos muy lejano. Ahora nosotros somos los padres, los tíos y en un futuro no muy lejano, los abuelos. Y el proceso es irreversible. Cada día nacen y mueren las personas y la vida sigue. El tiempo no se detiene, el tiempo no perdona. El tiempo es oro y por eso cuesta muy caro. Por eso tenemos que aprovechar cada momento, cada minuto, cada instante porque pueden ser los últimos. Antes lo consideraba como un discurso barato, como cursilerías, pero ahora lo veo todo desde otra perspectiva. Somos seres cambiantes y aunque nos cueste, tenemos que aprender a adaptarnos a nuestro entorno. Aunque a algunos nos cuesta más que a otros. 

Por lo pronto todavía no me decido qué hacer respecto a lo de los lentes. Una parte de mí me dice que usar lentes no es el fin del mundo, pero otra parte se niega a aceptarlo. Preferiría estar muerto a tener que usar lentes. Obviamente lo digo a modo de broma, pero por el momento me resisto a aceptar los diagnósticos. Tal vez me opere de la vista, pero la verdad le saco a las operaciones. En fin, veremos y diremos.