Recuerdo que hace algunos años estábamos en una reunión familiar y salió a colación el tema del trabajo. Una tía dijo que el trabajo era una maldición. Todos nos atacamos de la risa por el comentario hasta que mi tío, su esposo, le preguntó que cómo era posible que hubiera dicho eso. Después ella rectificó y dijo que no era lo que había querido decir, que más bien no se supo expresar. Independientemente de si haya sido verdadera su primera intención o no, no puedo más que estar de acuerdo con lo que dijo mi tía en un principio. El trabajo es una maldición. La misma Biblia lo dice o, por lo menos, lo da a entender.
Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres y al polvo volverás.
Génesis 3:19
Por donde lo vean, esto se trata de una maldición. Cualquier persona con un mínimo de sentido común se podrá dar cuenta de que para nada se trata de una bendición. El trabajo se le impuso a la humanidad como un castigo, un suplicio, una tortura. Trabajar todos los días de nuestra vida hasta envejecer o morir, porque ya con la situación actual ni siquiera los viejitos se pueden dar el lujo de descansar. El trabajo es una carga que debemos llevar sobre nuestras espaldas, es algo que nos pesa, que nos es tedioso; una obligación, no una elección. Aunque suene redundante, trabajar cuesta trabajo e implica un gran sacrificio. Tener que levantarse temprano todos los días, aguantar el tráfico de las horas pico, soportar jefes estúpidos que se la pasan dándote órdenes, pasar 8 horas o más en la oficina haciendo tareas que no te gustan, estar sometido a un estrés constante y demás cosas relacionadas con el trabajo no son precisamente la manera en que uno visualizaba su vida cuando niño. La desilusión es muy grande. Cuando te das cuenta de que tendrás que trabajar siempre de ahora en adelante, te quieres morir; es para desanimar a cualquiera. No eres dueño de tu tiempo, no puedes disponer de él libremente. Siempre tienes que estar a expensas de lo que te digan en tu trabajo para poder hacer planes en tu vida personal. Ves más a tu jefe y compañeros de trabajo que a tu familia o amigos. Te la vives esperando un puente, vacaciones, un día libre: algo que te permita respirar, salir de la rutina, conectarte contigo mismo. Caemos en un círculo vicioso: de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Y así de lunes a viernes cada semana. A veces estamos tan cansados que ya ni hacemos nada el fin de semana. Lo único que queremos hacer es dormir, descansar. El tiempo pasa tan rápido y tan lento a la vez. Nos convertimos en esclavos. No somos seres libres. No podemos tomar nuestras propias decisiones.
Ahora bien, podrá haber gente que diga que a ellos sí les gusta su trabajo. Bien por ellos, no puedo hablar por todos. Pero estoy seguro de que la mayoría de nosotros no está conforme con él. Si bien no todos lo odian, a la mayoría no le gusta. Yo incluido. Cuando sales de la universidad te topas con la triste realidad: desempleo, subempleo, salarios bajos, satisfacción laboral nula, etc. Se te cae la venda de los ojos, se revienta la burbuja en la que vivías. Muchas veces te tienes que conformar con un trabajo mediocre porque no pudiste conseguir más y todo mundo sabe que en la actualidad es muy difícil conseguir trabajo. Si lo sabrán los casados o aquellos que tienen personas que dependen económicamente de ellos. No se pueden dar el lujo de rechazar ofertas laborales. De algo tenemos que vivir. Me recuerda al meme que circula por Internet en el que le preguntan a un postulante por qué necesita el trabajo y él les contesta que tiene una gran pasión por no morirse de hambre. Da risa, pero es verdad. Desconozco el porcentaje de egresados universitarios que estén subempleados pero sé que es muy grande. Y aquellos que trabajan en cosas relacionadas a su carrera habría que ver qué porcentaje se siente satisfecho con su trabajo. Les aseguro que gran parte de ellos no lo está.
No me gusta trabajar. Lo digo con todas sus letras. El problema es que muchas veces no nos atrevemos a decirlo por el "qué diran". Conozco muy pocas personas que lo han expresado abiertamente. La vida es tan corta y es tan triste malgastarla en el trabajo. Algunos tienen la suerte de tener un trabajo que les gusta o que por lo menos no los hace sentir miserables, pero otros no. En mi vida he tenido de todo: jefes buenos, jefes malos, trabajos buenos (llevaderos) y otros malos. En el actual ya estoy harto de tener que tratar con clientes estúpidos que se creen la gran cosa simplemente porque pagan un servicio. Pero tengo que aguantarme un rato antes de cambiarme para no afectar el maldito CV, otro invento del diablo. Lo único bueno del trabajo, y creo que todos estamos de acuerdo en ello, es el dinero. Porque de algo tenemos que vivir. Porque tenemos que comer, pagar servicios, comprar cosas, etc. Y darse un lujito de vez en cuando. Pero de ahí en fuera, no hay nada bueno. Si acaso se podría agregar la satisfacción en el ámbito profesional, pero son contados los que verdaderamente pueden presumir de ello. Somos muchos los que nos sentimos asfixiados, prisioneros, esclavos. En lo personal, me gustaría viajar, conocer gente, aprender idiomas, escribir, ser libre, no tener que rendirle cuentas a nadie; no me agrada pasármela encerrado en la oficina la gran parte del día. Daría lo que fuera por no tener que trabajar. No me la pasaría de "flojo" en la casa, aunque claro que sería fantástico poder dormir sin la preocupación de tener que madrugar o de poder tomar una siesta en el día. Hakuna matata. Hay que decir las cosas como son. Si no te gusta el trabajo, no tiene nada de malo, es normal. Eres igual que el 90 % de la gente, solamente que una gran parte de ella no se atreve a reconocerlo. Obviamente no se lo vas a decir a un reclutador porque si lo haces no te van a contratar ¡ja, ja, ja!, pero con la demás gente puedes hacerlo sin problema.
Ahorita por ejemplo, es domingo en la tarde y ya estoy empezando a estresarme. Me pasa todos los domingos sin falta. Y el lunes es el acabóse. Es el día en que peor me siento. Mil pendientes por resolver entre correos y llamadas. De martes a viernes es variable, pero el estrés es una constante. Tendría uno que ser masoquista para que le guste algo así; yo no lo soy. Esto no es vida. Nos dejamos absorber por el trabajo, estropeamos relaciones, perdemos tiempo que no recuperaremos nunca. Olvidamos que antes que empleados, somos personas. Personas con necesidades, con deseos, con sueños. Pensamos que después habrá tiempo para hacer esto o aquello, pero solamente lo hacemos para engañarnos. Porque queremos escapar a la realidad. No queremos aceptar que no somos dueños de nada, ni siquiera de nuestro tiempo.
Quiero ser feliz y la felicidad, al menos la mía, no está en el trabajo. De hecho el trabajo me impide ser feliz. Pero no puedo darme el lujo de no trabajar. No soy un rico heredero de un emporio. Igual que millones de personas en el mundo, tengo que ganarme el pan con el sudor de la frente. ¿Qué le vamos a hacer?
P. D. Eso de cambiar tu actitud no funciona, al menos no para todos. Se los digo por experiencia. No es cuestión de actitud, simplemente es y ya. No sé si será un don que los demás tienen, pero en todo caso yo no lo tengo. Me he esforzado hasta el cansancio en cambiar mi actitud referente al trabajo y no he logrado nada.