Buscar este blog

lunes, 30 de octubre de 2017

A fuerza ni los zapatos entran

Hay cosas que uno no puede cambiar: sus padres, su lugar de nacimiento, el día en que uno nació, entre otras cosas. Los conocemos como "los inalterables". Por otro lado, hay cosas que uno sí puede cambiar, pero que no siempre es conveniente hacerlo. Y hay cosas que uno de plano no puede cambiar. No importa cuantas veces lo intentes, no importa que tengas la mejor actitud o las mejores intenciones, a veces es imposible alcanzar un cambio. Y es en estos momentos cuando debe uno aprender a resignarse y no luchar contra la naturaleza propia. Nos ponemos con Sansón a las patadas, siendo que ya era una batalla perdida desde el principio.




Pongamos por ejemplo la comida. Hace unos meses que he estado experimentado con platillos exóticos (bueno, decir que algo es exótico es muy subjetivo, pero en este caso hablo de lo que es exótico para mí) debido a que el círculo social en el que me muevo actualmente tiene un gusto particular por ellos. Específicamente me refiero a la cocina oriental, más específicamente la de Medio y Lejano Oriente. No importa cuantas veces lo intente, no he logrado desarrollar un gusto por esa cocina. Ya sea comida china, japonesa, vietnamita, india o de cualquier otro país del sudeste de Asia, no me gusta. Tolero un poco más la comida turca o iraní, pero si soy honesto no es algo que se me antoje nunca. Obviamente no he probado todos los platillos que existen porque estoy seguro de que la cocina de esos países es muy diversa, pero no me ha gustado ninguna de las cosas que he probado hasta el momento. Lo cual ya es mucho decir. La gente con la que me junto se burla de mí por esto e incluso dicen que soy muy quisquilloso para comer. Y yo les respondo que mis gustos son más occidentales. Es verdad que sufro cuando vamos a comer a un restaurante de este tipo, pero ya a estas alturas lo único que hago es ordenar algo más afín a mis preferencias, lo cual no siempre es posible. Para mí es muy importante que me gusten tanto el olor, como la apariencia y obviamente el sabor de la comida. Y para mí estos elementos son mutuamente incluyentes.

Otra cosa a la que no he podido forzarme es a hacer ejercicio. Me pueden recitar la eterna letanía de que es necesario para la salud y que tiene un millón de beneficios, pero ni aun así pueden convencerme. Odio ir al gimnasio, odio tener que lidiar con toda la gente en el gimnasio, odio todo lo relacionado a ello. Ya no trato de que me guste el ejercicio, simplemente trato de hacer lo que tolero más. Debería cancelar mi membresía en el gimnasio, pero no lo hago porque pienso que el día de mañana voy a ir. Me siento como Chandler de Friends.

Las emociones fuertes. Siempre he sido una persona tranquila y no me llevo con montañas rusas, bungees, etc. A muchos de mis amigos, sino es que a la mayoría, les gusta todo esto. Por algún tiempo intenté que me gustara, pero nunca lo logré. No me gusta y ya me resigné. Lo mismo sucede con el baile. Tengo dos pies izquierdos. Siempre que iba a una fiesta mis amigas me sacaban a bailar. Te tachan de aburrido si no lo haces, pero mucha gente no entiende que todos somos diferentes y que hay gente a la que no le gusta bailar. En lo personal, no es que no me guste bailar, pero me molesta que me insistan cuando ya dije que no. 

Hay tantas cosas que podría enumerar en esta entrada que no terminaría. Hay cosas que podrían parecer insignificantes, pero que no lo son para otras personas. El punto es que debemos entender que no todos somos iguales. Hay cosas que a unos les gusta y que a otros no; hay cosas en las que unos son buenos y otros no y así sucesivamente. No podemos forzarnos a que algo nos guste así como no podemos forzar a que alguien nos ame. Son cosas que se dan naturalmente. A veces nos frustramos porque no encajamos en el molde, porque no somos "normales" como los demás. Renunciamos a nuestra esencia, a nuestra identidad para encajar en un círculo social determinado o la sociedad en general. Queremos hacer las cosas que los demás hacen aunque a nosotros no nos gusten o no sean nuestro fuerte. Uno debe conocer sus limitaciones. Nos han metido en la cabeza esa gran mentira de que todo depende de tu actitud. Nada más falso que eso. Tu actitud podrá ayudarte a hacer más llevadera alguna situación, pero no es una solución definitiva. Ya basta de usar zapatos que no nos quedan. Usemos los que son de nuestra medida.


domingo, 22 de octubre de 2017

Juntos pero no revueltos

A raíz de un suceso ocurrido hace unas semanas me di cuenta de algo que no imaginaba. Si bien lo que pasó pudiera ser trivial, reflexionando más detenidamente me convencí de que no importa que haya sido trivial o no, sino que simplemente fue algo que pasó y que me hizo abrir los ojos. Fue una revelación, un momento de verdad, de esas verdades amargas que uno preferiría ignorar. A veces uno construye castillos en el aire, pero todo es destruido en un abrir y cerrar de ojos cuando uno menos se lo imagina. 

Hoy más que nunca recuerdo con añoranza y nostalgia mi vida en Monterrey. Sobre todo extraño a mis amigos con quienes compartía tantas cosas y tantos momentos gratos. Extraño la convivencia, las confidencias, todo lo que conlleva una verdadera amistad y no una superficial. Porque a veces uno puede estar rodeado de personas, de "amigos", pero sentirse más solo que nunca. En lo personal, es preferible tener uno o dos amigos en los que puedas confiar, que estar rodeado de personas con las que tienes una relación vacía, hueca. 

A estas alturas deben estarse preguntando qué fue lo que entendí (y si no se lo están preguntando, me vale, lo voy a decir de todas maneras). Cuando me mudé a Houston, batallé mucho para adaptarme. Todo es tan diferente de lo que yo estoy acostumbrado. No tenía amigos aquí y los que me conocen saben que mi personalidad es un poco introvertida, lo cual no me ayuda mucho a hacer amigos. Al principio esta situación era llevadera porque salía con mis primos de vez en cuando, pero el gusto me duró poco ya que se casaron e incluso uno de ellos se mudó a otra ciudad. Así que me quedé como al principio. Ya no tenía vida social. Como nunca he trabajado en una empresa grande en Houston, no he tenido oportunidad de conocer más gente y como no estudié aquí tampoco, obviamente no tengo excompañeros a quienes contactar. 

Por mucho tiempo solamente me dediqué a trabajar y a llevar una vida aburrida. Los fines de semana lo único que hacía era ver televisión, dormir o cualquier otra actividad dentro de la casa. Así transcurrió mi vida hasta que conocí a un grupo de personas interesadas en los idiomas. Nos reunimos relativamente seguido y realizamos diversas actividades juntos. Tenemos muchos intereses afines, pero no he logrado establecer una conexión profunda, un lazo sólido de amistad. Me di cuenta de que no son personas en las que pueda confiar, no porque sean malas personas sino porque no hay algo fuerte que nos una. Tal vez haga mal en comparar mi amistad aquí con la de mis amigos en México. Para mí la amistad es algo muy importante. Es muy importante que exista la confianza, saber que tienes alguien en quien apoyarte o a quien apoyar cuando lo necesite. Si bien los amigos no se ven todos los días, existe la comunicación y el lazo de amistad permanece intacto. No sólo se trata de pasarla bien o pasar tiempo juntos, sino también de compartir los malos momentos y todo lo que la vida conlleva.




Con todo lo anterior, no quiero decir que todo sea malo. La paso bien con la gente que he conocido. Vamos a comer, jugamos juegos de mesa, intercambiamos puntos de vista, bromeamos, pero todo de una manera superficial. Me encantaría encontrar una verdadera amistad, como todo lo que ya he descrito arriba. Tal vez idealizo mucho la amistad, pero es lo que siento. A veces uno se cansa de realizar actividades sin sentido, o mejor dicho, que puedes realizar con cualquier persona y que carecen de un significado profundo. Un amigo es un hermano, es alguien más de tu familia. No importa que no lleven la misma sangre porque eso sí es algo superficial. 

Bueno, amigos, es todo por hoy. Espero haberlos hecho reflexionar aunque sea un poco. Au revoir!

sábado, 14 de octubre de 2017

La otra cara de la moneda

A varias semanas del huracán Harvey, todavía seguimos sintiendo sus estragos: el empeoramiento del tráfico, el lento proceso de reconstrucción de la ciudad, el intento por volver a la normalidad al 100 %, en fin. Todos fuimos afectados en mayor o menor medida. En la publicación anterior señalé el gusto que me dio al ver que todavía hay gente buena y dispuesta a ayudar al prójimo. Pero también he visto la avaricia, la envidia, la mentira, la hipocresía, la falta de escrúpulos, la corrupción, todo lo malo que hay y por haber. La naturaleza ambivalente del ser humano.




Todo lo que digo lo hago con conocimiento de causa. No son hipótesis, ni conjeturas ni nada por el estilo. Conozco mucha gente que se ha valido de argucias para obtener ayuda de los programas disponibles, siendo que no fueron afectados o fueron afectados al mismo grado que nosotros. Han recibido ayuda de FEMA (el Fondo Federal de Desastres), la Cruz Roja y otros programas similares, mientras que nosotros no hemos calificado para ningún tipo de ayuda. Todos las ayudas que hemos solicitado nos han sido negadas. La última fue para estampillas provisionales. FEMA nos refirió a otra agencia de gobierno para que nos realizaran un PRÉSTAMO a una tasa de interés preferencial, según ellos. Las demás agencias fueron escuetas en sus respuestas y solamente nos dijeron que no calificábamos. Ya hubiera sido el colmo que ni siquiera calificara para el programa de desempleo por desastre.

En estos casos críticos, es cuando sale a relucir lo peor de la gente. Muchos se metieron a robar a tiendas y casas, otros se dedican a robar de otras maneras (estafas), siempre el beneficio propio por delante. La Cruz Roja estuvo en el ojo del huracán porque salió información de que su personal estaba hospedado en hoteles de cinco estrellas en Houston, eso sin contar que sus directivos tienen sueldos altísimos y tantas otras cosas que se dicen en torno a ella. Su reputación está por los suelos, sobre todo en Houston. Para que vean que aqúi también se cuecen habas. 

Realmente me pregunto qué es necesario para obtener ayuda de estas agencias. De plano tienes que estar jodido para calificar. Por ese lado comprendo a los que mienten para recibir ayuda. No es lo óptimo, pero a veces no hay de otra. No sé qué hacen las agencias con tanto dinero. Bueno, en realidad desconozco las cantidades de dinero que manejan, pero para que Trump quiera recortar el presupuesto de FEMA para financiar su infame muro, pues te pone a pensar. Deberían recortar el presupuesto del ejército que ese sí es enorme. Bueno, pero eso es harina de otro costal.

Estamos a casi dos meses de que pasó lo del huracán y mi caso no ha avanzado mucho. He pensado en llamar para darle seguimiento, pero solamente de pensar que tengo que fletarme dos horas al teléfono si no es que más, me da una flojera descomunal. Tengo tantas cosas en la cabeza y me siento tan abrumado con tantas cosas, que a veces me dan ganas de tirar todo por la borda.

Y también está la gente que siempre se quiere aprovechar de la situación. Días antes del huracán, hubo gente que aumentó los precios del agua embotellada a precios exorbitantes y la gasolina ni se diga, aunque con esta última no fue tan marcado. También hay mucha gente que quiere vender sus carros inundados, pero te dicen que no están inundados con el propósito de venderlo por encima de su valor real. Y qué decir de las aseguradoras. Le están dando una bicoca a la gente por sus pérdidas materiales. Son unos aprovechados (por no decir otra cosa) en toda la extensión de la palabra. Le exprimen lo más que pueden a la gente por medio de primas elevadas y cuando la gente los necesita, son los más tacaños del mundo. Dinero, dinero, dinero. Tan necesario y tan codiciado.

No sé si el hombre es bueno o malo por naturaleza. Desde mi punto de vista, tanto el bien como el mal se encuentran en el interior de cada persona. Pero lamentablemente hay gente que se deja embaucar por su lado malo. Por eso a veces no me sorpendo tanto. Cuento de nunca acabar.