Buscar este blog

domingo, 26 de junio de 2016

Un día sin niños

¿Qué tal, amigos? ¿Cómo los ha tratado la vida? Espero que bien. Yo he estado un poco deprimido por unas cuestiones de salud, pero espero que todo se solucione pronto. Mientras tanto, opté por ponerme a escribir porque esto es como una catarsis para mí. 

Hace como un mes viajé a Monterrey. Aproveché que era puente aquí en EE.UU. y siempre que me es posible viajo a mi tierra. Esta vez viajé con mis padres y lo hicimos en avión. Mis padres estaban un poco reticentes al respecto, pero los convencí de que era lo más conveniente. A pesar de que antes disfrutaba los viajes por carretera, ya no dispongo de tanto tiempo y además ya no los soporto. Los años no pasan en balde. Es un poco más costoso viajar en avión, pero para mí lo vale.

Bueno, regresando al tema...estábamos en la fila de revisión esperando nuestro turno. Como era puente, mucha gente decidió viajar. Y mucha de esa gente estaba constituida por familias con niños. Muchísimos escuincles, ya se imaginarán. Un niño llorando por aquí, otro gritando por allá, otro más haciendo berrinches, caos total...Los guardias comenzaron a darles el paso a las familias sin importar que estuvieran detrás de nosotros. ¡Nos brincaron sin ninguna contemplación! Un señor se quejó al respecto y el guardia de muy mala gana le contestó que las familias con niños o adultos mayores tenían prioridad. O sea, que nos jodamos los demás mortales. Puedo entender que quieran agilizar el proceso para los adultos mayores que no pueden estar mucho tiempo de pie o a las mujeres embarazadas por las mismas razones, pero la gente que tiene niños no debería gozar de ese privilegio. Los niños se pueden sentar en el suelo o sobre una maleta. ¿De qué sirve que los demás lleguemos temprano si de todas maneras no van a respetar nuestro turno?

No solamente tuvimos que soportar los numeritos de los niños en la fila de revisión, también tuvimos que hacerlo durante el vuelo. Y para mi mala fortuna, siempre me toca un niño chiflado al lado, adelante o detrás de mí. Aunque me ponga audífonos y escuche música, los gritos y llantos de esos niños son imposible de ignorar. Hasta parece que tienen micrófono integrado. Un verdadero suplicio. Todavía más que los numeritos de los niños, lo que me exaspera es la pasividad de los padres y su actitud arrogante exigiéndonos a los demás que nos aguantemos.




Además de los aeropuertos, también he tenido experiencias desagradables en restaurantes. Recuerdo una vez que fui a cenar y había unos cuantos niños presentes. De entrada, no era tan temprano, de hecho ya era hora de que esos niños estuvieran durmiendo. El caso es que detrás de nuestra mesa estaba una familia cenando y un niño nunca se calló. Estuvo gritando, llorando y correteando todo el rato y los padres no fueron para llamarle la atención o si acaso lo harían una vez pero como si no lo hubieran hecho. Esa cena fue indescriptiblemente desagradable. También me ha pasado que voy a un restaurant donde tienen buffet y se supone que los niños deben estar siempre acompañados de un adulto al ir a servirse comida, pero me ha tocado ver niños solos y que nada más están estorbando el paso porque uno tropieza con ellos.




Los cines. Estamos de acuerdo en que hay películas para todo tipo de público, incluídos los niños. Pero los problemas comienzan cuando una película tiene clasificación de sólo adultos y luego te topas con que una pareja entra con un bebé a la sala donde se exhibe la película. Como era de esperarse, el bebé se la pasó llorando durante gran parte de la función. No sé si tendría hambre o necesitaría que le cambiaran el pañal, pero ninguno de los padres se salió en algún momento para calmar al bebé. De entrada, no los debieron haber dejado entrar con un bebé a dicha sala. Ahora bien, comprendo que los padres necesiten salir y divertirse, pero que nos respeten a los demás. Si van a ver una película dirigida a adultos, no vayan con niños por favor. Sentido común.




Los supermercados. Si ya de por sí es engorroso ir al súper, lo es todavía más cuando ya sabes que tendrás que soportar berrinches, gritos, llantos, que te golpee un niño con un carrito, en fin. Por la misma razón trato de ir cuando sé que no va a estar infestado de niños. De los males, el menor.

He tenido muchas malas experiencias en otros lugares, pero nunca terminaría de escribir. Además, hay lugares que por naturaleza siempre van a ser frecuentados por niños. Qué remedio. Las únicas opciones en estos casos es no ir o ir y aguantarse.

A últimas fechas han surgido controversias entre la gente que tiene niños y los que no tienen. Se ha hablado de prohibir niños en ciertos vuelos, restaurantes y otro tipo de lugares. Por ejemplo, en Houston hay un restaurante donde está prohibida la entrada a menores de 6 años después de las 7 p.m., lo cual me parece excelente. Uno tiene derecho a disfrutar tranquilamente de una cena sin niños escandalosos. Esta decisión por parte de los dueños del restaurante dio mucho de que hablar. Por un lado, los padres indignados reclamando discriminación y por otro aquéllos que no tienen hijos y que argumentan que tienen derecho a estar en un lugar sin niños. Me uno al último grupo. Sé que es imposible prohibirles la entrada a niños a todos los lugares, pero creo que es necesario establecer más controles. Necesitamos más restaurantes childfree y si fuera posible, vuelos y cines, para comenzar. O por lo menos establecer horarios, no prohibir la entrada tajantemente a cualquier hora.

Leí en muchos foros la indignación de los padres por la actitud de los que no tenemos hijos. Dicen que nosotros alguna vez también fuimos niños y nos comportamos igual que sus hijos. Pero están equivocados. No todos fuimos malportados. Mi mamá me podía llevar a una reunión donde había adultos solamente y yo me quedaba tranquilo coloreando o leyendo. Pero los niños de ahora no se pueden quedar quietos en un solo lugar. No pueden vivir sin sus videojuegos. Y no pueden estar tranquilos si no nos ponen los pelos de punta a los demás. 

No me malentiendan, no odio a los niños. Pero tampoco me desvivo por ellos. Yo no soy como aquella gente que se enternece con los niños. Podrán decir que pienso así porque no tengo hijos. No sé, puede ser. Pero mientras tanto, ése es mi pensar. Si me dijeran que pidiera un deseo y me aseguraran que se me cumpliría, sin pensarlo pediría un día sin niños.




Sé que nunca podremos estar de acuerdo los que son padres y los que no lo somos, pero debemos ser conscientes y encontrar un punto medio que satisfaga a ambas partes. Respeto a los que son padres y reconozco su derecho de salir, pero que no nos hagan a los demás pagar las consecuencias. ¿Y ustedes qué opinan? Au revoir!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario