Hay cosas que simple y sencillamente no se pueden olvidar. Hay quienes dicen que las cosas malas que nos pasan no se olvidan sino que se superan. Sin embargo, no estoy tan seguro de esto último. Hago referencia a ello porque hace poco me enfermé y ya saben...cuando vas a ver al médico, se pone a preguntarte toda tu vida, te regaña y demás. Cuando me estuvo interrogando, me hizo una pregunta que me hizo recordar algo muy desagradable de mi vida, algo que he tratado de olvidar, de borrar de mi memoria, de convencerme de que fue solamente un mal sueño o pesadilla. Pero recordé y me dolió mucho. Me di cuenta de que esa herida sigue abierta y que no ha cicatrizado. El tiempo no lo cura todo y para muestra basta un botón. No voy a ventilar mi vida privada por aquí, pero lo que sí les puedo decir es que hay cosas que simplemente no se olvidan y tal vez ni se superan. Las personas más allegadas a mí probablemente podrán comprenderme.
Llegas a un punto en tu vida en el que te sientes con el deber de hacer un balance de tus aciertos y desaciertos, de las cosas buenas y malas que te han pasado. Y es cuando salen a relucir los sinsabores, las tristezas, las amarguras, las desilusiones...Te das cuenta de que no todo es miel sobre hojuelas, de que te has equivocado, de que tomaste malas decisiones. Te arrepientes pero ya es demasiado tarde. Quisieras regresar el tiempo y evitar tanto dolor. Hay cosas que pudimos haber evitado, pero también hay cosas que son inevitables, que no dependen de nosotros. Tal fue el caso que me acongoja. Fue una situación muy difícil, que me marcó para siempre. Lo que más coraje me da es la impotencia, la imposibilidad de haber evitado ese sufrimiento. Realmente no tuve otra opción y tuve que ceder. Pero eso no quiere decir que me resigne.
Hay sueños rotos, metas no alcanzadas, ilusiones destruidas. Dicen que no se puede tener todo en esta vida. Tal vez sea cierto. Lo he vivido en carne propia. No importa que seas una buena persona, la vida parece no discriminar entre buenos y malos. No digo que uno sea perfecto, pero tratas de ser una buena persona y, cuando te equivocas, cuando haces algo malo, la vida te lo cobra con creces. Tarde o temprano tendremos que pagar, aunque a veces la factura llega muy temprano y muy cara.
Muchos dirán que soy muy joven para pensar así. Permítanme discrepar. A veces la vida nos hace madurar con los golpes que nos da. No les voy a negar que lo más fácil es hacerse la víctima y culpar a los demás por todo lo malo que nos pasa. Pero es inevitable no hacerlo. Para los que creemos en Dios es a veces imposible no sentirnos como marionetas que son manipuladas por unos hilos invisibles y que por más que intentes, no puedes liberarte. Sientes que te pones con Sansón a las patadas. Sientes que aunque nades contra la corriente, no puedes avanzar ni un milímetro.
He aprendido muchas cosas. Día a día me esfuerzo por hacer frente a mis problemas y asumir la responsabilidad que me toca. Trato de olvidar las cosas malas, tristes y, aunque no lo he conseguido, quiero vivir. Quiero experimentar las cosas buenas de la vida, porque estoy seguro de que no todo es amargo u obscuro.
Lo que les quiero decir es que tal vez haya cosas que son inolvidables o insuperables, pero la vida sigue. El mundo no se detiene. Duele, pero ultimadamente no nos vamos a morir de eso. A veces hacemos una tormenta en un vaso de agua. No siempre es así, pero lo que importa es que aprendamos a sobreponernos y a continuar con el rol que nos fue asignado en esta obra de teatro llamada vida.
Bueno, ya me desahogué. ¿Y ustedes qué opinan?
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