¡Hola, amigos de El Silencio! Pues como lo prometido es deuda, aquí estoy de nuevo. Había pensado en publicar una entrada por semana, pero sin querer, se deja uno llevar por los afanes de la vida y pues aquí estoy dos semanas después. En fin, haré lo posible por no ausentarme durante mucho tiempo, pero poco a poco ahí la llevo :).
Espero que estén de lo mejor. En lo que a mí respecta, he tenido mucho trabajo y me he sentido cansado últimamente. La vida de un adulto es algo complicada. Todos los días es lo mismo. Todo parece ser una rutina interminable. Especialmente cuando se trata del trabajo. Y es precisamente este tema el que voy a abordar, muy relacionado a mi entrada anterior.
Tarde o temprano, todos (quiero creer que es así) nos comenzamos a cuestionar sobre las "cosas de la vida". Sobre aquello que nos enseñaron nuestros padres y tantas cosas más que dábamos por sentadas. Desde pequeños nos enseñaban a que debíamos estudiar para ser "alguien en la vida", obtener un empleo digno, casarte y formar una familia, en fin, ya saben...
Pero en esta ocasión quiero enfocarme en el trabajo. ¿Por qué y para qué trabajamos? ¿Sólo para conseguir dinero? ¿Para hacer algo productivo con nuestras vidas? ¿Por qué los demás lo hacen? ¿Por qué es lo que la sociedad espera de nosotros? ¿Por qué quiero sentirme útil, pleno, realizado? ¿Por qué soy bueno en lo que hago? Estoy seguro de que no hay una sola respuesta para estas preguntas. Nuestros motivos pueden ser variados y es válido. Sin embargo, lo que en mi opinión NO es válido es que el trabajo ocupe el primer lugar en nuestras vidas, que nuestra vida gire alrededor de él.
Es muy probable que ustedes hayan oído hablar de los workaholics (adictos al trabajo). Muy independientemente de ellos, hay muchísimas personas que tienen que trabajar largas horas por obligación. No por gusto, primeramente por necesidad y después por obligación (aunque honestamente la línea que divide a estas dos últimas es muy tenue). Y los principios del capitalismo, la corrupción del gobierno y la injerencia de los empresarios en la política no ayudan mucho que digamos.
Tal parece que las empresas de hoy en día no conocen el concepto de horario. Los horarios de trabajo son virtuales, inexistentes. Se espera que estés en la oficina a las 8 a.m. o incluso antes, pero no hay una hora de salida (en la mayoría de las empresas, hablando de trabajos administrativos o profesionales, la hora de salida es las 6 p.m., pero rara vez se respeta esto). Si te vas a la hora de salida te ven como bicho raro o incluso te regañan. Tus superiores esperan que trabajes a horas y deshoras, argumentando que hay que "traer bien puesta la camiseta", que hay que sacar el trabajo y una sarta de estupideces que no terminaría nunca si quisiera enumerarlas.
Y hablo con conocimiento de causa, no solamente por hablar. He sido víctima y he visto a los que me rodean padecer el mismo mal. Cuando eres estudiante, tienen un poquito de consideración contigo (aunque en mi caso tuve un jefe que nunca entendió lo de horario flexible para estudiantes), pero cuando eres ya un empleado, ¡agárrate! Y si trabajas en algún área como contabilidad, hazte a la idea de salir tarde cuando es cierre de mes y ni qué se diga del cierre de año...Prepárate para salir a media noche y trabajar en fines de semana. Ah...y recuerda que no tienes derecho a tiempo extra porque eres "empleado de confianza".
No importa cuánto te organices porque siempre va a salir algo nuevo. El trabajo nunca se acaba. Se supone que por eso en las descipciones de puestos incluyen la capacidad de priorizar, así como trabajar bajo presión, tolerante a la frustración (léase inexistencia de horario)...Y cuídate de tener un jefe que te esté vigilando todo el tiempo, que te cuenta los minutos cuando vas al sanitario o a comer, que siempre va a encontrar un defecto en lo que haces. Olvídate de hacer planes con tu familia o amigos. Acostúmbrate a llegar tarde a tus citas, a tener sueño constantemente, a alucinar los lunes...
Confucio dijo: "Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida".
Muy personalmente, no creo que se trate de que te guste o no tu trabajo. Se trata de que te des cuenta de que antes que un empleado, eres una persona que se debe tiempo y respeto a sí misma. Que hay una vida fuera de la oficina, empresa, fábrica donde trabajes...Que no eres una máquina. Que no importa que les hayas dado tus mejores años a una empresa porque a las primeras de cambio no se tocarán el corazón para reemplazarte. Que no les importa que tengas una familia con la que naturalmente quieres pasar tiempo. Que el trabajo no lo es todo en la vida, sólo es una parte de ella. Que por trabajar en demasía perdemos otras cosas igual o más valiosas.
No dudo que haya unas pocas empresas que les permitan a sus empleados tener un equilibrio entre su vida laboral y personal. Pero como dicen: "de lo bueno, poco". La realidad es que el concepto de horario es una quimera, algo del pasado. ¡A trabajar, esclavo!
Recuerdo que mi abuelita Martha, Q.E.P.D., me platicaba que antes era muy común que cerraran los negocios a mediodía para comer y una siesta. ¿Y ahora? ¡Ja! Ahora no importa que estés en tu hora de comida porque tienes que contestar el teléfono o correos electrónicos y estar localizable en todo momento. Y aunque no estés en la oficina no te salvas. Gracias al bendito Internet y smartphones, ahora no tenemos excusas para no contestar. El ritmo de trabajo es más acelerado, con tanta competencia las empresas no se pueden dar el lujo de descansar. Fines de semana, días festivos, sin problemas de horario...
Entiendo que hay cosas que no están bajo nuestro control. Pero sería tan gratificante que en la medida de lo posible te dediques tiempo a ti mismo. Que te consientas. Que vivas la vida. Que trabajes para vivir y no vivas para trabajar.
¿Y ustedes qué opinan? Me encantaría saber.
Bueno, ya me desahogué. Esta entrada fue una catarsis para mí. Au revoir!
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