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sábado, 18 de julio de 2015

Personas van, personas vienen...

¡Hola, amigos de El Silencio! Espero que se encuentren de lo mejor. Quería escribir esta entrada entre semana, pero pues es algo complicado. Aunque no tengo ningún inconveniente con hacerlo en fin de semana, porque al final de cuentas escribir es algo que me gusta. Lo que sí me molesta es tener que hacer otras cosas vulgares que como cualquier mortal pobre tiene que hacer jajaja. En fin...
Hace unos pocos días tuve la oportunidad de ver a una persona que ya casi no puedo ver porque se mudó a otra ciudad. Y esto fue la excusa perfecta para el tema de la presente entrada. Bueno, en realidad me puso a pensar sobre muchas cosas, pero vámonos por partes, ¿qué les parece?

¿Cuántos de nosotros por azares del destino hemos dejado de ver a ciertas personas, ya sean familiares, amigos o personas en general hacia las que sentimos afecto? Estoy seguro de que todos.
En mi caso, tuve que mudarme de ciudad y eso significó dejar de ver a mis amigos/as y familiares. No me mudé al otro lado del mundo precisamente, pero tampoco vivo a la vuelta de la esquina como para ir de visita a cada rato. Ahora tengo que planear cada viaje con anticipación, estar al tanto de los llamados "puentes", en fin, ya se imaginarán mis peripecias. Y como no soy dueño de mi tiempo, esto empeora aún más la situación. Pero bueno, no nos desviemos del tema; siempre que me pongo a hablar/escribir sobre el tiempo, irónicamente se me va el tiempo.

A lo largo de nuestra vida, conoceremos a muchas personas; algunas nos caerán bien, otras no tanto. Con algunas formaremos lazos de amistad muy fuertes que incluso, los llegarás a considerar parte de tu familia. Yo hice esto último. Al ser hijo único, convertí a unas pocas personas en mis "hermanos" y aunque no compartimos la misma sangre, compartimos otras cosas más importantes. Hemos compartido muchos momentos, buenos y malos, hemos compartido muchas historias juntos, hemos recorrido un camino largo y sinuoso. Nos hemos peleado, dejado de hablar por un tiempo, pero siempre al final nos reconciliamos. 
Cuando somos muy jóvenes (ojo: no estoy diciendo que estemos viejos, no quiero herir susceptibilidades) pensamos que siempre vamos a ser amigos de ciertas personas, que nos reuniremos con frecuencia, que seguiremos haciendo las cosas que hacíamos juntos y demás por el estilo. Pero cuando nos enfrentamos a la realidad, nos damos cuenta de que muchas cosas cambian. Unos se casan y forman familias, otros obtienen empleos con horarios supercomplicados, otros como yo se mudan a otra ciudad o país y todo es un cuento de nunca acabar. Y nos vamos distanciando poco a poco hasta fundirnos en el olvido en algunos tristes casos. Perdemos el contacto o tratamos de reunirnos, con poco éxito. La familia, el trabajo u otras circunstancias nos absorben y nos obligan a cambiar nuestras vidas. No voy a debatir sobre esto porque pienso hacerlo en una entrada futura. Quiero hacer énfasis en el distanciamiento voluntario o involuntario del que todos en alguna ocasión hemos sido víctimas.
¡Qué bonito que a pesar del tiempo y la distancia las relaciones perduren! ¡Qué grato es poder seguir compartiendo vivencias con las personas que quieres! No importa que tengas 20, 30, 40 o más años, siempre puedes contar con esas personas, bromear, recordar anécdotas, reír, chismear, jugar como niños (porque todos tenemos un niño dentro), vivir...El tiempo parece detenerse, no hemos envejecido en lo absoluto, nuestros problemas desaparecen. Es como algo mágico, algo inexplicable.


Recuerdo mis años escolares. Siempre fui una persona algo introvertida, comencé a desenvolverme un poco más en mi período universitario. Sin embargo, a pesar de mi personalidad huraña, logré hacer unos pocos amigos. Pensé que siempre seríamos amigos, que seguiríamos yendo a comer, a jugar baloncesto, reunirnos a platicar...Pero ¡oh sorpresa! Salimos de la escuela y cada quien tomó su rumbo. Gracias a las redes sociales podemos mantener contacto, no es lo mismo, pero sí ayudan mucho. 
Por otro lado, me dio mucha tristeza que algunas personas decidieran romper relaciones de tajo. Se hacían los desentendidos o ignoraban los mensajes/llamadas. Fue como un cubetazo de agua fría que me hizo despertar y darme cuenta de la realidad de la vida. No les guardo rencor ni mucho menos, pero no estoy dispuesto a mendigar tiempo.
Cuánta razón tenía la persona que dijo que los verdaderos amigos los cuentas con los dedos de la mano. Yo no sé cuál es el concepto que ustedes tienen de "amigo". Para mí no es tan importante cuantos "amigos" tengo, sino compartir con los pocos y verdaderos que tengo.
Pero no crean que me he olvidado de nuestros némesis. A lo largo de mi vida personal y profesional me he llenado de enemigos. He conocido personas a las que les caigo mal, de igual forma que he conocido personas que me caen mal a mí. He tenido enfrentamientos y se han suscitado situaciones desagradables, pero gracias a Dios he salido adelante. Y es que no porque no nos caigamos bien quiere decir que no podamos aprender unos de otros. En lo personal, he aprendido mucho de mis "enemigos". He aprendido a ser perseverante, ambicioso, responsable, etc., etc.
Yo sé que simple y sencillamente conoceremos personas con las que nunca, jamás, por más que intentemos, podremos llevarnos bien con ellas. Es la naturaleza humana. Lo digo por experiencia propia. Daríamos lo que fuera por no tener que ver a esas personas indeseables ni en pintura. Nos han pasado tantas cosas por la cabeza con referencia a esas personas. Y no cosas buenas precisamente.
Sin embargo, creo que deberíamos ponernos a pensar en por qué Dios/la vida/el destino o quien ustedes prefieran, permitió que conociéramos a esas personas. Pensar en por qué las puso en nuestro camino. ¿Con qué fin? Yo no creo en las casualidades; creo en las causalidades. Estoy convencido de que esas personas nos pueden enseñar algo o ayudarnos en el momento menos pensado. Lo he vivido.
A veces quisiera regresar el tiempo (¿por qué siempre se cuela en mis entradas?) y que todo lo demás siguiera igual. Sé que no se puede y no me queda más que resignarme y adaptarme.
Haciendo un balance de mi vida, creo que he aprendido mucho de todos los que he conocido, pero me falta mucho más por aprender. Ustedes se preguntarán por qué. Y la respuesta es que me falta conocer a muchas más personas. Retengamos lo bueno y desechemos lo malo. Quedémonos con los bonitos recuerdos. Personas van, personas vienen...
Bueno, amigos, me despido. Espero estar pronto de vuelta. Au revoir!

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