Estos días me la he pasando filosofando en mis ratos libres. Particularmente, mi atención se centra en la adultez. Cuando éramos niños, nos la pasábamos diciendo lo que queríamos ser "de grandes". Cuando éramos adolescentes, añorábamos cumplir la mayoría de edad para poder hacer lo que nos viniera en gana. Y cuando finalmente somos adultos...¡oh decepción! No es lo que esperábamos.
No sé qué pensarán ustedes, pero creo que al convertirnos en adultos, perdemos algo de nuestra esencia. Ya no tenemos tiempo suficiente para dedicarnos a hacer lo que nos gusta. Antes, nuestras obligaciones se reducían a ir a la escuela, hacer tarea y el resto del día lo teníamos libre. Y cuando eran vacaciones, ¡era de lo mejor! Es cierto que había cosas que nos molestaban, pero bueno, nada es perfecto. Ahora que somos adultos, si somos como la mayoría de las personas que deben trabajar para vivir, pues esto significa que tenemos que renunciar a una parte de nosotros mismos. Tenemos que cumplir con un horario, pedir permiso para poder ir de vacaciones...ya no somos dueños de nuestro tiempo. No me dejarán mentir. Muchos de nosotros no tenemos un horario fijo, conocemos la hora de entrada pero no la de salida. A veces hay que trabajar en fines de semana y todo en beneficio de la empresa.
Llegas cansado a la casa, estresado, y ya no tienes humor de nada. Comes cualquier cosa, si es que comes, y te vas a la cama. Te levantas a la mañana siguiente, sintiendo que no descansaste lo suficiente, te das un baño, desayunas y a trabajar. Y hacemos esto cinco o seis veces por semana. Nos roban nuestro tiempo, ya no solamente en nuestros lugares de trabajo, sino que las consecuencias las seguimos pagando en nuestras casas.
Llega el fin de semana y lo que queremos es dormir. Te levantas tarde y después te das cuenta de que tienes mil cosas que hacer que no tuviste tiempo durante la semana. Lavar tu ropa, surtir la despensa, lavar tu auto, limpiar la casa, reparar algo que se descompuso...y ya se fue tu fin de semana.
Muy personalmente, creo que los días en la actualidad se pasan rapidísimo. Recuerdo que antes los días me rendían bastante bien. Podía hacer muchas cosas y hasta tiempo me sobraba. Ahora no puedo decir lo mismo. Me he convertido en un esclavo del reloj, planeando cada minuto si es que no quiero pagar las consecuencias.
Algunas personas me han dicho que el tiempo pasa igual, que ahora que somos adultos tenemos más presión y por lo tanto, sentimos que el tiempo ya no nos rinde. La verdad yo no estoy de acuerdo, pero el punto es que el tiempo que tenemos para nosotros, para hacer lo que nos gusta, cada vez es más escaso.
Que conste que no hago referencia a aquéllos que son casados y tienen familia; son punto y aparte. Si un adulto soltero no tiene control sobre su tiempo, mucho menos una persona casada. Mis respetos para ellos.
El problema es que si quisiéramos tener más tiempo para nosotros, tendríamos que ganarnos la lotería o recibir una cuantiosa herencia, porque de otro modo, no veo cómo. O tenemos el tiempo o tenemos el dinero. Tal parece que son proporcionales inversamente.
A veces siento que se me va la vida en cosas banales, vulgares. Que podría aprovechar mi tiempo de una mejor manera. Pero tenemos que ser realistas. No se puede vivir por amor al arte. Así como los enamorados no pueden vivir de puro amor, nosotros no podemos darnos el lujo de vivir de una ilusión.
Y es esto último lo que me frustra. Que tengamos que renunciar a lo que queremos, para poder vivir. La sociedad te dice: "Estudia", "Consigue un buen empleo", "Cásate", "Ten hijos" y demás cosas por el estilo. Y te ven como bicho raro si no haces lo que los demás hacen. Te encasillan, te critican, se mofan de ti...no pueden concebir que no todos somos iguales.
Lejos están los días de la vida disipada, sin preocupaciones. Tal vez antes vivíamos en una burbuja que nos protegía del mundo exterior y al crecer, la reventamos. Se nos ha caído la venda de los ojos y ahora vemos las cosas como realmente son. La vida se burla de nosotros, el tiempo siendo cómplice suyo.
En la adultez, tenemos más derechos, pero también más responsabilidades. Poniendo las cosas en balanza, creo que ser adolescente no era tan malo. Por lo menos en aquel entonces, equivocarse no era tan grave. Pero te equivocas de adulto y cuesta más enmendar tu error.
Tal vez simplemente el problema es que idealizamos la adultez demasiado. Creemos que todo va a ser perfecto, pero realmente no sabemos a qué nos estamos enfrentando. Aprendemos día a día y los errores cuestan caros.
Bueno, amigos, me despido. Espero que podamos reflexionar y formar opiniones al respecto. Nos escribiremos pronto.
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