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martes, 25 de diciembre de 2018

Vecinos infernales

¡Feliz Navidad a todos! Podría parecer una ironía de mi parte publicar esta entrada en un día en el que se supone que todo es amor y armonía, pero la verdad es que todo fue mera casualidad. Ya tenía tiempo pensando escribir sobre el tema, pero por una u otra razón no había podido. Este fin de semana aproveché para hacer otras cosas y el tiempo se me ha pasado rapidísimo. Ya mañana tengo que regresar a trabajar y no quiero. Ya regresando a trabajar es más complicado darme un tiempito para escribir y como el próximo fin de semana voy a salir de viaje, pues menos tiempo voy a tener. Bueno, a lo que te truje, Chencha.

En la vida tenemos que aprender a lidiar con la gente. Por más introvertidos que seamos, no podemos aislarnos en una burbuja y evitar todo contacto con la sociedad. Tenemos que convivir con familia, compañeros en la escuela/trabajo, jefes, clientes, vecinos, etc. La relación no siempre es fácil, díganmelo a mí. En esta ocasión, me voy a centrar en la relación con los vecinos: esas personitas que pueden hacer de tu vida un infierno y en tu propia casa. Creo que todos tenemos por lo menos una anécdota que contar al respecto. En lo personal, nunca había tenido problemas mayores hasta hace poco tiempo. Había tenido problemas con mis vecinos por cuestiones de estacionamiento (se creen dueños de la calle y eso que no les tapaba la cochera) o por ruido (hacía alguna reunión en mi casa de vez en cuando y no hacía un escándalo de esos que hacen en las colonias populares). Me reportaron con la policía en un par de ocasiones, pero no pasó de ahí. Trato de entender un poco y de ponerme en los zapatos de mis vecinos, la mayoría ya era gente de la tercera edad y ya se sabe que no son muy tolerantes. Tal vez así seré cuando tenga su edad. Espero que no. En fin, nada de eso se compara a las cosas que tengo que aguantar ahora. 

Les cuento. Vivíamos tranquilos en nuestro hogar actual hasta que se mudó la familia de al lado. No vivía nadie en esa casa cuando nos mudamos aquí. De hecho, era un terreno abandonado. No había nada fincado, ya que vivo en una comunidad de casas móviles. El caso es que el gusto nos duró muy poco porque una vez que esa familia se mudó a este vecindario, todo cambió para mal. Volvieron todo patas pa' arriba. La señora es instructora de Zumba y el señor es contratista. Lo primero que hicieron fue preguntarnos si podían quitar la parte de cerca que dividía nuestras propiedades. Teníamos una cerca de esas de malla metálica y ellos iban a poner una más vistosa, de piedra, no sé cómo explicarlo. Les dimos permiso, pero por una razón que desconozco, no terminaron la cerca y dejaron prácticamente la mitad descubierta. Y lo peor de todo es que la parte que construyeron invade nuestra propiedad. Eso fue lo primero, pero no dijimos nada. Aunque si quisiéramos, podríamos llamar al condado para que hagan una medición y los hagan que tumben la cerca. Ganas no me faltan, pero tendría que investigar sobre el trámite y sobre todo el costo. 




Como les dije arriba, la señora es instructora de Zumba. Así que ya se imaginarán cómo se pone aquí todos los días. No conforme con dar clases en la mañana, también lo hace en la noche. Todos los días como a eso de las 7:30 a.m. y en las noches alrededor de las 7:00 p.m., tiene su escandalazo. En mi trabajo anterior, por cuestiones de horario, me tocaba soportar el ruido tanto de la mañana como el de la noche. En mi trabajo actual, ya solamente me toca soportar el de la noche, pero multipliquen eso por cinco. Todos los días, de lunes a viernes es la misma gata. Si no llueve o hace frío, tenemos que soportar el escándalo de esa gente sin falta. Ya ni a gusto podemos estar en nuestra casa. No podemos ver la televisión o leer porque es imposible hacerlo con el ruido de esa gente. Me quejé al respecto con la administración de la comunidad y me informaron que esa gente ya tiene "antecedentes", por decirlo de alguna manera. Se trataba del mismo problema. Vivían en la misma comunidad pero en otra cuadra y era la misma molestia que le ocasianaban a sus vecinos de ese entonces. No sé cuánto tiempo estuvieron allá, pero el caso es de que se cambiaron de cuadra y siguieron con sus nacadas. Según me dijo la administradora, ya le había mandado cartas diciéndole que no podía dar clases de Zumba debido al escándalo, pero esa señora ha hecho caso omiso. Se supone que como último recurso la iban a demandar, pero después sucedió lo del huracán Harvey y ya no le di seguimiento al caso, pero lo voy a hacer pronto. No es que uno sea delicado, si no de que esa gente debería saber que no pueden dar clases de ese tipo en zona residencial por todas las cosas que implican. Debería rentar un local en una plaza comercial o algo así donde no den problemas de ruido y estacionamiento. Porque no les he contado, pero al inicio también invadían nuestros espacios de estacionamiento, incluyendo cocheras. Una vez casi llegaba tarde al trabajo porque una señora inteligente me estaba tapando la salida de la cochera. Se arregló lo del estacionamiento, pero lo del ruido, el problema principal, continúa hasta la fecha. Bueno, pues eso es entre semana, pero el fin de semana tenemos que fletarnos la música naca del esposo. Ya sea que esté asando carne en el patio o haciendo algún trabajo, pero cada fin de semana es lo mismo. Pone su música a todo volumen sábado y domingo. El caso es que tenemos que soportar el escándalo de esta gente toda la semana. Es un verdadero suplicio.





Les comenté que habían comenzado la construcción de una cerca de piedra y que no la habían terminado. Dejaron una varilla larga pegada al suelo con cemento. No sé qué irían a hacer con ella, pero nunca la quitaron. Ah, se me olvidó decirles que las señoras que vienen a tomar clases de Zumba se traen a todos sus huercos y no saben de ellos. Mientras ellas están moviendo las lonjas, sus huercos se dedican a hacer travesura y media aprovechando que nadie los vigila. Pues una de esas travesuras fue rayar el carro de mi papá. Mi papá estaciona su carro al lado de la cerca de piedra y a esos huercos les gusta pasar corriendo y tirando piedras cerca del carro. Pues a uno de esos engendros se le ocurrió aventar la varilla a nuestro lado de la propiedad. Esa parte de la propiedad está muy oscura en la noche y no se ve bien. Esa noche mi papá tuvo que salir y al darle de reversa, rayó todo el lado derecho con la varilla que los huercos nos habían aventado. Yo no me di cuenta en ese momento porque no estaba en la casa, pero me lo contó mi mamá al día siguiente. Mi papá no le reclamó nada a la vecina, que porque no le gusta tener problemas, pero le dije que eso no podía quedarse así. Así que yo le fui a reclamar. Esperé a que se terminara su clase y me lancé. Le conté lo sucedido y solamente se limitaba a decir que "qué pena" y que según iba a investigar quién había sido, que ya tenían una idea y que les iba a volver a pedir a sus alumnas que no llevaran a sus hijos. Pero hasta eso, la señora se puso medio digna durante nuestra conversación, siendo que tendría que caérsele la cara de vergüenza. Pero de ahí no pasó. Esa gente o tiene mala memoria o de plano es descarada.

Pero el acabose fue hace poco más de un mes. Yo estaba de viaje ese fin de semana y una noche me llamó mi mamá para decirme que los vecinos de al lado (qué raro) habían chocado contra el frente de nuestra cerca y hasta quebraron un pedazo de banqueta. Hasta la policía llegó esa vez. Al parecer, esa gentuza tenía visita esa vez y se pusieron a tomar y a "quemar llanta". Pues en una de esas, un huerco dio un arracón y se estrelló contra nuestra propiedad. Cuando llegó la policía e interrogó a todos, casualmente nadie vio nada, siendo que había un montón de gente. Se llevaron detenido al muchacho que iba manejando, pero según esto él no era el dueño de la camioneta. Nadie soltó prenda, todos se encubrieron entre ellos. El vecino de enfrente, ese metiche que siempre está sentado afuera fisgoneando todo y quien por cierto es familiar de los vecinos de al lado, le dijo a mi mamá que le iban a pagar por los daños, pero al parecer se le olvidó después. Pasaron un par de semanas y llamé a la policía para darle seguimiento al caso y nos dijeron que ya estaba listo el reporte, que había que pasar a recogerlo. Ya una vez con el reporte en mano, nos enteramos de quien era el dueño de la camioneta. Se trata de un huerco de 23 años que resultó ser una joyita. Ya tiene antecedentes, vayan a saber de qué tipo. Como no tenemos seguro de casa, nuestro último recurso es llegar a un arreglo con los involucrados. Les mandé una carta por correo certificado, dándoles un plazo de dos semanas para que nos enviaran el pago o se pusieran en contacto con nosotros para que ellos mismos arreglaran los daños, de lo contrario procederíamos de otra manera. Ya hace una semana que recibieron la carta y no hemos recibido respuesta alguna. Ni nos han enviado el pago ni nos han tratado de contactar. Solamente les queda una semana de plazo, pero sinceramente no creo que vayan a responder. Muy a mi pesar, pero tendremos que meterles una demanda en una small claims court. No quisiera porque todas las cosas legales son muy engorrosas, pero si no hacemos nada a estas alturas, esta gente no va a entender. Esta gente ya nos tomó la medida y como a mi papá no le gusta meterse en problemas, pues no les reclama nada ni hace nada. Yo siempre he tratado de llevar una relación cordial con los vecinos, pero con esta gente de plano no se puede. No pierdo la esperanza de que se larguen un día, lejos muy lejos, donde ya no los vuelva a ver. Pero mientras los dos vivamos aquí y si no cambian su postura, pues a ver de a cómo nos toca. Si guerra quieren, guerra tendrán.

domingo, 16 de diciembre de 2018

Fantasmas del pasado

Hace unos días soñé con una persona que había sido muy especial para mí. Digo que era, aunque por lo visto todavía lo es. Creí haber olvidado su recuerdo, pero no fue así. Fuimos buenos amigos en la escuela o por lo menos eso creía yo. Compartimos momentos especiales y aunque éramos muy desiguales, nos llevábamos bien. Nuestros caracteres eran muy diferentes, pero eso no fue obstáculo para que se forjara una gran amistad. Esa persona era muy alegre, de hecho se tomaba todo a broma. Yo en cambio era más serio, más reservado. A veces me enojaba por sus bromas, no lo voy a negar. Pero al igual que los hermanos, si había algún problema, este se arreglaba pronto y tan amigos como siempre. Debo reconocer su nobleza, porque yo tengo mi orgullo y no muy fácilmente me doblego.





Recuerdo el momento exacto en el que nos conocimos. Yo fui el que inicié la conversación. Fue algo raro porque yo siempre he sido tímido y por lo general los demás son los que se me acercan y no al revés. Pero esta vez fue lo opuesto. Era la hora del recreo. Platicamos un rato hasta que sonó el timbre para regresar a clases. No sé si sería la primera persona que se le acercaría, porque cada quien estaba en su rollo y como es normal, cuando estás en un lugar donde no conoces a nadie pues te apartas un poco. Estaba en la puerta viendo hacia la calle. Yo me acerqué y le empecé a hacer conversación. Me contestaba con monosílabos. No sé si le caí mal en ese momento. Pero al pasar de los días empezó a entrar en confianza y nos hicimos amigos. Como escribí arriba, éramos muy diferentes. Esa persona tenía un estilo muy desprecocupado, desenfadado. Nunca decía adiós cuando se iba. A veces me desesperaba que no se tomara nada en serio, pero en otras ocasiones eso era precisamente lo que me agradaba y yo quería ser así también. Recuerdo que bromeábamos sobre nuestras edades. Yo era menor por 9 días, pero yo le decía que yo era mayor por 9 días. Me encantaba bromear con eso.





Después de dos años se tuvo que mudar a otra ciudad por cuestiones del negocio de su papá. El último día del festival de cursos esperaba el momento para despedirme. Pero ese momento nunca llegó. Cuando quise acordar, ya se había ido. No me dijo adiós. Y eso me dolió mucho. Quiero pensar que era difícil despedirse y por eso decidió no hacerlo. Muchas veces las despedidas son tristes. Pero me hubiera gustado decir algo por última vez. No sabía si volveríamos a vernos, pero yo esperaba que sí. Manteníamos contacto esporádicamente por correo electrónico o Messenger (qué tiempos aquellos). Pero de esporádica, la comunicación pasó a ser nula. Llegó el momento en el que ya no contestaba mis correos. La distancia se fue acentuando y todo terminó por enfriarse.

Pasó un tiempo y no recuerdo quién contactó a quién, pero nos hicimos amigos en Facebook. Pero ya las cosas no volvieron a ser como antes. El contacto era esporádico, pero además más impersonal que antes. No sé cómo explicarlo. Bueno, el caso es que me enteré que iba a regresar a la ciudad. Me sentí muy contento porque pensé que volveríamos a vernos. Pero grande fue mi desilusión. Cuando hice alusión al tema, me respondió con evasivas. Más bien me dio el "cortón", por decirlo de alguna manera. Hubiera preferido que me dijera algo como: "está bien, nos ponemos de acuerdo" o "yo te aviso", no sé, algo así. Me di cuenta de que había cambiado, ya no era la misma persona. Yo ya no formaba parte de su mundo y eso me dio mucha tristeza. Así que ya no insistí y dejé el tema por la paz. 





Pasó un tiempo y no sé si me bloqueó o cerró su cuenta. Quiero pensar que simplemente cerró su cuenta. Como haya sido, uno tiene dignidad y no se puede vivir del pasado. Así que le di carpetazo. No le deseaba ningún mal ni nada, pero decidí enterrar los recuerdos. A veces los buenos recuerdos hieren igual o más que los malos. Pero la verdad es que no borré ni enterré nada. Y lo comprobé hace poco cuando soñé con esa persona. De repente sentí la necesidad de saber de su vida, de saber cómo está, si ya se casó, si tiene hijos, en fin. Ya no tengo manera de contactar a esa persona. No sé si tenga el mismo número de teléfono. No he hecho el intento de marcar siquiera, ¿qué diría? Y no sé si viva en la misma casa que tenía. He tenido tentación de echarme una vuelta a ver si nos topamos. Pero tampoco me he animado a hacer eso. Tal vez sea mejor así. Si esa persona ya no quiere saber nada de mí, pues que le vaya bien. Le deseo lo mejor del mundo, toda la dicha y felicidad. Y aunque es triste, así es la vida. Hay que dejar a los muertos enterrados y no remover el pasado. Aunque los fantasmas quieran venir a atormentarnos de vez en cuando.