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domingo, 12 de noviembre de 2017

Cuando todo se te junta

Jamás te preguntes si las cosas podrían estar peor. La vida es una tramposa a la que le gusta escuchar detrás de las puertas y podría oírte. Ni siquiera te lo preguntes en silencio. Es tentar al destino, es ponerte la soga al cuello. La vida puede sorprenderte de mil y una maneras. Y las sorpresas que te da no siempre son buenas. Justo en el momento en que crees que has tocado fondo, que has caído lo más bajo posible, que te sientes atrapado en un laberinto sin salida y que crees que ya nada malo te puede pasar, es cuando lo peor está por venir. No lo digo yo, lo dice la ciencia. Nada es eterno, sobre todo la felicidad. Aunque pareciera que los problemas sí lo son. Y para mala fortuna nuestra, éstos nunca vienen solos. Les gusta venir acompañados a los desgraciados. Unos más grandes que otros, pero igual de molestos. 





En las últimas semanas he entrado en crisis. Supongo que muchos de ustedes están familiarizados con el concepto de crisis de la mediana edad o por lo menos han escuchado hablar del tema. Pues bien, aunque aún no llego a esa edad, ya los años empiezan a pesar. Estoy a escasos días de cumplir años y la verdad, no es algo que me entusiasme. Inevitablemente llegas a un punto en el que te cuestionas qué has hecho con tu vida. Valoras tus logros y principalmente tus fracasos. Te das cuenta de que ya no eres un adolescente que puede permitirse cometer docenas de errores. Te concientizas más sobre la vida. Te preguntas a dónde quieres ir. Te das cuenta con tristeza de que no te gusta el rumbo que has tomado, que no te sientes satisfecho con tu vida. Quieres cambiar, pero no sabes qué hacer. No encuentras la salida por ninguna parte. Todo es negro a tu alrededor. Te sientes atrapado sin posibilidad de escapar. Tal parece que las personas que te rodean no tienen los mismos problemas que tú. Se les ve felices y plenos y eso te frustra aún más. Sientes que ya no hay marcha atrás. Lo hecho, hecho está. Lo único que puedes hacer es planificar tu futuro. Pensar las cosas dos veces antes de hacerlas. Tus miedos cobran más fuerza que nunca. Entiendes que todo tiene consecuencias, incluso la inacción. Es un círculo vicioso que no se termina.

Con el paso de los años hay muchos cambios tanto físicos como emocionales. Atrás quedaron los tiempos en que anhelaba cumplir años. No tienen idea de como quisiera comenzar a "descumplirlos". Bien dicen que no es lo mismo los tres mosqueteros que veinte años después. Físicamente lo veo sobre todo con las desveladas. Me siento fatal cuando no duermo bien y no es necesario haber tomado una copa siquiera la noche anterior. Últimamente no he podido dormir bien por cambios en mi rutina de trabajo y me siento fatigado e irritable. Tengo sueño todo el tiempo, no me puedo concentrar, todo se me hace tan difícil. Nunca en la vida había experimentado algo igual. Me siento como una copa de cristal que se agrita poco a poco y que en cualquier momento se romperá en mil pedazos.





Y hablando del trabajo (qué raro), este año ha habido tantos cambios que no he tenido tiempo de asimilarlos. Me siento abrumado, perplejo, consternado. Si bien es cierto que es imposible que todo permanezca igual siempre, cuando los cambios son muchos y tan repentinos, no puedes evitar sentirte así. Este año mis funciones cambiaron radicalmente y mi vida personal se ha visto seriamente afectada. No solamente han aumentado mis niveles de estrés e incertidumbre, sino que también he tenido que renunciar a otras cosas para hacer algo que no me gusta. Si ya de por sí me sentía estancado en mi trabajo, ahora la situación está peor. Me siento estancado y frustrado. Cada día en la mañana tengo que repetir el mantra de que tengo que aguantar un poco más, pero honestamente cada vez es más difícil. Tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para sacar fuerzas de flaqueza.





No conforme con las crisis de la edad y plano profesional, también tengo que lidiar con todo el papeleo requerido para recibir asistencia financiera debido a los destrozos causados por el mil veces maldito huracán Harvey. Los que me conocen saben cuánto odio a la burocracia. Pues bien, ahora me tengo que enfrentar a ella irremediablemente. Lo detesto con toda mi alma. Es un verdadero suplicio todo este proceso. Tal parece que el gobierno se esfuerza para hacer las cosas tan complicadas. Ve a tal lugar, habla a tal número. Unos te dicen una cosa, mientras que otros te dicen otra totalmente diferente. Creen que uno tiene todo el tiempo y paciencia del mundo. Y como yo soy el único que habla inglés en la casa, pues a mí me toca todo el paquete. Todavía falta hacer reparaciones en la casa y reemplazar los vehículos dañados. Dudo mucho que la situación cambie antes de que empiece el 2018.

También hay uncas cuestiones legales por ahí que se supone ya se deberían haber resuelto, pero no. Lo cual hace que odie más a la burocracia y a los abogados en general. Es un mafia que debería desaparecer. La justicia es ciega, pero no porque sea impacial sino porque sus ejecutores son unos hijos de su madre que se hacen de la vista gorda a como más les convenga.

Sientes que el mundo se te viene encima. Ya no sientes lo duro sino lo tupido. Es inevitable preguntarte qué nuevos golpes te dará la vida. Ésta es un adversario cruel y despiadado. Solamente está esperando la oportunidad para darte la estocada final y la infeliz es muy certera. Con tantas cosas en la cabeza a veces es imposible estar en guardia para defenderse de la embestida. Lo único que uno puede hacer es volverse a levantar. La función debe continuar. Au revoir!

domingo, 5 de noviembre de 2017

Aquí también

Esta semana hubo un alboroto en Houston por la victoria de los Astros. Hasta cierto punto es natural ya que nunca en toda su historia habían ganado un campeonato. Todos estos días la gente estuvo a la expectativa. Yo la verdad pensé que la iban a "cruzazulear" (como decimos en México cuando un equipo llega a la final y pierde, haciendo alusión al equipo de futbol Cruz Azul). Los boletos para entrar estaban carísimos, pero aún así el estadio se llenaba. Muchos bares y restaurantes hicieron su agosto. Los juegos eran el tema de conversación en reuniones familiares y en el trabajo. Me llegué a hartar honestamente. En el trabajo siempre me preguntaban si había visto el juego y yo les decía que no, a lo cual me preguntaban que cómo era posible. Qué suplicio. 




Tan pronto como ganaron los Astros, mucha gente fue a las tiendas deportivas a comprarse la camiseta. Afuera del Academy por mi casa había una larga fila a las 3 a.m. A mucha gente no le importó que en unas horas tenían que ir a trabajar o llevar a los escuincles a la escuela. La verdad desconozco si inflaron los precios de los artículos deportivos, pero en todo caso fue un negocio redondo para todos los involucrados. Me asombra la cantidad de gente afanada por comprar entradas a los juegos, camisetas y demás cosas. No digo que yo no lo haya hecho nunca, pero era más joven y se me hizo fácil. A estas alturas de mi vida ya no hago esas cosas. Pero cada quien. 

El jueves hubo un desfile en el centro de la ciudad y dicen que se abarrotó. No me sorprende. Hubo gente que faltó a trabajar o pidió la salida temprano para ir a ver a los Astros. Yo estaba trabajando a esas horas, pero no habría ido de todas maneras si hubiera podido. No, no soy amargado, solamente no soy fan de hueso colorado. Me gusta el béisbol, incluso iba a los juegos en Monterrey de vez en cuando, pero hasta ahí.

Estoy feliz de que todo haya terminado. Ya estaba harto de las publicaciones en Facebook y de que solamente hablaran de eso en eventos sociales. Ahora sí puedo descansar en paz. Se sigue hablando del tema, pero las cosas poco a poco regresan a la normalidad. Los jugadores hasta tuvieron apariciones en el show de Jimmy Fallon y Saturday Night Live. Y dicen que todavía falta que los inviten a la Casa Blanca. 

Aunque debo reconocer que hay ciertas diferencias sobre el ambiente en Houston durante los playoffs comparado con el que se vive en Monterrey cuando un equipo local está en la liguilla. Mi papá me comentaba que no sentía que los Astros estuvieran en la final. Bueno, por principio de cuentas, mi papá no tiene una vida social muy activa, así que eso contribuyó en parte a su percepción. Pero sí tiene algo de razón en lo que me dijo. Recuerdo cuando vivía en Monterrey y el alboroto que se hacía cuando un equipo estaba en la final. Se respiraba en el aire. Por todos lados veías gente con playeras de su equipo, carros con banderas, gente vendiendo souvenirs en la calle, escuchabas el himno del equipo en la calle, en todos los programas de tv locales hablaban sobre el tema, en redes sociales no se hablaba de otra cosa, en fin. Aunque no fueras fan, aunque no siguieras las noticias del equipo, sabías que el equipo en cuestión estaba en la final. Y qué decir del mero día de la final. Ese día la ciudad literalmente se paralizaba. Era muy notorio el escaso tráfico en la calle. La mayoría de la gente se encontraba en sus casas o en algún otro lugar viendo el juego por televisión. En cambio, aquí en Houston no se ve nada de eso, o más bien, no al nivel al que uno está acostumbrado, lo cual se agradece en todo caso. Aquí todo se vivía de manera más aislada. Obviamente si ibas a un bar o restaurante se sentía el ambiente festivo, pero en la calle no era tan marcado, a excepción del día del desfile claro está. No sé si se deba a que la gente esté más dispersa aquí, a las grandes distancias o la diversidad étnica/cultural, pero aquí se vive de manera diferente. 

Pensaba que solamente en México inflaban los precios de los boletos en las finales, pero ya vi que no es así. Se justifican con el argumento de la oferta y la demanda. Patrañas. Pero es inevitable ya que hay mercado para ello. Lo hacen porque pueden y sobre todo porque hay gente que está dispuesta a pagar sumas exorbitantes. Todo se resume al dinero. Al final de cuentas no se trata más que de un negocio. Mucha gente se desvive por ir a los juegos, por comprar los artículos del equipo, por seguir sus pasos, etc. y los jugadores ni los hacen en la vida. Ellos cobran sus millones ganen o pierdan y los únicos que llegan a perder son los fans. Por lo pronto tengo un año para descansar de estos bodrios. Au revoir!