Buscar este blog

domingo, 20 de agosto de 2017

Aventura en Canadá

No hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla. Estuve esperando con ansias mis vacaciones de verano. Dediqué mucho tiempo a planear mi itinerario, investigar información y demás. Era la primera vez que iba a Canadá y había muchas cosas que desconocía. La razón principal del viaje era asistir a la boda de mi primo, pero de una vez quería aprovechar para conocer o "turistear". Contaba los días que faltaban y la fecha del viaje se veía tan lejana...un año, seis meses, tres meses. Hasta que finalmente se llegó el día. Y como todo lo bueno, el viaje me pareció que duró un abrir y cerrar de ojos. Ya fui y vine y ya me reincorporé a mis actividades laborales. Ni hablar.




Planear el viaje fue toda una odisea. De entrada, me enfrentaba a la difícil situación de pedir los días libres, en este caso una semana. Yo no tengo x número de vacaciones al año como ciertas personas. Puedo pedir permiso sin goce de sueldo, pero vacaciones pagadas no. La ley en EE.UU. no obliga a las empresas a proporcionarles vacaciones a sus empleados y menos pagadas. Así que en este aspecto estoy a merced de lo que decida mi patrón. Y como hecho adrede, se nos vino el trabajo pesado en esta temporada. Me encontraba con la zozobra de que mi jefe no quisiera darme la semana. Por lo mismo, le daba largas a mis familiares cada que sacaban el tema de comprar los boletos de avión. Así que tuve que esperar el momento propicio para plantearle la situación a mi jefe y afortunadamente accedió. Obstáculo 1, superado. Ah, pero antes de todo esto tuvimos que coordinar nuestras agendas. En el caso de mis tíos no era ningún problema porque mi tía no trabaja y mi tío trabaja por su cuenta, pero todos los demás teníamos que pedir permiso/vacaciones en nuestros respectivos trabajos. Y también se encontraba mi papá que no se decidía. Finalmente, lo convencimos. Ahora teníamos que conseguir los boletos de avión. Es una verdadera lata comprar boletos de avión. Tienes que tener mucho cuidado al momento de comprar y leer las letras pequeñitas porque si no, la aerolínea te friega. Y los precios cambian de un día para otro. Así que nos pusimos de acuerdo para reunirnos un día en casa de mi tía y comprar todos los boletos por Internet. Estuvimos comparando precios en infinidad de páginas hasta que nos decidimos por Orbitz. Ahora lo único que nos faltaba era el hospedaje. Nuestras opciones eran un hotel o AirBnB. Nunca habíamos utilizado AirBnB, pero nos salía un poco más barato que el hotel y además, después de ver las ventajas y desventajas, decidimos que era la mejor opción. Pero aquí nos encontramos con un pequeño problema: no había una casa/apartamento lo suficientemente grande para 13 personas, al menos en las zonas de Montréal que queríamos. Eran muy pocas opciones y las que había eran algo caras. Porque para todo esto, ya nos habían ganado algunas opciones. Encontramos una opción y hasta la separaron, le escribieron al dueño y todo, pero decidimos que no nos convenía porque solamente había un baño. Y como podrán imaginarse, sería una situación un poco caótica. Así que les dije que mejor cada quien buscara por su lado. Hasta me enojé con mi primo porque dio a entender que éramos tacaños. 

Finalmente se llegó la fecha del viaje. La noche previa me la pasé metiendo y sacando cosas de la maleta como siempre me sucede cuando viajo. Que si llevo esto para dormir, esto otro por si hace frío, esto por si no sé qué. A la mañana siguiente nos levantamos a las 5 de la mañana para bañarnos y tomar nuestro tiempo para ir al aeropuerto. Llamamos a un Uber y nos fuimos. Al llegar al aeropuerto nos dirigimos al mostrador para registrarnos y documentar nuestro equipaje. Mi mamá y yo ibamos a documentar dos maletas y mi papá se iba a llevar la suya con él. Pero en el mostrador querían que mi papá la documentara. Afortunadamente nos dieron chance y nos dirigimos al área de revisión. De ahí en adelante no tuvimos ningún contratiempo. Casi cuatro horas después llegamos a Canadá. El aeropuerto de Montréal está grandísimo, o al menos, esa fue la impresión que tuve. En el área de inmigración, el agente corrigió una forma que yo había llenado. En la forma tenía que poner los datos de las personas que viajábamos juntas. Solamente nos pedía el primer nombre y apellido de cada quien y como mi papá y yo nos llamamos iguales, el agente pareció confundido por un momento y tuve que explicarle. Nos dio el pase y nos dirigimos a la banda donde recoge uno su equipaje. A mis tíos los iba a recoger mi primo y mis papás y yo íbamos a pedir un Uber. Pero no sabíamos en donde podía recogernos. Después de buscar en Internet y preguntar en el aeropuerto, nos dirigimos a la puerta 6. Hicimos como 25 minutos al apartamento que rentamos en el centro. Al llegar al edificio de apartamentos, no podíamos entrar porque necesitaba una tarjeta de acceso. Mi anfitriona me había dicho que en el intercom podía marcar 22 y me iba a contestar alguien. Pero no hubo necesidad porque del otro lado había un chavo hablando por teléfono y como nos vio batallando, nos abrió por dentro. Subimos en el elevador hasta el piso no. 19 y nos instalamos. Y ahora sí, ¡que comiencen las vacaciones! Ese día que llegamos no hicimos mucho. Nos la pasamos buscando un lugar para comer y una casa de cambio. Una vez hecho esto, compramos unos helados y nos sentamos en una placita. Ah, también fuimos a un supermercado a comprar unas cosas para cocinar en el apartamento y no comer todo el tiempo afuera.

Ya había yo buscado itinerarios en Internet para saber qué hacer, a dónde ir y demás. El primer día fuimos al Viejo Montréal. Nos fuimos en metro. En Montréal puedes ir prácticamente a cualquier parte de la ciudad en metro o camión. Te venden pases de un día, tres días, una semana y los puedes usar ilimitadamente durante ese perído ya sea el metro o camión. Los dos pasan muy rápido y el servicio es eficiente. El metro es muy fácil de usar. En las estaciones y en los vagones se encuentran mapas para que te orientes. El problema es en el camión. Cuando tomamos el camión, lo tomamos del lado equivocado. Empecé a desconocer las paradas, porque yo tenía idea del recorrido que debíamos hacer y me di cuenta de que nos estábamos alejando de nuestro destino. Así que nos bajamos en la parada más cercana y tomamos otro camión en la dirección correcta.




Bueno, regresando al itinerario, el segundo día no turisteamos porque era el día de la boda. Yo me tuve que ir un poco más temprano para tomarnos fotos con los novios y amigos. Ese día nos la pasamos genial. La familia política de mi primo se ve que es de ambiente, al igual que los amigos de su ahora esposa. La ceremonia estuvo muy emotiva. El menú fue de 5 tiempos. La música fue variada. Hasta llevaron mariachi para que se sintiera el espíritu mexicano. Al final pusieron una mesa de bocadillos y dulces y todo lo que comí me gustó. Le dimos hasta las 2 de la mañana y ahora sí a dormir. La boda fue en el área metropolitana de Montréal, por lo que llamamos otro Uber para que nos llevara al apartamento en el centro.

Día 3. Nos levantamos un poco tarde porque estábamos cansados de la noche anterior. En esta ocasión fuimos al Mont Royal, algo así como Chipinque en Monterrey. Nos fuimos en camión y esta vez no nos perdimos jeje. Fuimos al mirador y tomamos varias fotos. La vista es impresionante. Puedes ver toda la ciudad desde ahí. Compramos unas paletas heladas y nos fuimos cuesta arriba a donde se encuentra una cruz. Ahí definitivamente es ir mejor de noche. Bajamos y nos fuimos al Lago de los Castores. Nos sentamos un rato a descansar y contemplar el paisaje. Quería ir al Obsertario St. Joseph, pero ya nos estábamos muriendo de hambre y mejor nos regresamos al centro a comer. Rodeamos bastante porque mi papá estaba empecinado en que debíamos tomar el camión donde nos habíamos bajado siendo que yo le decía que fuéramos para el otro lado. Total, tomamos el camión y nos fuimos al centro. Nos detuvimos en un restaurant de comida "mexicana" a comer. La verdad no nos gustaron ni la comida ni el servicio, pero bueno. Barriga llena, corazón contento. A descansar.

Día 4. Hay un pueblo muy bonito estilo europeo a 3 horas de Montréal que se llama Québec. Mis papás y yo teníamos planeado irnos en autobús porque el tren salía muy caro, pero mi primo me llamó y me preguntó si no queríamos ir con ellos. Habían rentado dos camionetas y había lugar para nosotros. Nos cayó como anillo al dedo. Se nos hizo un poco tarde porque se nos había perdido la llave del apartamento. No la encontramos y tuvimos que irnos así. Llegamos al hotel de mis tíos y nos fuimos. El clima comenzaba a refrescar y ya me estaba preocupando que nos fuera a dar frío. Nosotros íbamos en manga corta, mi papá hasta en shorts. Afortunadamente el clima no fue ningún problema a la mera hora. Primero fuimos a la cascada Montmorency que se encuentra a 15 minutos de Québec. Subimos en teleférico. Estuvimos un rato y nos fuimos a Québec. Llegamos directo a comer. Pedí un plato con pollo que me encantó. Dice mi mamá que era el hambre. Después nos fuimos a caminar por la Ciudadela y las calles del pueblito. Tomamos bastantes fotos y compramos recuerditos. Se vino la lluvia y tuvimos que refugiarnos en un local. Probé la Cola de Castor, algo así como una crepa. Me gustó mucho. Se quitó la lluvia y seguimos con nuestro recorrido. Por último fuimos al hotel Le Château Frontenac, que más bien parece un castillo y la verdad está impresionante. Sobre todo en la noche, la vista es magnífica. Ya cansados nos regresamos hasta las camionetas que habíamos estacionado a la entrada del pueblito y nos regresamos a Montréal.

Día 5. Prácticamente este fue nuestro último día porque nos regresábamos el miércoles muy temprano. Fuimos al Museo de Bellas Artes y nos pasamos más de dos horas ahí. Había una exposición temporal de Jean Paul Gaultier y otra sobre los años 60. Después nos dirigimos a tomar fotos en el centro, específicamente la Universidad McGill, la Basílica-Catedral María Reina del Mundo y el eficio más alto de Montréal, el 1000 de La Gauchetière. En seguida tomamos el metro para ir al mercado Jean Talon en la Pequeña Italia. Anduvimos un rato viendo los puestos y comimos ahí. Era nuestro último día y todavía no había probado el mentado poutine. Lo venden en todos lados, pero según dicen el mejor lugar para probarlo es La Banquise en el barrio Mont Royal-Le Plateau. Llegamos al lugar y estaba atestado de gente. La verdad ni hambre tenía, pero no podía irme de Montréal sin haberlo probado. No me pareció cosa del otro mundo, pero estuvo bien. Mi mamá quería comprar más recuerditos así que nos dirigimos de vuelta al centro. Ya estaba cansado de caminar, así que pedí un Uber. Compramos los últimos recuerditos y ahora sí, al apartamento a empacar. Pero antes un helado. Ahora sí, otro Uber y de vuelta al apartamento.




El día de regreso. Dormimos unas pocas horas. Nos levantamos tempranísimo para bañarnos y que no nos agarraran las prisas. Pedí un Uber y nos fuimos. No nos tocó tráfico. Llegamos al aeropuerto y a registrarse. Una empleada de la aerolínea nos ayudó a registrarnos en el kiosko. Después tuvimos que hacer fila para pagar por el equipaje documentado. Por delante había una familia como de 7 personas y no sé qué problema había que se tardaban demasiado. Tocó nuestro turno, pagamos y dejamos el equipaje en la banda. Pasamos por el área de revisión y después por ¡inmigración de EE.UU.! La verdad me sorpendió toparme con esto en el aeropuerto en Canadá. Yo esperaba verlos en EE.UU. En fin. Pasamos sin mayor problema y regresamos a Houston.

Hay varias cosas que me llamaron la atención:

1.- En Montréal es mucha caminata. Aunque tomes el transporte público, tienes que caminar buenos tramos. Aunque no es mucho problema porque el clima está superagradable, por lo menos en el verano. Supongo que por eso mismo casi no se ve gente gorda en las calles. Eso sí, ves bastante gente caminando o en bicicleta. Por eso lleva calzado cómodo, no como yo que me llevé unos tenis superincómodos y terminé con los pies todos ampollados.

2.- En la mayoría de los restaurantes no hay refill de bebidas. A menos que vayas a restaurantes de comida rápida, pero de ahí en fuera, modérate con las bebidas si no quieres pagar mucho.

3.- En casi todos lados te cobran una comisión por cambiar divisas. No solamente ganan con el tipo de cambio sino también con comisiones que te cobran por cada transacción.

4.- La mayoría de la gente habla inglés y francés. Fue un poco frustrante que la mayoría de la gente me contestara en inglés cuando les hablaba en francés. Sólo unas cuantas personas me contestaron en francés. A pesar de que me entendían, no sé por qué no me hablaban en francés. Me había preparado durante casi un año para poder comunicarme en francés y luego me salen con esto. 

5.- En todos los recibos veía por lo menos dos tipos de impuestos. Supongo que uno es local y otro federal o algo por el estilo. 

6.- Air Canada te cobra por todo: por documentar equipaje, por seleccionar asientos antes de que falten 24 horas para el despegue y hasta por el WiFi.

En resumen, fue una experiencia muy grata. Montréal es una ciudad hermosísima. Hay muchas cosas que ver y hacer. El transporte público es rápido y eficiente y te lleva prácticamente a cualquier parte de la ciudad. Como último recurso puedes usar Uber, lo cual es una maravilla. La oferta gastronómica es muy amplia ya que es una ciudad multicultural. Hay mucho indio, árabe y chino. Me topé con muchos españoles, pero según me contaron son turistas y no inmigrantes.

Espero regresar algún día y esta vez con más tiempo. Me faltaron muchas cosas por ver. Por lo pronto, tengo que empezar a ahorrar. Au revoir!


domingo, 6 de agosto de 2017

Los insultos suenan mejor en español

Hace 3 meses que fui al doctor porque no me sentía bien. Detesto ir al doctor, sobre todo en EE.UU.. Puede representar una verdadera odisea. En fin, les comentaba que fui al doctor, pero no fui con el de cabecera. Era domingo y aquí los doctores solamente trabajan de lunes a viernes; uno que otro trabaja algunas horas en sábado. No era un caso de vida o muerte, por eso no fui a emergencias de un hospital. Pero sí era muy molesto y necesitaba consultar. Ir a Monterrey estaba totalmente descartado. Por lo tanto, me puse a investigar en el sitio web de mi aseguradora en dónde podía consultar. Resulta que en este país hay unos lugares denominados urgent care centers, en los cuales brindan atención médica en casos que no soy muy graves. Así que especifiqué en los criterios de búsqueda de la página web de mi aseguradora que solamente se me mostrara este tipo de establecimientos y sobre todo, que aceptaran mi seguro médico. Encontré unos cuantos, pero todos a excepción de uno estaban cerrados. Lo corroboré llamando a cada uno de ellos. El único que estaba abierto se encontraba a 40 km de mi casa. Qué remedio. No tenía que hacer cita ni nada, así que me fui porque ya no aguantaba. Llegué a la dirección y ¡oh, sorpresa! No era ninguna clínica ni nada que se le pareciera. Era un mugroso cuarto de 3 x 3 dentro de una farmacia. No le di importancia, porque realmente estaba más preocupado porque me atendieran. Me registré en el kiosko y esperé mi turno. Había solamente una persona por delante. Llega mi turno y me pasan. La doctora me hizo mil preguntas, puso la información en la computadora, me hizo un examen rápido y dijo que era todo. Me quedé un poco confundido porque se supone que mi copago era de USD 30, pero ella me dijo que el sistema no le marcara que yo debiera hacer algún pago. Dijo que la factura llegaría a mi casa a los pocos días. Nunca me imaginé lo que sucedería después. Efectivamente la factura llegó a mi casa y me estaban cobrando el 100%. Fue aquí donde comenzó un viacrucis que duraría 2 meses.




De entrada, mi aseguradora se negó a pagar argumentando que necesitaba haber sido referido por mi médico de cabecera. Se supone que tu médico te refiere con alguien más cuando se trata de un especialista, pero éste no fue el caso. Pero según ellos, cualquier médico que me atienda y que no sea el de cabecera es considerado un especialista. Con la compañía proveedora de servicios médicos no logré nada. Tenía que arreglar esto con mi aseguradora. Les llamé por teléfono, expliqué mi situación y me dijeron lo mismo que ya sabía: que se negaron a pagar porque no había sido referido. Me dijeron que podía apelar la decisión y obviamente les dije que sí. Me dijeron que en los próximos días me llegaría un formulario que tendría que llenar y enviarlo de vuelta. Pasaron los días, me llegó el mentado formulario y se los envié de vuelta. Días después me llega una carta diciendo que iban a estudiar mi caso y que debería tener una respuesta dentro de 30 días. Ya casi se cumplía el plazo cuando recibo otra carta diciendo que habían denegado mi apelación. Vuelvo a llamarles, me atiende otra persona y tengo que explicar todo de nuevo. Al final, me dice que puedo poner una queja para que vuelvan a revisar mi caso. Accedí. Días después me llega otra carta donde dice que recibieron mi solicitud y que dentro de 30 días me tendrían una respuesta. Exactamente 30 días después recibo otra carta en la cual me dicen que definitivamente ellos no van a pagar. La última instancia a la que podía acudir era a la Comisión de Seguros de Texas. Pero eso implicaría más papelería, más llamadas y todo lo demás. Sabía que era inútil llamar a mi aseguradora porque ya me habían dado una resolución final e inapelable, pero lo hice de todos modos. Me contestó una cubana y por enésima vez tuve que explicar mi situación. Me puso más de una vez en espera porque según tenía que revisar unas cosas. Yo ya sabía lo que me iba a decir, pero quería ver su nivel de cinismo. Me dijo lo mismo, que no iban a pagar porque no tenía la recomendación de mi médico de cabecera, pero también me dijo otras cosas que nadie me había dicho. Me dijo que ellos no tienen contrato vigente con la compañía que me proveyó los servicios médicos. Que sí aparece en su sistema, pero no hay contrato. Y entonces le reclamo que cómo es posible que los tengan en su sitio web si no tienen contrato con ellos. Están malinformando a la gente. La verdad no recuerdo lo que me dijo porque yo estaba empezando a encolerizarme. Y todavía se atrevió la fulana a insinuar que fue mi culpa porque debí haberles llamado antes para corroborar la información. ¡Si ellos solamente trabajan de lunes a viernes! Se lo dije con todas sus letras. Me enojé aún más porque no me dejaba hablar. Nunca he trabajado en servicio al cliente, pero es obvio que son estrategias que emplean los agentes para darte largas y desanimarte. Fue en ese momento que exploté (que conste que me había propuesto mantener la calma antes de llamar). Le dije a la agente hasta de lo que se iba a morir (para los que no conocen esta expresión, no es una amenaza sino una serie de insultos) y la muy descarada se atrevió a decirme que cancelara mi servicio si no estaba a gusto. Todavía me da coraje nada más de acordarme. De lo rescatable fue que como nuestra conversación fue en español, me pude desahogar sin ningún problema. No me faltaron las palabras. No es mi estilo insultar a las demás personas, denigrarlas ni mucho menos...a menos que me saquen de mis casillas, claro está. Ya estaba cansado de tantas cartas, de tantas llamadas, de tantas mentiras. Porque si para algo son buenos los agentes de servicio al cliente es para darte largas. Me desgasté escribiéndoles y llamándoles tantas veces que perdí la cuenta, para que al final no sirviera de nada. Ni siquiera con evidencias accedieron a mi solicitud. Les envié capturas de pantalla en donde se comprobaba todo lo que yo les decía, pero todo fue inútil. Yo tenía que pagar.




Ya que no pude resolver nada con mi aseguradora, solamente me quedaban 2 opciones: iniciar una queja con la Comisión o pagar. La verdad lo único que quería era que ya terminara todo. Porque eso sí, en todo ese tiempo que mi aseguradora me tuvo esperando, la "clínica" me seguía cobrando. Ya estaba harto. No sé cuánto tiempo debe pasar antes de que vendan la deuda a un despacho de cobranza, pero no quise arriesgarme. Pagué el 100% de algo que no me correspondía. Lamentablemente uno es el único perjudicado si no paga. Te boletinan y tu crédito se ve seriamente afectado. A ellos no les importa que estés esperando una resolución de tu aseguradora ni nada. No dejan de molestar hasta que les pagues. Por eso odio a los cobradores así como odio a las aseguradoras y a los doctores. Todos ellos conforman una mafia que lo único que hace es robarle su dinero a la gente. Lo hacen porque la ley se los permite. Injusticias de la vida. 

Hubiera querido escribir antes sobre esto, pero he estado muy ocupado. Pero no quería dejar pasar la oportunidad para desahogarme de nuevo. Y a ustedes, ¿les ha pasado algo similar? ¡Cuéntenme! Au revoir!