A lo largo de la historia, las personas se han enfrentado a crisis financieras, políticas, humanitarias y de tantos más tipos, que uno pensaría que es normal y que tarde o temprano uno se acostumbra. Lamentablemente, no sucede así. Obviamente, hay crisis más fuertes que otras, pero en mi opinión, una de las peores (si no es que la peor) es la crisis relacionada con la edad. ¿Por qué? Simplemente porque te atañe directamente y te afecta de manera personal a diferencia de las demás crisis.
Conforme uno va envejeciendo, cambian las prioridades, los gustos, las ideas. Lo que me gustaba o hacía feliz hace 10 años ha perdido el atractivo para mí. Ya no me satisface, ya no me llena, ya no encaja conmigo. Por eso considero que es una estupidez que la sociedad espere que uno escoja una carrera a la edad de 18 años cuando uno todavía no ha madurado y ni siquiera sabe lo que quiere. Bueno, eso es tema aparte.
Llega un momento en la vida de toda persona una edad en la que empiezas a cuestionarte, a evaluar qué es lo que has hecho, tus logros, tus fracasos, tus metas, tus sueños. Es cuando comienza la condición que los psicólogos denominan como la crisis de mediana edad, que afecta a las personas principalmente alrededor de los 40 años. Este período de transición, de cambios, no afecta a todas las personas por igual. A algunas personas les da por volver a hacer cosas que hacían cuando eran más jóvenes o hacer cosas que quisieron hacer y nunca hicieron. Se vuelven excéntricos, se visten como jóvenes o incluso sostienen una relación amorosa con alguien mucho menor que ellos.
No soy experto en el tema y esta publicación no es un artículo de estudio ni mucho menos. Pero me pregunto, ¿dónde nos dejan a las personas que no estamos en ese rango de edad? ¿Acaso nosotros no podemos ser víctimas de esa crisis? ¿Somos invulnerables o no se nos permite? Quisiera que alguien me lo explicara.
En mi caso, siento que estoy padeciendo una desde hace algún tiempo. Todavía me falta para los 40, pero siento que necesito un cambio, o más bien, muchos cambios en mi vida. Desde el lugar donde vivo, mi trabajo, mi situación sentimental...No me he casado, no tengo hijos, tengo un trabajo que no me satisface, no he podido viajar tanto como quisiera ni he podido hacer tantas cosas por motivos que no viene al caso discutir aquí. Es horrible. Te sientes atrapado en un laberinto y la salida parece esconderse cada vez que te acercas a ella. Sientes que todo se esfuma a tu alrededor, que nada es real, que estás rodeado de fantasmas, que eres víctima de una cruel broma del destino, que eres una marioneta sin voluntad, que no eres más que un peón en un juego de ajedrez. Luchas pero Sansón es más fuerte que tú. Tratas de nadar contra la corriente pero solamente das patadas de ahogado. La vida se te va, cada día te haces más viejo, se acerca el día en que la Muerte tocará a tu puerta para llevarte al otro mundo y no puedes hacer nada, te sientes atado de pies y manos.
Recuerdo que cuando era niño me daba miedo la muerte. Les decía a mis papás que no quería que murieran, lloraba sólo de pensarlo, me aterraba la idea. Cuando fui creciendo, ese miedo pareció disiparse, pero no fue así. Solamente se escondió por ahí para regresar en el futuro. Ahora está más presente que nunca. Veo como envejecen las personas que quiero y temo perderlas algún día. No quiero pensar en que algún día ya no van a estar conmigo, ya no voy a ver sus rostros, ni escuchar sus voces.
Debo confesar que le temo al futuro. El futuro es incierto, traicionero. Por más planes que hagas, por más estrategias que desarrolles, el futuro no está en tus manos, tú no tienes el control. A lo mejor pensabas en casarte a cierta edad y tener hijos, pero la realidad fue diferente. O tal vez esperabas tener un puesto importante o ser un profesionista de renombre a cierta edad, pero tampoco sucedió así. No necesariamente porque no te hayas empeñado. A veces la vida es así. Nadie dijo que era justa.
A veces siento que no puedo ni conmigo mismo y por eso pienso que menos voy a poder lidiar con la responsabilidad de una familia. No quiero casarme ni tener hijos solamente por temor a la soledad o por tener cierta edad, me parece patético. Si lo hago, es porque me nace, porque estoy seguro de que es lo que quiero. Siento que si lo hago, no va a haber marcha atrás. No quiero ser un número más en las estadísticas de divorcios u hogares disfuncionales.
Lo mismo sucede con mi trabajo. Todo es tan diferente de como lo imaginaba antes de entrar a la universidad. Cuando eres muy joven, ves todo muy fácil. No piensas en los obstáculos que se te pueden presentar ni en la realidad que es lo que verdaderamente debería importarnos. Te dejas llevar por impulsos, sólo para arrepentirte después. No digo que haya estudiado lo que estudié por impulso, pero si me preguntan si me arrepiento de haber escogido mi carrera, muy probablemente les diría que sí. No sé en que estaba pensando. Creí que habría más oportunidades, que era la mejor decisión, pero me di cuenta de que no era así. Comencé a sentirme así cuando iba a mitad de la carrera, pero sentía que era demasiado tarde para comenzar otra carrera. Así que decidí continuar hasta el final. Los que me conocen saben que no me gusta dejar nada a medias.
Creo que en gran parte todo se debe a mi personalidad. Siempre he sido muy aprehensivo, muy analítico, muy conservador. Tal vez eso fue lo que me orilló a hacer ciertas cosas o a no hacerlas, a desarrollar ciertas inseguridades. He intentado cambiar, pero creo que hay cosas que simplemente no se pueden cambiar. Y no ayuda mucho el compararte con los demás.
No quiero que llegue el día en que esté muriendo y recordando mi vida con tristeza. No quiero darme cuenta de que mi paso por este mundo fue inútil. Quiero recordar el pasado con nostalgia, con un poco de melancolía por lo que fue, no por lo que no fue y pudo haber sido. Mientras tanto, sigo en este viaje de autodescubrimiento, aprendiendo, cometiendo errores, riendo, llorando, soñando. La vida es muy corta y hay muchos libros por leer, platillos que degustar, lugares y personas que conocer, cosas nuevas que aprender, experiencias por disfrutar. No hay mal que dure cien años, ni mucho menos quien lo aguante.
Supongo que no a todos nos pega la edad por igual. Todos atravesamos por diferentes situaciones. No todos tenemos la misma fuerza, el mismo carácter, el mismo ímpetu. Admiro a quienes afrontan la vida con valor, con destreza, con inteligencia. Debo aprenderles más. Habrá quienes digan que todo esto es mental, que no existe, que uno se ahoga en un vaso de agua, en fin. Pero no hay nada más alejado de la realidad. Cada quien fue asignado a cargar una cruz desde antes de nacer y solamente él sabe cuánto pesa su carga.
Si se sintieron identificados, me alegro porque eso significa que no soy el único. Si no se identificaron, qué bueno por ustedes, los envidio y espero que sigan así. Estas crisis son de lo peor que te puede pasar. Te afecta en todas las áreas de tu vida tanto física, como mental y espiritualmente. Algunas personas se refugian bajo la religión, la ciencia o a cualquier cosa que los ayude a mantenerse a flote y es válido. Aunque creo que hay cosas que uno debe afrontar por si mismo y ésta es una de ellas.
Bueno, amigos, me despido por hoy. Au revoir!