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domingo, 2 de octubre de 2016

Lacras de la sociedad

Asesinos, secuestradores, violadores, ladrones...Escoria de la sociedad, lo más vil, lo más bajo, lo más despreciable. Malnacidos, desgraciados, infelices, bastardos. Todos tienen un denominador en común. Todos hemos sido víctimas de ellos o conocemos a alguien que lo fue. Nadie está exento de sufrir por estos rufianes, haraganes, buenos para nada. Se las ingenian para hacer sus fechorías. Aprovechan la tecnología y cuanto recurso tienen a la mano para intimidar, estafar, robar y hacer lo que se les viene en gana. No tienen reparo en pisotear a los demás, en "llevárselos entre las patas" como decimos en México. Son personas mezquinas, desalmadas, egoístas, miserables, sin escrúpulos. Carecen de toda ética, moral y principios. Su ambición no tiene límites. Nunca están satisfechos, siempre quieren más...a costa de los demás claro está. Su maldad es gratuita. No necesitan de un motivo para hacer las cosas que hacen. Lo hacen porque les divierte, porque les satisface, porque les alimenta su ego, porque se rigen por principios maquiavélicos. "El fin justifica los medios" es su mantra.

En mi caso, he sido víctima de un vulgar ladrón. Bueno, de dos. La primera ocasión fui asaltado a punta de pistola hace algunos años al salir de mi trabajo. Me quitaron mi celular, mi iPod y un reloj que me había costado mucho esfuerzo comprar. ¿Y todo para qué? Para que viniera un tipejo y me los robara para malbaratarlos y comprar droga o satisfacer algún otro vicio vulgar de los que tiene esa gentuza. Al fin y al cabo, lo que obtuviera por su venta era ganancia para él ya que no le había costado nada.
La segunda ocasión fue esta semana. No fui asaltado con violencia como la primera vez. Ahora fui estafado en línea. Hubiera preferido que me apuntaran con un arma. Me siento tan estúpido por haber caído en esa maldita trampa. Les cuento: tenía un celular que ya no usaba y decidí venderlo. Estuve buscando en Internet para darme una idea del precio que debía asignarle. Considerando que es una marca conocida (Samsung) y que estaba en buenas condiciones, le puse precio. En EE.UU. existe un sitio llamado Craigslist, que no es más que una sección de anuncios clasificados en Internet. Es el sitio web más usado para compra y venta de artículos usados. Así que publiqué mi anuncio con una descripción detallada y las fotos correspondientes. Ya desde un principio uno sabe que te van a regatear, por lo cual siempre le debes exagerar un poco en el precio. Pero esta gente se quería pasar de lista. Yo estaba dispuesto a bajarme hasta un 20%, pero querían que les vendiera a la mitad. ¡Háganme el favor! De ninguna manera acepté. Luego me contactó un tipo que me dijo que estaba interesado en comprar, pero que vivía en otro estado. Me dijo que podíamos realizar la transacción por medio de PayPal. En mi anuncio fui muy claro que solamente iba a aceptar efectivo, pero al no recibir ninguna oferta que me convenciera, pues consideré la alternativa de aceptar este método de pago. Ya tengo tiempo de utilizar esta plataforma de pagos, pero solamente la había utilizado para enviar pagos a personas de las que compraba en eBay o Amazon. Nunca lo había usado para recibir un pago. De todas formas investigué un poco y me pareció que la cosa era segura. Todo esto sucedió el domingo pasado. Acordamos que el lunes a primera hora me iba a hacer la trasferencia y que ese mismo día yo le iba a hacer el envío. Ah, y tenía que enviarle una foto del comprobante de envío. Total, el lunes me llega un correo electrónico que decía que este malparido me había hecho una transferencia y que ahora yo debía enviar el paquete y enviar una foto del comprobante de envío. El formato del correo se parece mucho al que usa PayPal, pero no me percaté de que el dominio del correo no era @paypal.com. Gran error. Así que más tarde ese día hice el envío y les envié también foto del comprobante. Inmediatamente me llegó un correo que decía que los fondos iban a estar disponibles dentro de dos días hábiles. Y así quedó. Pasaron los dos días y nada que recibí los fondos. Decidí comunicarme al centro de atención a clientes y les proporcioné todos los datos de los que disponía y me dijeron que había sido estafado. Que ellos no tenían a ninguna persona registrada con el nombre que les di ni tampoco tenían ninguna cuenta registrada con ese correo electrónico. ¡Era la segunda vez que me robaban!




Nos dicen hasta el cansancio que denunciemos todos los robos, aunque ya sabemos de antemano que difícilmente recuperaremos lo que nos robaron. Eso sin contar el suplicio que representa todo el proceso de denuncia. De inicio, tuve que levantar un reporte con el departamento de fraude de PayPal. Tuve que reenviarles todos los correos que recibí de ese tipejo. Me dieron un sitio web de gobierno donde también tenía que ingresar todos los datos. Finalmente, tenía que ir al departamento local de policía a hacer una denuncia. Como estaba trabajando, fui a hacer la denuncia al salir del trabajo. Al llegar le expliqué a la policía la situación, sólo para que me dijeran que ahí no era. Me dio un teléfono, llamé, expliqué mi caso por enésima vez y me dijeron que iban a enviar un policía a mi domicilio para tomar mi declaración. Posteriormente me visita un oficial y toma mi declaración. Pero me dijo que necesitaba evidencia visual, por lo cual me dijo que fuera al día siguiente a la corte para terminar la denuncia.
Fui al día siguiente antes de ir a trabajar. Ese lugar parecía un mercado. Lleno de gente y ruido. Como no sabía a donde dirigirme, le pregunté a un oficial que estaba en la sala. Estaba jugando Pokémon Go. No me supo decir. Fui a otra oficina donde me dirigieron a otro lugar. Me dijeron que esperara en la sala a que me llamaran. Finalmente me llamaron y expliqué mi situación una vez más. El oficial ni siquiera sabía qué era PayPal. 

No me hago esperanzas de recuperar mi celular. Lo doy por perdido. Y sé que tal vez no tiene caso, pero le escribí al estafador para exigirle que me regresara mi celular y recordarle que tarde o temprano recibirá su castigo. Obviamente ya no me contestó. Está de más expresarles mi impotencia e indignación por lo ocurrido. Siento vergüenza por haber sido tan crédulo, pero independientemente de eso, me da rabia que exista gente que se dedique a estafar. Espero que todos esos malditos sean descubiertos y que paguen por todos sus robos. Que lloren lágrimas de sangre, que no tengan paz ni un minuto de sus miserables vidas, que vivan con miedo y remordimientos, que su conciencia no los deje vivir tranquilos, que la sociedad les dé la espalda, que sean despreciados por la gente que los rodea incluyendo a su familia, que caigan en manos de alguien más vil que ellos, que sean víctimas de sus propias maquinaciones. Todo esto y más les deseo a estos infelices. Y si llegan a arrepentirse, que sufran de todas maneras porque todas sus maldades no pueden quedar sin castigo.

Les parecerá una diatriba de mi parte y tal vez lo sea, pero necesitaba desahogarme. Sigo furioso por ello. No sé si el Gran Hermano retirará esta publicación, pero al menos ya cumplí mi cometido. ¡Hasta pronto!

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