Dicen que "de músicos, poetas y locos, todos tenemos un poco". No sé qué tan cierto sea lo de músicos y poetas dormidos en nuestro interior, pero locos sí, todos lo somos en mayor o menor medida. Aunque francamente, algunas personas exageran. En este rubro tenemos a actores, cantantes, deportistas, conductores de televisión, locutores, políticos (éstos ocupan un sitio privilegiado), maestros y demás personas famosas y no famosas. Y después tenemos a los expertos en salud, específicamente a los nutriólogos y entrenadores de acondicionamiento físico (instructores personales o como deseen llamarles).
¿Por qué hago hincapié en estos últimos dos? Porque gracias a ellos he visto mi vida convertirse en un infierno. En la búsqueda incansable por bajar de peso y ponerse en forma, inevitablemente caerás en las garras de estos tipos. Viven en una burbuja, inmersos en su propio mundo, ajenos a la realidad. Crean programas de alimentación y/o ejercicios difíciles de seguir para la persona promedio. Ya sea por la dificultad intrínseca del programa, por cuestiones económicas o por las dos, muchas personas abandonan el camino.
En mi caso, retomé los "hábitos saludables" hace unos cuantos meses. A estas alturas ya debería estar en mi peso meta, pero como todo ser humano, me harté y volví a las andadas. Me da coraje conmigo mismo, pero qué le puedo hacer. Así que otra vez antes de comer tengo que medir porciones, pesar alimentos, en fin, ya conocen el protocolo. Y en cuanto al ejercicio, pues estoy yendo todos los días al gimnasio muy a mi pesar. Aunque dicen que la alimentación es la responsable del 80% del éxito de nuestra meta de perder peso, no podemos dejar de lado al ejercicio. Tristemente me doy cuenta de que cada vez es más difícil perder peso. Mi metabolismo ya no es el mismo de cuando tenía 15 años. Por más que cuido mi alimentación y me mato en el gimnasio, simple y sencillamente mi cuerpo se resiste a ceder. Pero ésa es otra historia.
Retomando el tema de los nutriólogos, en serio no sé qué se fuman para crear sus planes de alimentación. Hasta parece que te quieren torturar. Debes ser masoquista para disfrutarlo, no encuentro otra explicación. Y ésos que te dicen que puedes comer lo que quieras, que no te vas a privar de nada te están mintiendo o diciendo la verdad a medias. Para bajar de peso te debes sacrificar, debes sufrir. Debes decirle adiós a las cosas más deliciosas que existen y resignarte a comer ensaladas (sin aderezo por supuesto), frutas, verduras, carnes magras y carbohidratos selectos. Si quieres darte un "lujito", te puedes comer tres cucharadas de pastel por ejemplo. Honestamente, prefiero que me mienten la madre y no me ofendería tanto.
Te diseñan unos menús muy complicados, algunos con cosas que ni conoces y que están muy caras o a lo mejor son cosas que puedes conseguir en el mercado pero el plan en sí es muy difícil de seguir, no es sostenible. Ya me sé de memoria ese "choro" de que lo que uno debe hacer es cambiar sus hábitos alimenticios, pero esto no funciona para mí. Por esa razón, no entiendo por qué demonios vemos por todos lados fotos de personas comiendo ensalada y riendo. ¿Les están contando un chiste o qué?
¡Ah, mi favorita! Debes comer cada 3 horas. ¿Es en serio? ¿Qué creen que no tengo más quehacer? No puedo estar cargando con decenas de vasijas con snacks al trabajo y mucho menos puedo estar comiendo a cada rato. Eso estaría bien para una persona que tiene todo el tiempo del mundo, pero no para uno. Estos nutriólogos creen que uno nada más está sentado esperando la hora de comer. Ah, eso sin contar el tiempo que necesitas para medir, pesar, hacer porciones y cocinar. ¡Insufrible!
Y la cosa está igual o peor con los entrenadores de acondicionamiento físico. Algunos se exceden con sus planes de ejercicio. Dicen que sus rutinas son para principiantes o personas de cualquier nivel físico, pero yo la verdad no sé qué se imaginan al momento de diseñarlas. Por ejemplo, hace poco cambié de rutina en el gimnasio. Encontré un sitio en Internet con muchas rutinas y es el que sigo desde hace algún tiempo. Bueno, pues esta nueva rutina se supone que es para cualquier persona, cualquiera puede realizarla según la entrenadora. De entrada tienes que ir 6 días al gimnasio (a duras penas iba de lunes a viernes y ahora quiere que vaya el sábado) y te pone ejercicios no muy sencillos como lagartijas y tracciones en barra fija. Está claro que esta entrenadora no sabe que hay distintos niveles de condición física. Ellos están tan acostumbrados y lo hacen ver tan fácil, pero no lo es. Me llevo 2 horas en el gimnasio para hacer la rutina y al terminar me siento cansadísimo, sin ganas de ir a trabajar (siempre voy al gimnasio en la mañana porque en la tarde lo único que quiero hacer es irme a mi casa saliendo de la oficina). Por la misma razón me enerva que los entrenadores salgan en todas las fotos y videos sonriendo, como si estuvieran jugando o burlándose de uno mientras te sientes morir.
Los entrenadores, al igual que los nutriólogos, viven en la irrealidad. Te dicen que desayunes dentro de 1 hora al despertar, que consumas proteína antes y después de ejercitarte, que bebas agua helada, que descanses 30 míseros segundos entre sets, que te ejercites a la hora de la comida...esta última me hace reír. ¿Creen que mi oficina está al lado del gimnasio? ¿Cuánto tiempo creen que me dan para comer? ¿3 horas? Porque en 1 hora me es imposible desplazarme hasta el gimnasio, ejercitarme, bañarme, comer y regresar a la oficina.
Me sé de sobra los argumentos que utilizan para tratar de convencerte de ejercitarte. Te dicen que te vas a sentir mejor, que tu sueño mejorará, te sentirás con más energía, serás más potente en la cama y no sé qué tantas cosas más. Supongo que soy la excepción a la regla. También sé que algunos dicen que no es necesario matarte todos los días por horas en el gimnasio, que con 10 o 20 minutos de actividad física que realices al día es suficiente. Pero si con 1 o 2 horas estoy viendo resultados lentos, dudo mucho que 10 minutos diarios me ayuden a cumplir mi meta.
Dicen que a todo te acostumbras y que nunca digas nunca, pero yo ni me acostumbro ni acepto a no decir nunca. No me acostumbro a comer diariamente cosas que no me gustan ni a ir a un lugar que odio a hacer una rutina que odio de igual manera. No me acostumbro y creo que nunca me acostumbraré.
¿Y ustedes qué opinan, amigos? Au revoir!