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domingo, 24 de enero de 2016

El porqué odio ir al gimnasio

¡Qué tal, amigos! Bienvenidos a este espacio. ¡No puedo creer que ya se terminó mi fin de semana! Un cuento de nunca acabar. Pero ésa es otra historia...

Ya tengo dos semanas de ir al gimnasio. El año pasado fui muy pocas veces; el antepasado lo hice con regularidad. Para todos los que me conocen no es ningún secreto mi odio hacia el gimnasio. De por sí no me gusta el ejercicio, mucho menos me gusta tener que compartir el espacio con extraños a los que detesto.

Para empezar, siempre está el dilema de ir al gimnasio en la mañana o en la tarde. Si quiero hacerlo en la mañana antes de ir a trabajar, tengo que levantarme a las 5:30 a.m. para poder hacer mi rutina, bañarme, desayunar e irme a la oficina. 





Por otro lado, si decido ir en la tarde, me encuentro con que el gimnasio está repleto. Literalmente, todas las máquinas están ocupadas. Eso, sin contar que salgo todo estresado del trabajo y lo menos que quiero es ir a un lugar que detesto con gente que detesto de igual manera. Yo no soy de esas personas a las que el ejercicio las desestresa y las relaja. El ejercicio me estresa más y me cansa más.





De mi casa al gimnasio hago entre 20-25 minutos. De la oficina al gimnasio hago como 15 y eso que está mucho más cerca, pero el tránsito está insufrible. En ambos casos, sumando el tiempo que me lleva trasladarme hacia y del gimnasio, requiero entre 40 minutos y 1 hora. Y como hecho adrede, el tiempo fuera de la oficina se pasa rapidísimo. Lo he repetido hasta el cansancio.




Llegas al gimnasio y no hay donde estacionarse. Me ha sucedido más de una vez, la última fue el viernes pasado. Das mil vueltas al estacionamiento buscando un lugar. Y nunca falta el estúpido que se estaciona mal y abarca más de un cajón. Así que tienes que estacionarte superlejos, arriesgándote a que te den un cristalazo como me pasó una vez... 




Ya superado lo anterior, ahora tienes que lidiar con la gente con la cual compartes el espacio al hacer ejercicio. Me ha tocado tratar con personas que no tienen nada de educación. Se creen dueños del gimnasio y se apropian de todos los aparatos sin importarles que hay gente que está esperando utilizarlos. Hacen una serie, se sientan durante un rato o se contemplan en el espejo, hacen otra serie y así sucesivamente. Cuando veo que la máquina que necesito no está disponible, voy a otra y así voy alternando hasta que se desocupe la máquina que yo necesito. Pero aún así, a veces ya he recorrido el gimnasio entero y nunca se desocupó la máquina que necesito. Francamente insoportable. ¡Ah! Casi lo olvidaba...también me ha pasado que una máquina está desocupada y la voy a utilizar, cuando de la nada sale un tipo o tipa que dice que está utilizando el aparato. Tampoco faltan los tipos que acaparan dos aparatos a la vez o que hacen ejercicio en grupo y nunca te dejan utilizar los aparatos. Y tampoco entiendo por qué no pueden poner las malditas cosas en el lugar que les corresponde.




Si quieres cancelar la membresía, es toda una odisea. Muchos gimnasios te exigen que te inscribas en pagos automáticos con tarjeta de crédito o cuenta bancaria. Te pintan todo muy bonito cuando te inscribes. Lo que no te dicen es que una vez que cancelas tu membresía es posible que te sigan cobrando, lo cual te obliga a tener que cancelar tu tarjeta/cuenta y tener que abrir una nueva. Incluso se han hecho parodias de esto en series televisivas como Friends.
Y el proceso de cancelación puede llegar a ser insufrible. Es probable que no puedas cancelar la membresía en la sucursal a la que vas, sino que tengas que escribir un correo electrónico o llamar a atención al cliente para solicitar la cancelación. Y muy probablemente tendrás que hacerlo más de una vez. Todo perfectamente orquestado por mentes diabólicas.



Actualmente estoy pagando mensualmente unos 30 dólares aproximadamente. A pesar de que el año pasado casi no fui, tuve que estar pagando porque cancelar la membresía y volver a abrirla después si te arrepientes es una misión casi imposible. Me hicieron una rebaja por ser "cliente distinguido" ya que originalmente pagaba 36 dólares al mes. Haciendo cuentas, al año vengo pagando unos 350 dólares que podría haber aprovechado en otra cosa. En fin...

Resumiendo, entre otras cosas, odio al gimnasio por las siguientes razones:
  • Sacrificar mis horas de sueño al tener que levantarme más temprano de lo normal o dormir más tarde por hacer ejercicio.
  • Los tiempos de desplazamiento.
  • No encontrar lugar para estacionarse.
  • La gente sin modales (sin generalizar, pero lamentablemente diría que sí aplica a la mayoría).
  • Las dificultades para cancelar la membresía. 
 Reconozco que el gimnasio no es para todos. Es un estilo de vida que requiere disciplina y dedicación. Es algo que debe hacerse por amor, por pasión, por convicción.

Ustedes se preguntarán para qué voy. La respuesta es muy sencilla. No tengo espacio en mi casa ni cuento con el equipo necesario. Créanme que no voy al gimnasio por gusto. Si por mí fuera, no iría ni aunque estuviera drogado. Ese lugar es para mí el mismísimo Averno.

Con esta publicación no pretendo disuadirte si eres una "rata de gimnasio". Qué bueno que te guste ir al gimnasio y hacer ejercicio. Te envidio hasta cierto punto. Pero no comparto esos valores. Respeto tu disciplina y dedicación, pero no compro ese estilo de vida.

Estoy seguro de que más de uno se sentirá identificado. Comenten. Au revoir!



domingo, 10 de enero de 2016

La nostalgia al vivir lejos de tu tierra

Año nuevo, ¿vida nueva? No lo sé, esperemos que así sea. Por lo pronto ya han transcurrido 10 días y yo ni en cuenta...

¿Y a ustedes cómo les ha ido en estos días? Ya es tiempo de resarcir el daño y remediar tantos excesos cometidos en estas fechas. Mañana iré al gym, lo prometo, pero ésa es otra historia...

Me encanta diciembre: Navidad, Año Nuevo...se siente un ambiente festivo, alegre. Música, comida, regalos, luces, descanso. Para muchos de nosotros significa unos cuantos días libres. Y en el caso de los que vivimos en EE.UU. aprovechamos para visitar nuestra tierra. La nostalgia está al por mayor y nos rendimos ante ella irremediablemente. Añoramos esta temporada para regresar a nuestros lugares de origen, ver a amigos y familiares a los cuales tenemos mucho tiempo de no ver, en fin...




La semana pasada tuve la oportunidad de ir a mi tierra (Monterrey, ¡ajúa, 'iñor!) después de vivir con la incertidumbre de no saber si iba a poder ir o no ya que como hecho adrede he tenido muchísimo trabajo a últimas fechas. Afortunadamente, sí pude ir y créanme cuando digo que el tiempo no es suficiente. Son tantas las cosas que uno quiere hacer. Comer cosas que extrañas (tacos, tacos, tacos), ver a tus amigos, salir a ciertos lugares, por nombrar algunas cosas. Y es que es inevitable comparar el lugar donde vives con tu lugar de origen. La comida sabe diferente, la gente se comporta de manera diferente, el aire se respira diferente...Los que viven lejos de su lugar de origen compartirán mi sentir.




Aunque no pude estar el tiempo que quería, lo aproveché al máximo. Comí las cosas que me gustan y que no encuentro en EE.UU., vi a personas muy queridas a las cuales ya no veo tan frecuentemente como antes, caminé y caminé (lo cual aprecias muchísimo considerando que uno vive en una ciudad donde te la vives en el auto)...Me reuní con mi familia para celebrar el fin de año y cantamos, bailamos, brindamos, cenamos riquísimo, platicamos, nos desvelamos. Al día siguiente nos levantamos tarde, comimos el típico recalentado, vimos películas. Me divertí como pocas veces. Pero como nada es eterno, llegó la hora de regresar a la realidad. Todo lo que empieza, tarde o temprano debe terminar.




A pesar de que no vivo del otro lado del mundo, lo cierto es que tampoco estoy a la vuelta de la esquina de mi tierra. No puedo ir tan seguido como quisiera. En ocasiones he ido en fines de semana, pero es muy fatigante viajar por carretera y hacerlo por avión puede ser costoso. Y como lo he comentado en innumerables ocasiones, el tiempo no rinde. No vale la pena llegar un sábado por la mañana, para tener que regresarme al día siguiente, viajar de noche y trabajar el lunes. Lo hecho y es sumamente agotador. Simplemente siento que ya no puedo hacerlo. Los años no pasan en balde.

Ustedes dirán que yo tengo el remedio, que me regrese y ya. Pero no es tan sencillo.  Por razones que solamente a mí me competen, tuve que emigrar hace unos años. No fue una decisión fácil. Lo pensé mucho, consideré las ventajas y desventajas y heme aquí. Tuve que dejar mi casa, mi familia, mis amigos, mi tierra...No pretendo hacerme la víctima ni mucho menos porque sé que no soy el único, pero quiero que puedan comprender por lo que estamos pasando. La nostalgia nos invade de vez en cuando, unas veces con más intensidad que otras. Y aunque existen Facebook, Twitter, WhatsApp y demás redes sociales y formas de comunicación para seguir en contacto con nuestros seres queridos y saber lo que pasa en nuestra ciudad, no es lo mismo.

Extraño caminar por la calle, ir a la tiendita de la esquina a comprar un refresco o las tortillas, tomar el camión (transporte público), comer tacos en un puesto callejero, convivir con mis paisanos, hablar en mi idioma, comportarme como estoy acostumbrado...Es verdad que algunas de estas cosas las llegué a odiar, pero ahora las extraño. Mi ciudad no será la mejor, hay muchas áreas de oportunidad, pero es lo verdaderamente mío, donde está mi gente, donde pertenezco, de donde tal vez nunca debí haber salido. Por más tiempo que pasa, no me acostumbro al estilo de vida gringo, pero sé que sobreviviré. No descarto regresar en un futuro a la tierra que me vio nacer.



Me vienen a la mente unas líneas de una de mis películas favoritas, Lo que el viento se llevó:

"- ¿Me estás diciendo, Scarlett que la tierra no significa nada para ti? Por la tierra trabajamos luchamos y morimos. ¡Es lo único que perdura!
- Hablas como un irlandés.
- Estoy orgulloso de ser irlandés. No olvides que eres medio irlandesa. Para quien tiene sangre irlandesa la tierra es como una madre. Pero tú eres sólo una niña. Algún día amarás la tierra. Un irlandés no puede evitarlo.".

Aunque no soy irlandés, sino mexicano, creo que la idea está clara. Vivimos con una nostalgia constante. Pero no olvido quien soy ni de donde vengo y espero poder inculcarle lo mismo a mis hijos (si es que los tengo, que tampoco lo descarto).

Mientras tanto...