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domingo, 11 de marzo de 2018

Nadie es profeta en su propia tierra

La semana pasada fue la entrega de los Premios Óscar. No pude ver la ceremonia completa porque ese fin de semana salí de la ciudad con amigos y al regresar, la ceremonia ya estaba avanzada. De todos modos gracias al bendito Internet pude ver algunas repeticiones de escenas que mencionaba la gente en Twitter y Facebook. Algo que me llamó mucho la atención fue la presencia significativa de mexicanos en la gala, entre presentadores y galardonados. Pudimos ver, además de Salma Hayek, a Gael García Bernal (que me cae de la patada, pero eso es otro asunto), Eugenio Derbez, Natalia Lafourcade y Eiza González. Como ya es costumbre, esa noche abundaron los memes en las redes sociales haciendo burla de lo que pasó en la ceremonia, todo con el ingenioso sentido de humor mexicano. Especialmente se burlaron del atuendo de Eiza, al que catalogaron de mal gusto, corriente, entre otros apelativos. Hubo gente que lo tomó con humor, pero también abundaron las personas sin criterio que no se cansaron en criticar a los otros y argumentar que debemos apoyarlos porque son mexicanos. Cada vez que escucho un argumento así, no sé si llorar, reír o enojarme. Y es que este razonamiento tiene un gran sesgo. Pero no nos adelantemos. Quiero tocar otros puntos antes de atacar el razonamiento ya mencionado.




Primeramente, yo no soy experto en moda ni mucho menos, pero voy a dar mi opinión sobre el criticado vestido amarillo. Será muy Ralph Lauren y todo lo que quieran, pero el vestido estaba feo. Hasta los diseñadores de "alta costura" hacen cosas feas. Eso no los exenta. Y el problema con el vestido no era solamente que estuviera sencillo, sino que más bien parecía de edecán. Es obvio que lo que buscaba la incipiente actriz era llamar la atención y lo logró. Con un vestido amarillo chillante era imposible que pasara desapercibida. Este vestido le valió una infinidad de memes: que si parecía Minion, que si parecía empleada de DHL, que si parecía Piolín, entre otras cosas. Hubo personas que decían que ella era hermosa y que ignorara los comentarios malintencionados, pero el punto no es su belleza o falta de ella, sino su vestido. La actriz al final se expresó en su cuenta de Twitter y, palabras más, palabras menos, dijo que era un pena que no nos apoyáramos entre los mismos mexicanos. A mí en lo personal ella no se me hace tan bonita, aunque debo reconocer que sí tuvo un cambio notable gracias a la infinidad de cirugías que se realizó. Lo único que me queda claro es que no hay gente fea, sino gente pobre. Hay que invertirle a la imagen en su conjunto, no sólo al cuerpo sino también a lo que se ponen encima, sobre todo considerando el tipo de evento. 




Segundo, Eugenio Derbez. Cuando vivía en México y producía y actuaba en programas de Televisa, me caía bien el tipo, pero ahora que está de este lado del charco, nada más no termina de convencerme. Derbez es buen actor de comedia en televisión, no de cine. Pero eso es otro asunto. Regresando al tema, Derbez se esforzó en la ceremonia por caerle bien a los gringos, pero nada más no encajó. No ha entendido que su humor es muy diferente al que están acostumbrados los gringos. Ni siquiera el chiste de la falta de muros en Coco evitó que su participación fuera desangelada. Y el "¡Viva México!" no venía al caso. Si hubiera sido galardonado, le habría sido permitido, pero no como presentador. En este aspecto, deben ser imparciales. Lo mismo le sucede a Salma Hayek. Está bien que se emocionen porque un compatriota es reconocido, pero no les toca a ellos en su papel de presentadores emocionarse. Simple y sencillamente no aprenden.

Tercero, la olvidable participación de Gael. Por un lado, me da mucho gusto que la película Coco fuera galardonada, sobre todo porque se basa en una tradición mexicana. Pero Gael NO es cantante. La Academia quiso que fuera él quien participara porque es un rostro conocido en EE. UU., pero eso no elimina el hecho de que no canta ni un ápice. No basta la interpretación. Hasta pudiera haber llorado en el escenario, pero eso no compensa su falta de voz. Si hubieran escogido a Carlos Rivera, otro gallo nos habría cantado. La Lafourcade, quien nunca ha sido santo de mi devoción, salvó al "charolastra". Solamente por eso salió bien librado. Y como en el caso de Eiza, no faltaron los comentarios de: "Por eso estamos como estamos, porque no nos apoyamos", "¡Qúe lástima que nos echemos entre los mismos mexicanos!" y demás comentarios por el estilo. No nos podemos cegar. Al César lo que es del César. Gael será un actor muy reconocido, pero eso no quiere decir que sea cantante. La de Quiero que me quieras fue otra cosa, porque se trataba de un churro, de una farsa. Por cosas como éstas la Academia está cayendo de la gracia de muchas personas.




Del único mexicano de quien no tengo nada malo que decir es de Guillermo Del Toro. He escuchado y leído muchos comentarios buenos sobre su película La forma del agua. No he visto esa película, así que tendré que verla para juzgar. De todas formas me da mucho gusto que haya ganado un premio. Poco a poco los directores mexicanos se están abriendo paso en la industria hollywoodense y están ganando prestigio a nivel internacional. Enhorabuena.

Ahora sí, a lo que nos truje. Soy el primero en aplaudir que los mexicanos estén ganando reconocimiento en el mundo. Somos personas muy capaces, inteligentes y con gran potencial. Pero el patriotismo no debe cegarnos. No se trata de buscar el prietito en el arroz, sino de tener criterio para analizar las cosas, de ser capaces de la autocrítica. No se puede defender a lo indefendible. Si un mexicano canta o actúa bien, ¡excelente! Hay que reconocerlo. Pero si lo hace mal, también hay que decirlo. Además, las figuras públicas ya saben desde un principio a lo que van. Deben ser conscientes de que van a hablar de ellos, aunque no siempre serán buenos comentarios como ellos quisieran. Es entendible que como seres humanos no nos guste que hablen mal de nosotros, pero así es la vida y sobre todo, la industria del entretenimiento. Se te tienen que resbalar las cosas. Es muy fácil decirlo, pero es la verdad. No se pueden tomar todo a pecho, argumentando que debemos apoyarnos entre nosotros simplemente porque somos mexicanos. Esos son discursos baratos y muy trillados. Es cierto que hay malinchismo, no se puede negar, pero no nos podemos ir al otro extremo y alabar todo lo que hacen nuestros paisanos. Hay que ser analíticos, alabar lo bueno, pero también criticar lo malo y buscar mejorar. El malinchismo siempre existirá, pero no debe ser el chivo expiatorio que utilicen los artistas cada vez que quieran justificarse. Es un problema contra el que hay que luchar, pero nuestras armas deben ser argumentos válidos, plausibles. Más hechos y menos palabras. Hay que reconocer el talento, sea éste mexicano, estadounidense, francés, chino o de donde sea. Decir que hay que apoyar a los actores o cantantes mexicanos, simplemente porque son mexicanos, es tanto como decir que todas las mujeres deben apoyar a una asesina serial porque es mujer igual que ellas o que todos los hombres deben apoyar a un hombre sin importar que haya cometido una violación. Bueno, estoy exagerando obviamente, pero creo que se entiende el punto. Por eso muchos mexicanos emigran y buscan oportunidades en el extranjero, en este caso hablando de actores y cantantes. No les dicen en sus países de origen lo que quieren oír. No los tratan como quieren que los traten. Bien dicen que nadie es profeta en su propia tierra. A menos, claro está, que seas María Félix. Lamentablemente, los muertos no resucitan.