Buscar este blog

domingo, 25 de diciembre de 2016

Lazos de amor

En la vida existen lazos indisolubles que nada ni nadie pueden romper. Lazos que unen a las personas para siempre, que forman una conexión mística, un vínculo mágico. Me refiero a los lazos de amor entre hermanos.

Los que me conocen bien saben que soy hijo único. Nunca supe lo que era pelear con un hermano o hermana, que te acusaran con tus papás de algo, en fin, las escenas típicas entre hermanos. Mi vida se desarrolló rodeado de adultos en la casa. Tal vez por eso tiendo a llevarme muy bien con las personas mayores que yo, no lo sé. Pero ésa es otra historia.

Recuerdo cuando veía a mis amigos y primos pelear con sus hermanos por las cosas más insignificantes. Debo confesar que a veces los envidiaba un poco. Siempre me decían que estaba loco, que ellos desearían estar en mi lugar. Bien dicen que nadie está conforme con lo que tiene. Pero me gustaría experimentarlo por mí mismo.

Tengo amigos a los que quiero mucho y que considero parte de mi familia, pero no pueden sustituir ese lugar vacío. Ese sentimiento de compartir vivencias con personas que tienen tu misma sangre, que los unen lazos etéreos más fuertes que el acero, debe ser inefable. Te podrás pelear con ellos, pero tarde o temprano te reconcilias y, en caso de que no sea así, no cambia el hecho de que son hermanos y que existe algo que los une por más distanciados que estén. Es uno de los 10 inalterables.

La vida del hijo único no es lo que todo mundo piensa. Es una vida solitaria, huraña, melancólica. No es la norma general, pero sí es muy común. Me imagino que debe haber excepciones como en todo.

Especialmente en estas fechas se resiente. Lo mismo pasa en los cumpleaños y otros eventos importantes en la vida de cada persona.

Nunca sabré lo que es la hermandad en el sentido estricto de la palabra. Me fue negado. En fin, no se puede tener todo en la vida.